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marzo 2023

Este mes publicamos el artículo "María Elena Walsh: preguntas sin respuestas“ (1969) de Germán García el cual apareció en la revista Los Libros Nº 6 como parte de un dossier sobre la literatura infantil. El texto plantea una serie de interrogantes sobre la obra de la reconocida autora argentina. García busca analizar el lugar que ocupa la obra de Walsh en la cultura infantil y cómo se relaciona con la alta cultura. Además, se cuestiona sobre la estructura de la literatura infantil y la influencia de la cultura de masas y la cultura oficial. García también aborda aquí el tema de la educación y la violencia en la misma, así como la necesidad de modificar los sistemas de transformación que permitan el pasaje de lo imaginario a lo real. Reflexiona además sobre la relación entre el nonsense y la latencia, donde el sentido queda reprimido y el sinsentido oculta y revela la relación entre sentido y sexualidad. García, fiel a su estilo de crítica mordaz, cuestiona en este texto la posición de la literatura infantil en la sociedad, y abre la puerta a reflexionar sobre el lugar que tiene en ella la infancia.

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MARIA ELENA WALSH: PREGUNTAS SIN RESPUESTAS (1969) por Germán García.

¿Dónde poner la obra de María  Elena Walsh, recostada sobre la sublimidad oficial y apareciendo como opuesta a ésta? Para encontrar una respuesta elaboré las siguientes siete preguntas. Lamentablemente, el hecho de que no haya tenido tiempo de responderlas deja abierto el interrogante. ¿Cómo funciona la estructura de la cultura infantil, cuáles son los índices manifiestos de esta cultura y qué lugar ocupa la obra de Maria Elena Walsh en ella? Sólo la localización de ese lugar que ocupa puede respondernos sobre su sentido. Mi interés por su obra está relacionado con el hecho de que fuese ella, entre los argentinos, la que apelase a ciertos elementos formales extraídos de la Alta Cultura: Jarry, L. Carroll, técnicas del absurdo elaboradas en sistemas extraños al desarrollo de la cultura infantil. 


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Las preguntas sin respuestas

1) Hay un sistema complejo de cultura infantil donde diversos estratos semánticos codifican lo imaginario articulándolo en las pautas culturales y productivas de la sociedad. Por un lado la cultura oficial impuesta a través de la enseñanza, por otro una cultura de masas infantil (historietas, etc.) . Estas dos culturas se reenvían: la masiva justifica la oficial y a la inversa. ¿Se puede decir que usted se propone hacer una Alta Cultura infantil?

2) En latín infans es aquél que no habla. La literatura es la palabra que los adultos ponen en la codificación de los temores, los deseos, las esperanzas, los fantasmas del niño. Usted trabaja, obviamente, dentro de la estructura de esa escritura adulta dirigida a los niños: hay una historia de la literatura infantil, con sus variantes y sus invariantes. ¿Cuál es la forma en que usted se inserta en esa cultura, qué niega y qué afirma en ella?

3) El hecho de que la cultura infantil sea una convención entre adultos -como toda cultura- obliga a crear equivalencias donde siempre existe el de que predominen los mitos adultos sobre los niños, más que las propias necesidades de lo imaginario infantil y su realización. ¿Esto no clausura la infancia en una cristalización regresiva donde el adulto goza a través de los niños el hito de su propia infancia?

4) Sartre llamó a la educación (familiar e institucional) "violencia del adiestramiento" y recordó cómo -siglos atrás- se deformaban niños, físicamente, para usarlos como entretenimientos en las cortes. ¿Estas costumbres "filicidas" no existen aún, simbióicamente, en la cultura actual, en la reducción de los posibles infantiles a lo real adulto que la cultura realiza en su función de iniciadora? ¿Cómo se sitúa usted y cómo sitúa su literatura frente a este hecho ? 

5) La literatura infantil, a través de su historia, debió crear sistemas de transformaciones que permitieran el pasaje de lo imaginario a lo real y siempre -al parecer- apostó al principio de realidad ahogando lo imaginario en una moralidad que el psicoanálisis detectó como una violencia represiva realmente delirante. ¿En qué sentido ve usted que deben ser modificados estos sistemas de transformaciones y cuáles son las estrategias de esa modificación que utiliza en sus textos?  

6) El uso que usted hace de ciertas modalidades de la Alta Cultura (el nonsense filtrado por Jarry, Lewis Carroll) altera la mecánica de la cultura de masas infantil. Pero, a la vez, parece tener dos direcciones: en Dailan Kifki hay una critica a la burocracia que, a través de una estructura infantil (o infantilizada) opera en el sentido señalado anteriormente, se emite un mensaje a los adultos a través de sus hijos.  

¿Sus canciones para ejecutivos nacen de esta situación híbrida? ¿Esta situación está relacionada con el hecho de no poder valerse de los medios oficiales de educación y tener que seducir al padre de cada niño, dado que es éste quién permite y promueve el contacto del niño con lo no obligatorio?  

7) La modalidad del nonsense oculta, por decir así, un sense: el sentido está en otro lado, en la otra escena que es la vida adulta como ámbito protector, como referencia y límite de la vida infantil. El nonsense, asociado a la infancia, tiene mucho de técnica y de estrategia adulta ¿cómo puede sino encuadrarse en el nonsense la edad de la interrogación? Creo que hay una relación estrecha entre nonsense y latencia, el sentido queda reprimido y el juego del sinsentido viene a ocultar (y por eso revela) la relación entre sentido y sexualidad: en la edad de la latencia se juega al sinsentido porque el sentido -sexualizado y aún fijado a objetos familiares- es insoportable para los adultos. ¿Cuál es la finalidad de esta técnica en su obra? Si justificamos al nonsense por lo lúdico ¿igualmente el juego de palabras no nos aparece como clausura o puesta entre paréntesis del sentido? 

Respuesta sin preguntas 

Lo que Tom y Jerry exponen en forma paradigmática (a través de una agresividad que -al quebrar los límites de sus cuerpos que se aplastan, estiran, deforman- desarticula, junto con los esquemas corporales, toda realidad) desaparece. en las sublimes apelaciones a la imaginación infantil que realizan los textos de María Elena Walsh: un Bombero valiente, bueno, cariñoso, un Rey africano buen salvaje y mejor estereotipo, burócratas sarmientinos y de buen corazón, una familia tipo, una narradora imaginativa y pura que dice siempre ¿se imaginan?, un enano con lagunas de chocolate, etcétera; forman la mitología de Dailan Kifki.  

En el opuesto Tom y Jerry narran la epopeya de una cultura de masas elaborada para la infancia y en la cual los niñas encontrarán (junto con las palabras) las imágenes que permitirán visualizar, en cada uno de ellos, esa agresividad constituida en relación a la pareja materna, al lugar de tercero excluido que el niño ocupa frente a ellos y que se revelará en forma más completa aún, cuando el bullicio de su cuerpo sea percibido como opuesto a la imagen gestáltica de sí mismo que le devuelve el espejo. La primera identificación (que luego será el modelo de las sucesivas) tendrá que realizarla consigo mismo. Tom y Jerry - el gato y el ratón unidos en una oposición indisoluble- lo dicen en todas las formas y con todas las señales que lo imaginario articula en la plasticidad delirada de sus cuerpos.  

La cultura de masas -infantil o adulta- parece extraer su de estos índices que puede lanzar en todas las direcciones, bajo formas admisibles, señalando nuestras lagunas a través de significantes dispares que hablan de aquello que sabemos sin significarlo realmente (sólo señalan), permitiendo que nadie tenga que llegar a saber lo que sabe.  

Tom y Jerry están, por decir así, reprimidos en los textos de María Elena Walsh que, aunque trate de ir más allá de la cultura de masas, resultan llenos de una dudosa profundidad rodeada de lagunas mayores que las de la cultura de masas infantil. Esta última se permite en la superficie de sus señales, indicar todas las cosas; M. E. W. al querer significarlas reprime los "contenidos" peligrosos y en ella la eficacia simbólica de la imagen masiva se convierte en nonsense. La agresividad bloqueada por un pacto entre que intenta reducirla, arrastra a su represión las únicas señales que pueden indicar al niño, a la vez que permltirle, la visualización de sus temores y sus deseos.  

Con signo positivo o negativo, !a infancia sigue siendo la edad mas marcada en nuestra sociedad: es el espacio que la represión atemporallza colocándolo del otro lado. Ese otro lado ha quedado sumergido en cada uno después del corte iniciatorio que la sociedad realiza en la incorporación ininterrumpida de sujetos productivos

La infancia se entiende con la vejez: diálogo entre los que aún no han producido y los que ya no producirán más. Los líricos se complacen -sádicamente - en verificar que los viejos se vuelven niños, que su adultez se descascara y cae a pedazos cuando un hombre se relaja frente a las tensiones que el deseo y la necesidad han "tensado" a través de él. El niño aún no ha sido "tensado", por eso se tutea con el loco y el salvaje que encarnan -junto con la infancia- los signos de una naturaleza reprimida, irreductible por esta misma represión, amenazando los pactos de la ''intersubjetividad". Los manipuleos adultos trataran de sacar al niño-así como abandonan el viejo- de este espacio confuso y turbador. 

La edad de la latencia y el segundo aprendizaje (o re-cupración) de la sexualidad emprendida en la pubertad hablan del triunfo de un tiempo domesticado sobre un deseo que deberá articularse en el código de los intereses de la sociabiidad. El niño que ha llegado a la pubertad comienza, exhausto, a masajear con las reglas de la sociabilidad a ese otro que es su deseo irrumpiendo en él con los signos inequívocos del desarrollo de su cuerpo: de ahí en adelante se someterá a la cadena de sustituciones Para poder, con la complicidad del prójimo, relegar su deseo a la otra escena hasta situarse en el código de una transferencia silenciosa que se realiza en otro espacio distinto al de la elocuencia social empeñada en hablar el registro clausurado de sus convenios

Con el deseo la sociedad hace un solo convenio: fijar sus límites. La literatura infantil registra estos límites que comienzan en esos sistemas de trarisformaciones donde leones que hablan y hombres que rugen plantean la necesidad de marcar la frontera precisa que separa al animal del hombre, a la cultura de la naturaleza, al loco del cuerdo, al cuerpo del alma y -n forma recurrentea cada hombre del sincreásmo improductivo de su propia infancia. El niño pasa a ser el otro de cada hombre. Hay quc señalar que la infancia, como la vivimos y la recordamos es un disfraz hecho con los retazos míticos que cada adulto tiene de su infancia y amasa en forma inconsciente, social, convenida, en los niños que la elocuencia social empeñada en hablar el registro clausurado de sus convenios.  

Con el deseo la sociedad hace un solo convenio: fijar sus límites. La literatura infantil registra estos límites que comienzan en esos sistemas de transformaciones donde leones que hablan y hombres que rugen plantean la necesidad de marcar la frontera, precisa que separa al animal del hombre, a la cultura de la naturaleza, al loco del cuerdo, al cuerpo del alma y —en forma recurrente— a cada hombre del sincretismo improductivo de su propia infancia. El niño pasa a ser el otro de cada hombre. Hay que señalar que la infancia, como la vivimos y la recordamos es un disfraz hecho con los retazos míticos que cada adulto tiene de su infancia y amasa en forma inconsciente, social, convenida, en los niños que le siguen: y esto es lo que se dice actuar naturalmente. El disfraz es la categoría infancia estructurada socialmente y en la cual será capturado cada niño que nazca. Un niño con “desórdenes de conducta” no habrá tenido infancia, o lo que es lo mismo, la infancia no lo habrá tenido a él: “Mediante sus reglas y sus costumbres, cada sociedad no hace sino aplicar una rejilla rígida y discontinua sobre el flujo continuo de las generaciones, al cual, de tal manera, impone una estructura’. 

La rejilla rígida de Lévi-Strauss recibe su estructuración colectiva (paralela con la cultura “oral” de la familia) en la literatura infantil y la educación oficial. 

La cultura infantil masificada deja ver su oposición cooperadora con la educación oficial: es Tom jugando con el ratón Jerry de los ideales deteriorados de la escuela primaria que, como una mala madre, rechaza las consecuencias de su conducta disociante, dejando a la “degradada” cultura de masas infantil la tarea de iniciación que empuja a sus dominios. Cuando Tom-y-Jerry, después del corte de la pubertad, aparecen fundidos en un adolescente homicida la sociedad —para no ser menos— se pone filicida y finge no encontrar en el acto criminal del adolescente nada más que los signos de una “naturaleza bestial y desenfrenada”. El bien social se mira en el espejo clausurado y repetitivo del bien social: afuera y por desgracia está lo otro. ¿Conclusión?  

Un día, por la calle Carabobo / se pasea una nena con un globo. De pronto da un traspié / y todo el mundo ve / que no es Caperucita sino el Lobo (M. E. W., Zoo Loco). Si la nena y el lobo se confundieran siempre habría que asesinarla a ella en su pureza para evitar los peligros del lobo que encierra y que la encierra ¿la posibilidad de esta fusión y la necesidad de ponerle fin mediante los medios que fuesen, no es el paradigma de nuestra relación con la infancia? 

Germán Leopoldo García

Fuente: (diciembre 1969). María Elena Walsh: preguntas sin respuestas. En Los Libros N°6 (pp. 10-11), Buenos Aires. Recuperado de https://www.ahira.com.ar/ejemplares/6-12/

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