Blog de la Biblioteca y Archivo del Centro Descartes
julio 2023
Este mes publicamos “Respuesta a Gregorio Baremblitt“ (1972) de Germán García. Continuamos así revisitando la polémica suscitada a partir de a la escisión de la APA de los grupos Plataforma y Documento. El artículo fue publicado en Los Libros Nº 27 en respuesta a "El malestar en la cultura ... y sus revistas" de Gregorio Baremblitt que aparece en el mismo número contestando a las notas que García, Miriam Chorne y Juan Carlos Torre publicaran en el Nº 25.
Más allá del recorrido coyuntural que realiza García aquí, las críticas a la “ensalada progresista” del momento, o a la confusión teórica entre necesidad y deseo por parte de Baremblitt, la extensa respuesta de García, trae definiciones de fondo. Plantea que el psicoanálisis no ignora la contradicción entre saber e institución desde que Freud escribió sobre psicoanálisis laico. Afirma además, que al invertir la ideología de la neutralidad se obtiene una ideología del compromiso que para el psicoanálisis no resulta necesariamente una virtud.
La colección de Los Libros puede encontrarse digitalizada en su totalidad en los sitios ahira.com.ar y
americalee.cedinci.org.
Dirección de Biblioteca y Archivo del Centro Descartes
Respuesta a Gregorio Baremblitt (1972) por Germán Leopoldo García.
En el discurso de hecho se perfila una experiencia de derecho: más allá de lo que somos y de lo que decimos, hay en cada uno de nosotros un juez que justifica, que legitima y fundamenta lo que somos y lo que de este nuestro ser decimos, que da razón de ello.
F. Chatelet
1. En mi nota tenía en cuenta eI hecho de que Cuestionamos había sido producido por una editorial cuya vocación "contestataria", si observamos sus otras colecciones y títulos, responde a ciertas exigencias del mercado. Porque a Baremblitt le interesa la teoría de la lectura (C.)
debe comprender que el contexto de los textos (edición, puntos. de venta, precio, "adelantos" publicados, momento de salida en relación a otros acontecimientos políticos y culturales, etc.) organiza la lectura de tal manera que la sociedad, al circunscribir y definir una lectura determinada puede abandonar relativamente la producción cultural a la indeterminación de la demanda del mercado.
Dicho de otro manera: los protocolos de lectura inciden sobre la decodificaci6n y determinan lo que es "Iegible" y lo que no puede serlo, para un público dado.
Por eso, "La izquierda freudiana" en un momento en que eI gobierno se bautiza de "centro izquierda" sin legitimar su etiqueta con ninguna práctica es una designación que evoca -en primer término- a necesidad de adherir a la doxa de su majestad, el cliente.
¿Esto no está en la intención de los autores? Seguramente. Pero de hecho estas determinaciones existen: La Razón anticipó conferencias que . luego serían textos de Cuestionamos.
La Opinión, en sus páginas para
la inmensa minoría que piensa, hizo
lo mismo. Y esto cuando va hacia
algún tiempo que los medios de información
contribuían a la confusión general mediante la publicación
fragmentaria de textos de W. Reich y algunos otros, mezclando la ensalada
progresista con un juvenilismo que evocaba a Paris-Mayo.
El gobierno ordenó, en la línea
de su estrategia, la habladuría ideológica destinada a desplazar el discurso
de ciertas prácticas políticas que escapan a su control (Ver artículo de B. Sarlo Sabajanes en este número de Los Libros). Los medios, apoyándose en la función represiva que le es propia en lo que
hace a la demarcación entre lo dicho y lo decible, respondieron con
todo el arsenal retórico disponible
para el caso.
Hasta los actores de TV sintieron
Ia necesidad de "expresar" sus sentimientos
políticos en relación al destino
del "pueblo". Uno podría felicitarse de esta "toma de conciencia". Lo que no permite enceguecerse es comprender las notables exclusiones que determinan todo lo
que aparece en estos discursos. El
espacio de los medios se abre al compromiso sentimental para ocultar
mejor el hecho de que es su
propia "legibilidad" lo que está en
cuestión: el discurso informativo
"trama" -diga lo que diga y use lo
que use- las formaciones ideológicas
en función de una regularidad
del sistema. Cuando un nuevo verosímil
es admitido -hoy compromiso-
es porque sirve a la necesidad
de una reorganización de las fuerzas
puestas en juego.
Con todo esto no quiero adjudicar o quienes Cuestionamos los determinaciones que sus textos, en tanto mercancía, deben soportar; sino aclarar que el contexto ero tenido en cuenta por el "estilo" de mi noto. Y que es necesario elaborar el "ruido" ideológico que se pone en juego en todo lectura del que no me excluyo.
Por otra parte, no se hacía en ella ninguna alusión a la Federación de Trabajadores de la Salud Mental -ni a ninguna otra agrupación en formación- porque la práctica política gremial que éstas desarrollan surge de una política científica que desconozco y que por el hecho de estar produciendo efectos reales, no puede ser definida ahora en sus posibilidades de transformación.
Sólo hablaba de los textos de los textos de Cuestionamos y como señala Baremblitt, solamente hablaba de algunos de ellos. Y por lo mismo, hablaba de todo el libro.
8aremblitt, por su parte, revela la incomodidad en relación a esos mismos textos: "Comprendo que lo que para algunos psicoanalistas que aceptaron participar en Cuestionamos pudo haber sido un momento táctico puede ser para B. una concesión al liberalismo. No descartamos que con el tiempo se demuestre que B. tenía razón..." (R.).
2. "Tal vez no sea inmodesto de mi parte -responde Baremblitt- suponer que uno de los trabajos que firmo en Cuestionamos podría ser de los que B. estima como no confusos en cuanto a lo de la diferencia entre campo político y campo psicoanalítico". (R).
Baremblitt tiene razón: en su análisis del trabajo de M. y W. Baranger, J. Mon' y A. Campo, así como en su texto sobre la lectura de Freud -firmado con Matrajt (C.)- aparece la misma constelación conceptual a la que yo hacía referencia.
De alguno manera está escrito allí lo que yo quería decir. Pero la manera, el estilo en que está escrito, introducen ciertos efectos secundarios que me hicieron soslayar una adhesión. ¿Simple formalismo? No, porque el juego de connotaciones que este estilo establece pareciera querer minimizar las rupturas que sus denotaciones proponen. Por ej: "Quisiéramos declarar enfáticamente -escribe' Baremblitt- que no nos mueve en este, examen ninguna clase de motivación personal consciente negativa hacia los autores, todos los cuales, aunque nuestra opinión no interese a nadie, nos parecen excelentes personas y profesionales honestos" (C. pág. 150). Me limito a esta cita por problemas de espacio, pueden leerse sus variantes en Cuestionamos. Toda la redundancia transacional de este estilo introduce un segundo mensaje que sólo puede decodificarse como una forma específica de agresividad, donde la agresión se invierte para convertirse en reconocimiento. El interlocutor aparece en el texto, el estilo evoca la novela profesional de un grupo, volviéndose incomprensible fuera de ella.
Por su parte, mi estilo mordaz -según la. clasificación de Baremblitt- ¿no remitirá a la situación de quien, por ser paciente en la cuestión, desconoce el código de las ceremonias (aunque fuesen verbales) y el ritmo de las melodías (aunque fuesen las de los 50 minutos) en que la corporación se reconoce y danza?
Aunque pudiésemos explicar mi estilo por la "anomia" a, la que estoy sujeto, no deja de ser cierto que el estilo de Cuestionamos -incluyendo el de Baremblitt- remite a un "imaginario" profesional que funciona como un resto que obstruye y contradice lo que los textos intentan explicitar como ruptura, en tanto actúa en ellos un deseo de reconocimiento, que imposibilita el conocimiento (del deseo).
Porque si se trata del conocimiento, hay que reconocer que el saber mismo de las corporaciones está en cuestión desde hace mucho tiempo: "...las tendencias científicas del psicoanálisis -escribe Hanns Sachs en 1939- se han separado, y tendrán que hacerlo todavía más, de la organización, la cual, por su propia ley, se está volviendo cada vez más conservadora dirigiéndose a fines concretos y con el solo propósito de mantenerse a sí misma" (l). Esto quiere decir: aunque los psicoanalistas argentinos lo ignorasen, el psicoanálisis conocía la contradicción entre saber e institución desde que Freud escribió sobre psicoanálisis "profano". Por eso hablaba en mi nota de "complicidad consciente con una explotación social que se simula recientemente descubierta", dando por descontado que ser psicoanalista significa que alguna vez se ha leído a Freud, aunque se hayan aceptado en la práctica las condiciones que Jones creyó necesarias para que la expansión mundial y el buen funcionamiento de las Instituciones Psicoanalíticas quedase asegurado.
Freud no confiaba en los médicos, los norteamericanos temían que los psicoanalistas profanos desvirtuasen el psicoanálisis (2). La historia del psicoanálisis en los EE.UU. muestra que ellos temían... lo que deseaban.
Por otra parte, mi referencia a la explotación social tiene más de un sentido: explotación de los beneficios otorgados por una investidura de poder, silencio frente a las maniobras de un poder explotador. ¿No es ésta la "situación" de cualquier institución que deba su eficacia a la legitimidad social?
En esta perspectiva la separación de la APA es la condición para pensar cualquier ruptura, que deberá realizarse teórica y prácticamente, pero no es en sí una ruptura. Y esto Baremblitt lo sabe.
3. En lo que hace a la relación entre la práctica analítica y Ia práctica política, es necesario partir de la obviedad de que ellas no se juegan en un mismo espacio ni al mismo tiempo. Hay una discontinuidad que, en mi nota, quise señalar mediante la cita de Faure y Ortigues.
Además, Ia teoría analítica no tiene ningún derecho a psicoanalizar la práctica política aunque de hecho ha producido algunas incursiones ideológicas como las de M. Langer cuando expone, en el mejor estilo de la negación freudiana, sus ideas sobre el peronismo: "Pero dejando de lado toda consideración política, sobre la manera cómo surgió Perón, cómo pudo sostenerse diez años y cómo cayó después, con la facilidad con que caen los ídolos de pies de barro, quisiera destacar un hecho. Que Perón, desde la muerte de Evita, perdió su fuerza, su influencia mística sobre las masas" (3). Hoy sabemos que esta frase expresa un deseo que se articula en la ideología de un grupo social que se reconoce en ella: "¿Pero qué relación tiene la aparición de estos mitos con el momento político de aquel entonces? Yo lo puse en duda cuando leí, en aquella época mi pequeño análisis del mito del niño asado en la Asociación Psicoanalítica; mi duda provocó una acalorada discusión. Agradezco 'especialmente al doctor Arnaldo Rascovsky, que fue quien más insistió al respecto" (4).
El ejemplo es bueno para reflexionar sobre lo engañoso de todo objeto "aparente" en la demanda de un grupo, especialmente desde ,que Freud nos mostró que hay un deseo insatisfecho en el origen de cualquiera de ellos (5).
¿Cuál sería el deseo que enmascara la supuesta afirmación, "científica" de que la muerte de Evita hizo perder la fuerza a Perón? Pasan muchos años hasta que M. Langer escribe en Cuestionamos, "En la Argentina sube Perón. De nuevo no hay que llamar la atención ni meterse en la izquierda. Hay que mantenerse quieto para que la joven Asociación Psicoanalítica no corra peligro. Aún así, diré en honor nuestro que nunca prohibimos en la APA la militancia política de manera tajante y absoluta, como se hizo en Viena. Pero había un clima inflacionista que la condenaba, Entonces renuncié al marxismo" (C. 261). ¿Perón es a Ia APA lo que Hitler a Viena? La APA se reserva el "honor" de haber sido "menos tajante y absoluta" que Viena, en relación a la militancia política.
En el ejemplo citado vemos cómo la política retorna desplazada: todo el grupo reconoce la conexión entre Evita y la madre "buena/mala" del mito del niño asado, pero por eso mismo todo el grupo desconoce lo que está determinando esa certeza.
Cuando se habla del campo psicoanalítico, tanto la compulsión como la negación política deben ser analizadas. ¿Cómo podrían escapar un grupo de analistas que se reúnen para "cuestionar" el hecho de que el objeto aparente de su demanda esté determinado? Baremblitt, que suma los costos necesarios ce para hacer carrera analítica" (C. 181), debe comprender esto. Por eso hablaba de reconocimiento y no de conocimiento.
4. Pero, además, Baremblitt se refiere al problema de la neutralidad ideológica del analista, a la transmisión de una ideología en su práctica. Desde que sólo hay maestros para los que aprenden (de los demás se encarga la policía y los reformatorios) el concepto mismo de transmisión debe ser aclarado. En psicoanálisis nos remite al. problema más complejo de las identificaciones que debe ser estudiado en relación a la transferencia y las "construcciones" en el análisis, teniendo en cuenta que el narcisismo del analista está tan en juego como el de su paciente.
Invirtiendo la ideología de la neutralidad se obtiene una ideología del compromiso cuyos efectos son tan incontrolables como el deseo mismo de ser analista. Por otra parte, este deseo de compromiso no ha demostrado aún otra virtud, en lo que al psicoanálisis se refiere, que la de saber sumarse al coro de las reivindicaciones admisibles, sin transgredir nunca el verosímil de sus interlocutores (liberales antes, ¿marxistas? ahora).
Por eso es necesario comprender que el deseo de neutralidad y el deseo de compromiso deben ser estudiados en todas sus articulaciones -históricas, políticas, teóricas- si queremos lIegar a saber cuáles son sus efectos respectivos y cuáles son sus posibilidades de concreción en la práctica analítica.
"Pues si ,el amor es dar lo que no se tiene -escribe Lacan- es bien cierto que el sujeto puede esperar que se le dé, puesto que el psicoanalista no tiene nada que darle. Pero incluso no le da esa nada, y más vale así: y por esa nada le pagan, y preferiblemente de manera generosa, para mostrar bien que de otra. manera no tendría mucho valor" (6).
Cuando el "compromiso" descubre que el analista neutral no es invisible puesto que le "da" su ideología, discute con qué ropas hay que presentarse en la fiesta de la reeducación, cuando el problema es cómo haría para borrarse de ella, ya que los supuestos neutrales no saben hacerlo. (¿No estaría indicando esto el dibujo' del hombre que se tacha a sí mismo, al que se refiere Baremblitt? R.).
Porque el analista ocupa el lugar del que se supone que sabe se encuentra con el poder que la demanda del paciente otorga, atrapado como está en la malla de un deseo de saber, justicia y goce, que no resultan fácilmente articulables. ¿Debe el analista identificarse por eso, a la imagen del justo que se las sabe todas y para el cual el goce no tiene misterios? "¿Quién es el analista? ¿El que interpreta aprovechando la transferencia? ¿El que la analiza como resistencia? ¿O el que impone su idea de la realidad? "(7). Preguntas a responder, pero ¿desde qué lugar?
5. Las preocupaciones de Baremblitt,acosadas por una urgencia de ruptura política y capturadas aun en ciertas transacciones, pueden conducir a errores. Veamos un ejemplo, tomado de otro texto. Al referirse al Edipo, Baremblitt escribe junto a Matrajt: "...juega un papel importante la autoridad paterna (o materna según el caso) que impone en forma directa, o las más de las veces inconsciente y velada, la amenaza de castración si el niño no se somete a la autoridad de los padres que representan a la sociedad toda como reguladora del poder, de la fuerza y las posesiones fundamentales: la riqueza material, la intelectual y los objetos sexuales. De la adecuada resolución del Complejo de Edipo depende la salud mental futura del niño y sus rendimientos sociales. Cabe preguntarse si alguien puede resolver una situación que es injusta de por sí cuando además se une a la injusticia socio-econ6mica-política del marco de la civilización en que se da" (8).
En este párrafo se condensa el problema de la castración en términos freudianos, por una parte, mientras que por la otra aparece el problema de la explotación social entre los hombres, creando una relación de efecto a causa que es teóricamente improbable.
La amenaza de castración tiene su efecto porque se ha descubierto (o porque se descubre a posteriori) la castración en la madre. Si el padre no "actúa" como agente de la castración separando a la madre de su objeto fálico (lo que remite a la ecuación pene:niño) y al niño del objeto de su deseo (lo que remite al narcisismo), no hay acceso posible a la "realidad" heterosexual que pasa por una identificación al padre. Para más detalles, Lacan ha explicitado los 3 tiempos del Edipo (9): basta decir aquí que la castración rechazada en lo simbólico aparece alucinada en lo real, lo que tiene que hacernos pensar la función del padre con menos ligereza.
Ahora bien, ¿puede darse a entender, como lo hacen Baremblitt y Matrajt, que la prohibición del incesto -ya que se trata de esto, en definitiva- es "injusta de por sí"? Una prohibición del incesto -escribe Levi-Strauss- constituye una regla, pero una regla única entre todas las reglas sociales que posee, al mismo tiempo, un carácter universal"(10).
Prohibición fundamental para la oposición consanguineidad / alianza, necesaria para la constitución de los sistemas parentales. La ley que prohíbe el incesto da lugar al deseo y como tal pareciera ser una condición del goce.
Es necesario pensar la falta de objeto -el deseo como falta- para comprender la desgarradura a partir de la cual el sujeto humano puede (o no) acceder a un objeto. Para Baremblitt esto no es posible porque, al confundir necesidad y deseo, piensa que "El deseo inconsciente es la nostalgia por una satisfacción alguna vez obtenida y cuya pulsión y necesidad se halla reactivada y es incompatible con las normas del Superyo"(11). Hubo un objeto satisfactorio de la necesidad, pero "apoyándose" (el término es de Freud) en esa satisfacción surgió el deseo. El niño que ha satisfecho su hambre se abre -por disyunción- al deseo que no se encontrará con un objeto, sino con el lenguaje. Es a partir de la satisfacción de la necesidad que surgirá el deseo y en el lugar del objeto profundamente perdido, por la mediación del lenguaje, se repetirá el hallazgo de un objeto que sólo remite a la nostalgia de lo que fue, porque es puro anhelo de lo que siempre falta.
En la condensación de Baremblitt las cosas ocurren de otra manera: necesidad y deseo resultan lo mismo, son satisfechos por la madre, hasta que el padre -injusto de por sí, digamos- entra a tallar. Nunca se le perdonará al padre el haber entrado allí (nada menos que para captar el deseo de la madre) para convertir ese supuesto ensueño en la visión de una cabeza de Medusa erguida sobre la "roca" de la castración. Pero se sabe que la diferencia anatómica de los sexos (¡si la mujer no tiene pene, puedo perder el mío! ). no ha sido inventada por la sociedad ni por el padre. Sus consecuencias nos conducen a las teorías sexuales infantiles, cuyos efectos son fundamentales para comprender lo que se designa en psicoanálisis como castración y Edipo.
Para plantearse el problema de la justicia y/o el saber no es necesario borrar una parte de la teoría, puesto que aquí se plantea el problema del goce, lo que no es indiferente a unos sujetos que intentan transformar sus vidas en el interior de una cultura que los constituye como escindidos. ¿Esto es negar la posibilidad de una revolución en esa cultura? No, porque si esa revolución ha sido pensada es porque ella es posible en el interior mismo de la cultura en que unos sujetos se la proponen. Marx reconoce en lo que su ironía llama "la función civilizadora del capital", la continuidad dialéctica de la cultura en la historia, la escisión constante que hace de la historia el escenario de una "Iucha" donde los sujetos se definen por su sujeción a una "clase".
Si se desea pasar del gobierno de los hombres al gobierno de las cosas, de la explotación que una clase ejerce sobre otra a la distribución socializada de la producción, es porque se reconoce aquí esa "prehistoria de la humanidad" de cuya superación Engels esperaba, también, la transformación radical de todos los intercambios posibles, incluyendo aquellos de los que depende un valor de goce no menos importante que cualquier valor de uso.
Cualquiera que hable puede comprender que el deseo le es constitutivo, puesto que su palabra testimonia la separación radical que lo liga ese objeto que evoca en el decir.
El vacío de este decir, cuando se experimenta -a la vez- el hablar y lo que falta al discurso, está en el fundamento mismo del psicoanálisis: situación privilegiada (en más de un sentido, que no excluye el económico) en que un Iapsus es simultáneamente falla del "sentido" y posibilidad del mismo.
Freud indicaba (12) la anticipación del yo en relación al cuerpo libidinal, lo que introduce una discordancia entre las pulsiones del deseo y los objetos que el yo se da en la ceguera de sus identificaciones: en nuestros ideales. suelen ser un buen alimento para estas anticipaciones.
Por otra parte, confundir, como hace Baremblitt, el tener ("riquezas"), el saber ("intelectual"), el goce ("objetos sexuales") bajo el signo de la apropiación ("posesiones fundamentales") es colocarse en la lógica universalizante de la mercancía: todo puede ser cambiado por todo, mediante el dinero, siempre que nos despreocupemos de su valor de uso. Se puede decir que esto ocurre así, lo que es cierto relativamente: que estos sean los emblemas del padre no define de por sí cuáles serán los blasones que el hijo ostentará en el escudo de su narcisismo. La locura nos enseña que son muchas las fortalezas vacías que nosotros imaginamos.
Porque el sujeto psicoanalítico (aunque se encuentre atrapado en esa Iógica homóloga a la del dinero que es la de las equivalencias anales) suele ser mal comerciante, pero buen fantaseador: realiza sus deseos aun en la alucinación, disuelve lo "real" hasta la negación.
Dicho sea de paso ¿qué decir de la "realidad" en psicoanálisis, si no estamos dispuestos a aceptar el cheque sin fondo de; la adaptación social, ni de las buenas relaciones intersubjetivas, sea que se trate de la "pareja", el "grupo" o la relación analítica misma?
6. En el párrafo que hemos citado de Baremblitt, a propósito del Edipo, puede verse cómo éste promociona al Superyo al rango determinante de la represión a partir de la opresión social introyectada: "Freud en este punto es categórico -escribe Laplanche-, la insatisfacción de la necesidad, su represión, es incapaz de explicar por sí misma la coerción. Más allá de la represión en nombre de la realidad -ya sea material o sea de hecho realidad social- debe intervenir un factor más estructural a fin de explicar por qué esa regresión tiende a actualizarse en el aparato psíquico, en forma de resistencia"(13).
Efectivamente, más allá del principio del placer, el instinto de muerte introduce la repetición. El Edipo y el instinto de muerte bastan para demostrar que lo intrapsíquico no es reductible a lo intersubjetivo. El Primero, fue escamoteado por Marcuse, el segundo por W. Reich, aunque éste se viese obligado a reintroducirlo para explicar la repetición bajo el concepto de coraza caracterológica. (14)
Y en cuanto a Marcuse, Narciso le gusta más que Edipo: si se quiere la imaginación en el poder, es necesario confiar primero en el poder de la imaginación. La esfinge, por su parte, esperó en las universidades norteamericanas el regreso exhausto del profeta.
¿Por qué el culturalismo negaba (el instinto de) muerte en el momento en que la sociedad que lo cobijaba encontraba la manera de producirla masivamente?
Baremblitt, por lo que sé, no niega el instinto de muerte: simplemente se niega a sacar sus consecuencias, de otra manera no se comprende cómo puede afirmar que es el Superyo quien prohíbe un goce que de otra manera... ¿sería posible? ¿Qué sostiene a semejante máquina de destino? ¿No es el Amo Absoluto de la muerte lo que se perfila tras sus exigencias? : "Si la muerte no puede localizarse ni en el sistema ni entre los sistemas es porque no tiene sitio, sino que lo deja, siendo la única que puede cerrar un sistema como sistema"(15)
Se trata de los efectos significantes de la muerte que, incluso cuando se presenta como la muerte o de otro, no deja de incidir sobre la práctica de los vivos. Basta pensar con Freud la muerte del padre, y si esto resulta sospechoso de mitología, reflexionar sobre el oráculo que Marx desliza en la primera página de El 18 Brumario: "La tradición de todas las generaciones muertas, oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos".
Si la repetición de la necesidad nos remite a la explotación social entre los hombres, la necesidad de la repetición expone los efectos de ese instinto de muerte que actúa en silencio -nos dice Freud- hasta que se manifiesta en la destrucción.
Ese silencio que el analista escucha en la agresividad de quien siempre tiene un "motivo" para evitar quedarse en "nada", pareciera encontrar en la política una voz que lo articula en una práctica cuyos efectos -si se realizan- dejan de ser reductibles a las pulsiones en que se originaron, lo que no autoriza a que se lo eluda en el momento mismo del análisis; especialmente si tenemos en cuenta que nuestras actitudes y nuestras ideas políticas están determinadas por la angustia puesta en juego en relación a los riesgos de dolor y muerte.
Todo esto para decir: poco tendría que hacer el psicoanálisis si se redujese a construir figuras, más o menos descriptivas, para dar cuenta de los efectos de la opresión social sobre un sujeto al que se le niega su condición, aunque sólo pensemos a ésta como un sistema de relaciones que escapan a nuestra "voluntad".
Por otra parte, esta "voluntad" no necesita teorías, pero las prácticas que se nieguen a la ceguera de la buena conciencia no podrán prescindir de ellas.
7. Baremblit me califica: ". . . cientiflcismo neo-colonialista francés...neocientificismo psicoanalítico..." (R). Su respuesta comienza con una cita de Althusser referida a la culpabilidad de toda lectura. Mi colonialismo es haber citado autores franceses (también alemanes, ingleses y, obvio, a los argentinos criticados) por lo qué supongo que sólo puedo compartir la culpa con Baremblitt hasta que tengamos claro qué significa el "ideologema" colonialismo (que remite a la dependencia cultural, política, económica,etc., del acusador y del acusado). Ideológema muy usado en las discusiones, muy verosímil en este momento de la política argentina, en que los medios de información exaltan las maravillas del populismo y su noble socia, la espontaneidad. En cuanto al cientificismo, también espero esa epistemología necesaria que al definir qué es ciencia nos permitirá convertir estos adjetivos en conceptos, fundando mejor la necesidad política que los provoca Y que reconozco.
Baremblitt cree ver en mí una impaciencia, una mala disposición, por haber citado la frase "Elegimos analizar" sin agregar su aclaración posterior, a saber: "Por supuesto que esta afirmación debe entenderse no como ejercicio del libre albedrío, ni como acceso dado por revelación al Desideratum de la racionalidad de una elección; elegimos connota aquí el resultado de un determinismo múltiple y complejo" (R).
¿Si la elección es el resultado de las operaciones de un determinismo múltiple y complejo, por qué seguir usando una palabra como "elegimos"? ¿Por qué no decir directamente que el resultado (ser analista) remite a un determinismo múltiple y complejo, que no ha sido aún explicitado? La introducción de la palabra elegir parece estar determinada en el mismo sentido que todos los efectos transacionales que pueden leerse en el estilo de Baremblitt. La aparición -de una palabra en un discurso va más allá de la conciencia de quien lo organiza, la "plusvalía ideológica" de la palabra elegir es conocida y va más allá de las precisiones con que se la rodee.
A continuación Baremblitt ironiza "¿Qué significan estos lapsus caIami de B.? ¿Un descifrador de Lacan que no puede descifrar a Baremblitt? (R).
Los descifradores de Lacan serían los detentores de un supuesto saber que le hace decir a Baremblitt: "...tengo temor a una generación de Catones que munidos de buena información y "carentes de culpa" instauren el neocientificismo psicoanalítico amparados en la especificidad de las prácticas y en el preciosismo galicista" (R).
No deberíamos confiar tanto en la brújula de la culpa. M. Reich, refiriéndose al intelectual burgués escribe: "Los sentimientos de culpabilidad unidos a los sentimientos revolucionarios, hacen de él un militante poco seguro•.." (16).
Es indudable que la culpa está en juego cuando Barémblitt metaforiza para responderme: "Este tipo de psicoanalista se torna para B. el paradigma del villano que, en lugar del mal psicoanálisis que hacía, declara ahora su melíflua política idealista. A este antihéroe B. le opone la ficción del héroe totalmente positivo: Lacan, cuya importante concepción del sujeto, cuya valiosa importación lingüística, cuya correcta revaloración del deseo son esgrimidos para caricaturizar lo Kleiniano hasta el más oprobioso ridículo (R).
Baremblitt parece referirse a sí mismo (señalemos de 'paso que la letra, B. es inicial de su apellido), puesto que la preocupación villano/héroe es anterior a mi nota y ha sido proyectada a posteriori como "análisis" de lo que yo digo. Efectivamente, podemos leer en Cuestionamos (antes de que mi nota existiese) lo siguiente: "Mientras sólo podamos denunciar sin ofrecer nada organizado a cambio de lo que se acusa, tendremos que aceptar el papel de "villanos", ya que se nos ha arrebatado hasta el nombre de marxistas" (C. 139).
En cuanto a la "caricatura" de algunos postulados del kleinismo, no de lo Kleiniano con mayúscula, estaba dirigida a ...."Gradualmente los procesos de disociación y de síntesis se aplican a aspectos menos apartados unos de otros, aumenta la percepción de la realidad y los objetos aparecen bajo una luz más realista. Todos estos progresos conducen a una creciente adaptación a la realidad interna y externa (M. Klein. 18). i La adaptación es progreso!
Mi referencia a la presencia burocrática del padre en M. Klein se puede deducir de afirmaciones como "el temor a perder la madre, objeto amado primario -es decir, la angustia depresiva- contribuye a crear la necesidad de sustitutos; respondiendo a ella el lactante se vuelve primeramente hacia el padre..."(19).
Como bien lo ha señalado Baranger, la obra de M. Klein no se da de una vez para siempre (20).
Puede seguirse paso a paso su alejamiento de Freud. Si se toma posición en relación a algunas de sus sugerencias es, precisamente, porque su idea de "cura" -mediante la expansión imperialista del yo y el progresivo reconocimiento del objeto que obliga a "pagar" en lo real lo que sólo fueron los imaginarios concluye en la búsqueda de una armonía cuya única garantía es el buen funcionamiento de las relaciones con la "realidad" social.
La demanda del niño enganchada en los deseos "familiares" -principalmente en el deseo de su madre será articulada en una ideología: lo intersubjetivo sirve de cebo a los deseos más "perversos" y no es fácil aislar, en la teoría o en la práctica, a la sublimación de la represión. ¿Cómo hacer una teoría del objeto" -viene a preguntarse Lacan sin una teoría de la falta (¿de objeto?).
Además Baremblitt sabe que el kleinismo es, entre nosotros, un cierto congelamiento teórico que supo dar a los psicoanalistas argentinos tanta tranquilidad social como rendimientos económicos, sin que pueda decirse que fueran utilizados para transformar en algo el campo específico en que se movían. No se trata, para el caso, de discutir las teorías de M. Klein, sino de sus efectos ligados a una cierta práctica asentada en la segregación arbitraria y en la pasividad teórica: muchos psicoanalistas deben al "mercado". a la "moda" el haber conocido lo que existía desde hace mucho tiempo y que la APA no tuvo espacio para imprimir ni orejas para escuchar.
8. La separación de la APA. más allá de las creencias de quienes la efectuaron, remiten a una historia que habría que empezar a ordenar a partir de 1961, cuando las primeras promociones de psicólogos comienzan a practicar el psicoanálisis (muchos de ellos, sin desearlo, lo que también tiene sus efectos. 21), legitimando en los hechos una práctica ala que la APA niega su derecho. El tejido de las determinaciones puestas en juego, que van de lo económico a lo político, todavía no ha sido descripto. Los psicólogos llevaron el malestar al campo del psicoanálisis exigiendo que la APA conteste a una pregunta ¿qué es la formación de los analistas? lo que no dejaba de ser útil a quienes no podían responder tampoco sobre la legitimidad (negada) de su propia formación. Esta historia está por pensarse, por ahora somos pensados por ella. La APA al parecer no ha podido responder a la pregunta que le plantea la cuestión misma de su legitimidad: Tiresias y Edipo intercambian espejos.
En fin, espero haber explicitado en algo lo que Baremblitt señala cuando escribe: "Por otra parte no debe acallarse que esta crítica también va dirigida a nosotros mismos y que si bien encuentra en ella restos de "buena conciencia" burguesa nos hará un favor" (C. 176).
NOTAS
a) Con "C" remito a Cuestionamos, con "R" a la respuesta de Baremblitt (a mi nota del Nº 25 de Los Libros) en este mismo número de la revista
1. Citado por P. Roazen. Freud: su pensamiento político y social. Ed. Martínez Roca.
2. Freud: A propósito del psicoanálisis profano. O. C. Ed. Ciencia Nueva.
3.4. M. Langer: Fantasías eternas a la luz del psicoanálisis. Ed. Hormé. .
5. Freud: Psicología de las masas y análisis del yo. O. C. Ed. Ciencia Nueva.
6.7. Lacan: La dirección de la cura en lectura estructuralista de Freud. Ed. Siglo XXI
8.11. G. Baremblitt y M. Mastrajt: Psicoanálisis teoría y práctica. Transformaciones Nº 23
9. J. Lacan: Las formaciones del inconsciente. Ed.Nueva Visión.
10. Levi-Strauss: Las estructuras elementales del parentesco. Ed. Paidós.
12. Freud: La disposición a la neurosis obsesivo O; C. Ed. Ciencia Nueva.
13. Laplanche: Notas sobre Marcuse y el psicoanálisis. Ed. Proceso.
14. W. Reich: Análisis del carácter. Ed. Paidós.
15. A. Glucksman: Althusser, un estructuralismo ventrílocuo. Ed. Anagrama.
16. W. Reich: La revolución sexual.
17. Ver. F. Dolto en Hacia una pedagogía del siglo XX. Ed. Sigto XXI.
18.19. M. KIein y otros: Desarrollos en psicoanálisis Ed. Honné.
20. W. Baranger: Posición y objeto de la obra de M. KIein. Ed. Kargloman
21. Ver diversos artículos sobre el "rol" del psicólolo en Revista Argentina de Psicología Nº 2-3-4. Ed. Galerna.
Fuente: (julio 1972). Respuesta a Gregorio Baremblitt. En Los Libros N°27 (pp. 15-19), Buenos Aires. Recuperado de https://www.ahira.com.ar/ejemplares/27-4/
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