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Masotta lector*

por Juan Pablo Lucchelli

La distinción enunciado / enunciación parece esencial en psicoanálisis. Después de la “pura enunciación” de Nasio y del “cero de enunciación” de Bassols, me situaré entre enunciado y enunciación. Comenzaré por la enunciación: “Leer a Freud” es una conferencia pronunciada por Oscar Masotta el 18 de abril de 1969, en un instituto de música: el Instituto Lucchelli Bonadeo- era el instituto de música de mi padre. En esa época, yo tenía solamente tres años. Masotta y mi padre se conocían desde hacía algún tiempo. Hasta aquí lo que es de la enunciación.

Pasemos al enunciado: Masotta lector. En la introducción del libro titulado Introducción a la lectura de Jacques Lacan, donde se encuentra la conferencia “Leer a Freud”, Masotta escribe: “Con un breve seminario de seis clases sobre un seminario de Lacan sobre un cuento de Poe, una conferencia pronunciada en un instituto de música, y una nota periodística, no se puede pretender que el resutado sea un libro.” A pesar de ello el libro fue escrito. Las tres partes del libro consagradas a diferentes lecturas (recuerdo: “lectura de un seminario de Lacan sobre la lectura de un cuento de Poe, la conferencia “Leer a Freud” y la nota periodística que trata de, cito “la lectura de lo qué es el psicoanálisis hoy”) permitieron finalmente escribir y publicar una de las primeras referencias del lacanismo en lengua castellana.

Lectura. La conferencia de Masotta “Leer a Freud” comienza así: “Es Althusser -quien lee Marx no sin haber leído Lacan- el que nos sugiere el sentido y alcance de la tarea: leer a Freud”. Bien. Se trata, como se vé, de gente que lee.

Evidentemente, podemos recordar el comentario de Lacan “los lacano-americanos no me conocen, pero me leen”. Pero, en Masotta se trata de otra cosa. Titule a propósito esta exposición “Masotta lector”, porque para leer a Lacan, como Masotta lo ha hecho, se tiene que haber leído muchas otras cosas, además de Lacan. Todo esto en los años ’60, en Buenos Aires. Masotta, “en el otro rincón del mundo”, como se dice cuando hablamos de la Argentina, parece más informado de la cosa que muchos parisinos de la época – salvo algunas excepciones, como cada uno lo sabe.

Masotta lee. Sus lecturas son múltiples y variadas: Dos Passos, Faulkner, Hemingway, Kafka, Husserl, Heidegger, Sartre, Merleau-Ponty, Nizan, Jeanson, Hegel, Marx, Kojève, Tranc-duc-Thao, Lukacs, Gramsci, Bachelard, Leiris, Bataille, Blanchot, Barthes, Bateson… sigo la letra  “B”, Mc Luhan, Lévi-Strauss, Jakobson y debo contentarme con un « etcétera », como diría Bertrand Russel.

¿Es qué ese estilo, muy argentino – es decir el argentino y su biblioteca, del cual Borges es el ejemplo- fue la condición necesaria para que Masotta leyera Lacan? Sin duda –necesario, pero no suficiente. Por eso, quisiera detenerme en el contenido de esta conferencia “Leer a Freud”, porque me parece que es una suerte de “instantánea”, una vista “sincrónica”, tanto del hombre Oscar Masotta como de la historia del psicoanálisis argentino. Masotta mismo estipula que no hay lectura (de Freud) que pueda hacerse sin transitar por el “lecho de Procusto” de la historia del psicoanálisis.

La historia, dice Masotta, está constituida por dos historias: una, abundantemente escrita, ha sido poco pensada; la otra, inscripta, la de la Asociación Psicoanalítica Argentina, por ejemplo. Y en seguida, Masotta precisa que la única inscripción que valga, es la del significante inconsciente, cito: “la huella mnésica que si la memoria no olvidó, fue porque nunca estuvo en la conciencia: la represión de Freud”. Vemos, más que nada, que en esta metáfora –¿pero es ella verdaderamente una metáfora o se trata más bien de un ejemplo, en el sentido de Freud, cuando dice “el ejemplo es la cosa misma”? -en este ejemplo, Masotta da prueba de hecho que lee Freud según Freud, es decir, según Lacan.

La represión (“refoulement”, en francés) de Freud (entre otras cosas, no pasemos por alto el hecho de que “refoulement” en español, es traducido por “represión”, lo que complica imaginariamente las cosas, porque se piensa en la represión sexual, policial, política, en resumen: la palabra ayuda a no comprender nada y, por lo tanto, a reprimir!), la represión de Freud debe ser comprendida no como un mecanismo “preconsciente” sino como la condición misma de la hipótesis del inconsciente. No hay inconsciente sin represión. No es seguro que en esa época (y quizás hoy mismo) que esto fuera de suyo en el psicoanálisis en Argentina.

Masotta insiste: “¿Qué dice Freud? Si se lee, por ejemplo,  Inhibición, síntoma y angustia se comprueba simplemente que junto al abandono de la primera teoría de la angustia (...) Freud conserva la noción de un “a posteriori” -sin la cual es imposible comprender la teoría freudiana del rechazo-, Freud conserva por lo tanto la noción de retroacción (après-coup) con la idea de una temporalidad que escinde la represión en dos tiempos –y que por esta escición constituye a la represión como tal- esto es, un modelo comenzado ya a bosquejar en el interior de las más arcaicas ficciones neurológicas del Proyecto”. Conocemos bien el uso que hace Lacan de las ficciones arcaicas de Freud: hablo, evidentemente, de la lectura del Proyecto hecha por Lacan a partir de la cibernética.

Acentúo el hecho de que es muy fácil decir que estas afirmaciones van de suyo en 2006, después de 30 años de lecturas de Lacan, Miller, etc. Por el contrario no creo que ello fuera corriente en 1969, en Buenos Aires, y sobretodo desde un lugar (el de Masotta) marginal con relación a los vínculos institucionales y al establishment psicoanalítico argentino de la época. Es precisamente gracias a esta excentricidad que Masotta puede leer a Lacan –es mi hipótesis de esta noche.

Continúo con mi lectura sincrónica de lo que llamaré en adelante el “fenómeno Masotta”. Su objetivo, en la conferencia que comento es “el psicoanálisis hoy”, porque su crítica está centrada en cómo el psicoanálisis funda su saber sobre un poder-médico u otro: “Por lo demás, dice, una teoría, si tiene consenso, resulta económica, al menos en que no serán necesarios más de dos párrafos para exponerla. Pero yo no hago metáforas: hasta tal punto creo que lo reprimido es Freud, que entiendo que sólo es posible leer algunos libros escritos por psicoanalistas argentinos, atendiendo a las lagunas, mirándolos del revés ...” (p.155) Aquí, tenemos un Masotta discípulo implícito de Leo Strauss. Es así como lee el artículo de Emilio Rodrigué,  El contexto del proceso psicoanalítico. Rodrigué es un psicoanalista argentino muy conocido, traducido en francés: Masotta descompone las contradicciones, redundancias y tautologías del texto, esto refiriéndose a de Saussure, Jakobson, Peirce, Jackson, etc.

Masotta cita a Rodrigué: “Considero que este mutismo es un artificio de la técnica de interpretación que Freud empleaba a principios de siglo. El método de fragmentar los sueños en eslabones arbitrarios y de solicitar, a veces presionar, al paciente que asocie con cada item, genera una alteración de la trama natural del sueño, donde los signos están significativamente relacionados con su texto”. Masotta escribe: “Veamos qué dice el párrafo: a) que no es posible aislar un signo de su contexto; b) porque la significación es una “trama natural” (esta expresión desdichada significa sin duda que hay que analizar lo que se tiene a la vista, la imagen del sueño por ejemplo, y no las palabras –es exactamente lo contrario de lo que postula Freud); c) que la significación sólo es leíble en el interior del contexto actual y global del signo o del símbolo”; y agrega: “Pero no se reconocen las tesis de una fenomenología de la totalidad que enfatiza lo molar por un ciego rechazo de lo fragmentario, de lo “molecular”, de las “partes”? Inquietud, en fin, ya suficientemente derrocada por la lingüística contemporánea. ¿Cómo podría haber significación – y ello tanto afuera como adentro del psicoanálisis- si el signo no llevara en sí mismo su propio principio de fragmentación, deaislamiento del texto y de todo contexto (su inherencia al código y su potencial poético) y su propio principio de escisión interna (la barra saussuriana, que separa el significante del significado, no es ni un descubrimiento del linguísta ni un privilegio del esquizofrénico)?”

Dicho de otra manera, Masotta critica una “fenomenología totalizante”, lo que es una manera de referirse al registro imaginario, diferente de la discreción simbólica (“discreción” en el sentido de unidades discretas, discontínuas, del registro simbólico), es decir diferente del camino elegido por Lacan para seguir el camino de Freud. En efecto, “el inconsciente no es un sueño”, escribe Freud en el caso de la “joven homosexual”, lo que quiere decir que el inconsciente se encuentra sobretodo en los pequeños detalles, en “lo que no va”, en eso que descompleta el sueño. Eso es lo que es significativo, y no la imagen totalizante del sueño –registro imaginario. Por ejemplo, de un largo texto del sueño de una de sus pacientes, Freud retiene solamente la palabra “canal”.

Pero no imaginemos a un Masotta inmerso en el estructuralismo de la época: él leía Freud. Al contrario, supone que Rodrigué mismo está deslumbrado por las referencias semióticas de la época, por ejemplo la referencia explícita a Pierce. Masotta escribe: “Rodrigué emplea los nombres (no más que esto) de los conceptos del esquema tripartito de Pierce, pero hace con él un uso “conductista””. En este momento donde, en que en Francia, hay un gran debate entre TCC y psicoanálisis, esta consideración es de una gran actualidad. Masotta considera que Rodrigué no está orientado por la relación entre enunciado y enunciación –distinción que me orienta particularmente esta noche.  “He aquí un “conductismo de la significación””, precisa. Masotta cita a Rodrigué: “¿Es el símbolo un doble del objeto o lo conjura?” y escribe “Se lo ve: Rodrigué tiene siempre la zanahoria delante de los ojos”. Esta distinción parece esencial, ya que preguntarse si “el símbolo es un doble del objeto” implica que, por un lado, se ignora la determinación significante del objeto en psicoanálisis y, por el otro, y en razón de ello precisamente, se hace un uso imaginario de lo que es el objeto en psicoanálisis. La determinación significante del objeto significa que el sujeto no tiene una relación directa al objeto, esa relación es por definición significantizada, se hace a través del “símbolo”. Si pensamos que en nuestra paciente, el marido reemplaza la madre, esto es independiente de las características físicas, sociales, y por supuesto, sensibles del marido y de la madre (poco importa si la madre es modista y el marido camionero).

Pero estaríamos errados en pensar que no se trata más que de un erudito, un intelectual, que pasa al lado de la clínica, incluso de la ultraclínica. Masotta comenta un caso analizado por Rodrigué, el caso de un niño autista: “el niño no dio con el uso del símbolo, sólo descubrió como señalar un objeto interno”, escribe Rodrigué. Aquí, Masotta acusa a Rodrigué de darwiniano y de tener un punto de vista “moralizante” sobre la enfermedad mental: no hay objeto interno en oposición al uso del símbolo. Si el niño “señala” un objeto interno, es que ya es externo, pues lo señala a partir del Otro, del símbolo. El autista no está en el discurso, pero sí en el lenguaje. A tal punto que Lacan ha podido decir que el niño autista es “verboso” (cuando repite sin cesar sílabas o palabras, o también canciones, aunque no se dirija a los otros). Esto tendría consecuencias sobre la aproximación terapéutica de niños autistas con quienes, justamente, ¡no podríamos no pasar por el símbolo! Está en el símbolo desde que juega con el interruptor de la electricidad (“off-on”), hasta el juego de las escondidas que desarrolla con su terapeuta.

Masotta va aún más lejos, comparando el ejemplo del niño autista citado por Rodrigué con el famoso ejemplo del sueño de la hija de Freud donde ella articula dormida las palabras “Anna Freud, fresas, frambuesas”. Masotta indica que no hay diferencias entre la palabra “mamá” dicha por el niño autista de Rodrigué y las palabras pronunciadas por la hija de Freud, en lo que concierne a la existencia del significante. La diferencia, escribe Masotta, debemos encontrarla en la posición del sujeto frente al significante. La pequeña Anna habita la lengua, en la medida en que ella le permite aislar el deseo como deseo de otra cosa (es decir ni fresas ni frambuesas que permitan satisfacer esta demanda); mientras que el autista no habita el lenguaje de esta manera, sino que es habitado por el lenguaje, en una verdadera emancipación automática donde, se puede decir, la palabra no es la muerte de la cosa. Puesto que, toda palabra, autista o no, implica una función simbólica: “Cuando el adulto o el niño hacen uso de la palabra ya está decidido todo” concluye Masotta. Y precisa a propósito de esto algo bastante luminoso: “La diferencia entre el ejemplo de Freud y el de Rodrigué reside en que mientras la pequeña Anna produce, con las palabras ya existentes en el código de la lengua, las paranomasias y las escansiones por donde el deseo aparece articulado (“realizado” en y únicamente por esa articulación lingüística), el niño de Rodrigué en cambio, encuentra disponible en el código de la lengua una unidad significante determinada y provista ya de una articulación retórica semejante”. Es decir que el autista está como adelantado por tal retórica, ella es  “prêt-à-porter”, lo que muestra que ¡está totalmente dentro!

Las referencias son múltiples, precisas: Freud, Lacan, Althusser, Jakobson, Leclaire, Safouan, Martinet, Pierce. La lectura de Masotta se parece más la navaja de Occam que un comentario de texto universitario. La erudición no se opone a la clínica, por contrario, ella la lleva al centro del debate.

Tenemos así, en un mismo escrito, tres puntos esenciales para la supervivencia del psicoanálisis: 1) la política, cuando afirma, por ejemplo, “ una teoría, si tiene consenso, resulta económica, al menos en que no serán necesarios más de dos párrafos para exponerla, ”, o “el poder sustenta el saber”, en clara referencia a la Asociación Psicoanalítica Argentina; 2) la teoría: cuando Masotta explica lo que debe entenderse por represión freudiana; 3) la clínica: cuando demuestra que el sujeto del lenguaje está de todas maneras concernido por el significante, la única diferencia entre las estructuras clínicas es la relación del sujeto al significante.

Este Masotta lector ya no se parece mucho al prototipo borgiano: el hombre y su biblioteca, parece más bien una placa giratoria, que a través de la atopía del hombre, Oscar Masotta, permite una lectura tan ubicua como la que se necesita para: leer a Lacan.

 

* Conferencia pronunciada el 29 de junio de 2006 en París en ocasión del Homenaje a Oscar Masotta realizado, en la Maison de l’Amérique Latine, por la Asociación Franco-Argentina de Psiquatría y Salud Mental.

 

 
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