Para Aristóteles la idea de amistad tiene tres términos: la amistad por intereses, por placeres y por virtudes. Es de destacar que las discusiones generacionales casi siempre son en estos términos. Los padres imaginan que a sus hijos les convendría tener amistades de interés, y los hijos quieren amistades de placeres. Cuando a los adolescentes se les ocurre tener amistades virtuosas, éstas siempre son, para sus padres, un desastre. Si el padre es ateo, el chico abraza la religión, si es posible protestante o mahometana; pero si el padre es religioso, el joven seguramente va a hacerse ateo o anarquista. Quiere decir que, cuando está en juego la virtud, el adolescente nunca va a buscarla en la familia, sino en los amigos.
Lo interesante de esta cuestión es que la amistad crece cuanto más autoritaria es la estructura en la que alguien está metido, es decir, toda vez que las identificaciones verticales no son posibles. Por ejemplo, en la Unión Soviética, antes de su caída, la amistad era muy importante, se habían creado una serie de redes informales de intereses, así como de placeres y virtudes, que iban generando una ideología en contra del régimen.
Es lo que describe Eric Laurent cuando dice que, si los soldados tienen entre ellos una relación de camaradería, están menos expuestos al trauma que cuando se sienten solos frente a alguien que los dirige y los arenga diciéndoles que no pueden fracasar. Cuando tuvimos oportunidad de escuchar historias sobre la Guerra de las Malvinas, siempre trataron de lo traumático que había sido, para quienes habían estado en el frente, la relación con su jefe; los desencuentros, la mala dirección, la falta de coordinación, el sentimiento de abandono, la alimentación mal distribuida, etcétera. Hemos escuchado cantidad de historias como ésas, que incluso están escritas, publicadas, se han hecho películas. En cambio, prácticamente en ningún caso escuchamos: “Qué traumático es tener que pelear junto a otro y arriesgar la vida”, sino, en todo caso: “Qué traumático es arriesgar la vida por una disposición insensata”.
En estudios actuales se ha comprobado que las personas que no tienen amigos enferman más. Añadamos a esto que, incluso, cuando algo de la familia funciona es porque alguno de sus integrantes es amigo. Esta es una cuestión que, hace años, era impensable. Antes, si uno tenía dos hermanos, no podía elegir ser amigo de uno u otro; eran hermanos y se acabó. Ahora la gente dice: “Tengo algunos amigos: mi hermano, que es muy amigo mío, también un amigo en mi trabajo...”. En definitiva, si alguien de la familia es rescatable, va a pasar al circuito de la amistad. Esa es la tendencia actual, a diferencia del siglo XIX cuando, si un amigo era interesante, se lo incluía en la familia. Los estudios actuales sobre la amistad dan cuenta de cómo se generan los lazos informales. Por ejemplo, un investigador inglés describe que, en las clases altas, los psicoanalistas, los abogados o los consejeros desempeñan un papel que en la clase obrera cumplen los amigos, no hay especialistas para enfrentar las situaciones complicadas.
* Fragmento del libro Actualidad del trauma.
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