A.C.- Así como hay diversos estudios sobre la moda, hechos desde la
semiología y la etnología, ¿existen estudios sobre la moda hechos desde el punto de vista psicoanalftico, o al menos trabajos que pongan en relación la moda y el psicoanálisis?
G.L.G.- Contra lo que podría suponerse, no existen estudios realizados desde el psicoanálisis, en lo referente a la moda. En cambio, en los estudios sobre la moda siempre parece existir algo de psicoanálisis (como ocurre, por ejemplo, en el libro de J.C.Flügel, Psicología del vestido). Se podría haber esperado más, pero en este campo, como ocurre en el del arte, las incursiones son siempre ampliaciones genéricas, reducciones más o menos ingeniosas.
Quizás la dificultad estribe en la materia misma, en tanto la moda se relaciona con una fascinación de la que es difícil que alguien pueda excluirse.
A. C.- Pero habrá, supongo, una manera de interpretar esa fascinación desde el punto de vista del psicoandlisis ...
G.L.G.- Decía Balzac que el que no ve en la moda más que la moda es tonto. ¿Pero cómo ver otra cosa? Creo que existe la posibilidad de trabajar el tema de la moda desde el psicoanálisis paniendo del darse a ver como explicación de aquello que se sustrae a la mirada. Por una parte, se oculta algo, pero a la vez se muestra otra cosa. El pudor -decía Freud- no explica nada. puesto que es el pudor lo que habría que explicar.
A.C.-¿ Y el psicoanálisis lo explica?
G.L.G.- El pudor convierte al cuerpo en un mensaje, en algo que se propone a la mirada, y en algo que se sustrae a la misma. Si lo que se llama pornografía puede molestar es porque al exhibir la carne deja sin recursos al cuerpo. Sabes que, desde el libro fundamental de Schilder, Imagen y apariencia del cuerpo humano, se ha investigado el cuerpo como aquella imagen que el sujeto constituye en una doble relación: es una imagen para sí, y una imagen para el otro. La belleza, por poner un ejemplo, está suspendida de una mirada entre el cuerpo y el espejo. Esa mirada puede ser negada, se la puede obedecer, pero es imposible disolverla. El cristiano es mirado por Dios, lo que se dio en llamar punks son mirados por alguien escandalizado, pero llegada la hora de escandalizar a la mirada punk surge el "nuevo romántico", etc.
A.C.- Pero el problema de la moda, creo yo, no puede reducirse a una pura cuestión de "voyeurs" y "exhibicionistas" …
G.L.G.- No, indudablemente no se puede reducir la moda al problema de la mirada. Pero la perspectiva analítica va muy lejos en este terreno y tiene algo particular que decir sobre el asunto. La "pulsión escópica", el deseo de mirar, se dirige primero al cuerpo propio. Es la historia de Narciso, de la que Freud hizo una metáfora de esta fascinación. Luego, se dirige de un cuerpo a otro, para retornar bajo el deseo de ser mirado. Es decir, que mirar y ser mirado son dos movimientos de un mismo deseo. La posición del sujeto cambia, pero el deseo sigue siendo el mismo. Comerse con los ojos el cuerpo del otro, ser comido por la mirada de otro.
Ofrecerse como alimento de un deseo extraño, ambiguo. Si primero hablamos de lo que se muestra y de lo que se oculta, inmediatamente podemos decir que ese juego, dentro de un mismo cuerpo, se convierte, cuando son varios los cuerpos que entran en juego, en el problema de lo que se mira y lo que se va a ver.
En una perspectiva antropológica, Kroeber mostró que las variaciones de la moda pueden ordenarse sobre dos ejes: uno vertical y otro horizontal. Lo que se cubre y lo que se descubre, se ordena en el eje vertical, la variación horizontal es la que corresponde a las formas. Cuando se cubre una parte, se hace aparecer otra; cuando se subraya una parte -muslos, caderas, lo que sea- hay otra que pasa a un segundo plano. Es imposible imaginar una moda donde todo estuviera desnudo -el desnudo es el esperpento del deseo-; pero tampoco puede haber una moda que lo cubra por entero todo -supondría un olvido del deseo-.
A.C.- La función de la moda sería, pues, la de cubrir o descubrir a medias el pudor.
G.L.G.- La función del vestido es producir bordes, cortes, discontinuidades sobre la superficie de la carne, y de esta manera incorporar esa carne al enigma que es el deseo del otro. Es sabido que esto puede llegar hasta el sacrificio, proponer mutilaciones diversas, etc. Pero si la carne puede llegar hasta la mutilación, para ofrecerse a la mirada del otro, es porque el cuerpo se sostiene en esa mirada.
A.C.- ¿Crees tú que existe un "discurso de la moda"? Y, si lo hay, ¿Qué aportaciones pudo hacer a él Roland Barthes, que es con quien dicha expresión aparece siempre ligada?
G.L.G.- Roland Barthes en su Sistema de la moda, propuso analizar ésta como un sistema de signos, partiendo del discurso sobre la moda que producen las revistas especializadas. Los resultados, brillantes en apariencia, se mueven en un círculo. El discurso de la moda propone la manera de introducir un cuerpo en cierta relación con el mundo: qué ponerse de noche para una fiesta, etc. Pero la tiranía de la moda supone una entrega del cuerpo a la mirada de otro -encarnado éste en ciertos patrones sociales- y la angustia que puede surgir cuando es imposible transformar la carne en un signo que sea leído de manera adecuada (según los ideales de la persona, según la imagen de sí mismo que quieren dar a sostener por el otro). De manera que, el "sistema" tiene un punto de inconsistencia, un aspecto que no puede sistematizarse: de ahí el asunto de la "creación" del modisto. Habría, así, algunos que saben de señuelos, algunos especialistas en presentar cuerpos como signos capaces de capturar el deseo de otro, de saciar su mirada, de colocar la carne en perspectiva de esplendor, para crear cuerpos fascinantes y deseables.
A.G.- La relación de la moda con el erotismo sería, pues, no sólo una consecuencia más o menos aleatoria, sino un rasgo fundamental de la concepción misma de la moda.
G.L.G.- Sin duda. La relación entre belleza, erotismo y moda es bastante evidente. Menos evidente es su relación con la muerte y sin embargo esta relación de la moda con la muerte aparece de manera escandalosa en acontecimientos históricos como los que se engloban en torno a esa coyuntura denominada "Revolución Francesa". Anny Latour, por ejemplo, en su libro Los magos de la moda cuenta cosas verdaderamente interesantes al respecto. Por ejemplo, cuando el precio de las subsistencias provoca en 1794 revueltas entre las masas hambrientas.
Rose Benin lanza el "tocado hermana gris" que parodia la pobreza ambiente, en forma de objeto ostentoso. Cuando Necker Foulon es destituido del ministerio de finanzas y luego ahorcado, aparecen unas cintas rojas llamadas "Sangre de Foulon", y los ejemplos de este tipo son incontables. Lo cierto es que la crueldad, la violencia y la muerte se encuentran asociadas de una extraña manera con la moda.
¿Cómo explicar esto? Para mí es indudable que la belleza es lo que tiende un velo sobre el horror de la muerte. Y que, si el cuerpo en tanto que carne, evoca ese horror, el cuerpo en tanto que aquello que se da a ver, aquello que se mira, cubre con la belleza el horror mismo.
En psicoanálisis, no obstante, estamos ya acostumbrados a ver aparecer como "retorno de lo reprimido" aquello mismo que la represión quisiera evitar.
Y si es verdad que la moda se relaciona con esta exclusión de la muerte, es mediante un retorno oblicuo como ésta puede manifestarse con suma crueldad en momentos en los que la muerte se conviene en un acontecimiento socialmente reglado.
Los moralistas hablan en tales casos de "decadencia de las costumbres", de "perdición moral”, en esos momentos de guerra en que la retaguardia de las ciudades suele entregarse a placeres orgiásticos para conjurar la muerte que acontece en el frente.
A.C.-O sea que la relación de la moda con el horror y la muerte, que apenas nadie llega a visualizar al contemplar las creaciones de la moda, es mucho más fundamental de lo que parece.
G.L.G.- Sí, es indudable que existe una relación entre la mirada y la muerte. ya que, si bien el que muere no ve, los que permanecen vivos lo siguen aún viendo. Es conmovedor, en este sentido, ver que existen personas que se privan de cosas en la vida para pagar un seguro que les permita maquillar el cadáver, ponerlo en "buena posición”, darle, en definitiva, unos lujos de los que de vivo carece. En fin, sería interesante estudiar la moda en ese registro. Después de todo, los cadáveres también se visten, y también para ellos existen modas.
A.C.- Volvamos, para terminar, a lo propiamente psicoanalítico: ¿Cómo expresarían Freud y Lacan las relaciones existentes entre todos esos términos que has venido tocando: sexualidad, deseo, cuerpo, mirada, . . , y moda?
G.L.G.- Sí, intentaré ser algo más preciso: Jacques Lacan dice que lo que Freud descubrió es que la sexualidad falta allí donde se supone que debería estar (en los genitales), y que por eso se la encuentra en cualquier lado. Para designar eso, Freud inventó el término libido (que, por supuesto, ya existía). Libido, que no es tanto un flujo, una energía como un órgano: algo suplementario al cuerpo, algo que se incorpora, desde el otro, a la regulación de nuestro propio deseo. Este órgano, sin embargo, no tiene carne (no es ninguno de los órganos de nuestro cuerpo), aunque, paradójicamente determina el funcionamiento erótico de todos los órganos del cuerpo. ¿Qué regula la moda? Los desplazamientos de ese órgano a-real. La imagen se peina, los ojos se maquillan, el cuerpo se ribetea y corta en diversas partes, los movimientos se inventan, etc. Y todo esto se da a ver, como diciendo: "allí donde algo no puede ser, eso mismo llega a tu ser, y puedes verlo''.
Así, la moda se incorpora al prestigio de lo prohibido y amenaza al pudor para inventarlo de nuevo. La moda no prohíbe. Obliga, coacciona. Y, en la historia, existen siempre los escandalizados por el mandato de la moda y los angustiados por no poder cumplir dicho mandato. Parafraseando la definición que Jacques Lacan da del amor, podríamos decir que en la moda "se da lo que no se tiene a alguien que no lo es".
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