Germán García - Archivo Virtual / Centro Descartes, Buenos Aires

Entrevista con Germán García

# (31 de julio 2010). Entrevista con Germán García. Por Pablo Miravent. En periódico Infosuárez, Coronel Suárez. Recuperado de http://miraventzen.blogspot.com/2010/07/entrevista-con-german-garcia.html

Personaje brillante y polémico del campo intelectual argentino, se destaca como psicoanalista lacaniano, escritor de novelas, ensayos y libros psicoanalíticos. Sus opiniones no dejan indiferente a nadie. Aquí una muestra.

¿Como se inicia en la literatura?
Siempre hay una etapa incierta donde uno comienza a escribir sus cosas. A los 14 años yo empecé, vivía en Junin. Publicaba poemas en un diario de allá. Mas tarde, yo me vengo a vivir a Buenos Aires y el escribir aparece como algo de lo cual no podía prescindir. Ahí empecé a redactar relatos breves y me comienzo a relacionar con gente que escribía. En esa época leía mucha filosofia y budismo zen. Eso me llevó inevitablemente a converger en la idea de la vanguardia como vida. De que uno podía vivir para escribir y escribir para vivir. La clave para mi fue el descubrimiento por medio de un amigo de la novela " Ferdydurke” de Witold Gombrowicz, ahí fue como si me hubiera cambiado el humor, me tenía que bajar del colectivo de la risa que me daba. Ahí la vida se transforma en una broma.
Era una época de mucho debate, de juntarse en los bares a discutir sobre la perfección del cuento. Edgar Allan Poe, la teoría del relato. Pero a mi no me cerraba tanto el cuento, yo ya había leído a Kerouac, Henry Miller, la novela como río, me gustaba más esa idea, que la idea de preocuparse por como terminar un cuento. Así que terminé escribiendo una novela.: “Nanina”. Tenía 22 años. Yo trabajaba en una Librería Fausto de la calle Corrientes y para mi sorpresa iba un escritor Bernardo Kordon, muy simpático. El viajaba constantemente por el mundo y siempre me contaba. Una vez me preguntó que le había parecido un libro de el y yo le digo: me parece demasiado realista, costumbrista. Entonces el me mira sorprendido y me dice: ¿vos escribís? Y ahí yo le muestro “Nanina”. El la lleva a la Editorial de Jorge Alvarez, ahí la lee Rodolfo Walsh y le encanta. La novela se publicó con varias críticas elogiosas y vendió 12.000 ejemplares en 4 meses y pasé a estar en todos lados. Era el gobierno de Ongania y la prohibieron, no por nada del otro mundo, pero era un libro que tenía un lenguaje coloquial, en ese momento había otra pacatería, se perseguía a los que tenían pelo largo, a las chicas que tenían minifalda, había gente que se metía en los hoteles alojamiento y llamaba a los esposos de los que estaban de trampa!! (risas). Pero a la vez era una dictadura muy leve, comparado con lo que vendría. Surgían cosas como el Instituto Di Tella, el happening, los hippies.

Si bien ya se volvió un lugar común decirlo, es cierto que en esa época había un cruce de saberes, todo estaba interrelacionado: la literatura, el psicoanálisis, la filosofía, etc ¿Por qué cree que hoy en día no pasa eso?
Yo lo que creo, porque algo conozco de Estados Unidos, fui cuatro veces. Tengo mi amigo Ricardo Piglia, que da clases de literatura en Princeton. Te decía que creo que se pasó subrepticiamente de un modelo a la francesa a un modelo norteamericano. Es muy notable, por ejemplo, que desaparecieron las editoriales locales o fueron compradas por las españolas. La generación siguiente se educó con los libros editados por Herralde, por Anagrama. Jorge Herralde que es el dueño de Anagrama tiene un gusto muy norteamericano y uno ve claramente en esa generación de Rodrigo Fresán, el gusto por el inglés más que por el francés. Uno antes tenía que leer francés para poder llegar a Althuser, Lacan, Levi Strauss. Mientras que esa generación comenzó con un rechazo a las vanguardias europeas y un retorno a narrar más llanamente. Pienso que está ligado a eso, porque el cruce de discursos era homólogo a lo que pasaba en el país, al cambio. Antes la gente que iba a la Facultad de Letras decía: y es que mis viejos quieren que me reciba... No tenía ningún prestigio. Ahora tienen que hacer carreras y posgrados, juntar papers todo el día. Eso es muy norteamericano.
Igual ahora eso daría la impresión de estar cambiando nuevamente, de estar desarticulándose y eso lo noto en una obra clave que es la novela “El pasado” de Alan Pauls. Esta novela tiene algo de ese sentido testimonial, no testimonial en el sentido autobiográfico, sino en el sentido de novela de iniciación, donde de a acuerdo a las mujeres que va conquistando, va cambiando de distintos campos de conocimiento. Si bien el escribe en castellano, no se lee mucho en inglés, pero pienso que un tipo como Paul Auster podría ser comparado con Pauls, digo por La Trilogia de Nueva York, por ejemplo. En ese sentido la influencia de Joyce es muy benéfica porque le da a pensar por ejemplo a Faulkner, que puede escribir así. Ese modelo de ruptura europeo, de un tipo que escribe desde Irlanda, retorciendo la lengua a más no poder, incide evidentemente en todos, por ejemplo en el uruguayo Onetti. Yo creo que a partir de eso hay una sensibilidad común. Por ejemplo, en los 60 había dos novelas que eran claves en Argentina: “Rayuela” de Cortazar y “Sobre héroes y tumbas” de Sábato (gesto despectivo). A nosotros nos decían los analfas, por eso “Rayuela” es fundamental, era como una enciclopedia, a través de ella uno conocía el surrealismo, cosas de Levi Strauss, una página de Gombrowicz, cantidades de autores como Andre Breton, por ejemplo.
Por eso a lo que voy, es que un genio como Joyce nos llega hoy mucho mas formateado por la influencia norteamericana. Nos llega Faulkner, que no es lo mismo. Antes la influencia europea llegaba mucho más pura.

Hablando de Joyce: ¿Qué reflexión le merece primero “Ulises” y luego  “ Finnegans Wake”, es como si fueran experimentos insuperables... 
Y bueno, si, es el límite. Nosotros con amigos leíamos el “Ulises” comparando una versión inglesa, una francesa y una española. Salas Subirat, el traductor al español censuró muchísimo. Pasa que fue publicada durante el franquismo. Eso cambia mucho. Hay otra versión de Valverde y hay una versión del “Ulises” en catalán. Cuando yo me voy a España a dirigir un Instituto de Psicoanálisis que había creado Oscar Masotta, en Barcelona, ahí empezamos a invitar a los traductores para analizar mejor el texto, invitamos a Valverde y al traductor al catalán. Fue muy enriquecedor.

¿Cómo lo recuerda a Oscar Masotta?
Masotta era once años mayor que yo. Digo eso porque es importante. Lo conocí en el 70. Fui con la intención de estudiar Psicoanálisis con el. Yo escribí el prólogo a “El Fiord” de Lamborghini, Massota lo vió y dijo: ah, es muy lacaniano. Yo no había leído Lacan, si había leído todo Freud, Foucault, pero nada de Lacan. Ahí me puse a estudiarlo sistemáticamente. Me acuerdo que en esa época trabajaba de redactor en la Agencia de Publicidad Walter Thompson y me iba a la biblioteca horas y horas haciéndome el que pensaba los textos y en realidad estaba leyendo. Total lo que hay que escribir en publicidad, se escribe en diez minutos.

¿Cuantos años vivió en España?
Cinco años, integré grupos literarios, publiqué novelas y libros de Psicoanálisis. Llegué a tener una entrevista con Lacan. Invertía mi dinero en ir 4 o 5 días al mes a Francia Luego comencé a psicoanalizarme con el discípulo de Lacan, Eric Laurent. Y con su continuador Jacques Allan-Miller hacía un seminario.
También comencé a trabajar como psicoanalista.
Me vine porque es abrumador la cultura de ellos, acá es todo más fácil, uno se extiende y toca a Sarmiento. Allá el Museo del Prado, la pintura española, Quevedo, Góngora y uno se dice ¡acá no puedo hacer nada! Ya está todo inventado. La Argentina en ese sentido es más flexible. En España se hizo un Diccionario de refranes y resulta que hay 30.000!! no podés escribir en un país así, a cada cosa te retrucan con otra!! Entonces uno se siente abrumado, no porque ellos te traten mal, pero es una cultura muy canónica.

En el 84 vuelve a Buenos Aires... 
Si, yo me di cuenta por la experiencia que tuve y por amigos que tengo en Europa, que allá las relaciones personales son las relaciones laborales. Te llamás por eso. Vas a comer a un restaurant, nunca a una casa de familia. Te jubilaste y no suena nunca más el teléfono. Las relaciones son muy corteses, pero son asi. Yo no quería eso para mí. Aparte cuando vengo acá para un Congreso de Psicoanálisis me encuentro con todo un renacimiento, diez mil personas en el Teatro San Martín.
Aquí armé la Biblioteca Internacional de Psicoanálisis, después participé con otros en la constitución de la Escuela de Orientación Lacaniana y luego formé el Centro Descartes. Tengo publicaciones literarias, sigo publicando novela y ensayo. Me interesa hacer seminarios para los psicoanalistas sobre la cultura. El psicoanalista es como un admirador de la cultura, como que no discrimina. A vos te pueden gustar algunos autores y otros no. Pero esa idea de que todo lo que sale en “Ñ” o en “ADN” es cultura (risas) me interesa ver eso.

Noto que mucha gente se acerca a las disciplinas adivinatorias, como la Astrología por ejemplo. Usted había dicho algo muy interesante sobre lo que le contesta Freud a Jung sobre los arquetipos. Si todo muy lindo, pero eso no cura a nadie...
Yo creo que cada tanto asistimos a un retorno de lo ocultista, las ideas ocultas. La New Age. La Argentina siempre fue un lugar de recepción, de importación más que de exportación. Es mimética. Ahora Jung es otra, digo para situarlo, es la idea de la elite conservadora. De los iniciados. Acá lo traduce Victoria Ocampo, ella tuvo una entrevista con el en Alemania. Son conservadores, el retorno a los valores primeros. Jung también hace un libro sobre Astrología. Es la mística, lo cosa iniciática, él no quería analizar a la gente, quería iniciarla. El mismo se creía la reencarnación de una divinidad egipcia. Yo veo que es un deseo de diferenciarse y está la cosa de que vos sos una persona superior al resto a cambio de nada, totalmente gratis.

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