Hace quince años Clément Rosset acuñó la expresión 'principio de crueldad', en alusión al 'principio de razón suficiente' de Leibniz. Existe una crueldad de lo real, del dolor y la falta de sentido. Pero ese otro universal, en el que cada sujeto está incluido por su división, suele doblar la apuesta de la crueldad que viene a suprimir. Basta leer un poco de historia de las religiones.
Cruor, de donde deriva crudelia (cruel), así como crudus (crudo, indigerible) deriva de la carne despellejada de manera sangrienta.
Hace poco Jacques Derrida llamó la atención de los psicoanalistas sobre el tema de la crueldad. Aunque más no sea para dejar de explicar todo por una pulsión de muerte convertida en mito cosmogónico, y un goce que suele convertirse en una sustancia neutra y privada del sentido que le da su particularidad.
En cuanto a Jacques Lacan, y el tema del imperio: “No hay umpire, para decirlo como Joyce lo escribe, sino a partir del imperio, del imperium sobre el cuerpo, como todo lleva su marca y su ordalía”.
La ‘ordalía’, las pruebas que suponen un arbitro (Dios) frente a quien el cuerpo mostrará sus marcas. Recordemos a Jay Haley: “... así como un castigo debe adecuarse al crimen que pena, del mismo modo el requisito principal de una ordalía es que provoque una zozobra igual o mayor que la ocasionada por el síntoma”. Hay que recordar que algunos se curan del miedo por el susto.
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