Germán García se despacha contra buena parte de la intelectualidad argentina y reacciona frente a los que anuncian la crisis terminal de la ciencia creada por Freud.
- Vos acostumbras a marcar diferencias entre un intelectual y un experto. ¿Cuáles son?
- Se supone que el intelectual es una figura independiente de los poderes, a diferencia de un experto, que es alguien que trabaja para alguna instancia de esos poderes. La constitución del conocimiento social en la Argentina fue forjada con figuras de Martínez Estrada a Gino Germani. Supuestamente, Gino Germani era un experto, no un intelectual, tenía una metodología. Esa figura fue eclipsada por una tendencia técnica y aparece el personaje del universitario. En este momento, creo que el intelectual independiente de los poderes se va convirtiendo de a poco en un experto que es evaluado por los aparatos de la universidad.
- ¿Pero aquella figura anterior tiene posibilidades de asomar la cabeza de nuevo?
- Tiene posibilidades de volver al juego cuando esta política demuestre sus límites. Porque, al fin y al cabo, esto se convierte en una fábrica de papers que no se leen ni en la misma universidad en que se producen. Lo que pasa es que en países como el nuestro lo que queda de espacio para el intelectual es ocupado por las traducciones. En los suplementos y revistas de cultura, cuando buscan a un intelectual prefieren a alguien que ya tenga un sello de calidad en el mundo, lo prefieren a entrevistar o tener una discusión con una persona del lugar. Y entonces, ¿qué pasa?: los intelectuales locales hablan de las genialidades de otros y de otros lugares porque ellos mismos se van formando con estas genialidades que leen semanalmente en los suplementos de cultura universal. En definitiva, hay poca sensibilidad a lo local.
- ¿Esos intelectuales son beneficiosos para el poder?
- No sé si son funcionales al poder. Lo que digo es que siguen una relación con el poder. El poder no hace grandes negocios. Son funcionales a sí mismos, son como carreras burocráticas.
- ¿Y vos dónde te ubicarías?
- Me considero una persona que está como en el cruce de esas dos tendencias, porque he comenzado en la crítica literaria, he publicado libros y cantidades de artículos de autores, pero después, a través del psicoanálisis, me he formado en lo universitario y hoy no puedo dejar de lado que doy cursos en la UBA, en Ciencias Sociales o en la Facultad de Psicología; o que me he formado en relación a la Escuela de París; o que pertenezco a una Escuela de Psicoanalistas que es internacional, y que estoy al frente de un instituto que tiene una forma universitaria en todo el país. Yo he utilizado estrategias. Soy un experto en psicoanálisis, pero no hago sólo eso: también sigo escribiendo literatura.
- ¿Qué opinás del libro de Juan José Sebreli (El Olvido de la Razón) y de su visión del psicoanálisis?
- Creo que tiene un conocimiento muy sumario de la obra de Freud. Voy a poner un ejemplo. Cuando Freud tenía 17 años, un amigo le escribe que la madre de una novia le impidió continuar el noviazgo, que era una arpía. Freud le dice que no, que es una mujer muy sabia porque advirtió que él fue una compañía para que la chica sea más despierta sensualmente, y que ahora puede que ella, con su belleza, consiga un candidato socialmente mejor. Y Freud tenía 17 años, o sea que siempre entendió que quería ampliar la razón ilustrada para incluir las pasiones románticas. Después, varias veces identifica al movimiento romántico con la adolescencia. También hay que tener en cuenta que los héroes románticos son adolescentes. Por ejemplo, la protagonista de El despertar de la primavera, de Frank Wedekind, que se suicida, es una chica de 14 años. Entonces, no se puede decir que Freud era romántico, como dice Sebreli.
- ¿Cuál es el error de sostener esto?
- Es como si Freud fuera uno de los que están en contra de la razón de la Ilustración. Por otra parte, Sebreli habla como si la razón ilustrada no tuviera nada que ver con el horror que fue la Primera Guerra Mundial, con la Segunda Guerra Mundial, con el colonialismo y las matanzas coloniales. Esas son ideas de la Ilustración. También me parece equivocado reducir el posmodernismo en una especie de chiste norteamericano. Es una cosa muy seria. Lo posmoderno no es lo mismo en Alemania, en los EE.UU. o en nuestro país. Lo mismo que el dadaísmo no es igual en Berlín, en Zurich o en París. Hay un olvido de la razón que, para mí, es confundir el hecho de que la razón técnico-científica es una cosa y que el emplazamiento social de esa razón es otra. Esa es la discusión moderna, pero no está cerrada.
- El libro de Sebreli también habla de la incapacidad del psicoanálisis para curar. Históricamente, había demostrado que era incapaz de curar y para eso citaba directamente los casos de Freud.
- Los fracasos del psicoanálisis que se conocen son los que Freud quiso dar a conocer para formar a sus discípulos. Hay cinco casos de psicoanálisis famosos y cada uno ilustra un cuadro clínico.
- ¿Y eso es un fracaso?
- Fracaso puesto por Freud. El caso donde Freud se equivoca por esto o por aquello.
- ¿El mismo dice que se equivoca?
- Claro. No hay archivo de eso. No es que alguien revisó el archivo y encontró los fracasos. Mikkel Borch-Jacobsen, que es un converso, un tipo que ahora es moderno para los que están poco informados. El y otra gente han publicado el Libro negro del psicoanálisis y son los que han amontonado argumentos en contra del psicoanálisis, pero son argumentos muy viejos. Si el psicoanálisis transcurre cotidianamente en varias ciudades y lo practican cientos de personas, yo creo que es un acto de fe decir que el psicoanálisis cura o no cura. En todo caso, la diferencia está en que quién practica el psicoanálisis tiene más posibilidades de saber qué se puede hacer con él que aquel que no lo practica. Eric Kandel, Premio Nobel 2000, dice que tenemos que volver al psicoanálisis para entender. Creo que él ha investigado un poco más que Sebreli. Entonces, hay dos cosas que diferenciar: los ideólogos de las ciencias cognitivas y los investigadores de eso. Volvemos al tema del comienzo: intelectual y experto.
- Recuerdo una anécdota que se le atribuye a Roberto Arlt. Parece que le recriminaban que en sus novelas nadie hablaba lunfardo. El decía: "Nací pobre, trabajé desde los ocho años, no tuve tiempo de aprender esas cosas". Eso es lo que sucede, el centro de la producción intelectual no tiene tiempo.
- Seamos serios. Cualquiera que fuera a un hospital en la Argentina o en el mundo encontraría que hay muchos fracasos, de lo que sea. Entonces, no hay criterios. ¿Dónde están las estadísticas de los fracasos del psicoanálisis? Además, es difícil hacer una evaluación en términos cuantitativos del psicoanálisis. Las personas que se analizaron no tienen interés de ir a registrarse a ningún lado. Además, los psicoanalistas no acostumbran llevar los casos en los términos prácticos en que lo hace la psiquiatría. Yo creo que las críticas al psicoanálisis son parte de la cultura contemporánea. En todas las revistas sale la crisis del psicoanálisis junto con la crisis de la clase media. Yo creo que son formas de arruinarle las vacaciones a los psicoanalistas: se arruina el psicoanálisis y a la clase media, que son las dos cosas de las que viven.
- Cambiando de tema, ¿cómo ves en términos generales la situación política actual de la Argentina?
- Yo sigo todo a través de los medios. Como diría Smith: el retorno de lo teológico político, la subida de Piña, los esfuerzos de la Iglesia, la llamada a los laicos, el pastor que guía a todos. Pero el laico también es parte del rebaño y tiene que entrar en un partido y dar empuje al retorno de la religión a la política. Hace falta que se formalice algún tipo de frente y se haga visible la argumentación, los personajes y la dirección. Me refiero a esta configuración de la oposición. Lo que importa es, si se forma una oposición, quiénes la van a componer y qué proponen. Ahora tenemos el modelo que permitió salir y regular la crisis. Se supone que hay que agregarle producción, inversión, etc. ¿Cuáles son los medios? Lo ignoro. Según dice la oposición, sabe cómo hacerlo. Sería interesante que apareciera esa oposición y dijera cómo hacerlo. En ese sentido, es un momento muy interesante. No voy a repetir que defiendo al Gobierno y su política de derechos humanos. A los gobiernos se los ataca y se los defiende. Creo que el Gobierno ha tenido políticas para organizar los temas impositivos que le han permitido sostenerse a pesar de la crisis.
- Siempre recuerdo una frase tuya: "El cura políticamente correcto no existe porque al final de cuentas lo que quiere es la victoria de Dios".
- Hay un libro extraordinario de Boris Vian que se llama El arrancacorazones. Cuenta la historia de un cura que en vez de hacer sermones hace diatribas. Dice: "Dios es un lujo. Es un engarce en el Sol. No se ocupa de la miseria y de sus hijos. No le interesa todas las cosas que les interesan a ustedes, miserables". Todos se van de la Iglesia y para que vuelvan el cura hace un match de boxeo entre él y el diablo. La gente va a ver la pelea, y él cura dice: "No pidan a la religión, la religión es lujo, no es dádiva". Yo creo eso también. Creo que cuando el sufrimiento se instala como supremo no puede ser cierto que la felicidad es lo que se busca. "Dios no se vuelve hacia ti si tú no te vuelves hacia él". Yo tengo esa contradicción desde la infancia. Tenía un abuelo anarquista y una abuela religiosa. Como mi abuelo me parecía más gracioso, siempre estuve del lado de mi abuelo. Las obligaciones de mi abuela me parecían demenciales.
- ¿No sos ateo?
- El único ateo es Dios, que no se ocupa de nada. Nosotros siempre estamos ocupándonos de algo, de nuestra familia, vecinos, amigos. No es ateo el que quiere. No es fácil ser ateo. Ser ateo es no reconocer ninguna cosa por encima de uno y uno reconoce muchas cosas por encima de uno.
- ¿Y vos qué reconocés por encima tuyo?
- ¡Tantas cosas! La cultura universal. Ya el hecho de ser lector es un reconocimiento de que hay un saber en los demás que uno no tiene. Considero que el mundo está lleno de saberes. Incluso los religiosos mismos. He admirado a muchos. Las confesiones de San Agustín me parece un libro bárbaro. Algunos de Santo Tomás de Aquino, también. La retórica de la religión me resulta muy interesante.
Borges y Bioy Casares
¿Cómo fue tu aparición en Borges (Destino), el libro de Adolfo Bioy Casares?
- Ahí sucede que Bioy se enoja conmigo porque yo transcribo los balbuceos de Borges literalmente. Está aclarado al pie de página que había otra entrevista que yo no hice, está aclarado al comienzo que yo iba a transcribir la oralidad. Pero a Bioy le molestó que un chico de 22 años hiciera eso con Borges. Lo hice de manera malévola, porque fui a hablarle a Borges de Macedonio Fernández y él empezó a titubear. El decía tal cosa de Macedonio y yo le respondía tal otra. Hay un autor español que toma esa entrevista como el síntoma de la ambivalencia de Borges hacia Macedonio.
- Una ambivalencia marcada por la admiración y el rechazo.
- Claro. Fijate esto: en el texto que lee Borges por la muerte de Macedonio, dice: "El no escribía, le interesaba hablar, pensar". Cinco renglones después, dice: "En una época donde la caligrafía era parte de la educación de cada uno, recuerdo las pilas de manuscritos con una pequeña letra elegante". En este libraco de Bioy sobre Borges, donde se la pasan hablando como dos señoras que miran en la pasarela desfilar la cultura universal, ni hacen mención a la muerte de Macedonio. Hablan de cualquier tontería. Aparecen hablando de la literatura universal, mucha misoginia, burlándose de las mujeres, con mucho oportunismo. Borges en un momento dice: "¿Cómo Norman puede ser amigo de un autor que escribe Boquitas Pintadas?". Dos años después, Puig, ya famoso, está sentado con ellos. O sea que también se ve que sus ocurrencias no eran convicciones. Como dijo Borges: "Tres amigos que se ven con regularidad acaban por elaborar un dialecto burlesco, una tradición de espléndidas alusiones". Bueno, ellos hacen esto: se burlan de Victoria Ocampo. Sin dudas, se trata de un libro inquietante para la gente que está muy interesada en el suplemento de La Nación. Todo cae en sus páginas como gente tonta que no sabe escribir. Lo que es increíble es que esas personas encerradas en sí mismas, rodeadas por el peronismo (porque todo lo que no les gusta a ellos, estética, política o económicamente es peronismo), miran por un agujerito la cultura universal y esperan. Cuando en el '55 le da la biblioteca, alguien que, según Borges, era peronista, le dice: "Mis felicitaciones". Y él le responde: "Mis condolencias".
De escritores y polémicas
- ¿Cuál era tu relación con Manuel Puig? En su biografía hay una carta donde se te menciona.
- En esa carta, Puig escribe: "Entretanto, Primera Plana me ignora por completo y apoyan a Germán García, un tonto productito típico de una sociedad en desarrollo. Por suerte me voy a Europa a divertirme un poco". Como los franceses llaman petit a lo que causa deseo, yo digo que lo de productito me parece un elogio, porque demostraba los deseos que producía mi libro en ese momento.
- ¿Y él a vos qué te decía?
- Dijo que me admiraba. El era muy de hacer relaciones públicas. Tenía un fichero con los cumpleaños de los comentaristas del suplemento y los saludaba. Su primer libro no funcionó y al poco tiempo sacó Boquitas Pintadas y se hizo famoso. Sin embargo, seguía llorando como si no lo conociera nadie. Su ideal de fama era el de Hollywood. Me divertía porque hablaba en femenino y decía: "Ahí viene la tal o cual".
- ¿Y cuál era tu relación con Osvaldo Lamborghini?
- No era mi enemigo, pero me terminé peleando con él porque era insoportable. Se consideraba la única persona. En una fiesta, a Rodolfo Walsh le dijo: "¿No te das cuenta de que a la literatura argentina le ocurrió El Fiord?". "No", le dijo Walsh. Aún no le habían publicado El Fiord y Walsh no sabía de qué le hablaba.
- ¿Y después de publicado?
- Lo considero un texto extraordinario. Si tuviera que hacer una publicación pondría El Matadero, La Fiesta del Monstruo, de Borges con Casares, y El Fiord. Es un texto que atrapa la mezcla de violencia política y violencia sexual. Es una sexualización de la política o una politización de la sexualidad. Creo que El beso de la Mujer Araña no es sino la estetización posterior de ese texto de Lamborghini, en el sentido de más lavado, para que pase a un público progresista. El Fiord tiene una violencia repulsiva.
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