El hecho es que cada escritor crea sus precursores
Su labor modifica nuestra concepción del pasado
como ha de modificar el futuro.
J. L. Borges
Además de sus otras virtudes, este libro condensa en un volumen más de una década de intervenciones, de manera que el lector tiene una muestra de lo realizado por Jacques-Alain Miller desde el momento en que tuvo que interpretar el legado de Jacques Lacan y actuar en consecuencia. Es verdad que era mucho lo que había escrito y enseñado antes, pero también es cierto que conoció una verdadera "ascensión a los extremos" a partir de ese momento crucial para el psicoanálisis.
Cuando en 1997 se publicó en Brasil Lacan elucidado el periodista M. José Castello le pregunta a Jacques-Alain Miller sobre la difusión de Jacques Lacan en ese país: " ... la primera vez que vine a Brasil -responde-, en 1981, alrededor de un mes después de la muerte de Lacan, me escuchó un grupo de colegas venidos de todas las regiones del país que no llegaban a 70. Hoy, en el seminario brasileño del Campo Freudiano, organizado por el mismo Jorge Forbes, me han seguido casi 700 personas. Es un dato objetivo. Otro indicador, el número impresionante de publicaciones" (Uno por uno, nº 45).
En la lectura de este libro sorprende la consistencia de un "programa" que se despliega año tras año, realizando el doble objetivo de descifrar la enseñanza de Jacques Lacan y generar las condiciones para la creación de la futura Escola brasileira de psicoanálise, cuya fundación ocurrió el 30 de abril de 1995.
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Conseguí en Brasil la versión original de este libro y como también sé callar en portugués -es decir, sólo leo esa lengua- me encontré con un prefacio que, al igual que el de los Écrits, comienza con el proverbio "el estilo es el hombre". El párrafo siguiente dice que "este principio, por ser parodia, no deja de ser menos fundamental".
Uno advierte de inmediato que ese libro de seiscientas páginas -por su formato, su color blanco y su diseño despojado- remite al famoso volumen de Jacques Lacan. ¿Se trata de una provocación? Es verdad que Newton da Costa no es Jean Hyppolite y que Jacques-Alain Miller no es Jacques Lacan -la prueba es la ausencia en su libro de un "índice razonado de conceptos mayores"-, pero también es cierto que la renovada enunciación de aquella enseñanza está abierta a lo incalculable.
A medida que avanzamos en su lectura se nos impone, con discreción y firmeza, un gusto por la demostración que está en abierto contraste con las paráfrasis superfluas y los rechazos que se argumentan de cualquier manera.
No sería de buen gusto dar cátedra en esta presentación sobre el tema del gusto -del que se ha dicho mucho desde Kant a Galvano della Volpe, sin olvidar a Montesquieu-, basta recordar que en más de una oportunidad Miller se refirió a ese tema a propósito de la posición que conviene al analista en tanto "forma parte del concepto de inconsciente". Hay lugar, dice Miller en 1979, para una especie de educación del gusto. Asunto de tiempo, incluso de "control'.
Para mi gusto, el argumento de Miller sobre el gusto se encuentra en su artículo "U o no hay metalenguaje" y difiere de los que elabora la tradición a partir del siglo XVIII (en el artículo uno puede inferir que el gusto es una exigencia del uso del lenguaje, una manera de tratar lo que es pura sustracción en la perspectiva del matema).
La versión castellana de Lacan elucidado difiere de la original en lengua portuguesa, publicada en Río de Janeiro en 1997. Las clases de Curitiba sobre el método psicoanalítico y las de Salvador de Bahía sobre el deseo de Jacques Lacan circulan, en sendos libros, en nuestra lengua. Un recorrido de catorce años (1981/1995) publicado en un tomo en la lengua portuguesa, es ahora tres libros en lengua castellana.
El lector de psicoanálisis que ha frecuentado la enseñanza de Jacques Lacan encontrará interesante esta transformación de uno en tres, más si está advertido de que "sólo se puede hablar de una lengua en otra lengua". Digamos, al pasar, que son tres las lenguas -la francesa, la portuguesa y la castellana- atravesadas por un vocabulario, el del psicoanálisis.
Las clases sobre el método psicoanalítico contienen, en su versión castellana, otras intervenciones realizadas en Argentina y España -que con Brasil suman tres países- y comienzan con una presentación de Miquel Bassols, que es de lengua catalana. Estas lenguas y países, que se anudan en el vocabulario del psicoanálisis, tienen sus vasos comunicantes con otras lenguas y otros países que también se reúnen en la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).
En cuanto a la versión castellana de las clases sobre el deseo de Jacques Lacan, por suerte más que por mérito, tienen un prefacio mío donde puntualizo algunos encuentros con la producción de Jacques-Alain Miller y llamo la atención sobre la compleja realización institucional que convierte en un hecho histórico la "reconquista del campo freudiano" propuesta por Jacques Lacan. Se trata de una empresa que no puede reducirse al punto de apoyo de los seminarios establecidos (arduo trabajo, con más beneficiarios que los dispuestos a reconocerlo).
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Estoy entre los que encontraron en Jacques-Alain Miller -primero a través de la lectura, después en seminarios, cursos y conferencias en las más diversas ciudades- una orientación decisiva en el psicoanálisis. (Es por eso que, frente a la alternativa del maestro insustituible y el profesor que se puede sustituir, surgió de alguno de nosotros la figura del mentor, con sus particularidades históricas.)
Orientación decisiva además, porque no se trató sólo de descifrar la enseñanza de Jacques Lacan, sino de extraer sus consecuencias institucionales. Es decir, de entender que "el momento cartesiano" en que Jacques Lacan redujo el psicoanálisis al acto de enunciación de su seminario, fue el antecedente cuya consecuencia fundó una Escuela.
La disolución de esa escuela, la adopción de lo que llamó la escuela de sus alumnos, fue el hiato en que su palabra definitiva hizo un llamado de amor a las que deberían ser pronunciadas por quienes iban a sucederlo.
Que alguien pueda crear sus precursores es algo menos misterioso de lo que parece, si tenemos en cuenta el inevitable anacronismo del receptor.
Nuestro acápite de Borges encanta porque alude a una imposible anulación de la línea del tiempo, a una realización ontológica del "futuro anterior".
La creación de los sucesores es más ardua, puesto que implica sancionar a unos como elegidos, entre todos aquellos que responden al llamado.
Jacques Lacan se abocó a esa tarea, frente a una multitud impaciente por tomar el relevo, por gozar de los beneficios de esa enunciación singular sin tener que responder a nadie por el valor de los propios enunciados.
Le Monde pudo enterarse, el 24 de enero de 1980, de lo que Jacques Lacan deseaba dejar en claro: "A fin que se sepa que nadie a mi lado aprendió nada, para hacerlo valer. Sí, el analista tiene horror de su acto. Al punto de que lo niega, deniega y reniega -y maldice a quien se lo recuerda, Lacan Jacques; para no nombrarlo, incluso se indigna con Jacques-Alain Miller, odioso por demostrarse el al-menos-uno que lo lee. Ya sin las contemplaciones debidas a los "analistas establecidos". Me parece que la afirmación "nadie a mi lado aprendió nada" no es un rechazo dirigido a cada uno, sino la exclusión de cualquier enunciación colectiva y la exigencia de respuestas particulares.
Una de las respuestas de Miller se encontrará en este libro, cuando dice "Lacan era considerado 'oscuro' hasta por sus alumnos. El enigma exigía un descifrador. Es lo que yo fui. Sin duda era necesario, para poder 'comunicar' a Lacan, alguien que amase el estilo de Montesquieu y el de Stendhal: nitidez, rapidez, precisión".
Tanto el término "oscuro" como "comunicar" están entre comillas, lo que implica un uso en algún sentido figurado. Además, Miller no define, corno su audiencia, su estilo por la "claridad". Porque, después de todo, la "claridad" y la "oscuridad" -como el murciélago de la fábula- suelen mutarse en lo opuesto. Y hasta confundirse en la brillante oscuridad.
El estilo calificado de nítido, rápido y preciso, supone darle la última palabra al receptor sin ceder en la lógica de la exposición: "Ningún imperativo de investigación científica -leemos en este libro-, ninguna preparación dialéctica, ninguna reserva epistemológica jamás refrenaron en mí el impulso retórico. Del mismo modo como siempre preparé el material de mis intervenciones, siempre deposité confianza también en lo que ocurre en el momento, en aquello que el oyente experimenta como dicho para él en ese instante".
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Matemas (I y II) compilan en nuestra lengua varios artículos de la época de Cahiers pour l'Analyse (sobre diversos problemas de "epistemología") y algo de lo aparecido en Ornicar? (una publicación ya orientada por el psicoanálisis). Recordemos, sin embargo, que en 1971 la editorial Siglo XXI, que después editaría los Escritos de Jacques Lacan, publicó un libro bajo el título de Ciencias sociales: ideología y conocimiento que incluye junto a dos trabajos de Thomas Herbert el artículo "Acción de la estructura", de Jacques-Alain Miller. La presentación firmada por Oscar Landi explica el interés político de esa traducción, tanto como el clima althusseriano que la impulsa. Por la misma época y en la misma editorial, por sugerencia de Oscar Masotta, se publica "La sutura".
Aquel Miller "autor" de artículos deja paso al que publica conferencias y seminarios, a partir de las dictadas en Caracas en 1979. Tenemos, entonces, un recorrido de casi dos décadas, que se realiza en castellano y en diversas ciudades y países. El producto de esa actividad ha sido difundido en parte por revistas y libros del Campo freudiano, como testimonio de un Work in Progress que se realiza en nuestra lengua.
La tarea de reseñar la enseñanza de Miller en castellano no será fácil, lo que da un valor particular a la muestra que nos llega de la lengua portuguesa. Se parte, como corresponde, del malentendido mismo que es de estructura para avanzar hacia la lógica y la ética, la clínica y la cultura.
Las paradojas del psicoanálisis nos introducen en el tema de la Escuela de Lacan: encontramos en ese momento conclusivo el precipitado de la enseñanza que el conjunto del libro expone. Se trata de la Sittlichkeit, de la moralidad objetiva de Hegel, en tanto está en juego la particularidad de la causa analítica. Esas últimas cincuenta páginas -últimas, aunque anteriores a la puntada final de la imagen reina y los documentos correspondientes- ponen en juego el conjunto de los problemas que se plantean en el pasaje de una versión cartesiana del saber hacer, a la composición colectiva de una Escuela. Resumen, en pocas líneas, problemas cuya resolución consumió décadas de tropiezos que el mismo Jacques Lacan no pudo evitar.
"Luego de la desaparición de Lacan (no voy a decir después de Lacan, porque no creo que estemos después de Lacan) -dice Miller-, de su dirección política del psicoanálisis, sus alumnos tuvieron que tomar una posición frente a la Escuela, al concepto de escuela y al de pase. Y hubo allí un gran clivaje, lo que es un hecho objetivo. La gran mayoría de esos alumnos decidió continuar sin Escuela y sin pase y sólo un pequeño grupo, ya desde el comienzo, decidió continuar con la Escuela y con, el pase y formó la Escuela de la Causa Freudiana, lo que es un hecho histórico. Deseamos continuar como Escuela, porque pensamos que no sería posible sacar la escuela y el pase de la enseñanza de Lacan. Consecuentemente, tratamos de demostrar que esos conceptos son parte integrantes de la enseñanza de Lacan, y que sustraerlos es desconocer, en verdad, toda la lógica de su enseñanza."
Es posible que el lector tenga que recordar la falacia genética y la falacia de lo colectivo que la psicología ha difundido en el ámbito analítico, para calibrar el peso de las palabras anteriores y las que a continuación cito: "Por lo tanto, nosotros deseamos -ni los otros ni Lacan- continuar con la Escuela y con el pase. Sería una escuela para nuestra generación (no podríamos hacer de ningún modo la Escuela de 25 años atrás). Debimos hacer una Escuela sin Lacan, cuando antes sólo se conocía la Escuela hecha a la medida Lacan. Trabajamos mucho y practicamos mucho más que en tiempos de Lacan".
Elucidación de Lacan se lee con gusto, sólo hace falta que cada lector se tome su tiempo, lo que implica dar crédito a lo que ocurre en estas páginas.
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