No se trata de tener ciertos problemas, tampoco de responder algunas preguntas. Mucho menos de conocerse, con la especularidad que implica el reflexivo. Y, pase lo que pase, se trata del deseo de análisis. La pregunta es dónde comienza, como se mantiene y en qué momento se convierte en un goce que no pide otra cosa que su existencia.
Sin deseo de análisis, aunque alguien visite con regularidad a quien lo recibe según las reglas del dispositivo analítico, el asunto se convierte en inanalizable. Quiero decir, no basta el sufrimiento y/o el alivio que circula, cuando falta ese deseo de otra cosa que no es demanda de “resolver problemas” –aunque se presente de esa manera– sino esa inquietud de sí que dice algo de la pregunta encarnada en cada singularidad.
Gianni Tognoni, especializado en políticas sanitarias dice algunas cosas de interés: 1. La medicina es como una rama de la economía. Y los médicos sólo quieren ganar más. 2. Los laboratorios lanzan cada vez nuevas versiones de los mismos remedios. 3. El plan oficial argentino Remediar es una trampa para el sistema de Salud Pública. 4. La sobremedicación no está controlada: “El tratamiento de la demencia senil en ancianos. Los medicamentos que hay no ayudan en nada y no terminan con la enfermedad, sólo de vez en cuando los despiertan un poco. La contrapartida es un aumento enorme de ventas. Los trastornos sexuales son otro gran mercado. Por ejemplo, muchos jóvenes toman Viagra en la primera cita: es una locura y, sobre todo, porque no les hace nada. Muchos médicos recetan también una droga similar a las mujeres cuando se quejan de no haber tenido sexo al menos dos veces en los últimos tres meses. Eso no es serio. Hace poco escuché algo sobre una nueva enfermedad: ‘el síndrome de las piernas inquietas’. Si uno de vez en cuando mueve las piernas por nervios, puede tomar un nuevo remedio que actúa como placebo. Es como si fuera un chiste, pero es increíble la cantidad de enfermedades que se inventan para ganar más dinero”. (Diario Perfil 29/10/06).
Gianni Tognoni, doctor en filosofía y medicina, es también un referente internacional en farmacología y epidemiología y dirige el Instituto Mario Neri Sud en Roma. Bastan estos datos para confiar en que sabe lo que dice. El mercado de la salud inventa enfermedades, los mismos medicamentos cambian de nombre y de presentación y vuelven a circular, los laboratorios premian a los médicos que más recetan con invitaciones a congresos, etcétera.
¿Qué tiene que ver esto con el psicoanálisis? Se genera una posición donde cada uno es asistido para resolver un problema del que sería el receptor pasivo.
Cualquiera que haya practicado el psicoanálisis sabe que debe sacar a quién lo consulta de esta posición: es lo que Jacques Lacan llamó en su momento “rectificación subjetiva”. Lejos de encontrar una solución para el problema planteado en estos términos, primero habrá que confrontar al sujeto con el problema que dice tener.
Esa medicina descripta por Gianni Tognoni también alimenta la cortina de humo de la crítica al psicoanálisis. Cada semana alguna publicación explica al consumidor cómo debe ser un psicoanalista: como por arte de magia, siempre se trata de algo que de seguirlo en la práctica volvería imposible el análisis. No tiene que haber malentendido alguno, el consumidor debe saber de antemano los pasos a seguir, no aceptar lo que no entienda que es para su bien, etcétera. Es que la economía de la medicina no quiere que le distraigan la clientela.
El análisis de cualquiera tiene como condición que exista un deseo de analizarse, algo que difiere del pedido de solución de un problema. Ese deseo puede leerse entre las palabras de un pedido, pero no se trata del pedido mismo. “Quiero entenderme con mi pareja”, dice el que busca ayuda para separarse. “Yo me castigo”, interpreta quién se dedica a castigar al partenaire con sus quejas.
Dicho lo anterior, es analizable cualquiera que lo desee y tenga la suerte de encontrarse con otro que sepa que el inconsciente responde cuando el que pregunta ya está adentro.
No todos los que sufren quieren analizarse, pero cualquiera que se analiza sufre de alguna cosa.
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