Germán Leopoldo García, nació en Junín el 25 de Diciembre de 1944. Desde el año 1961 reside en Buenos Aires. Pasó su adolescencia en esta ciudad, alternando la lectura y la escritura con diversos trabajos, durante varios años en Ghirardi y Vauthier en rectificación mecánica. Sus primeras publicaciones -cuando tenía 15 años- las realizó en “Democracia” y hoy, evoca con nostalgia su paso por nuestro diario. En 1968 (cuando tenia 22 años) publica su primera novela “NANINA” (Ed. Jorge Álvarez), la que es recibida con un éxito de crítica y venta excepcionales: en tres mes agota cuatro ediciones de cinco mil ejemplares. El libro luego es prohibido, el juicio es por obscenidad. Al año siguiente se publica su segunda novela “CANCHA RAYADA” (Ed. Jorge Álvarez), que permanece durante años entre los libros más vendidos.
Mientras tanto Germán Leopoldo García se entrega a su otra gran pasión: el PSICOANÁLISIS.
En 1968 se relaciona con Oscar Masotta (uno de los críticos mas importantes del país, en el campo del Psicoanálisis y la Lingüística) y desde entonces comienza a profundizar esos campos teóricos abiertos por el “estructuralismo” de JACQUES LACAN, la antropología de LEVI-STRAUSS, y el retorno a la lectura de FREUD.
Participa entonces en la dirección de la revista “Los Libros”, que difunde las investigaciones de la lingüísticas estructural y en 1964 funda (con grupo de conocidos psiquiatras y psicólogos), la ESCUELA FREUDIANA DE BUENOS AIRES. Publica trabajos sobre psicoanálisis en revistas especializadas IMAGO, Cuadernos SIGMUND FREUD. Notas de la Escuela Freudiana, etc. Simultáneamente colabora en otras publicaciones como “Pluma y Pincel”, “Cine y Medios”, “Anticipos”, “Nuevos Aires”, “La Opinión”, “Raíces”, etc.
Desaparecida la revista “Los Libros”, en 1973, funda con Luis Gusman y Osvaldo Lamborghini, a revista “LITERAL”, donde se propone una convergencia de la crítica moderna con el psicoanálisis y se difunden autores jóvenes que producen una literatura experimental. En 1975 publica su tercera novela “LA VIA REGIA” (Ed. Corregidor), que se agota en seis meses.
Producto de su reflexión teórica son dos libros críticos: “MACEDONIO FERNÁNDEZ. La escritura en objeto” (Ed. Siglo XXI, 1975), y “SABER DE LA GRADIVA” (Ed. Noé 1975), así como estudios preliminares sobre Dostoievski “EL DOBLE” (Ed. M i l e n i o , 1 9 7 6 ) , y los ESTUDIOS PSICOANALÍTICOS de Tausk (Ed. Morel, 1977). En la actualidad prepara su cuarta novela cuyo título será “CUANDO LOS ESPEJOS ESTALLAN EN LA CARA”, y un libro sobre la historia del Psicoanálisis en la Argentina. Junto a Horacio García edita “LITERAL FICHA”, una publicación que da a conocer los trabajos actuales del psicoanálisis argentino y extranjero.
Publicó además relatos en diversas antologías: “CUENTOS RECONTADOS” (Ed. Tiempo Contemporáneo - 1969); “MANO DE OBRA” (Ed, SUNDA - 1969); “NUEVOS NARRADORES ARGENTINOS” (Ed. Monte Avila, de Venezuela - 1970); “ULTIMOS RELATOS” (Ed. Nemon - 1977).
Germán Leopoldo García fue relator invitado en el CONGRESO DE PSICOANÁLISIS DE MILÁN (ITALIA), en 1976, y dictó clases de psicoanálisis en el INSTITUTO ALEMAN DE BARCELONA (España) y en el INSTITUTOT DE PSICOLOGÍA DE VALENCIA (España).
Lo que sigue a continuación, es el diálogo que mantuve con Germán Leopoldo García en mi casa. En esta ciudad donde -según él- está la cifra de su infancia…
- MA: ¿De dónde surgió Nanina?
- GG: Creo que tenía diecisiete años cuando descubrí los libros de Henry Miller: el goce de una narración en primera persona me atrapó, podía contar lo que generalmente quedaba oculto. Hasta ese momento escribía poesía. Al poco tiempo me voy de Junín, lo que me dió una cierta distancia. En un viaje de regreso conocí a Juan Mazzadi, una de las personas más importantes en mi adolescencia. Juan Mazzadi, sin proponérselo, era un maestro. Ahí estaba su literatura, su biblioteca, su buen gusto, su exquisito humor.
Por ese entonces tuve la primera versión de Nanina, que eran unas noventa carillas. Hablaba, en verdad, de Buenos Aires. En uno de esos viajes se me ocurrió que debía introducir a Junín y jugar con la ida y vuelta, con los contrastes entre esta ciudad y la capital. En Buenos Aires no hacía vida de escritor. Trabajaba en una librería. Por entonces se publicaba una revista de cuentos realistas y monótonos con intensiones existencialistas y humanísticas en el campo teórico.
Eso me parecía lamentable. Conocí de Casualidad a Bernardo Kordon, un escritor muy especial en nuestra literatura que leyó mi manuscrito, le gustó y lo llevó a la editorial Jorge Álvarez.... Así pude llegar a la imprenta sin pasar por la “amansadora” de los cuentitos de revista literaria. Además, era una novela y no una colección de cuentos como los que se estilaban.
El momento era propicio. La literatura argentina y latinoamericana estaba de moda. La crítica subrayó el desenfado lingüístico. En ese momento nuestra literatura (con Sábato a la cabeza) era pedante y solemne. Es verdad que por entonces “Rayuela” de Cortázar traía aires nuevos, pero no tuve ninguna influencia de este escritor. Lo demás es historia conocida.
Yo era un recienvenido y los tíos culturales, los escritores de oficio, se molestaron. Hay algunos que todavía no me perdonaron mi éxito de entonces, a pesar de que no hice ningún uso del mismo y todo el mundo sabe que soy ajeno a las trenzas del periodismo y me dedico a estudiar y afirmar lo que me parece verdadero. Claro, que aquellos que quieren asegurarse la eternidad felicitando a jefes de redacción en los cumpleaños, en los casamientos y en los nacimientos de sus niños, no miran con buenos ojos esta actitud.
Recuerdo un pequeño escritor que me decía que había puesto demasiado en Nanina, que debería haber guardado algo para el próximo libro. Bien podría no existir un próximo libro y esta eternidad en cuentagotas me parece el colmo de la estupidez.
- MA: ¿Cómo se inserta tu literatura en la literatura actual?
- GG: Borges dice que sólo sabiendo cómo puede leerse esta página en el año dos mil se podría decir qué sentido tiene en la actualidad. Las formas de lectura que se inventen (en este sentido la actividad teórica de la crítica es fundamental, ya que de poco vale un texto nuevo cuando se lo sigue leyendo en una forma vieja), determinarán el sentido de los libros que se producen. En la actualidad, algunos críticos reconocen que la literatura que realiza Enrique Medina o Jorge Asís, viene de la corriente “confesional” de Nanina. Yo no estoy en eso en este momento y me importa poco que sea de esa forma.
“Cancha Rayada”, justamente, intenta romper con “Nanina”, abrir un espacio de lectura nuevo. Claro está que el libro desconcertó, que no se entendió ni se entiende lo que propone. Eso no tiene importancia; cuando uno cree haber descubierto algo nuevo, ya no tiene interés en seguir diciendo lo mismo por más que se lo reclamen.
No me interesa halagar al lector, mucho menos gustar. Quizá la sorpresa, incluso el rechazo sean más creadores. Si la lectura cambia y algunos lectores no, serán ellos los que dejarán de leer literatura o los que cambiarán su forma de leer. Juan Jacobo Bajarlí, un crítico de “Clarín” define nuestra literatura (la que escribo yo, la que escribe Luis Gusmán) como “experimental”. Es una forma de nombrar algo diferente en ese campo. En este momento cuando los lectores se vuelcan hacia las viejas formas literarias que vienen de los EE.UU., bajo la forma de tonterías como “Abismo” o “La mujer del médico”, no puede esperarse que esta literatura sea de éxito o se comprenda. Mejor que sea así. La literatura es lo que cada uno reconoce como literatura, pero no necesariamente lo que la “mayoría” reconoce como tal. Asociar el éxito con la calidad es una operación comercial, aunque la falta de éxito tampoco garantice nada.
Esto quiere decir éxito o la idea de éxito no es un criterio válido y que nombrarlo aquí es dejarlo de lado. Sin embargo, le idea del éxito es tan poderosa que no podría decir esto sin haber sido, yo mismo, un escritor de éxito. De no ser así todos podrían sonreir frente a los argumentos de un escritor “fracasado”.
- MA: ¿Cuales serían los mejores de la literatura actual?.
- GG: Aquí hablaré desde el placer de la lectura; es decir, de los escritores que me gustan. Quizá muchos de ellos no sean demasiado conocidos: Leonor Pichetti (”Los pájaros del bosque”, “Palabra Mágica”), Néstor Sánchez (”Nosotros dos”, “Siberia Blues”), Luis Gusmán (”El Frasquito”, “Brillos”), Ricardo Piglia (”La invasión”, “Nombres falsos”).
No agoto la lista, me surgen nombres cuyos títulos no recuerdo en este momento. Podría hablar de Cristina Forero, de Luis Thonis, de José Palmeiro, de Oviedo, etc. Claro que todos ellos no son conocidos aún, pero han publicado lo suficiente como para que se pueda esperar más. Hay autores interesantes, como Rabanal (”El apartado”), Isidoro Blainsten (”La felicidad), algunos trabajos de Jorge Asís. Todo esto se encuentra en movimiento; la literatura, como dice Borges, “corteja su fin”, se produce y se destruye en forma incesante. La función de lo escrito no puede separarse del goce, de la pérdida de lo real y de otras cosas muy complicadas. En fin, seamos amenos.
- MA: ¿Qué busca un escritor?
- GG: Yo no busco, encuentro, decía Picasso. Yo encuentro satisfacción en la escritura, encuentro el campo de ciertas ilusiones y la posibilidad de su pérdida, encuentro el goce de exponer signos en medio de un vacío que se plantea como interrogación, encuentro una forma de ritmar el tiempo, encuentro que escribir enseña a morir porque la literatura es una actividad contra la muerte.
- MA: ¿Hay una literatura femenina?.
- GG: El psicoanálisis es, justamente, aquel que introduce el discurso de las mujeres en la cultura. Freud se puso a escuchar la insatisfacción de unas mujeres que vivían con hombres muy satisfechos y descubrió el inconsciente. Desde entonces la palabra de la mujer empieza a ser escuchada. Pero aquí hay que diferenciar “femenino” de “mujer”. Lo femenino es un enigma, lo que siendo radicalmente Otro no puede ser analizado. Freud dice que una mujer puede ser analizada en lo que no tiene de femenino, pero no en su femeneidad.
No hay que olvidar que el psicoanálisis habla de lo femenino en el hombre. Esto, lo femenino, viene a decir el psicoanálisis, es lo que la cultura siempre repudia (lo que repudian por igual hombres y mujeres), y por eso las vindicaciones “feministas” son de igualdad con el hombre y no de liberación de la femeneidad que hay en hombres y mujeres.
Entonces, más que hablar de una literatura femenina sería necesario estudiar lo que la literatura tiene de femenino en sí misma.
Un hombre escribe sobre el cuerpo de su madre, sobre el enigma de su cuerpo. Una mujer escribe sobre su propio cuerpo, sobre el enigma de su propio cuerpo. Ese cuerpo femenino (el de la madre para el hombre, el propio para la mujer), es lo que debe comenzar a decir su verdad. No olvidemos que todo discurso habla de un cuerpo, es producido por un cuerpo: somos cuerpos parlantes, cuerpos de goce atravesados por las palabras.
El cuerpo de las mujeres es diferente y por lo mismo mantiene una relación diferente con las palabras. Pero en tanto las mujeres levanten las banderas que los hombres inventaron, nunca sabremos qué dirán sus cuerpos, qué podrían decir. Por eso es difícil hablar de la literatura de la mujer, como es difícil definir el feminismo: hay una historia de eso. Las antiguas feministas inglesas no son las actuales feministas francesas. Hablar de feminismo en general muestra, una vez más, la molestia que causa el discurso de lo femenino (la molestia que le causa a hombres y mujeres), el temor a que la palabra de la mujer empiece a nombrar algún deseo que no pase por los hombres. Esto es lo que un hombre teme: que la mujer que desea, desee a la vez a otro..., o lo que es peor, a otra cosa.
No es fácil saber de qué goza un cuerpo y mucho menos el cuerpo de una mujer.
- MA: ¿Por qué te dedicaste al psicoanálisis?.
- GG: Mi primer hijo nació unos meses antes de que muriera mi padre. En poco tiempo pasé de hijo oprimido a futuro padre opresor. Toda la tontería de la rebeldía juvenil se hizo evidente. Fue entonces cuando decidí comenzar un análisis que duró mas de cuatro años, hasta que mi analista lo dio por finalizado.
Mientras me analizaba conocí a Oscar Masotta y descubrí en el discurso de Freud el camino de una reflexión fascinante: desde entonces sigo esa deriva.
Es sabido la importancia que la muerta del padre tiene en el psicoanálisis. No lo sabía entonces, pero lo experimenté en mi propio cuerpo. Había algo irreparable, algo irreversible. Por la muerte de mi padre descubrí el destino. El destino fue lo que hizo posible, para los griegos, la tragedia.
Quizá el psicoanálisis sea el único discurso trágico en medio de un tráfico de palabras cuya función es siempre engatusar al semejante.
En otro tiempo mis semejantes estaban en esta ciudad. Yo perdí a Junín cuando pude escribirlo, ahora me paseo por aquí como por cualquier otro lugar. Sin embargo algo se encuentra cifrado en esos lugares que evocan la infancia.
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