Germán García - Archivo Virtual / Centro Descartes, Buenos Aires

Las siluetas

# (noviembre 2004). Las siluetas. En Imago Agenda N° 85, Buenos Aires.

La Fortuna, mi última novela editada por De la Flor, tiene  como hilo narrativo la desaparición de una mujer durante la época del terrorismo de Estado. Hay otras desapariciones, pero se trata de narrar el desierto provocado por esas ausencias. Ofrezco un micro relato (pág. 236) mediante el cual, lo que aparece en un caso particular, vuelve para desbaratar el sentido unívoco de la palabra “desaparecido”. 

Y Braun volvía a recordar a Paula. Era extraño, recordaba  imágenes que le hacían pensar que ella estaba viva, que seguía con los mismos rasgos, que sus hijos tenían la misma edad. Como en La invención de Morel

La madrugada de su llegada, empezó a llover a los pocos  minutos de salir de Ezeiza. Una lluvia fina y persistente, un repiqueteo en el interior del coche, lo acompañó hasta la entrada en la ciudad, en el trayecto de una autopista construida en los últimos años, y desapareció en las disonancias del tráfico. Dejó su equipaje en el hotel Castelar, y se fue a dar  una vuelta. 

Llegó a la Plaza de Mayo, y encontró las siluetas dibujadas  en las paredes. Era un ejército de espectros. Al caminar frente a las siluetas parecía acompasarlas, marchaban hacia el río. En cada silueta, un nombre y una fecha. La lluvia era leve, pero un viento frío le hizo levantar las solapas del impermeable. 

Después de los años pasados fuera, después de las cartas  que se fueron espaciando, no sabía como volvería a inventar algo habitable. 

Esa mañana siguió de un lado para otro. El brillo del asfalto  y la iluminación confusa convertían a la ciudad en algo diferente. Una mañana que parecía nocturna, favorecía la armonía de la ciudad al velar la confusión de medianeras, y la altura arbitraria de edificios disímiles. Volvió al hotel con la intención de ducharse y dormir unas horas. 

Por la noche, en la ciudad vacía, recordó la antigua ofuscación,  la perseverancia que lo abandonó. Las siluetas, esos nombres que no conocía, invocaron palabras para esa falta de sentido. Orán, Taco Ralo, Trelew, eran flores japonesas que condensaban historias que se desplegaban en cualquier momento. 

Había vuelto, como tantos otros, para nada.

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