Una mujer, cuyos encuentros sexuales son numerosos y sin inhibición, no sabe lo que es el amor. Otra nunca ha logrado sus anhelos, encontrar un hombre. Un hombre se embriaga el sábado a la noche y termina habitualmente golpeando a su compañera, otro se pregunta por su identidad sexual, aunque siempre deseó a las mujeres. La homosexualidad, el amor y el sexo. Un niñito de cinco años que juega con muñecas.
La clínica de la sexuación no puede reducirse a la sexualidad, no se dedica a temas como la impotencia y la frigidez: toca puntos del ser mismo del sujeto en sus elecciones profundas e inconscientes.
Muchas falsas salidas se abren frente a estos enigmas, uno de los más habituales consiste en pensar la sexuación como una cuestión de identificación. Esta versión corriente, en particular en los Estados Unidos, reduce la cuestión sobre el ser a elecciones de la conciencia, elecciones “de identidad”. Para los alumnos de Lacan, la anatomía no es el destino, la elección del sexo es eminentemente inconsciente y se apoya en una imposible relación entre sexos. Las soluciones deben ser inventadas por cada uno, el análisis permitirá reinventarlas. A pesar de la ausencia de relación entre los sexos, las relaciones de un sexo con el otro valen la pena de ser vividas.
La clínica testimonia que es cada vez más difícil para cada uno saber qué quiere decir ser hombre o mujer. Los movimientos de “liberación sexual” están hoy confrontados a las impasses que trataron de resolver. Comunidades de un nuevo orden se forman mientras que la moral religiosa o se hunde o se radicaliza en fundamentalismos sectarios o belicosos. La reivindicación de goce contemporáneo, empujada por los efectos de la ciencia y del liberalismo económico, ponen en peligro el lazo social. Esto se resume en dos palabras: globalización y obsesión con las cuestiones de seguridad.
Como el sexo el fenómeno “psi” está por todas partes, y de la manera más inconsistente y más enloquecida. Se consume “psi” para curarse del mal social en una búsqueda extraviada de expresión de sí, o incluso reclamando a gritos una nueva moral, una sabiduría universal. El psicoanálisis está a punto de ser sumergido por el fenómeno “psi”. La supuesta escucha está por todas partes y es en todas partes inoperante.
Un psicoanalista, verdadero, puede aportar respuestas que valgan para cada uno, a su medida, y que respondan a una ética que no sea globalizante. Los psicoanalistas tienen hoy que hacer conocer lo que hacen. Deben hacer saber lo que han producido como respuesta a las cuestiones que nuestro siglo les plantea.
* Texto preparado en referencia al XII Encuentro Internacional del Campo Freudiano, “Clínica de la sexuación”, a efectuarse el 20 y el 21 de julio en el Palacio de los Congresos de París, Francia.
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