Nanina fue publicada en el año 1968. Con 23 años, Germán García, su autor, empezó a integrar la nómina de narradores de una nueva generación de la literatura argentina. Hoy la novela acaba de ser reeditada por el Fondo de Cultura Económica en la Serie del Recienvenido, dirigida y prologada por Ricardo Piglia.
En tanto novela de iniciación, Nanina no narra una historia edificante sino un tramo preciso de las contingencias de una vida. Relata la educación de un adolescente que convierte en viaje su deseo de escapar de la trama familiar y social en que ha vivido hasta entonces. El joven, que se hace a sí mismo en ese transcurrir, se encontrará con la desolación de la gran ciudad. La literatura se convierte en el anclaje a una nueva vida.
- Usted declaró sobre Nanina que aprendió a escribirla mientras la escribía. ¿Cuál era la finalidad de ese aprendizaje?
- Es difícil recordar el tejido de deseos contradictorios, de temores y de ambiciones que se mueven en la redacción de un libro. Es seguro que los amigos, también aspirantes a escritores, sean en gran parte el motor necesario para continuar. Discusiones, lecturas, rivalidades, etcétera. Por otra parte yo había escrito poesía desde la pubertad y había escrito cuentos. Fue la lectura de Henry Miller, principalmente, y la del Ferdydurke de Gombrowicz los que orientaron mi decisión. Quería ser escritor cómico, irónico, y así encontrar lo que nadie diría en lugar mío.
- A partir de los autores nombrados ¿quiénes incidieron en su modo de narrar?
- He nombrado dos influencias fundamentales, existen muchas más que están registradas en el libro que con cuidado pueden detectarse. Hay media página narrada con títulos de libros encadenados que son homenajes en clave. En fin, le debía una vela a cada santo y la verdad es que yo decidía quién entraba en el santuario. Nunca creí en la originalidad pero no me conformaba tampoco con el plagio. Mediante una repetición original quería convertirme en un escritor de la beat generation, lector de Kerouac, de Ginsberg y varios otros.
- Ricardo Piglia ubica a Nanina en una tradición que incluye a El juguete rabioso, de Arlt; Juvenilia, de Miguel Cané; Cuadernos de infancia, de Norah Lange y La traición de Rita Hayworth, de Puig. ¿Se reconoce en esa serie de autores?
- Si yo lo entiendo bien, la lectura de Piglia se refiere a una trama involuntaria que se configura de manera retroactiva. Siempre me gustó un cuento de Roberto Arlt llamado Ester primavera, en particular el ademán lírico de su comienzo al cual cierta lírica de Nanina le debe algo, como también se lo debe a Pavese. Piglia, que tiene un vasto conocimiento de la literatura argentina, sitúa a mi libro entre las novelas de iniciación. Y usted sabe, por la tesis de Oliveto, que se discute si esa categoría es aplicable a nuestra literatura. Yo, por supuesto, estoy de acuerdo con Piglia, dado que el término original Bildungsroman es suficientemente amplio y ambiguo como para incluir estos libros.
- A propósito, la tesis de Oliveto sobre Nanina toma como claves los conceptos de saber, crecimiento y sexualidad. ¿La iniciación sexual y la intelectual son experiencias conjuntas?
- Oliveto descubrió una aporía: la nostalgia entre la infancia perdida y la angustia frente a la vejez y la muerte. Y muestra de manera convincente que esa aporía es uno de los motores "existenciales" de la narración. Lo demás está bien argumentado y me gusta. Creo que es una tesis muy sostenible.
- Usted ha afirmado reiteradamente que Freud describió la pubertad con los términos del romanticismo alemán, el Sturm und drang, ¿Piensa que el psicoanálisis tiene una respuesta para a ese momento de la vida?
- Si hablar de novela de iniciación tiene algún sentido es porque en cada uno está en juego una singularidad y no hay una respuesta determinada. Que el psicoanálisis quiera tipificar una edad de la vida es algo que ha sido barrido por Lacan al subrayar como clave la retroacción temporal en el transcurrir de una vida. Esto no implica negar los hallazgos que un psicoanalista pueda encontrar en una producción artística sobre la adolescencia. Por eso he subrayado que Freud habla del Sturm und Drang y no de adolescencia. No olvidemos que es un movimiento literario que abarca una cantidad de obras cuyos héroes son en su mayoría adolescentes.
- En cuanto a la recepción del libro. De fines de los años 60 a hoy el contexto cultural ha cambiado. ¿Qué piensa de ese momento?
- Podría decir que Buenos Aires era una fiesta. La importancia de nuestras editoriales se verifica en el hecho de que García Márquez publicara Cien años de soledad en esta ciudad. Los movimientos culturales en gran parte de los 60 eran extraordinariamente variados y abiertos a la innovación. No podemos olvidar que se publica Rayuela y que estaba en apogeo el llamado boom de la literatura latinoamericana. Habría mucho que hablar…
- ¿Qué espera usted ahora?
- Un renacer de nuestros movimientos culturales, cosa que parecen prometer los narradores (Félix Bruzzone, Oliverio Coelho, Juan Terranova y tantos otros). Y por supuesto quisiera que Nanina tuviese suerte en este movimiento. Si alguien recuerda que Borges decía que un libro es clásico cuando se lee después de 50 años, a Nanina le faltan seis años para entrar en esa categoría.
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