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Blog de la Biblioteca y Archivo del Centro Descartes

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junio 2025

  En el mes de junio el Blog René difunde “¡Veinte franceses! dicen”, trabajo de Germán García de marzo de 1981. Primero discutido en la Biblioteca Freudiana de Barcelona, difundido luego en las Jornadas Ornicar?, este texto introduce coordenadas necesarias para situar una política del psicoanálisis fuera de la lógica de la tradición.
Los límites de toda traducción, las importaciones del psicoanálisis de una lengua a otra, las incidencias de cada campo cultural en las consecuencias del discurso analítico, lo translingüístico del matema, son algunos de los temas señalados. También, el ciframiento que tres publicaciones (Ornicar?, Scilicet, Lettres) promueven en la “solución de la disolución” de 1980: “Desde entonces el trabajo de la disolución vuelve a poner en juego la dimensión del deseo: en nombre de la teoría se moraliza, en nombre de la ciencia se resiste. La imagen social del analista se tambalea, ya no se pueden guardar las apariencias”.
En un contexto de trabajo que valoriza las tensiones institucionales posteriores a esta disolución, se indica especialmente el nombre de Jacques Alain Miller como interlocutor de Jacques Lacan en los Escritos y en el Seminario

Dirección de Biblioteca y Archivo del Centro Descartes

Es difícil no ver introducida, desde antes del
psicoanálisis, una dimensión que podría denominarse
de síntoma, que se articula por el hecho de
que representa el retorno de la verdad como tal en
la falla de un saber.
Jacques Lacan, 1966


I

La tradición es el efecto de un discurso cuyas determinaciones resultan desconocidas: una fabulación colectiva transmitida como síntoma. Será en nombre de otro discurso, nunca de la tradición, que podrá llevarse adelante una política del psicoanálisis. Lo realizado en este campo, desde el artículo inaugural de Ortega y Gasset en 1991, es poco y no satisface a nadie. Basta leer los catálogos de nuestras editoriales para que la traducción se muestre como alienación que no propicia ningún discurso. Por el contrario, se traduce para ocultar el vacío que se revela en esta misma operación. La dimensión histórica tiene un límite en la muerte, pero el síntoma de la tradición opera como eterno retorno.

Amando de Miguel en su libro Los intelectuales bonitos, se burla de la costumbre nacional de valerse de contactos con prestigiosas figuras extranjeras para sostener el propio lugar en el mercado del saber. Palabra que se eclipsa, imagen que sale a pasearse sola. La importación de un discurso, en nuestro caso se trata de psicoanálisis, es una operación compleja donde la traducción es sólo una condición necesaria. Hay que poner en juego recursos que nada tienen de simultáneos. ¿Cómo podría traducirse a Jacques Lacan a la lengua catalana, ignorando aquello que la constituyó como lengua en la prosa de Ramón Llull? Lo mismo vale para la lengua española y lo que se cifra de la misma en el llamado Siglo de Oro. Los recursos de una lengua, limitados por la tradición, se abren paso en la producción del inconsciente, porque lo real es allí imposible, la vía del materna será translingüística.

Sabemos que Jacques Lacan realiza una verdadera importación del discurso de Sigmund Freud, al trabajar en el límite del correlato entre el psicoanálisis y la cultura francesa. Basta recorrer el índice onomástico de sus referencias para comprender esto. A la inversa, las citas que se dan nuestro autores psicoanalíticos parecen organizadas por el proverbio que al darnos las orejas nos sustrae la posibilidad de escuchar.

La tradición de los dómines fue burla en Quevedo, diversión en Cervantes: El coloquio de los perros (Freud se había puesto el nombre del perro que escucha y llamaba a su amigo por el nombre del perro que habla) parece mostrar que nada es posible para el discurso sin la condición de una identificación heteromórfica. ¿Qué decir del vuelo de Leonardo, nacido del encuentro con aquella cola del recuerdo infantil? Los perros de Cervantes son, a la letra, los cínicos de la tradición. ¿Para qué serviría escapar de la propia tradición si quedamos suspendidos de una tradición diferente? Por no reconocerse en Viena, por la extraña imagen que su origen le imponía, Freud pudo hacer un discurso extraterritorial (una embajada es el agujero que el pacto con otro territorio hace en el territorio propio).

Desde este agujero se realiza el correlato con la cultura. Con el término “correlato” traducimos “rapport” que, entre otras cosas, dice: producto, rendimiento, renta, restitución, rendición de cuentas, similitud, informe, relato, contacto sexual, etcétera.

La rapport de Lacan con el texto de Freud incluye a Descartes tanto como al barroco, a la lingüística de Saussure tanto como a la antropología de Lévi-Strauss. Esa rapport produce cuatro letras que no pueden borrarse de la historia del psicoanálisis: S1, S2 $, a.

¿Dónde podría llevar una verdadera rapport con el discurso de Jacques Lacan? Antes de responder es necesario señalar los obstáculos que impiden que ese correlato no cese de no escribirse. La traducción, al proponer como posible dicho correlato, detiene el movimiento de lo imposible.

Es en Baltasar Gracián donde, para nosotros, estalla el correlato realizado por Aristóteles entre las figuras y las pasiones. Es en Baltasar Gracián donde la apariencia comanda el discurso hasta el límite, donde la apariencia constituye a lo real como imposible.

El turismo cultural impide que esto pueda ser leído, instaura una inhibición que se consolidan en un mito: el español se anticipa, pero otro encuentra el tiempo para comprender. La certeza mística de una intuición se consume en su propio fuego, con las cenizas candentes el otro realiza esa certeza en un discurso. Padre, ¿no ves que estoy ardiendo? es una pregunta que podría surgir de los textos de San Juan de la Cruz.

II

En enero de 1975 se publica el primero número de Ornicar?, con un texto de Jacques Lacan titulado “Peut-etre a Vincennes...". Allí Jacques Lacan habla de lingüística, de lógica, de topología y antifilosofía. Siete años antes se había publicado Scilicet, que entonces iba por el número cinco. Por su parte las Lettres propagaban la “pertenencia”.

Ornicar?, Scilicet y las Lettres cifran lo que en enero de 1980 llegaría a la solución de la disolución: esta Escuela -dice Lacan- fracasado en la producción de analistas que estén a su altura.

Desde entonces el trabajo de la disolución vuelve a poner en juego la dimensión del deseo: en nombre de la teoría se moraliza, en nombre de la ciencia se resiste. La imagen social del analista se tambalea, ya no se pueden guardar las apariencias.

En Argentina, en España, en Caracas, se descubre que los franceses, además de saber, también desean. Cuando Jacques Lacan hace un llamado al amor nadie escucha que interpreta el deseo de ser amado que ordena las posiciones de muchos. Mannoni(s) piensan que Jacques Lacan “no puede decir eso”, otros olvidan el lugar que Jacques Alain Miller tiene ya en los Escritos, en el Seminaire perpetuo, olvidan las palabras de Jacques Lacan en la presentación del “Indice razonado de conceptos principales” referidas al trabajo de lectura que marca nuestra rapport con los Escritos.

III

El tiempo para la lectura implica que siempre demasiado tarde y siempre demasiado pronto, la práctica se revelará como doctrina determinante en el lazo social instaurado por el discurso. Sin el conocimiento de la filosofía inglesa resulta imposible saber qué hablaba en M. Klein cuando el sujeto sin mundo de la fase paranoide esquizo se mutaba en el mundo sin sujeto de la fase depresiva. Sin el conocimiento del conductismo poco sabremos de lo que se constituye en los EE.UU. en nombre del psicoanálisis.

Sin el conocimiento de la cultura española, donde un proceso de secularización se detiene, sería imposible saber por qué se le da crédito a la cháchara biologista de unos y al retorno a no sé qué naturaleza propuesto por otros como alternativa.

Es en este correlato donde la lectura de Jacques Lacan puede desanudar ese juego de ego a ego que instaura la tradición. Sabemos por Jacques Lacan que el sueño de la autonomía, la madurez y la independencia oculta en una ilusión el hábito que reza por el sujeto en la letanía de la repetición.

Si en 1948 el psicoanálisis era ‘una paranoia dirigida’, después de 1964 es lo que se ofrece a ese movimiento del discurso que se llama histérico, porque sigue con el cuerpo el deseo en tanto articulación carente de sustancia.

¿Nuestro movimiento histérico, al oponerse a un hábito de turismo cultural y responder con la parodia a la fascinación, permitirá que las pulsiones del inconsciente empreñen la materna esterilidad de nuestras lenguas?

¿El hic de nuestro encuentro implica la rapport con el nunc de lo que evocamos? Lo anterior responde a esta pregunta.

Jacques Alain-Miller fue consecuente con aquel “Peut-etre a Vincennes..." enunciado por Jacques Lacan.

¿Peut-etre a Barcelona, la traducción y su lanzamiento? Una psicoanalista argentina que retornaba de su bautismo en Caracas había decidido adoptar una posición silenciosa puesto que todo estaba hecho. Muda desde aquel encuentro inquietaba a sus amigos, los confundía incluso, llamando por el nombre a quienes hasta ese momento cada uno de ellos conocía por el apellido.

Ahora Barcelona está implicada en el psicoanálisis, aunque sea una “ciudad de ferias y congresos”. Basta pensar que en 1972 pocos se enteraron de que Jacques Lacan estuvo aquí. Sólo hace cuatro meses que Eric Laurent y J. A. Miller estuvieron en nuestro Encuentro sobre lenguas y matemas. Aquel, como todo encuentro, fue fallido.

Pero el psicoanálisis nos enseñó que lo simbólico es algo diferente a los ritos de un Congreso porque la palabra no se reduce a su valor de tésera, aunque siempre sea portadora de alguna contraseña.

¡Veinte franceses! -dicen los que comentan las Jornadas Ornicar? Vendrán veinte, quizás también Jacques Lacan. Ellos pondrán las cosas en su lugar, ellos premiarán a los buenos y castigarán a los malos.

Todos por fin iguales. Veinte franceses y una sola mirada: seremos amados y ya no será necesario amar. Deseados, nunca deseantes. El grabado lo muestra: Pegan a un niño*. Todos, al fin, bajo la férula.

Alguno en París sigue en la bolsa de valores el lugar de su contacto en el torbellino de la disolución. Se fatiga a RENFE con los viajes de trabajo, se vuelve confundido porque el contacto propio se abrió de “la banda de Miller”. ¿Qué hacer entonces? Se propaga que Miller está solo, que los que son analistas lo abandonaron y que lo siguen chicos de la Universidad.

El que vuelve con noticias se encuentra con un chasco: alguien leyó Delenda y el supuesto secreto que hubiera ungido por un rato al portador queda reducido a nada.

Se renuevan los contactos personales. Nueva escisión, nueva perplejidad. El pase que fracasa en la Ecole parece realizarse en cualquier lugar y en ninguno de ellos: hay que andar con cautela, nada es ahora seguro.

Nadie sabe en qué lugar situarse como yo ideal en relación a un ideal del yo que abandona su “función pacificadora”. ¿Peut -etre a Vincennes ... Barcelona?

La incidencia de la Teoría sobre la práctica** suena demasiado a la investigación sexual. Freud usaba el término doctrina. Jacques Lacan usa diversos términos: “En efecto, el examen que debemos hacer de todo lo que pertenece al orden de nuestra técnica no puede escapar a nuestra propia disciplina. Si hay que distinguir los actos y los comportamientos concretos en la sesión analítica están a igual distancia de la elaboración teórica que damos de ellos (...). Pues bien, nuestra concepción teórica de nuestra técnica, aun si no coincide exactamente con lo que hacemos, no deja de estructurar y motivar la menor de nuestras intervenciones respecto de los llamados pacientes” (1953/54). Es una prueba, una muestra. No hace falta examinarse en el examen que se rinde, ni rendirse a las circunstancias que se proponen.

La incidencia de la "teoría" de Jacques Lacan sobre una “práctica” previamente inspirada, tiene la virtud de expirar el objeto fuera de la magia de las palabras: es que res es rien. Das Ding, esa cosa del mundo que se pierde por el lenguaje y que es el mundo mismo, aspira Sache al vacío que deja: ahí se anudan las aspiraciones del sujeto, el deseo de su fantaseo.

Antifilosofía, está por verse. Lingüística, a subvertir en lingüistería. Lógica, a interrogar por lo que excluye. Topología, para terminar con el mundo interior y el cuerpo exterior. Problemas de (in)formación que exige una paciencia que los misterios de la formación no soportan.

Si el fracaso es la falta de analistas a la altura de la Ecole, se entiende que el exterior sea convocado. “Por nuestra parte -escribe J. A. Miller en el "Índice razonado ..."  de los Escritos- no teniendo que inquietarnos por la eficacia de la teoría en este campo (el de la formación de analistas) alentaremos al lector adelantándole que no existe límite exterior (es decir, que no produzca el funcionamiento del pensamiento bajo la constricción de su estructura) a la expansión de la formalización en el campo del discurso, puesto que no hay lugar alguno en que su potencia desfallezca del que no pueda cercar las inmediaciones y reducir el agujero, cambiando de sintaxis. A reserva de ver, más adelante, volver a formarse su negativo”.

¿Qué incidencia puede tener esto sobre la práctica? La primera, que el analista pueda escuchar al no comprender por qué el discurso que comienza hablando del mundo se vectoriza en la patética gravedad de la novela familiar de su analizante. La segunda, que ciertos cálculos sobre lo real lo excluyen de la comunión en el sentido que el que habla invoca. La tercera, no compartir con su analizante la ilusión de que las palabras son vehículos que transportan al objeto que causa su deseo. Basta con nuestro collage, aunque podríamos multiplicarlo. Ceremonias, formas y ritos para excluir la impostura que retorna por ellos mismos. Es lo que hace a la religión. Como en las fiestas de disfraces del barroco, en la máscara de cada uno resuena aquello que sustrae a la mirada. También como en esas fiestas, la apariencia se encuentra en el comando del discurso. Las Jornadas Ornicar? son inquietantes, porque Jacques Lacan recuerda en Nietzsche que ciertos discursos deben apuntar a lo más lejano porque hieren a cada uno en su ombligo.

Hoy París recuerda a Viena porque Lacan no olvidó a Freud, quien le escribía a Jung el 28 de Junio de 1907 lo siguiente: “El obstáculo en los franceses es, desde luego, esencialmente de índole nacional; la importación a Francia ha tenido siempre dificultades”.

Jacques Lacan las conoció a todas, porque las dificultades de su importación fueron y son equivalentes a su talento. La índole nacional se organiza para la nueva resistencia, incluso ya tiene sus héroes.

¿No haría lo mismo cualquier índole nacional? Se puede recensar: La resistencia fue heroica en muchos países de lenguas diferentes.

Incluso, hay personas orgullosas de esa resistencia a un discurso extraterritorial que se instaura como agujero real privando a cada tradición de la solidez que necesita.

Cuando uno pasa por el discurso del psicoanálisis y es capaz de pasar de los intereses de sus agentes, podrá ver aparecer una cortina de humo que en el horizonte de la legitimidad cautiva por los diversos trucos que la apariencia tiene que hacerse poder.

Es por eso que hoy, más que nunca, hay que recordar lo que Freud le escribía a Jung el 11 de abril de 1907: “He de decir que considero como una clase muy digna de economía una especie de comunismo intelectual en el que no se controla angustiosamente lo que se ha dado y lo que se ha recibido”. El fantasma de autor corre por cuenta de cada uno y cada “estado” reclama sus derechos. Ese “estado” interviene mediante los intereses específicos de cada grupo que lo sostiene. Freud en la misma carta dice: “No podemos ahorrarnos la resistencia: ¿por qué, entonces, no provocarlas de inmediato? La agresión es la mejor defensa, creo yo”.

El “passe” de Jacques Lacan no pudo con la legitimidad otorgada por el estado a quienes le profesan, por eso París recordó a Viena. Para nosotros se trata de los textos de Lacan sin París, puesto que sabemos que no fuimos alumnos. Nos valemos de esa clase muy digna de economía intelectual, dejando que gobiernos y editoriales muestren su índole nacional.

Nuestra sub/versión puede ser el porvenir del psicoanálisis, dado que la sub/versión de Lacan es su presente a pesar de los esfuerzos de la cultura francesa para evitarlo.

Recordamos a Freud porque somos sobrepasados por Lacan, pero sabemos de los que hacen de Freud un arma contra el discurso de Lacan.

Los maternas se instauran en esa racionalidad que prescinde de la autoridad de quien habla, por lo que no hay que sorprenderse de escuchar las acusaciones que se hacen contra ellos.

Límite de una secularización, los maternas escapan a la autoridad de una tradición. El poder de los maternas es dejar sin maternas al poder.

Como no estamos en la bella alma quisiéramos que estas líneas puedan ser leídas como una invitación al humor necesario, no como denuncia del desorden que cada día constituimos. La tyche habló en Jacques Lacan, por ahora lo demás es automaton.

Ornicar? es traducida al castellano y en “simultánea” el collage de cada uno de nosotros sería traducido al francés.

Como los cuerpos no pueden desaparecer, se pondrá en juego la dimensión de lo cómico puro. Así sea.


* Alusión al grabado de Gaya Se rompe el cántaro, que ilustraba el afiche de las Jornadas Ornicar?
** Título de las Jornadas Ornicar?


FUENTE: # (1982). ¡Veinte franceses! dicen. En Diwan Nº 11 (pp. 185-194), Zaragoza. Incluido en (2000) D'Escolar (pp.237-246). Buenos Aires: Atuel - Anáfora.

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