Germán García - Archivo Virtual / Centro Descartes, Buenos Aires

EOL, a 20 años de su fundación

# (2008). EOL, a 20 años de su fundación. Dossier. En Lacaniana N°13, Buenos Aires.

¿Y nosotros? ¿Qué haremos a partir de ahora, cada uno de nosotros? Diré,  en primera persona, que algunos experimentamos en los últimos meses el desamparo y la discordia original. Eso que aparece cuando el "castrum" construido por las identificaciones desaparece en el aire. Porque la Escuela ya fue soñada, temida y esperada ... (Teatro Nacional Cervantes, 1992). 

Escuela.

I. Durante décadas la “escuela” fue soñada. Despertamos en 1974 para responder a Oscar Masotta. Hicimos la de entonces llamada “Escuela Freudiana de Bs. As”. Masotta le llamó "parodia, también “instituto”. Era la prisa, la ascensión a los extremos de antagonismos que aumentaban desde 1955, con la alternancia de gobiernos civiles y militares. La escuela antigua -era el sueño- que retomara la consigna de Freud: “Mis laicos no existen todavía”. Atravesar la norma universitaria que monopolizaba la “habilitación” y ponía a los normópatas en la dirección del psicoanálisis. Según sabíamos por nuestro Lacan “pirateado”, entre los griegos no había norma. ¿Era verdad que hacía falta la “normalidad” del discurso universitario para producir la condición del discurso histérico? La política mostró otra cosa. El análisis, su práctica, estaba resguardado por los médicos; los psicólogos eran sus clientes. ¿Se convertirán en analistas? Masotta confiaba en que eso ocurriría a través de la enseñanza de J. Lacan, sostenida entre nosotros por la lectura rigurosa de Freud, el conocimiento de la historia institucional del psicoanálisis y el análisis de cada uno. Y esto organizado desde la lectura de Lacan. Fracasamos como pudimos, no de la mejor manera. Masotta murió, nos escindimos, algunos nos dispersamos.  

Para mí, después de unos años en Barcelona y con otro análisis en curso, había que empezar de nuevo. Fue así que volví en 1985, después de haber estado en el Tercer Encuentro del Campo Freudiano realizado en Buenos Aires en 1984 y haber trabajado en España en relación a Jacques-Alain Miller y Eric Laurent desde que nos encontramos en 1980.

Lo que esperaba era para mí temible -habían pasado demasiadas cosas-. El psicoanálisis era algo complicado y trivial, algo que despertaba cierta alegría y por lo mismo mostraba el fondo de miseria personal y social que habíamos atravesado. La presencia activa de Jacques-Alain Miller orientaba, nunca mejor dicho, los pasos a seguir.

Hacer y esperar desde el lugar de cada uno lo que se deseaba. Y se deseaba y  desea muchas cosas diferentes. Eso era lo esperado, aunque ya no es lo que se espera. 

2. En sincronía con lo que ocurre en otros lugares el horizonte de expectativas de la EOL no difiere del que se instaura en nombre de Jacques Lacan en otras latitudes. Eso hace que resulte más cómodo refugiarse en algo que llamé repetición y deferencia que no es repetición y diferencia -como ocurre con esa repetición original que es la traducción. 

Si queremos recurrir a Max Weber, al menos por un párrafo, podemos decir que  la burocracia entre nosotros anula el riesgo de la política. La consecuencia es que lo que antaño era una elucidación circula en presente como una consigna. El “vocabulario lacaniano” se convierte en un fenómeno mediático pero su práctica suele sumergirse en la dulce ensoñación de lugares comunes que circulan -es algo- sin despertar a nadie (es el límite). 

3. El desamparo y la discordia alegoriza para mí lo que entiendo del sujeto. El desamparo y la discordia constituye a quienes encontré para encontré para orientarme en la vida: para nombrar los recurro a Freud Lacan y me atrevo a decir también Jacques-Alain Miller. Después, entre los amigos de los que aprendí está Ricardo Zelarayán, Oscar Masotta, y muchos otros.

En cuanto a la EOL, creo que las discordias se han organizado al costado de la escuela como tal, en las actividades nombradas con un término que simula la existencia de especialidades. La burocracia convierte a la discordia en un abanico de especialidades (cada una de ellas ampara a los que tienen “sensibilidades” parecidas, es decir identificaciones compartidas). Es una manera de organizar. La Escuela tiene muchos usos y diversas identificaciones para los que aspiran a sostenerse  en esa “profesión delirante” que se llama psicoanálisis. Jacques-Alain Miller, en una ponencia sutil y divertida en el Centro Descartes, enumeró una serie de rasgos que vale la pena leer en la actualidad (véase Más uno ... ). 

4. Si uno ha despertado es porque el sueño fracasa, porque el guardián del dormir  tiene un límite. ¡Ni los griegos pueden ahora soñar con los griegos! Ya no sueño "'escuelas", ya no espero nada de "escuelas". Dentro de lo que puedo cuido la EOL, su realidad política me parece fundamental para que la enseñanza de Jacques Lacan atraviese nuestro tiempo. Recuerdo que en la década del ochenta, un congreso al que llegamos atravesando la campiña y escuchando tangos en un confortable automóvil que no recuerdo quién manejaba, me encontré con Jacques-Alain Miller en un bar donde tomaba un café. Llovía, de manera repentina, con una intensidad notable. No recuerdo a cuento de qué Miller dijo, con una jovial seguridad, que el psicoanálisis había pasado del siglo XIX al XX y que nosotros -entendí que los de Jacques Lacan- lo llevaríamos al siglo XXI. Y aquí estamos, con más de ochenta años por delante. Me alegra lo que encontramos y lo que hasta ahora se logró: La AMP, la EOL y el Campo freudiano. 

No es un sueño, es así. 

5. El recorrido que hace cada uno, como el testimonio del pase, supone la trama  de la Escuela y la sensibilidad particular que se pone en juego. Cada uno encuentra su manera de habitar el “castrum”, según supo arreglar sus cuentas con la castración. 

En cuanto al “estilo”, es una palabra que sobrevive por sus precisiones. Me  gusta la definición de Jakobson: el estilo es la decepción de una espera. Ni a cada uno, ni a la Escuela le conviene ser demasiado previsible. 


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