Germán García - Archivo Virtual / Centro Descartes, Buenos Aires

Las epifanías de Jacoby

# (julio 2008). Las epifanías de Jacoby. En Mural (exposición de Roberto Jacoby en Appetite).

1968, el culo te abrocho; el título de la muestra trae al presente una burla de la época escolar donde un juego de palabras deja pasar entre líneas tanto el desafío como la provocación erótica que configuraban la actividad cultural de aquella época que retorna en la yuxtaposiciones de documentos y textos actuales que funcionan como epifanías, creando correspondencias cuyo sentido está abierto a la lectura.

Pero ahora el desafío y la provocación está dirigido hacia el año 1968, interpelado cuarenta años después: “Sentir, sentir, sentir, sentir y si el sentido se ha ido no queda más que sentir, sentir, sentir...”.

Con la palabra epifanía me refiero al texto actual que resplandece sobre las huellas de lo acontecido en el Buenos Aires de 1968 en el ámbito de la vanguardia cultural, que tuvo a Roberto Jacoby como uno de sus más lúcidos integrantes. La tensión entre aquel momento y el actual, entre aquellos documentos y estas epifanías, se ofrece a la mirada y las resonancias creadas por el montaje. De un lado la urgencia tipográfica de aquel momento militante, del otro la tipografía actual que reposa con diferentes colores sobre la anterior. Los textos iluminan la distancia con equívoca ironía. Por ejemplo, sobre un comunicado distribuido en mayo de 1968 con motivo de la destrucción, realizada por la policía, de las obras de “Experiencia 68”, leemos: “Su ave sube pero no sabe que el vuelo es leve. Que si lo rozas se deshace como nieve. Como la rosa que se deshoja cuando llueve”.

Las fotografías, los colores y la imágenes, al estar en un montaje de palabras, nunca tendrán la autonomía de los sonidos de la música ni de las imágenes de la abstracción. Por eso tienen algo de jeroglífico.

El leitmotiv de la sílaba “ve” (como puede ser visto y leído) se declina en aliteraciones que por su recurrencia se convierten en marcas de ese tiempo que se esfuma y retorna en la evocación de la política, el erotismo y el amor. Por ejemplo: “Su voz, silencio”/”Ve desnudo como un signo”/”Su ave...suave...suave...su ave”.

Manifiestos avalados por listas de nombres que remiten a la política de la amistad, fotografías donde Roberto Jacoby aparece junto a otros jóvenes, un libro de Oscar Masotta y una epifanía actual que dice: “Imágenes paganas se desnudan en sueños”.

Ve...desnudo como un signo. Pero entre los signos hay esos tres puntos que L. F. Celine propuso como el secreto de la eficacia de su estilo; los mismos tres puntos que para Lacan eran la marca tipográfica de un silencio elocuente, el de la sustracción del objeto a (causa del deseo) al campo de la percepción. Porque miramos algo, eso nos mira sin dejarse ver. En este caso esos tres puntos que nos miran devorar, como dulce fruta de estación, los signos desnudos que documentan una historia: “Ayer soñé que soñaba y que nadie me miraba soñar”. Fuerza, hermanos de fabril.

Las epifanías de Jacoby, como las de Joyce, iluminan con su resplandor las escansiones de un deseo singular que en tanto se muestra puede despertar otros deseo, que realizarán otro recorrido singular. Cuando todo lo sólido se esfuma, ese deseo le dice al héroe asesinado “habla para que pueda verte”. Pero la imagen está presente. Entonces, ¿a quién se dirige esa exhortación?. Al héroe soñado en la infancia, al héroe que estuvo por realizarse y que fue consumido por el fuego de la historia en la que su imagen permanece, como Joyce arrojó al fuego los manuscritos de su Stephen Hero para que de sus cenizas surgiera el artista adolescente. Una noticia de 1968 sobre artistas “pop” que tiran sus obras a la calle, soporta la epifanía actual: “Haces del fuego un lugar habitable”. Es que la actividad artística, que no tiene nada de heroica, sabe (como el niño que temía a la oscuridad) que hay más luz cuando alguien habla: “El artista es un ser sublime aunque desolado pero nuestro destino es aún más penoso”, leemos en otra epifanía de Jacoby.

...concluyo con la incógnita de los tres puntos porque lo nuevo surge siempre de un deseo antiguo y se presta a las más significaciones más diversas. Al igual que el sueño, según Freud, ese deseo es como las sombras de la Odisea que despiertan a la vida cuando beben un poco de sangre. Uno y múltiple, ese es el arte: del que no dije nada...

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