En 1973, respondiendo para la televisión, Jacques Lacan dice que "la simple resección de las pasiones del alma, como Santo Tomás nombra más pertinentemente esos afectos, la resección desde Platón de esas pasiones según el cuerpo (...) ¿no es el testimonio ya de lo que es inevitable para su abordaje, pasar por ese cuerpo, que yo digo no estar afectado más que por la estructura?".
La falta de exploración de esas pasiones, a pesar del tiempo transcurrido desde estas indicaciones, muestra la vanidad de lo que se llama "psicosomática" (residuo de un dualismo, cuyos efectos se ignoran).
La oposición tradicional entre lo pático y la lógica idealiza la racionalidad y, por otro lado, pasa en silencio las pasiones de la comunidad. Basta escuchar las argumentaciones endebles de los "especialistas" cuando son consultados, por ejemplo, frente a lo que se llama un "crimen pasional". No saben cómo separar las razones de ese pathos singular, de sus prejuicios sobre lo patético y lo patológico. Es decir, no todas las pasiones son fatales y tampoco pueden explicarse como manifestaciones de la pulsión de muerte.
Jacques-Alain Miller, comentando la indicación de Lacan que citamos al comienzo, subraya que se trata de separar el psicoanálisis de cualquier psicología de las emociones, de marcar la conveniencia de pensar el afecto en relación al lenguaje de las pasiones.
La regulación de las emociones, la lógica de los sentimientos y las razones de las pasiones (para citar la tripartición de Herman Parret) pueden diferenciarse al estudiar las marcas del sujeto de enunciación en el enunciado.
Ser de pasión
Las filosofías de los siglos XVII y XVIII vuelven a ordenar una clasificación de las pasiones que desde la cólera de Aquiles, pasando por Platón y Aristóteles, fue transfigurada por los Padres de la Iglesia.
Cuando se lee a Descartes salta a la vista que un desgarramiento histórico se convierte en un dualismo: las pasiones del alma son las de un cuerpo excluido del cogito, un cuerpo que retorna inquietante en las figuras que la subjetividad impone al discurso.
En Hobbes el miedo se convierte en pasión política, en Spinoza la venganza encuentra un estatuto y una nueva ordenación se impone.
La economía política crea una mónada egoísta que convierte al sacrificio y la envidia en pasiones reguladoras de los intercambios sociales. La Antropología de Kant intenta explicar esas pasiones como constitutivas del hombre.
Performativo y figuración
La separación propuesta por Saussure, asumida luego por el "estructuralismo", hizo de la lengua un objeto de estudio separado del habla. El sistema de los enunciados, fuera de las contingencias de la enunciación. Se olvida que la pasión del hablante es performativa, se establece a sí misma en el acto, en el acto de hablar. Para decir algo, hay que decirlo –-realizar un acto, irreductible a lo dicho--. Este es el punto subrayado por Jacques Lacan, quien produjo su pragmática a la vez que Austin (después Searle) exploraban lo que uno hacía cuando decía.
Además, Jacques Lacan llamó la atención sobre la conexión entre las defensas del yo y las figuras de la retórica clásica. De esta manera, el sujeto que habla no traduce estados mentales, no realiza una operación autosuficiente, sino que se realiza como efecto a causa de su enunciación. Es decir, por la acción significante de hablar, se encuentra con la pasión del significado que lo sostiene (recuerdos, ocurrencias, etc.).
Contra la tradición que identifica la pasión con lo patológico (pathein connota dolor con desgracia, lo pático habla de la muerte y la locura) hay que decir, con el psicoanálisis, que las pasiones hablan en la decisión de tomar la palabra y en las figuras que constituyen la dimensión semántica del lenguaje, dimensión irreductible a la sintaxis.
Pulsión, afecto, actividad
Remo Bodei pregunta si el lenguaje de la pasión ganó algo con la reducción analítica a la pulsión (Trieb) y su nueva distribución. Para Jacques Lacan "las pasiones fundamentales" son el amor, el odio y la ignorancia. Esta última es de estructura: se habla sin saber lo que se dice.
Lo cierto es que Freud está cerca de Hume (para quien las pasiones no se oponen a la razón) y de Hegel (que considera a la pasión como el lado subjetivo de la actividad).
Freud escribe: "...cada pulsión es un fragmento de actividad; cuando se habla en forma descuidada de pulsiones pasivas, sólo puede referirse a pulsiones con un objeto pasivo".
En conclusión: desde la teoría de los humores a la búsqueda de un gen para cada cosa, se prosigue la causa endógena de las pasiones. Por el contrario, desde el furor en Platón hasta la actividad que se enmascara en pasividad, es al sujeto en tanto efecto de su enunciación a quien nos dirigimos.
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