Germán García - Archivo Virtual / Centro Descartes, Buenos Aires

¿Qué perdió cuando Argentina perdió el Mundial?

# (2 de julio 2006). ¿Qué perdió cuando Argentina perdió el Mundial? En Página 12/ Deportes. Recuperado de link.

No perdió el placer de la jugada bien hecha ni la admiración por la destreza de algunos jugadores ni el júbilo del gol imprevisto ni la contrariedad de la ocasión que se perdió ni la alegría de confundirse en una unanimidad sin conflictos, sin diferencias de ninguna clase. Todo eso le ocurrió más de una vez en cada partido.
Decir que perdió el Mundial porque se perdió el Mundial no dice qué perdió cada uno. Cuando pierdo un objeto sin valor económico, que tiene, como se dice, un valor “afectivo” para mí, estoy seguro de haber perdido algo que no tiene precio.
¿Qué es lo que no tiene precio cuando una selección se consagra como la mejor del mundo, al menos en este campeonato? Se puede responder como Darwin: la diversidad de una población representada por una selección producida entre sus miembros quiere hacer reconocer la superioridad de sus aptitudes. Perder es, en ese momento, quedarse sin la ilusión de esa superioridad, es convertirse en objeto de burla para los rivales, es descubrir que no había más que el conjunto de emociones experimentadas durante el juego mismo. Y descubrir, también, que en tanto uno sólo vio jugar sus emociones son secundarias porque surgieron de una inmersión pasiva en el universo del juego.

Así, en un instante, se vuelve a la realidad de cada uno; ya no hay mundo ni mejores del mundo. Era un juego. Existe la experiencia de ese juego, existen las emociones que provoca ver diferentes avatares de ese juego (como en el cine, el teatro, la lectura de ficción), pero no hay nada más. No se aprende a jugar, como no se aprende a hacer cine, ni a ser actor o escritor. El sentimiento de realización personal que produce ganar, la tristeza de perder, es también una experiencia que se suma al juego como un plus: la suerte es merecida y la desgracia también. Ganar no sólo muestra que uno es el mejor, también muestra que es bueno y que se lo merece. Perder, mejor no hablemos: nadie cree en los campeones morales cuando juega con las reglas de una moral del éxito.

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