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El psicoanalista Germán García –titular de la Fundación Descartes– empezó por destacar “cómo muchos de quienes han opinado sobre el caso de Carmen de Patagones, de algún modo se han ofrecido a sí mismos: así, si quien habla es un psicólogo, el suceso demuestra la necesidad de que haya psicólogos en las escuelas; si se trata de un psicopedagogo, bueno, hay que efectuar cambios en la pedagogía que imparten esos establecimientos; desde una ideología difusamente progresista, lo que pasó fue, no cabe duda, un efecto de la globalización. El problema es que entre un acto individual y la elucidación de un fenómeno colectivo hay una brecha que no se llena fácilmente”. Llenarlo con demasiada facilidad, observa Germán García.
Entonces, ¿dónde podría encontrarse, en estos episodios, lo colectivo? “Si es cierto que el chico de Carmen de Patagones tiró primero dos tiros a las paredes, ¿qué reacción vio en los otros que lo hizo seguir y tirar a matar?”, pregunta García, señalando así la diferencia entre Patagones y Cachi, y continúa: “Eso que el chico pudo haber percibido, ni él mismo lo sabe, y por lo tanto no lo sabe nadie. Sostener que el problema estuvo en la escuela, en el chico, en la familia, no son más que intentos de zurcir un tejido que se rompió”.
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