Los narratones hablan entre ellos, y buscan una cabeza de turco para tallar: si el otro dice batria le responden patria, si habla de volvo lecontestan polvo.
Un narratón calvo le dice mal nacido y el otro, barbudo, lo acusa de facioso. Los que tumbaron la tierra durante años, ahora retumban la confusión entre padrón, perón y perdón. Otros lacanean a los tumbos, entre las tumbas, tiorizando sobre el badre muerto.
Narratones hay que, de un soplido, pasan de la polilla a la política y revolotean entre los radicales libres – peligrosos para la salud – con sus apolilladas tablas de salvación.
Los crípticos quieren descifrar con menudas alegorías la sangría. ¿Cuántos pillados, pillaron? Pillaron hasta los que se pillaron en la cama.
¡Oh, mare! Mi corazón por la calle. Este corazón que lacaneó por Andalucía, por las Galias, por los Países Vascos y por Cataluña, con su freudiar de impura tradición.
Los tíos entre las tías, tiorizan los fracasos y piden que cada cabeza de turco – ya sin turba, sin turbación y sin turbante – defina su lugar para no desafinar en la orquesta batria. ¡Y olé!
¿Usted fue narratón? Fui, fuff. Narratoniana con otros, ratonaba narrativa, arriaba cualquier cosa con un pillado conde polaco. Con frialdad extranjera arriaba narración para la nación, sequiando al saque.
¿Qué arriaba, saqueador? Yo narriaba cuentos de infancia y otras fragancias, otro narriaba perversiones sin distinguir entre géneros y calzones, con bífida pluma. ¡Qué nadativa aquella!
¡Oh, mare! Estuve en el tablao, en el candelero y en el agujero exílico y etílico.
¿Narratonió la mesma realité? Cuasi, cosí. Galgueaba con gauchos italianos y con gauchos remotos. Celta en mi celda, hasta que faltó el aire.
Luego, fora. No la Fora, sino fora de la batria cual batracio insolado. ¿Lenguaraz? Traducía poco, pero comía mi tarta como un tartamudo. Sin sacar los pies del flato. Decía algo ya dicho, para evitar el nicho. ¿Turqueaba? No bucho, un boco de amistad.
¿Querían marxcarlos? No, me gustaba el marx. ¿Freudiarlos y forriarlos? ¡Oh, no! ¿Lacanearlos, carnearlos hasta el carozo?
¡V.I. Lenizarlo hasta envenenarlo? ¿Troskizarlo hasta el tronco? ¿Peronizarlo hasta evitarlo? ¡Oh, sí! ¿Chatearlo hasta el Che y castrarlo hasta el Castro? ¡Oh, mare!
¿Turquestán? ¡Me estoy poniendo las botas, potra! – responde el turco, mostrando que después de Dios no le teme a nadie.
Y las tías tiorizan, contentas en la Facu, sacando tela del género.
Aunque sean brutas son dulces como frutas – dice el turco, mientras los narratones, sumidos en el peso de sus cátedras, preparan resúmenes para el resumidero patrio. ¡Oh, mare! Así, así! la bonía hasta bosnia el argentur, sin dejar de ratoniar. ¡Que volvos se hechó el turco! Un lujo.
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