Entre el catorce de noviembre de 1962 y el tres de julio de 1963 Jacques Lacan dictó en Paris su seminario número diez, donde concluye -en cierta manera- el trabajo del retorno a Sigmund Freud que había empezado una década antes con su enseñanza sobre “los escritos técnicos de Freud”.
Digo que concluye en cierta manera, porque en este seminario que presentamos se prepara el giro que se expone al año siguiente: del psicoanálisis de Sigmund Freud quedará la pulsión, la repetición, la transferencia y el inconsciente.
En este “Año Freud”, como se ha llamado internacionalmente a la conmemoración de los ciento cuenta años de su nacimiento, el seminario denominado La Angustia (editado por Paidós) de Jacques Lacan resulta por azar editorial el homenaje más singular que recibe en nuestra lengua el creador del psicoanálisis (en francés fue publicado en 2004).
El concepto de la angustia (1844) es el título del libro clave sobre el tema escrito por Kierkegaard (1813-1855), que está en el trasfondo de la reflexión de Heidegger sobre la angustia (1930) y se continúa con Sartre de El ser y la nada (1943). Esta angustia se convertirá en un rasgo del llamado “existencialismo”: para Kierkegaard se trata de un hombre desgarrado entre la finitud y la infinitud, para Heidegger de la experiencia de la nada, y para Sartre de la incertidumbre que plantea la propia libertad.
En 1926 Sigmund Freud publica Inhibición, síntoma y angustia, un trabajo que subvierte sus hipótesis anteriores: no basta con decir el miedo tiene un objeto y la angustia de produce frente a la “nada”, como tampoco basta con decir que la represión produce angustia (como Freud había sostenido hasta ese momento, y como lo afirmará hasta sus últimas consecuencias W. Reich). A la inversa, en 1926 se postula que el retorno de un deseo pulsional reprimido despierta en el “yo” una señal de angustia que obliga a la represión.
Esta inversión lleva a una revisión de las llamadas neurosis de angustia, de las fobias, los “ataques de pánico”, etcétera.
Es Jacques-Alain Miller quien ha demostrado con agudeza que el seminario sobre la angustia es el taller donde se fragua lo que un año después será una escansión decisiva en la enseñanza de Jacques Lacan: “La angustia no es sin objeto”, afirma aquí, contra una cierta tradición que viene de la filosofía. El giro lógico -no, sin- no dice de qué objeto se trata. El seminario está dedicado, entre otras cosas, a mostrar las funciones de ese objeto llamado petit a. Se trata de objeto que pueden separarse del cuerpo, como la voz y la mirada.
San Agustín se pregunta por la diferencia entre ver y mirar, para responder que miramos porque buscamos los objetos deseados por nuestra madre durante el embarazo. En cuanto a la voz -la que se escucha en la psicosis es un ejemplo- es definida por Freud como un objeto imposible de ser perdido.
Existe la angustia de saberse objeto del deseo del Otro, sin saber qué es exactamente lo que desea, en tanto su goce es algo que ignoramos.
La angustia, entre goce y deseo, conduce a una reflexión sobre el amor. Jacques Lacan cita a la Rouchefoucald (“Cuánta gente no hubiera amada jamás si no hubiera oído hablar del amor”) y comenta: esto debe incitarnos a situar de otra manera los arcos de aquello que tenemos que decir acerca de la conjunción del hombre y la mujer.
La mujer es más real y verdadera que el hombre, dice Jacques Lacan, sin dejar de señalar que su mascarada responde a la impostura del varón.
La extraordinaria riqueza de este seminario, la manera en que contradice las vulgatas más difundidas de un Jacques Lacan donde el lenguaje pasa por ser todo y vale sobre todo, propone una doble sorpresa: para los que estudian psicoanálisis , para los que ya saben algo de de Jacques Lacan.
Que se haya traducido en este momento, cuando el término depresión vale para todo porque es el correlato obligado de la medicalización generalizada, no deja de ser un llamado de atención para los analistas que vacilan frente a los nuevos exploradores del cerebro. Ellos también experimentan la angustia de lo que conocen, porque no saben a qué conduce.
Unos años antes en su seminario sobre la ética, Jacques Lacan advertía sobre las paradojas actuales producidas entre la religión, la ciencia y el deseo. Al referirse al surgimiento de la ciencia, se pregunta: “¿Cómo pudieron los poderes dejarse agarrar? La respuesta a este problema debe buscarse del lado de la caída de la sabiduría. Es un hecho que se dejaron agarrar, que la ciencia obtuvo créditos, gracias a los cuales tenemos esta venganza encima”. Subrayemos la relación entre la actividad científica y la venganza, antes de continuar con lo siguiente: “Ellos mismos están sumergidos por el fluir más vacilante de una pesada culpabilidad.” Se refiere, por supuesto, a los científicos y a lo que la ciencia excluye en su constitución: “En otros términos, la ciencia está animada por algún misterioso deseo, pero ella, al igual que el inconsciente, tampoco sabe qué quiere decir ese deseo”.
El seminario de la angustia, sugerente para los que están en el psicoanálisis, puede ser una revelación para quienes se interesan por las impasses actuales de la ética, la técnica, la política.
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