Blog de la Biblioteca y Archivo del Centro Descartes
abril 2025
Difundimos en esta ocasión “Metáfora Borges”, intervención de Germán García del año 1969, primera charla registrada en el Archivo Virtual del Centro Descartes. Publicada treinta años después en la revista Murciélago, presenta una serie de elaboraciones alrededor del singular trabajo del escritor argentino. Para García, en Borges “leer y escribir es un mismo acto: su obra es una lectura escrita”.
Este material despliega -en ocho apartados- diferentes horizontes que se abren como consecuencia de su lectura exenta de toda inocencia.
La relación de Borges con la filosofía detenta un especial interés, borrando los límites entre el saber y el no-saber. La escritura como objeto y su relación con el lector, lo llevan a indagar sobre el origen de la lectura. La repetición y la muerte se encuentran descubriendo su oposición con Kafka. El saber de la mujer en la obra borgiana, a su vez, impone su presencia.
Los invitamos a descubrir este valioso material que evidencia una animada lectura: encuentra en Borges a su propia metáfora, y en sus palabras los medios que lo han hecho “el Otro, la sombra, el sueño de un sueño”.
Dirección de Biblioteca y Archivo del Centro Descartes
Tratar de leer a Borges -como se ha intentado- por sus referencias, es caer en la trampa que nos prepara en las citas, verdaderas o falsas, que se multiplican en su escritura. Borges es leído por el sentido de sus lecturas, de la manera en que Lévi-Strauss dice que el hombre es hablado por el lenguaje o que los mitos se hablan entre ellos a través de los hombres. El mito que se habla en Borges es la lectura: su escritura es el modelo utilizado para describir la estructura de este mito. Entre una eternidad que le habla y un cuerpo mudo, Borges tiene la densidad de sus lecturas y su revés: su escritura. Leer y escribir es un mismo acto: su obra es una lectura escrita.
¿Qué es leer en esa lectura que se escribe a sí misma? Podemos, entre otras cosas, leer un límite: la ausencia del cuerpo.
Este límite se nos revela en una oposición: cuerpo eternidad. Esta oposición ya está en Macedonio y se continúa en La Invención de Morel de Bioy Casares. Es como si la relación Macedonio-Borges-Bioy estuviera traspasada por la brasa de esta oposición que se trasmiten.
Borges dice -frente a la tumba de Macedonio el día de su entierro-: Yo pensaba. Macedonio es la filosofía, es la literatura. Este “es” organiza una eternidad (verbal) frente a ese cuerpo muerto. Y qué otra cosa ha hecho la cultura del “fatal Edipo” si no afirmar de mil maneras (las variantes) el drama de este límite invariable?
Escribe Foucault al comienzo de Las Palabras y las Cosas. “Este libro nació de un texto de Borges. De la risa que sacude, al leerle, todo lo familiar del pensamiento -al nuestro: al que tiene nuestra edad y nuestra geografía-, trastornando todas las superficies ordenadas y todos los planos que ajustan la abundancia de los seres, provocando una larga vacilación e inquietud en nuestra práctica Milenaria de lo Mismo y lo Otro”
¿Qué, en Borges, produce esta sacudida de lo familiar del pensamiento? Con palabras de Althusser, como no existe lectura inocente, digamos de qué lectura somos culpables.
1- Se ha criticado la imprecisión, la mezcla, de la filosofía de Borges. Nuestra lectura partiría de una inversión: Borges no trae la filosofía la literatura, si no que lee como ficción los pensamientos filosóficos. En este viaje inverso del concepto a la metáfora encontramos un Borges antiguo que nos explica su actualidad. Si la función de la filosofía fue demarcar el saber, crear señales que separen el saber del no-saber, la lectura inversa que Borges hace de la filosofía termina por borrar esos limites. ¿Qué otra cosa es la risa, la sacudida a la que Foucault se refiere, sino el efecto de esta inversión?
Esa inversión suspende las variables de la historia y sus hechos para, deslizarse fuera del tiempo.
2- Escribe Francois Bresson: “Una estructura es un sistema de relaciones invariantes bajo ciertas transformaciones (respecto de ciertas transformaciones). Esta definición es abstracta, pero no puede haber otra. Pero ¿qué significa eso? Eso significa que uno se va a dedicar a mirar entre objetos, a mirar, sin importarle de momento qué objetos sean esos, las relaciones que tienen entre ellos. O, más bien, que uno va a elegir entre esas relaciones aquellas a las cuales decide atender”.
Ahora bien: un modelo no es una estructura. Quiero decir que el objeto que elige Borges es la escritura y que su mirada construye un modelo de lectura en busca de la estructura de esa misma relación, es decir, de la relación entre el texto y su lector.
3- ¿Qué lee, qué relaciones encuentra Borges cuando lee? Borges lee el texto de la cultura en relación a la finitud de su experiencia y lee, a su vez, la relación entre este texto y su propia escritura.
El acto de la lectura va construyendo un modelo (su propia escritura) que trata de especular, ser el espejo, de la estructura de la palabra en su vida. La escritura de Borges quiere saber donde se origina la lectura.
4- Escribe Eliseo Veron sobre la comunicación ideológica: “el discurso se vuelve invisible como tal, y el receptor cree estar frente al objeto”.
La lectura de Borges, como la de Macedonio nos sitúa en el opuesto simétrico de esta relación ideológica con el texto. Su tema es siempre la visibilidad del discurso, red tendida que filtra y organiza la experiencia de la cultura: la eternidad es esta presencia invariable. Tanto Borges como Macedonio parecen vivir en la temporalidad del texto. Aquí nos encontramos con la eternidad, que es en Freud, la temporalidad del inconsciente. No hay casualidad, en el espacio de la cultura, a través del tiempo de la historia, ciertas invariantes parecen actuar en nuestra experiencia.
Borges lee esas invariantes y como son invariantes, las re-escribe. Pierre Menard sigue siendo -infinitamente- autor del Quijote. Borges, también infinitamente, cifra y descifra la lectura de un drama en las Palabras. ¿Qué drama? Aquí aparecen sus espejos. El drama de la palabra misma, el drama de esa textualidad que -fuera del cuerpo y del tiempo- obliga a la lectura, a la repetición. Además, más allá del principio del placer, y desde Freud, esta repetición es la muerte. “¿De qué modo se halla en conexión lo instintivo con la obsesión de repetición?... Un instinto sería, pues una tendencia propia de lo orgánico vivo a la reconstrucción de un estado anterior, que lo inanimado tuvo que abandonar bajo el influjo de fuerzas exteriores (...) la misteriosa e inexplicable tendencia del organismo a afirmarse en contra del mundo exterior desaparece, y sólo queda el hecho de que el organismo no quiere morir sino a su manera. También estos guardianes de la vida fueron primitivamente escoltas de la muerte”. Es decir, el discurso sin limites que obliga a Borges a repetir el acto de la lectura, lo coloca de revés frente a la muerte. Si la eternidad es el discurso, de revés el cuerpo señala el limite allí donde la repetición se encuentra con la muerte.
5- Pero ¿qué es lo que quiere leer Borges? A. M. Barrenechea hace una llamada a pie de página que puede sernos significativa: “La burocratización del horror no es lo más frecuente en Borges y éste es uno de los rasgos que le separa de Kafka. El más importante tal vez es que el segundo se siente angustiado por verse excluido de un orden en el que no participa pero que existe, y el primero no cree en dicho orden. Además, en Borges falta totalmente la idea de culpabilidad”. Borges también cree que dicho orden existe, ya que es un fascinado por “los arquetipos y los esplendores”. Lo acertado es la oposición con Kafka y la falta de culpabilidad.
Kafka argumenta contra ese orden, es decir, contra lo que Jacques Lacan ha llamado la Ley del Padre: “Por eso dividía el mundo en tres partes -escribe-, la una, donde vivía yo, el esclavo regido por leyes inventadas exclusivamente para mí, a las cuales, además, y no sé por qué no podía adaptarme por completo; luego, un segundo mundo, infinitamente lejano del mío, en el que vivías tú, ocupado en gobernar, impartir órdenes y enfadarte por su incumplimiento; y, finalmente, un tercer mundo, donde la gente vivía libre y alegremente, sin órdenes ni obediencia” (Carta a mi padre). Kafka discutirá este orden, este poder del padre. Borges sabe, por el contrario, que “la muerte del padre seguirá sucediendo” y que no sirve enfrentar, sino tratar de leer el secreto de la pérdida de este poder en el padre. Para Kafka el orden está alterado, para Borges es de una vez para siempre.
Los puñales, el coraje, las dagas solo sirven para que “Cain siga matando a Abel”. Es decir, la parada masculina frente a los arquetipos es otra figura de la repetición, algo jugado a costa “de la inocencia del coraje”. Si Kafka quiere pasar -por decirlo así- del mundo real a lo fundante de la Ley en el Nombre del Padre, Borges parece saber que el mundo está abismado en el cuerpo y que la Ley del Padre se sucede en la muerte, dejando esos signos que se leen como enigmas. ¿Y quién es, en parte, el depositario del secreto de esos signos? Respondo desde ya: la mujer.
Porque la muerte del padre seguirá sucediendo, Borges quisiera llegar a la lectura de ese secreto (que no discute, por eso no hay culpa) que hace mortal al padre, es decir: quiere llegar al esplendor ausente, destructor de aquello que fundamenta.
Aquí entra en el opuesto de Kafka: la mujer posee los secretos, sabe la diferencia entre la parada de la inocencia del coraje y el resplandor real de los Orígenes. O, como Emma Zunz, sabe cómo valerse de la parada de un hombre.
La mitología que Borges tejió alrededor de la muerte de su abuelo le fue trasmitida en su infancia por una mujer, su abuela. Cuando fui a verlo a propósito de un reportaje sobre Macedonio Fernández, me repitió varias veces en distintas oportunidades: las mujeres saben cosas de los hombres, que los hombres no saben.
6- ¿Qué saben las mujeres? Los espejos y la cópula (cito de memoria) son abominables porque reproducen a los hombres. Las mujeres son las portadoras del secreto que precipita al “fatal Edipo” en su destierro. Si el poder es desplazado del hombre a la mujer, se puede comprender que Borges no sienta culpa como Kafka. Borges no discute ese orden porque lo coloca en el otro sexo, lo desplaza hacia otra naturaleza La inversión de la lectura va de la exterioridad a la interioridad de la mujer: en esa interioridad está el secreto; el discurso eterno es femenino.
Si es cierto que Borges lee en los orígenes su afirmación de que las mujeres saben, en verdad las mujeres fundan. Ellas son el origen y el secreto del origen. En Emma Zunz muere el padre y su muerte precipita la muerte de otro hombre en manos de una mujer que usa, a su vez, a un tercer hombre para darse el pre-texto que le permita matar a este segundo. De esta relación entre tres hombres y una mujer, dos mueren y el tercero es reducido a una función. Es un texto (una carta) lo que precipita los actos, cada palabra llama a una situación. Luego será una llamada telefónica. Todo es hablado, todo es leído antes de ser realizado.
Cada vez que Borges afirma soy ciego es como si dijera de revés: una mujer me lee, a una mujer le dicto. Las mujeres saben, las mujeres leen en los hombres y Borges es, fundamentalmente, un lector. Las mujeres, empezando por su madre, lo acompañan en esta lectura del texto infinito que descubre y oculta a la vez (¿sería la palabra el fetiche?) el drama fundante de una eternidad que despliega sus signos en la finitud de un cuerpo. Desde aquí podemos leer sus adjetivos, desde aquí -quizás- podemos comprender la multiplicación de los espejos: “Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo -escribe- a lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y personas, Poco antes de morir descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara”.
7- ¿Cuál es la imagen de la cara de Borges? Esa imagen se dibuja en sus textos, en esas palabras que han hecho enmudecer su cuerpo (otra vez Macedonio). O mejor: esas palabras que han hecho de Borges una metáfora de sí mismo (“Borges y yo”), esas palabras que han hecho de Borges el Otro, la sombra, el sueño de un sueño,
En la lectura la corporeidad se disuelve, un espacio sin tiempo se multiplica en la infinitud de la palabra. “A qué engañarse? La verdad es que nunca he sabido leer/ Pero me consuelo pensando/ Que lo imaginado y lo pasado ya son lo mismo/ Para un hombre que ha sido/ Y que contempla lo que fue la ciudad/ Y ahora vuelve a ser desierto/ ¿Qué me impide soñar que alguna vez / Descifré la sabiduría / Y dibujé con aplicada mano los símbolos?”
La lectura organiza un retorno donde el final comienza en un cuerpo, una vida que no tiene otro sentido que leerse en lo que no es: “Queridos equivocados amigos, reitero que les estoy muy agradecido por seguirme y escuchar mi palabra balbuceante. Podemos pensar que la historia se repite con todas sus determinaciones: entonces yo habré dicho muchas veces estas palabras, y ustedes las habrán escuchado un número de veces. Y bien, a lo largo de esta noche, noche en que festejo mi 70° aniversario, noche que me enriquece y me honra, he tenido la sensación de haberla vivido muchas veces. Siento que esto me ha ocurrido en mi infancia. Y de la misma manera siento que no merezco ningún homenaje. Yo soy un chico, todavía no he hecho nada y todos me colman, y hubiera querido decir que soy un impostor”. Sabía que no era un impostor, porque dibujado en la red densa de la lectura que los invade, lo imaginado y lo pasado es lo Mismo. La lectura que Borges hace del discurso infinito de la cultura es lo Otro.
8- Nuestra divagación debería encontrar las relaciones entre el modelo de lectura y las estructuras que intentó leer. ¿Se dibujará, entonces, el perfil de la cara de Borges?
“Secretos y visibles son los astros” -escribe Borges. Secreta y visible es su obra: lugar de reunión, textos que se leen entre ellos a través de Borges leído por sus lecturas, escrito por sus lecturas, oculto en sus lecturas.
Buenos Aires, 1969
Nota: Cuando realicé esta charla no anote las referencias de las citas que aparecen, Ahora no sabría encontrarlas (1999).
Fuente: Archivo Virtual - Germán García: Metáfora Borges # (agosto/octubre 1999). Metáfora Borges. Charla. En El Murciélago N°11 , Buenos Aires.
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