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Blog de la Biblioteca y Archivo del Centro Descartes

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agosto 2023

Este mes publicamos El matrimonio entre la utopía y el poder (1973). Se trata de un texto publicado sin firma en noviembre de 1973 en la Revista Literal Nº1. La revista surgió como iniciativa de Germán García y es considerada por los especialistas de la crítica como un hito de la literatura argentina. Literal tomaba la idea de Scilicet – la revista de Lacan - de no firmar los textos teóricos con el objetivo promover una enunciación transindividual. En Literal debe agregarse la variable local y de época de la censura con la inspiración de escribir en clave tomada de La persecución y el arte de escribir de Leo Strauss. La propuesta Literal duró cuatro años y sólo aparecieron tres volúmenes (1973-1979). El texto que presentamos aquí es un el ensayo crítico sobre la situación política del momento (primavera camporista). En Literal el ensayo es una práctica tan estetizada como la ficción y aquí se pone en acto el programa de la revista: la proposición de la autonomía de lo literario sobre la sugestión colectiva del realismo.

La edición facsimilar de la Revista Literal puede encontrarse digitalizada en su totalidad en la página web de la Biblioteca Nacional..

Dirección de Biblioteca y Archivo del Centro Descartes
  

Documento literal

El matrimonio entre la utopía y el poder (1972) 

Cualquiera se adapta a La realidad, a La verdad siempre se la reprime.

Toda política de la felicidad instaura la alienación que intenta superar. Toda propuesta de un objeto para la carencia no hace más que subrayar lo inadecuado de la respuesta a la pregunta que se intenta aplastar. No se trata áel Hombre, ese espantapájaros creado por el liberalismo humanista del siglo pasado: lo que se discute sen sus intercambios. No se trata de la inefable presencia, de la concordancia supuesta, entre el Hombre y los Objetos de su felicidad: se trata de sus. diferencias, de la diferencia explosiva que se intenta velar.

A manera de simulacro, en los organigramas, los técnicos de la felicidad intentan reproducir cierta realidad social: La materia espejeante que trabajan se inscribe en la historia como -y no hay paradoja- infelicidad. Se jerarquizan las realidades que se creen "reflejar". El tópico lo dice: "Donde hubo fuego cenizas quedan". Detrás de la maraña -en el espejo-- está el Hombre queriendo salir de las cenizas: hay que repararlo un poco y hacerlo apto para el reconocimiento de un pasado común.

El presente en hueco, tiene que ser llenado con el infinitivo del verbo: Reconstruir. La posibilidad de que dicha palabra pueda ser articulada en distintos tiempos, crea en lo real el espejismo de una acción siempre virtual, próxima a la ejecución. Debemos creer en la eficacia simbólica de las palabras: los técnicos del bien/estar, aunque el embrujo del lenguaje lo niegue, viven del mal/estar.

Los que creen en esta escena serán reconstruidos, los que actúan el mal en la otra escena serán destruidos. Se borrarán las marcas, se anularán las diferencias (el verde es color de esperanza). Las leyendas serán borradas de los muros, otras leyendas se impondrán. Si las leyendas borradas reaparecen se comprenderá que la dificultad no consiste en cometer el crimen sino en borrar sus huellas. Las leyendas tienen una ley: la insistencia.

-Pero dígame, señor ¿cómo llama a esta buena y rara aventura, habiendo quedado
della cual quedamos? Cervantes.

Veamos esta operación utilizada por la abortera de la historia para dificultar el trabajo
del parto. Una imagen del pueblo toma el lugar del pueblo. La otra cara de esa imagen
es el Orden que toma el sitio que se le promete al pueblo. El orden, en el lugar del pueblo,
pone al pueblo en el lugar del orden.

Mobirise

Cuando la operación fracasa surge el caos  que, como se sabe, es el efecto de un orden que no se comprende. 

El poder es capital moral transformado en capital político: pero en tanto debe aplastar el efecto moral en la eficacia política, el poder se perpetúa en la utopía de esa torre que Pascal imaginaba suspendida en el abismo del desconocimiento y la muerte.

No hay destino sin adversidad ni política sin adversarios, evidencias que sirven para diferenciar la utopía de la historia. Los adversarios se miden según el patrón de sus cálculos políticos. Cada uno pasa la información que tiene del otro por dos operaciones: el otro puede hacer lo mismo que yo, no puedo hacer lo mismo que el otro. Si el otro y yo podemos hacer lo mismo la suma dará cero y en la neutralidad podrá soñarse un destino sin adversidad o una política sin adversarios.

La ascensión a los extremos, que conduce a la ruptura, no se deja introducir en el ex-tremo de la ascensión que la restitución quisiese.  La amenaza es la pérdida de sentido de la historia y de la propia actividad en ella, fenómeno que registran las grandes potencias: la elevación del nivel de vida, la redistribución de la riqueza, sólo pueden ocultar en parte cuál es el sentido de la vida que proponen y cuál el sinsentido (la explotación) que hace posible esa riqueza.

Los adversarios se imitan, los papeles se cambian: esto no significa que los adversarios converjan hacia un mismo fin o que el diálogo de los intereses contrapuestos puedan convertirse alguna vez en el monólogo de algún Orden Natural. Es cierto, no hay enemigos sino intereses comunes u opuestos: pero los intereses sólo pueden converger si se suprimen las causas que los oponen. El discurso no muestra que tal cosa se manifieste y es necesario tener en cuenta que las palabras son ciertas "marcas", ciertas huellas, que muestran los acuerdos y desacuerdos que los hombres tienen entre sí.

En el espejo del adversario nuestra figura está invertida, de la misma manera que la adversidad transforma un deseo en un destino.

En política la fuerza disponible determina  la posición de los contrarios en el juego. Cualquiera habla de relaciones de fuerza. Esas fuerzas dependen de la persistencia "moral" (se dirá: ideológica) de las adhesiones. El destino de un pueblo está escrito en las frentes de sus componentes: el desciframiento que el portagrama (se dirá: el líder) hace de ese destino es ya una interpretación. El capital moral  es una cantidad de huellas, de representaciones colectivas, siempre disponibles para el que conoce la clave, nunca al servicio de los que las soportan. Educar en paz es capitalizar representaciones que se invierten en la producción o la guerra. La formación es la puesta en forma de los sujetos según estas necesidades Altruístas, que dimanan desde las alturas de la vertical imaginaria de un poder.

Los pueblos toman los efectos por causas,  las necesidades por deberes. Los objetivos de los gobiernos, las "causas" que proponen, determinan el monto de la inversión: no cualquier "causa" puede movilizar los efectos del capital moral. El portagrama, el conductor, es un especialista en el desciframiento, en la puesta en marcha, del capital moral acumulado en el inconsciente de los sujetos que -para el caso- hacen oficio de Hombre. Porque la inversión del capital moral no es a plazo fijo, todos están de acuerdo en que hay que fijarlo bien en la cabeza de sus portadores. La causa sutura en lo imaginario la apertura infinita de las posibilidades, la sustitución sin medida de los efectos.

El capital moral, mediante el portagrama, se transforma en capital político factible de ser invertido con ventajas en el mercado de la producción.

Cada "capilla" al tomar su lugar -al encuadrarse-  en el discurso global del portagrama, encuentra su libertad en la sujeción. Puede identificarse con otra parte del discurso: esto determina, entonces, los desplazamientos,  las correcciones, las contramarchas, Las interpretaciones, del discurso global. El poder condensador del portagrama desplaza de un lugar a otro la energía moral que captura. De esta manera, cada uno recibe un mensaje único que al ser parte de un discurso mayor, lo transforma en la voz de un coro que hace de la diferencia una complementariedad.

La diversidad -como en el gótico- converge  hacia un Orden Superior: el orden que sujeta a los contrarios. Este Orden es un postulado que forma parte del capital moral: supuesto al comienzo, aparece al final. Puesto como "causa" se recibe luego. como "efecto" (importa poco que se le llame táctico o estratégico, puesto que este mismo juego es un efecto de la causa y no su constitución).

Nosotros, sujetos de la acción de este juego  y sus posibilidades, sólo podemos dejar hablar sus efectos -puesto que en tanto somos efectos del mismo juego, no podríamos explicar sus "causas". Portadores también de ese capital moral, somos el efecto de sus miserias: en nosotros se niega lo que afirmamos, en nosotros se representa y se delega lo que no podríamos articular en la palabra. A la verdad no se la tiene -tampoco se la pone en las palabras, ni en sus huecos: la verdad es del orden del ser. Pero el orden de la verdad no es. Si el portagrama, el conductor, puede significarlo todo es porque la carencia que su presencia cubre, la diferencia que su palabra niega manifestándose en ella, es insoportable. Mientras sea necesario imaginar  la completud, la unidad, el orden, alguien llenará el hueco para que la ilusión se cumpla.

-Sos como esa cifra siempre ganadora /  que ya tantas veces me sacó de pato. 

-Sos como esa cifra siempre ganadora /  pero que algún juego tendrá que joderme. 

Carlos de la Púa

La cifra ganadora es el juego de la restitución.  Soñar con la restitución de un Orden perdido que si¡􀃠ue operando en las palabras como referencia mítica es reprimir lo posible en nombre de lo real. La sociedad, dispuesta a restituir todo a cualquier precio, se aprisiona en la utopía de un equilibrio imposible, de una causa, de un centro, de un origen, que sólo existe en el inconsciente y el lenguaje.

Si en ese centro está la justicia (por social  que sea) ¿cómo encontrarla en el pasado sin evocar el paraíso, que sólo es tal al precio de estar perdido? Todo intento de restituir supone una ruptura que "filtra" un afuera peligroso en un adentro que ya no protege. Se teme una trasmutación de todos los valores que conduzca al caos, a lo indiferente, a lo informe. La mezcla entre el discurso político y el sexual es un efecto de esta inquietud: un incesto de clases, una mezcla de sexos, que amenaza con destruir (o borrar) las jerarquías del Orden.

La acción desautorizada, la homosexualidad,  la droga: el que se droga niega la realidad de la producción, el homosexual la reproducción, la acción desautorizada niega el sistema  de jerarquías que organiza los intercambios sociales. Los agentes del caos son todos los que han sustituido el bien por el deseo: sea este un deseo de poder, un deseo de justicia, un deseo de goce.

La reacción del poder será fundirse en la  utopía para producir desde "ningún lugar" la represión de todos los lugares􀅆posibles. La búsqueda de un Orden imposible conduce al caos del que se quiere escapar: la sociedad se mueve en lo imaginario -reprimiendo lo real-, anotando los efectos de su historia como si fuesen las (verdaderas) causas de sus acciones. La Ley que intenta dar cuenta del sistema soporta, en su misma constitución una grieta: la explotación, portadora de toda; las explosiones.

Cuando el discurso político no registra este  hecho 􀅇e pone a decir otra cosa, sustituyendo las acciones por las intenciones. Los acontecimientos son pensados como efectos de ideas inconfesas, mientras las confesiones intentan ocupar el lugar de los acontecimientos. En el discurso de la restitución el bosque que se agita intenta velar con los "principios" el libre juego de los finales.

Toda información supone una interpretación  que a su vez es el producto de una multiplicidad de informaciones. Interpretar "ver a través de"; un lente, lo que está "entre": un interés. Un hecho es "visto", entonces, por  mediación de un interés que puede, en la mayoría de los casos, "no aparecer" de manera explícita. Pero este "no aparecer" puede ser un "aparecer" explícito, puesto que entre interés e interesado, hay otro lazo: la complicidad. Si este lazo no existe lo que queda es el mismo lente. El que mira no ve su lente si lo limpia demasiado, sólo lo ve cuando está sucio, cuando lo quiere ver.

Entonces, la información de un hecho es  otro hecho que interpreta al primero. Pero,  ¿qué es un hecho sino un complejo de interpretaciones con sus respectivos intereses?

Una información es ocultadora cuando a la  interpretación le da carácter de testimonio; es decir, cuando hace desaparecer el intermediario (el interés), y por consiguiente cree o quiere creer que entre el informante y lo informado hay un lazo natural: el hecho y la información son una y la misma cosa.

Pero un hecho no es sólo las interpretaciones  que se hagan de él. Darle carácter de veracidad a una información es excluir a las demás. Es una elección: aquella que es elección en un lugar es una condena en otro. Lo ignorado es la condena.

Un juez es alguien que juzga, elige, entre  dos o más informaciones acerca de un. hecho. Su juicio, además, está montado sobre _otra multiplicidad de interpretaciones reconocidas: el código. Por lo tanto un juez nunca juzga la verdad, porque de lo único que dispone es de informaciones acerca del hecho: lo que juzga a es Ia􀅴verosimilitud. Pero ¿qué es vero símil y que no lo es, para un juez? ¿Con qué "testimonio" se identifica? Un juez es la justicia por estar􀅹sentado sobre el código y con el código se identifica. Un código es un sistema de reglas, interpretaciones, ópticas: es decir, intereses. Puede ocurrir que el mismo condenado, aún siendo inocente, sea un cómplice de ese sistema, de esos intereses, por lo tanto acepte la condena, puesto que está condenado de antemano. Desde antes aceptó el código y el juez que lo esgrime; desde antes, entonces, acepta esa palabra como la palabra de la justicia. Pero, ¿qué es la justicia? Ese condenado nunca se hizo semejante pregunta. Precisamente, si se la hubiera hecho (si se la hace), corre el riesgo de negarla, de juzgarla a su􀆁 vez, oponiendo una justicia a otra, ,un código a otro, un sistema a otro, un interés a otro.

S! una determinada concentración de poder esta  en condiciones de inscribir en el presente una utopía cívico-cuartelera, meramente restitutiva de un ayer tan imaginario como la "potencia" que se proyecta en el futuro, es porque los mismos grupos que podrían oponerse al proyecto se han mutilado con el cuento de la realidad, la eficacia y la táctica: ("desde antes aceptó el código y el juez que lo esgrime; desde antes, entonces, acepta esa palabra como la palabra de la justicia"). Joven o viejo, el avestruz es un animal voraz de ceguera. Curioso realismo por otra parte. El gambeteador de la verdad, viejo o joven, siempre termina pagando caro -y precisamente en  lo "real"- su pasión por el desconocimiento. Curiosa táctica también. O paradójica: crecer y organizarse para asegurar mejor el triunfo del enemigo; para que el enemigo -sorprendido incluso- descubra en aquellos virtuales opositores una nueva variante de consenso. Hoy por hoy (tal vez por mucho tiempo) la sobreabundancia de razonamientos chuecos se ha convertido en fuerza material. Al avance masivo de la ideología monopólica, jerárquica y represiva se le opone una artillería de porcelana cuya base teórica es una especulación infinita y laberíntica acerca de la negra maldad de los traidores que (he aquí el gran descubrimiento) impiden el triunfo de los buenos. O de cómo los buenos quieren el bien, pero los malos los cercan y los obligan a hacer el mal.

El cerco, en efecto. El cerco ya está tendido.  Es de suponer que por años toda pasión se verá obligada a rimar con reconstrucción; y resulta coherente (la rima) que así sea, en tanto toda reconstrucción implica y compromete al sujeto en Iabores de estilo. Ay, sin embargo, ¿quién pagará el costo de la búsqueda de esas astillas siempre faltantes al objeto, objeto irrecuperablemente perdido? ¿Quién, quiénes serán responsabilizados de que no emerja en lo real, con todas sus redondeces de antaño, cálidas y protectoras? Antaño, es decir -con esta bizarría y rareza- cuando nunca, cuando tampoco estuvo. Algo podemos saber desde ahora. Responsabilizados serán quienes propongan un corte.  El señalamiento de cualquier "no dicho" en un discurso que cree poseer y controlar la totalidad de sus significaciones posibles, producirá la conversión de la falta en agresividad; el otro se volverá el doble insoportable.

Un lenguaje, un reino. Un reino de los legítimos,  un manto real para recubrir con su poco de realidad la utopía que se raja hacia el absurdo cada vez que enuncia. su deseo (un lenguaje en verdad; reinos antagónicos); la utopía que quiere que la suma de las contradicciones resulte cero para fundar imaginariamente la cadena.

Julio de 1973.

Fuente: (noviembre 1973). Documento Literal. En Literal 1. Buenos Aires.: Ediciones Noé. 

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