“Admitiendo que para chinos y japoneses hubiera una equivalencia entre ‘cuatro’ y muerte, no se trataría sólo de la acción de una palabra, de lo que llamamos un significante, sino que ese significante sería la llave que abre a todo un conjunto –advierte el psicoanalista Germán García, titular del Centro Descartes–: en nuestra cultura, por ejemplo, el 7 tiene una especie de poder que remite a toda la cultura judeocristiana, desde aquel séptimo día en que Dios descansó; no es un término aislado sino una cosmovisión.”
“Así –continuó el psicoanalista–, cuando el vudú es capaz de matar a alguien mediante un conjuro, su eficacia consiste en que separa al sujeto del conjunto social al que pertenece; por eso el conjuro mortal debe haberle sido comunicado a la víctima para ser eficaz. Si el cuatro puede ser mortal, es en este sentido y por eso no resultará mortal para quien, aun conociendo el idioma, no responda a esa cultura.”
“En definitiva –observó García–, se trata de la cuestión central en lo que se ha llamado ‘psicosomático’: de qué modo el cuerpo, el organismo, queda atrapado en el lenguaje como trama social. Y esto sigue siendo un enigma. ¿Cómo puede ser que un niño aprenda algo tan complejo como el idioma? Lo seguro es que el sujeto humano no es, como suele decirse, un ‘individuo’, sino parte de una trama social: lo individual es el cuerpo, que, atrapado por esa trama, se hace psicosomático.”
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