Sexo y traición en Roberto Arlt e Introducción a la lectura de Jacques Lacan, reeditados 40 años después, buscan nuevos lectores.
Eterna Cadencia Editora reedita dos libros de Oscar Masotta: Sexo y traición en Roberto Arlt (1965) e Introducción a la lectura de Jacques Lacan (1970); dos intervenciones en la cultura de Buenos Aires que, por sus consecuencias, pueden ser leídas ahora como acontecimientos. En lo que hace a Roberto Arlt, se despide de lo que había empezado con algunos de sus compañeros de la revista Contorno. En cuanto a Jacques Lacan, difunde el material del curso realizado por Oscar Masotta en 1969 en el Instituto Di Tella. No olvidemos que en ese ámbito se provocó una renovación cultural que transformó el teatro, las artes plásticas y diversas disciplinas que comenzaban a difundirse en aquel momento. Oscar Masotta (1930/1979) intervenía sin dejar de lado el ámbito específico que estaba en juego (universidad, revista cultural, perfomance artística, publicación académica): en esta versatilidad reside su persistente actualidad.
En el caso de Jacques Lacan lo dice de manera explícita en el libro que presentamos: “La extrañeza de algunos términos no es una virtud de su grado de sofisticación, sino de nuestra ignorancia del campo de conceptos de donde toman valor de empleo”. Para superar esa ignorancia dirigió colecciones de libros para diferentes editoriales (Proteo, Nueva Visión, Gedisa) en consonancia con otras dirigidas por Eliseo Verón y José Sazbón, para nombrar las más importantes. En el mismo sentido y en otra constelación recopila los trabajos sobre happenings con Roberto Jacoby y publica un artículo de Oscar Steimberg en su libro sobre la historieta.
En el libro sobre Roberto Arlt encontramos esa intervención en el campo de la crítica literaria producida por una operación que Masotta realiza de manera deliberada: se deja traspasar por el Saint-Genet de Sartre al punto de declarar que su libro “ya estaba escrito”; pero lo que logra es una chispa que ilumina tanto al autor como al objeto de su lectura, en una práctica política que no declama la acción que realiza.
“Seis intentos frustrados de escribir sobre Roberto Arlt”, que componen el apéndice del libro, muestra ese devenir de Masotta al dejarse transfigurar por la lectura, al mostrarse como un lector nómade, que deambula por el texto; como el agrimensor de Kafka frente al castillo incalculable. Pero, cuando se lee el libro, se entiende, que Masotta realiza sus cálculos (el prólogo de Luis Gusmán, al describir el contexto, los muestra).
Los que, como en el caso de Juan José Sebreli, rescatan al Masotta de los años 50 (que aún no había publicado ningún libro) no logran entender lo que ocurre con este horizonte nuevo que se instala en nuestra cultura y que Masotta supo interpretar y transmitir con una amplitud notable.
Introducción a la lectura de Jacques Lacan muestra un Masotta diferente; alguien difícil de ser reconocido por alguno de sus antiguos amigos: desde sus referencias bibliográficas hasta su vocabulario han cambiado. Fuera de la Universidad, como tantos otros a partir de 1966, en una adyacencia del Instituto Di Tella, su intervención será otra: los grupos de estudio de psicoanálisis. Lo que allí se elabora es algo éxtimo (neologismo que dice que lo íntimo está afuera de cada uno), algo inquietante: “Todo aquí es diferencia (...) un libro escrito en el español del Río de la Plata y que no intercambia casi ni una palabra en común con otros libros sobre el tema escritos en el mismo español, un texto que repite y transforma el texto de una autor europeo ...”
Esta política del texto es el producto de una intervención pública donde lo que se publica ha medido sus fuerzas. Si bien Masotta se había referido a Lacan diez años antes, en una extensa nota de un artículo publicado en 1959, ahora se trataba de introducirlo entre los intelectuales y –a través de ellos- en el campo específico de la práctica analítica.
Si se compara esto con el destino de Lacan en los Estados Unidos, donde parece confinado en los departamentos de literatura, la política de Masotta tuvo un éxito que sorprende a propios y extraños. Así lo testimonia Jacques-Alain Miller cuando declara: “Este mundo que viniendo de París, habríamos descubierto en Caracas en 1980 no somos nosotros, de París, quienes lo hemos creado. Es la obra de un asombroso argentino, Oscar Masotta, gracias a quien la enseñanza de Lacan conoció una difusión que se extendió a todo el mundo hispánico, durante los años 60, sin que Lacan interviniera más que haciendo de Masotta un miembro de la Escuela Freudiana de París”.
El diseño y la cuidad edición de Eterna Cadencia facilitará que estas dos excelentes intervenciones de Oscar Masotta, al acontecer en un contexto diferente, encuentren nuevos lectores que experimenten la alegría de inventar de nuevo lo que floreció entonces y que, a pesar de las profecías negativas, está lejos de marchitarse. Me refiero, por supuesto, al psicoanálisis de Jacques Lacan.
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