-¿Cómo se inició en el psicoanálisis?
-En el año 1969 conocí a Oscar Masotta, estudié con él lingüística y rápidamente me pasé a cursos de Freud y Lacan. Estuve estudiando 4 o 5 años más, mientras tanto me analizaba con Ricardo Malfé. Y en el año 1974 hicimos la primera Escuela Freudiana en Buenos Aires, en conjunto con Masotta y un grupo de 15 personas más. Masotta se fue de Argentina por presiones políticas, y continué con algunos alumnos suyos. En el año 1979 me fui a Barcelona, donde inicié un nuevo análisis con Eric Laurent y continué estudiando en Francia con J. –A. Miller. Cuando volví a Argentina, viajaba 2 veces por año a Francia, así hasta la actualidad que tengo la costumbre de participar regularmente en los congresos internacionales, y encuentros, tanto en Francia, Italia, España como así también Latinoamérica.
-¿Qué temas se están planteando en los encuentros?
-Hay temas regulares, y otros ocasionales. Los temas invariables refieren a las transformaciones que ha sufrido el psicoanálisis desde que Freud lo inventase, pasando por los postfreudianos, los más notables como Melanie Klein, o las versiones norteamericanas, psicología del yo, de Hartman, el anafreudismo, que tanto criticaba Lacan, que según la proyección de Lacan son corrientes que en general empobrecieron a Freud. Salvo Melanie Klein, surgieron de algún fragmento de la obra de Freud, no de una lectura en conjunto. Según la práctica de Lacan, el desciframiento freudiano no servía para casos de paranoia, por ejemplo. Lacan empezó a inventar otras maneras de intervenir que no eran las maneras del pensamiento freudiano y esto lo llevó a experimentar con el tiempo, las famosas sesiones de tiempo breve, y a no usar la interpretación, sino otro tipo de puntualizaciones verbales que la función no era interpretar en el sentido metafórico. Otro tema es plantear cierto cuestionamiento en la formación de los analistas. En mi opinión, un analista debería formarse de una manera abierta que le permitirá ajustar su práctica a lo que conoce y viceversa y no llevarse por delante su práctica. Hay que tener en cuenta que Lacan murió en 1981, hace 26 años, y el lacanismo cambió mucho a consecuencia de su ausencia y también a consecuencia de la relectura y los efectos de la práctica. Eso llevó a otro tipo de discusiones dentro del campo freudiano, y la gente de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, y la discusión la llevamos al campo epistémico, es decir al campo del saber. La confrontación con las ciencias cognitivas las llevamos en el campo clínico. Otro tema en discusión es el que llaman “nuevos síntomas”, que suelen ser manifestaciones diferentes de cosas muy conocidas. Por ejemplo el ataque de pánico está descrito por Freud como ataque de angustia en 1890. La hiperactividad fue descripta en 1890, aproximadamente. No hay nuevos síntomas, sino que se hacen populares síntomas que eran escasos en otra época. También hay que tener en cuenta que cuando una persona tiene un malestar lo llama como puede, influenciada por el manejo que la prensa hace de los términos.
En los encuentros tenemos en cuenta que el psicoanálisis tiene más de 100 años, un tiempo muy breve. En ese lapso hubo una serie de cambios, y como bien lo plantea Lacan, la propia discusión del psicoanálisis va cambiando el síntoma.
-¿Cómo es en Francia el movimiento milleriano?
-En todo el mundo pasa que hay gente que lo quiere a Miller y gente que no. Es una persona que se impone, que tiene ideas claras y no acepta otras acciones sobre eso. Después tiene la suerte o desgracia –dependiendo desde dónde se lo mire- que Lacan dijo antes de morir que Miller fue el único que había aprendido algo junto a él y que los demás no habían aprendido nada. Le dejó la misión de hacer todos los Seminarios, lo que condujo a varias peleas. Nadie puede decir que no puede leer a Lacan porque Miller no lo publica. Es un personaje muy polémico, tanto aquí como en Francia también.
-¿Cómo imagina una nueva generación de psicoanalistas?
-Supongo que va a haber un psicoanalista enlazado a la demanda social. El modelo del psicoanalista clásico, al igual que el modelo médico clásico, es posible que esté más ligado a la cuestión social. Primero porque no hay gente que esté dispuesta a realizar una formación como era en mi época. Hay que crear una cultura que permita a alguien que quiera ser investigador, insertarse en algún lugar. Pero también hay cientos de personas interesadas en el psicoanálisis que no están dispuestos a pasar toda la vida estudiando, encontrarles un terreno y no que queden expulsados del psicoanálisis u olvidados a terapias chanta. Creo que ya existe un tipo de psicoanálisis, con pacientes que ya no vienen con una idea de instalarse en el psicoanálisis como se decía antes. Que en realidad era al revés porque Lacan inventó lo del fin del análisis para ver cómo se sacaba a la gente de encima porque la gente se instalaba como una parte de su vida y lo seguía siempre. El tema es que el analista ya no tiene que tener una idea sobre el psicoanálisis fija, sino una relación dialéctica con lo que ocurre, y tiene que inventar un tipo de respuesta para una generación de futuros analistas que no va a funcionar igual que los antiguos. Tanto aquí como en Italia, España y Francia estamos haciendo un centro denominado CPCT (Centro Psicoanalítico de Consulta y Tratamiento), cuya función es hacer una pasantía específicamente psicoanalítica, y no inspirada en el psicoanálisis. Estos Centros van a ser para crear un grupo de analistas más ligados a la práctica.
-¿Qué rol ocupan las ciencias cognitivas?
-La ciencia cognitiva es producto del Massachusetts Institute of Technology, lugar donde además hay producciones científicas de las neurociencias y lingüística postchomskiana, entre otras. Todo ello me parece un campo estimulante de investigación. Ahora, eso no autoriza ninguna práctica, y ahí es donde surge el malentendido respecto de las terapias cognitivas. A diferencia del psicoanálisis que surgió en un consultorio como una necesidad práctica, eso es una investigación y no una terapia. Después que muchas personas en nombre de eso hayan levantado el antiguo conductismo. Hay un malentendido que es que las cosas no se terminan de inventar y ya se tienen que estar vendiendo. Hay inventos, y en caso contrario, será medicado. Todos los manuales de la TCC dicen que si el tratamiento no funciona se recurrirá a medicación. Se vende packaging, no son cosas nuevas. Desde siempre los psicoanalistas han colaborado con los psiquiatras. Cuando se discute si medicar o no, en realidad se discute por el problema del mercado de la salud mental. Me parece que la discusión científica se disfraza con cuestiones que tienen que ver con la circulación de pacientes y la oferta/demanda. Las terapias cognitivas-conductuales (TCC) que se proponen resucitar al conductismo en nombre de unas ciencias cognitivas que no exploran, no estarían frente al psicoanálisis sin las políticas sanitarias que las promueven. No estamos frente a una discusión clínica, sino ante la manipulación a gran escala de los temores y las esperanzas de unos ciudadanos teleorientados por una trivialidad angustiada que los norteamericanos, con ese gusto por los títulos catástrofes, bautizaron Panic-Attack.
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