“Lacan puede decir que él tenía un deseo de analista, prueba del deseo del analista es su propagación. Podemos decir que el deseo del analista es lo que se propaga, o mejor dicho, lo que hace que se propague el psicoanálisis. Es algo más que una declaración de principios: yo deseo el psicoanálisis.”
Germán García, Fundamentos de la clínica analítica.
Conocí personalmente a Germán García en 1991, en el norte del país, donde ciertas vicisitudes me habían llevado. Ese primer gesto de saludar estrechando la mano, cordial, alegremente a los primeros en llegar a su conferencia, me sorprendió, seguramente porque imaginaba mayor distancia de alguien tan renombrado. Meses después inauguraríamos con algunos colegas, a instancias suyas, la Biblioteca Freudiana de Salta, en lo que sería mi primera experiencia institucional. Aunque creía lógica mi entrada en lo institucional en ese momento, puesto que el entorno hospitalario circulaba por allí, posteriormente leí esa incursión a través de la figura determinante de Germán. Sus Cursos, ya sistematizados trimestralmente en el NOA en aquel momento, eran el motor de una curiosidad en mí cada vez más insistente, que se transformaría en deseo, orientado en su estilo y su enseñanza.
En el Curso que impartió en Tucumán entre 1985/6, Fundamentos de la clínica analítica, afirma: “Lacan dice que el silencio en psicoanálisis no es callarse la boca, sino decidir no responder cuando se puede responder. No es lo mismo que callarse la boca, porque uno podría callarse la boca simplemente porque sí. Una decisión de no responder es el silencio y lo que un psicoanalista debe saber es fundamentar su decisión de no responder a tal o cual cosa.” En consonancia, el autor de El arte de callar, Abate Dinouart, -tantas veces aludido por Germán-, diferencia varios tipos de silencio, -sólo mencionaré los que considero pertinentes para inducir la reflexión en los analistas-:
- el prudente, cuando se sabe callar oportunamente, según el momento y los lugares en que nos encontremos en sociedad;
- el complaciente, aplicado a agradar sin contradecir, de modo que las miradas, los gestos, todo supla la falta de palabras para aplaudir a quien se quiere adular;
- el burlón, reserva maliciosa y afectada, para gozar de un placer secreto;
- el aprobatorio, que consiente lo que ve y oye;
- el de desprecio, que no se digna responder a quien nos habla, mirando con frialdad y orgullo;
- el de humor, animado según las pasiones que lo dominan;
- el político, que jamás se abre del todo, que sin traicionar los dichos de la verdad, no siempre responde claramente, para no dejarse descubrir.
Continúa Germán en el Curso aludido: “Lacan dice: “El analista dice la regla analítica en forma de consigna” (...) Es un oráculo porque está diciendo: 1) a ud. se le ocurren cosas. 2) muchas de las cosas que se le ocurren le dan vergüenza, otras le parecen estúpidas. Lo que está diciendo es “Ud. está dividido”, “su relación con el lenguaje no es buena, de ser buena no estaría aquí”, “ud. no soporta lo mismo que se le ocurre y quiere que lo soporte otro”. Ahí comienza la ética analítica, el sujeto tuvo que buscar a otro que soporte el peso del lenguaje sobre él.”
El análisis iniciado con él duraría diez años, y experimentaría allí sobre todo lo que implica la concepción lacaniana de la centrifugación de la palabra: de qué manera una frase puede ser suficiente para resumir una posición subjetiva y de ese modo, ser la cita que inicie y ponga fin a una sesión. Así entiendo lo que expone: “Un psicoanálisis no es las ideas que tiene un analista de lo que es un análisis, sino lo que alguien es capaz de trabajar en un análisis. Porque un análisis lleva la marca del analizante más que la de un analista.” Pero si el analista es Germán García, éso le aporta el elemento diferencial. Cierra esta primera clase diciendo: “El que enseña está en lugar de analizante, lo cual no quiere decir que varios en silencio sean un analista.” De este modo sintético,claro, contundente, siempre con la nota de humor que lo caracterizaba, las ideas y conceptos por él transmitidos motivaron que más de una vez le dijera a una amiga muchos años después que estar en una clase suya era otro modo de experimentar la sesión: fuera de ella, pero siempre apuntando a cada uno, era su particular modo de leer la audiencia. La concepción lacaniana del análisis como “paranoia dirigida” se hizo evidente: no había escapatoria, siempre te encerraba, tocaba lo más íntimo, en esa torsión éxtima que tan bien sabía modular en su transmisión, siempre te encontrabas aludido. Era un mazazo en la cabeza: o despertabas...o huías dejando el lugar vacante.
George Steiner en Lecciones de los maestros (siempre estamos en las referencias de Germán), dice: “La enseñanza es ostensible. Muestra. Esta “ostentación” que tanto intrigaba a Wittgenstein, está inserta en la etimología: el latín dicere, “mostrar” y, sólo posteriormente, “mostrar diciendo”; el inglés medio token y techen con sus connotaciones implícitas de “lo que muestra” (…) En alemán, deuten, que significa “señalar”, es inseparable de bedeuten, “significar””. Si de mostrar diciendo se trata, Germán era ejemplar en ésto: sus clases eran una continua demostración de lo que significa operar con los conceptos, sus cierres de clase mostraban en acto el uso de la banda de Moebius en el comienzo y fin de la misma, ya sea retomando algún concepto, con algún comentario clínico o respondiendo a una pregunta, mostrando el uso de la idea lacaniana el que pregunta ya tiene la respuesta: leyendo de una manera implacable la posición subjetiva del que preguntaba. “Evidentemente, -continúa Steiner-, las artes y los actos de enseñanza son, en el sentido propio de este término tan denostado, dialécticos. El Maestro aprende del discípulo y es modificado por esa interrelación en lo que se convierte, idealmente, en un proceso de intercambio. La donación se torna recíproca, como sucede en los laberintos del amor. (…) Y de inmediato llegamos a uno de nuestros grandes temas: el de la oralidad. Antes de la escritura, en la historia de la escritura y como desafío a ella, la palabra hablada era parte integrante del acto de enseñanza. El Maestro habla al discípulo. Desde Platón a Wittgenstein, el ideal de la verdad viva es un ideal de oralidad, de alocución y respuesta cara a cara.(…) Maestros primigenios, en muchas ocasiones itinerantes, como Anaxágoras, Anaximandro...(…) Yendo de ciudad en ciudad, impartiendo sus lecciones en casas privadas y espacios públicos.” Germán así lo hizo, ya que su inquietud por difundir el psicoanálisis lacaniano lo llevó a lo largo de los años de Buenos Aires a Barcelona, París y luego de regreso a la Argentina, a recorrer la mayoría de las provincias, fundando instituciones, propagando el psicoanálisis por doquier, en un entusiasmo incansable, provocando, luchando siempre con la desidia, el letargo y el aburrimiento.
“Creo que es inherente a la enseñanza efectiva, como lo es al discipulazgo realizado, un ejercicio de amor o de ese odio que es la sombra del amor”, continúa Steiner. “En la antigua Atenas, este ejercicio fue abiertamente cultivado y filosóficamente avalado. También en Sócrates, suprema encarnación de lo erótico y la abstinencia. Una vez más, esa dualidad forma parte de su “rareza”. Lo más raro de todo son los métodos pedagógicos de Sócrates, sobre los cuales nos informa Platón. Han sido objeto de asombro o de escarnio, de especulación filosófica y política desde Aristófanes. (…) Pretende provocar en el que responde un proceso de incertidumbre, una indagación que ahonda hasta convertirse en autoindagación. (…) Para Sócrates, la verdadera enseñanza se lleva a cabo mediante el ejemplo. (…) Una elucidación moral socrática es un acto de “señalar hacia”. [Una vez más, la virtud indicativa aludida por Lacan y ejemplificada en las intervenciones de Germán] Como todas las cosas están relacionadas, -continúa Steiner-, puede volver a captar (el alma) los componentes del conocimiento mediante contigüidad y asociación (qué cerca está Sócrates de Freud en algunos momentos). Descubrimiento equivale a recuperación, la “recuperación por uno mismo del conocimiento latente dentro de uno mismo”.
En el Curso anual de 2017 “El muro del lenguaje y la transferencia” Germán García tomó como eje el Seminario 8: La transferencia, donde Lacan recorre minuciosamente el Banquete de Platón. Uno de los libros que recomendó fue “¿Por qué Diótima es una mujer?”, de David Halperin, profesor de Literatura en Massachusetts y especialista en estudios de género. Allí el autor analiza el papel de Diótima en el discurso socrático, preguntándose acerca del estatuto de la voz de una mujer que habla a través de Sócrates. ¿Por qué una voz femenina en un debate de hombres acerca del amor?
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