Germán García - Archivo Virtual / Centro Descartes, Buenos Aires

Nanina, 50 años

# (octubre 2018). Nanina, 50 años. Por Roberto Garriz. En Breves 17. Lecturas comentadas. Centro Descartes, Buenos Aires.

 “Es como si todo me estuviera permitido.”
 “Es como si lo que no conduce a la sumisión, de alguna manera mágica, legal, condujera a la cárcel.”

INTRODUCCION
    1. Quiero agradecer la invitación para intervenir en este homenaje por los 50 años de la publicación de la sensacional obra de Germán García, Nanina. La novela publicada en 1968, produjo un verdadero revuelo en el panorama literario. Según las crónicas de la época agotó cuatro ediciones en un mes, tuvo las críticas más elogiosas que yo haya leído para una ópera prima en los medios más importantes del país y en otros tantos del exterior. Como ejemplo, los invito a leer los minimísimos recortes que figuran en el póster. En forma más extensa, pueden encontrarse las críticas, así como la transcripción de la acusación, la defensa, la sentencia del proceso y otros escritos de interés en el libro Proceso a Nanina, que es una recopilación de Daniel Ortiz publicada en 1969 en Ediciones L.H..
          En medio de esa euforia la novela fue secuestrada de las librerías por orden judicial en una causa iniciada por denuncia del fiscal Guillermo De la Riestra, por la infracción del art. 128 del Código Penal que perseguía a los responsables de publicaciones obscenas. Ese proceso terminó con una sentencia del Juez en lo correccional Dr. Edmundo Sanmartino, que condenó a García a la pena de un año de prisión en suspenso. A la vez, inscribía a Nanina en una lista que comparte con El Cantar de los Cantares, El lazarillo de Tormes, La Celestina, Madame Bovary, Las Flores del Mal, el Ulises, y otros tantísimos libros censurados a lo largo de la historia.
    2. Dada mi condición de abogado, presumo que fui invitado a esta celebración para analizar (dicho esto en la acepción gratuita de la palabra “analizar”) la resolución judicial que hoy es parte inseparable de la historia de Nanina y, por lo que se verá, del propio Germán García.
    3. Corresponde entonces, para meternos de lleno en el tema, definir qué se considera o, mejor, qué se consideraba “obsceno” en 1968. El artículo 128 del Código Penal, hoy derogado se limitaba a describir las conductas “El que publicare, fabricare o reprodujere” luego enumeraba “Libros, escritos, imágenes u objetos” a los que calificaba “obscenos“, y finalmente detallaba el destino “con el propósito de difundirlos o de exponerlos al público”.
            La jurisprudencia se encargó de aclarar: “La obscenidad de una obra se determina colocándose en el plano del hombre medio normal, es decir, al margen de la inmoral predisposición de algunas personas, de la morbosa mentalidad de un anormal respecto del sexo, de las exigencias éticas de un escrupuloso hipersensible, y aún de lo que sólo puede resultar peligroso para la mentalidad de niños y adolescentes, porque el bien tutelado es el pudor público medio y no el sentimiento individual de pudor” (C.C.C., caso Lozada, 1964; Bol. Int., f. 54)
         En otro fallo del año 1964: “el pudor colectivo, a los efectos del delito de obscenidad, se debe estimar, no con un criterio medio abstracto, sino en concreta relación con los conceptos normales que configuran, en una época y lugar determinados, el ámbito de intimidad sexual” (C.C.C., 23/12/64; JA. 1965-II-141)
     Se requiere una ofensa que ataque la sensibilidad promedio de la población. No consideraremos entonces la impoluta calidad moral que pudiera imponer un sacerdote del Opus Dei, ni tampoco tendremos como referencia la abyecta predisposición que surgiera de un sacerdote del Opus Dei.
         Ahora pensemos en 1968, en el Germán García del póster. Gobierna el General Juan Carlos Onganía, que lleva adelante la denominada Revolución Argentina. Se inicia una cruzada en favor de la moral y las buenas costumbres, con la creación de la correspondiente Brigada de Moralidad. Se controla el largo de las faldas y de las cabelleras masculinas, se allanan hoteles alojamiento (en ese momento “ambuebladas”) en busca de adúlteros y se persigue a los homosexuales (en aquella época “invertidos”). Y se ejerce una fortísima censura en todos los frentes.
Todo esto hoy nos resulta casi inverosímil ante algunos cambios. Digo cambios y no necesariamente avances, porque tengo para mí que la censura no se mueve de una manera unívoca. Basta pensar en películas como Último Tango en París, o muchas de las del dúo de Jorge Porcel y Alberto Olmedo, que por distintos motivos serían difíciles de concebir en la actualidad así como sería impensable una revista como la recordada Libre, que se publicaba en los primeros años del retorno democrático.
    4. Pero estamos en 1968. Hechas estas consideraciones, ¿es obscena Nanina? La acusación y la sentencia se niegan a transcribir las partes que consideran que infringen el art. 128 citado. En lugar de ello, simplemente subrayan un ejemplar que se supone, se encontraba en el Juzgado. Por lo tanto, no hay ninguna mención literal a esas eventuales expresiones o escenas que resultaron ofensivas. Desde el punto de vista de la técnica jurídico-procesal, esa falta de determinación de una parte medular de la acusación, podría haber acarreado la nulidad del proceso. Es como si en una causa donde se investiga un homicidio no se describiera la autopsia, o el arma homicida. Nos vemos obligados, entonces, a subsanar esa omisión del juzgado, enumerando, de la manera más decorosa posible, las alusiones que pudieron haber escandalizado al Señor Fiscal y al Señor Juez intervinientes.
           Existen 10 menciones a lo largo del libro a la palabra que se utiliza para referirse a aquello que se aprecia en el ojo ajeno mientras no se advierte la viga en el propio. A ello se suman 3 repeticiones de la palabra “masturbación”. 15 menciones al órgano sexual masculino en la forma más coloquial de nombrarlo. 6 veces aparece la palabra que es definida como “cubierta que protege los moluscos”. 5 veces se habla de los senos femeninos en su sinónimo más utilizado, 3 de esas veces se los nombra en diminutivo. 6 veces se lee “culo”. Un personaje sueña con Yolanda desnuda, otra se baja la bombacha, hay 3 menciones a invertidos, 6 referencias a lo que los españoles dicen por “agarrar”, 5 veces se dice la palabra sexo, 4 menstruación, 2 hímenes, 1 clítoris. Y otras expresiones dudosas, como (y ahora leo textual) “forro del bolsillo”, “Quien mal anda mal acaba”, “el niño quedaba en el portal y era recogido por un rico”, “recogiéndole la ropa”, “más vale pájaro en mano”.
    5. A esta altura, ya tenemos los elementos necesarios para dictar sentencia. Conocemos el marco legal, revisamos algo de la moral de la época y enumeramos objetivamente la prueba, que no es otra que las supuestas obscenidades que el distinguido Sr Fiscal, Doctor de la Riestra nos subrayó.
           Con esos elementos, el Juez consideró:
“No debe confundirse la literatura que abreva en las fuentes del erotismo o de la sensualidad, con realismo, pero con arte y dignidad en la expresión y las imágenes, con la literatura colindante con la más repugnante pornografía, que echa mano de vocablos que se pretenden populares, pero que no son usuales en el lenguaje del pueblo, sino en la jerga de los lupanares o en el vocabulario procaz de minúsculos grupos de inadaptados sociales.”
“Se desconoce y se ofende al pueblo cuando se le imputa esa perversión en el lenguaje, que es reflejo siempre de perversiones y que arraiga en hondas taras psíquicas y morales. Es inexacto que los más grandes genios de la literatura –Dante, Cervantes, Shakespeare, etc.- hayan caído en licencias pornográficas u obscenas (este es un argumento ofrecido por la defensa). Las imágenes o expresiones de crudo realismo que hallamos en sus obras, expresadas en lenguaje directo, son como un ligero e imperceptible contraste de sombras en la diafanidad de una prosa de belleza y dignidad deslumbrantes. Lejos de afearlas o de disminuir su jerarquía, la destacan y exaltan. Pero qué distinta es la prosa y las imágenes de algunos autores nacionales y extranjeros, hábilmente promovidos por los traficantes de la literatura, que buscan fama y dinero en la procacidad del lenguaje y en el impacto que produce en determinados lectores la exhibición de una sexualidad sin frenos ni valor.”
“Cuando nos hallamos ante un verdadero proceso gramatical de imágenes y palabras obscenas, pornográficas o impúdicas, que no se justifican con el argumento, de que reflejan fielmente la vida de privaciones, de miseria y de orfandad moral del protagonista –que en el caso de Nanina es el mismo autor- es lógico deducir que esa técnica oculta desaprensivos fines de promoción literaria y desviaciones que caen en el campo de la patología criminal. Si hubiera establecimientos de reeducación psíquica y moral, a cargo de especialistas capacitados, esos escritores, que, por atentar contra el alma, son más peligrosos que los que atentan contra la dignidad física del prójimo, deberían ser recluidos en esos establecimientos. No importa que la crítica ligera o complaciente aplauda esos engendros de inteligencia y espíritus deformes.”
Hasta aquí, viene haciendo referencias generales, a partir de ahora se mete con la novela.
“Es evidente que Nanina es una osada obra de lenguaje impúdico, de incoherente contextura y de exhibición de escenas reñidas con el más elemental decoro. El protagonista no tiene ubicación precisa en el tiempo, ni en la geografía. Tan pronto es un niño, como un adolescente. Está en Junín, en Rawson o en Buenos Aires. Sin transición, sin etapas intermedias, sin un proceso lógico de cambio y de transformación. Por puro afán de ser original, de espantar al lector equilibrado o simplemente por incorregible incoherencia mental. Esa técnica es frecuente en la simulación del talento. La obra carece de una sólida arquitectura argumental y es, en general, un sucio canto al desamor filial y al sexo animal e indiscriminado. No tiene tampoco pretensión de protesta social ni de mensaje. El protagonista es un testigo impávido del infortunio que lo rodea. La novela no está ni siquiera justificada por la rebeldía que despierta la injusticia que se siente en carne propia o los males de la sociedad en que se convive. Esta valoración de la obra por el juzgador, fuera de lo común en un fallo judicial, es necesaria, ya que la falta de auténticos méritos literarios y de injustificado sentido social de rebeldía, contribuye a destacar con mayor crudeza la obscenidad reiterada y machacona que aparece en cada momento en su contexto. Esas notorias deficiencias ayudan a tener en consideración a ese aspecto, estrictamente jurídico, que las pone de relieve. No se pueden transcribir en esta sentencia los largos párrafos subrayados en la obra, que dan fundamento a la resolución condenatoria. Son demasiados, coincidentes e irreproducibles. La doctrina y jurisprudencia es uniforme en cuanto a que solo se requiere el dolo genérico de que la publicación calificada de obscena hiere al pudor medio de los lectores.”
“Dejo desde ya sentado que para aplicar la penalidad que a mi juicio corresponde a los procesados García y Lecouna (editor), así como la condicionalidad de la condena, tengo en cuenta la falta de antecedentes de ambos, la poca edad y consiguiente falta de experiencia de García , así como el deseo del suscripto de que este fallo sea como un toque de atención para este joven que si en realidad siente vocación literaria vuelque sus esfuerzos a otra clase de literatura, o sea la que pueda darle brillo y nombre honroso.”
    1. Luego de esta pequeña introducción, quiero dar comienzo a mi intervención titulada Elogio del Dr. Edmundo Sanmartino.
    2. Se cumplieron, el 27 de julio de 2018, 49 años de la sentencia que condenó a Germán García a la pena de un año de prisión en suspenso por el delito que se tipificaba en el art, 128 del Código Penal de la Nación. Dada mi condición de cotraductor de historietas como Asterix, Lucky Luke, presumo que fui invitado a esta celebración para intentar traducir la resolución que hoy es parte inseparable de la historia de Nanina y, por lo que se verá, del propio Germán García.
    3. Sería fácil para mí enumerar la cantidad de expresiones obscenas que determinaron la condena de los imputados en esa causa. Sobre todo considerando la existencia de la función de copiar y pegar. No voy a caer en simplificaciones, porque lo que me propongo, es analizar cómo la sentencia condenatoria es innovadora. El Sr. Juez sabe que está cruzando un límite, expandiendo las fronteras del derecho, y lo reconoce. “Esta valoración de la obra del juzgador, fuera de lo común en un fallo judicial, es necesaria…” dice. Y condena a la obra por obscena. Pero es que el derecho no le deja otra alternativa. Veamos que respecto a la obscenidad propiamente dicha, no es mucho lo que tiene para decir “es una osada obra de lenguaje impúdico, de incoherente contextura y de exhibición de escenas reñidas con el más elemental decoro.” Más adelante agrega lo del “sucio canto al desamor filial y al sexo animal e indiscriminado”. Pero ¿le resulta esto ofensivo? ¿siente que ataca el pudor de la época? No lo dice. No lo sabemos. Porque se distrae considerando que los elementos cuestionados no están inscriptos en medio de una prosa “de belleza y dignidad deslumbrantes”. Traduzco, el problema no son los pasajes supuestamente obscenos, sino el resto, la falta de compensación. En pocas palabras, no le gustó la novela. Le pareció incoherente, desordenada. El protagonista es joven, es niño, va de acá para allá, aparece en Junín, en Buenos Aires, en Rawson. ¿qué es esto? Ni siquiera es un reclamo social, ahora lo cito: “la novela no está ni siquiera justificada por la rebeldía que despierta la injusticia que se siente en carne propia o los males de la sociedad en que se convive.” Retomo: al final, no es ni para reírse ni para llorar. El Dr. Sanmartino ha leído la novela. Eso es innegable. Y está indignado. Le han hecho perder el tiempo. Ya no le importa que sea o no obscena. No se agravia por una mala palabra más o menos. Pero solamente dispone de la posibilidad de retirarla de circulación si la declara obscena. El derecho aplicable no le deja otra opción. Y dicta el fallo condenatorio.
    4. Llega el momento de las confesiones. ¿Quién alguna vez no se ha indignado leyendo una novela que suponía una pérdida de tiempo? ¿quién no ha dicho, en su intimidad, mientras leía, “deberían prohibir a este autor” o mejor “Deberían meterlo preso”? ¿no hemos pensado, como Sanmartino, que deberían existir establecimientos de reeducación psíquica a cargo de especialistas capacitados para algunos escritores?
       Es evidente que el Dr. Sanmartino cometió un error con Nanina, como tantos censores se han equivocado con grandes obras y paradójicamente, en algunos casos, nos han abierto los ojos y han despertado el interés por ellas. Pero no por eso deberíamos desentendernos de la importancia de un tribunal que nos facilita lecturas y descarta las de menos valor. Tal vez no sea Sanmartino el más idóneo para esa función. Pero imagino a Borges y a Bioy Casares, a cargo de sendos juzgados encargados de impartir justicia, conversando sobre autores y sus obras como en esos pasajes que transcribe Bioy en su libro “Borges”. ¿Serían ellos más benignos que nuestro elogiado?
    5. Lo cierto es que en su condena, el Dr. Edmundo Sanmartino expresa el deseo de que el fallo sea como un toque de atención para este joven, para que si en realidad siente vocación literaria vuelque sus esfuerzos a otra clase de literatura, o sea la que pueda darle brillo y nombre honroso.
49 años después de esta premonición, Germán García ha publicado otras 7 novelas: Cancha Rayada, La vía Regia, Perdido, Parte de la Fuga, La Fortuna, Miserere; todas ellas con excelente repercusión de público y crítica. Ha fundado, dirigido y participado en una docena de revistas literarias, entre las que se destacan la mítica Literal y la invisible Odradek. Ha recibido premios y distinciones de todo tipo, entre otras obtuvo la Beca Guggenheim, otorgada por la Guggenheim Foundation (Nueva York); es Dr. Honoris Causa por la Universidad Nacional de Córdoba; recibió la distinción de Personalidad Destacada de la Cultura de Buenos Aires; y la de “Visitante Distinguido”, otorgada por la Municipalidad de San Salvador de Jujuy; fue declarado Ciudadano ilustre y visitante distinguido de la Ciudad de San Miguel de Tucumán. En el año 2011 fue el encargado de pronunciar el discurso inaugural de la Feria del Libro de la Ciudad de Buenos Aires.
No ha vuelto a ser condenado por ningún tribunal por sus obras literarias, es uno de los autores más prestigiosos del país y si se me permite una nota personal, es también el más generoso. Tiene hoy de sobra, ese brillo y nombre honroso que le auguró el Dr. Sanmartino, que, como se demuestra, tan equivocado no estaba. 

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