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La palabra en psicoanálisis

 

Voy a desarrollar brevemente dos puntos.

I La palabra en Freud y los lingüistas de Freud.

II La palabra en Lacan y el aforismo lacaniano “no hay metalenguaje”.

Freud es quien introduce un método que permite innovar en el uso de la palabra, cuya “originalidad, dice Lacan, reside en los medios de los que se priva”.
Desde Estudios sobre la histeria, pasando por el Witz hasta la Metapsicología no hay, en Freud, una sola página donde no aparezca alguna cuestión sobre el lenguaje. Fue Ana O quien en 1981, llamo a lo que Freud años después iba a denominar psicoanálisis, “cura por la palabra”.
En “La concepción de las afasias” escribe Freud, “La palabra es pues, una representación compleja, (…) un complicado proceso asociativo, (…).” Apartir de allí el lenguaje aparecerá en todas partes, aunque nunca desarrollará una teoría sobre el lenguaje.
El descubrimiento freudiano muestra que a través de lo que se dice, a través de “la palabra”, el inconsciente puede ser reconocido, no hay inconsciente sin lenguaje y palabra.
En “Televisión”, Lacan dice: “Solo hay inconsciente para el hablante y es en el campo del lenguaje que Freud descubrió el inconsciente a través de la lingüística”.
Para sostener su teoría, Freud recurre a “sus lingüistas” como los llama Michel Arrivé, quien es entre otros, un lingüista que se pregunta: ¿Qué es la lengua si el psicoanálisis existe? Arrivé desarrolla ampliamente el tema.
Destaca la polisemia del término símbolo en Freud, para quien en primer lugar el símbolo es ambivalente y esta ambivalencia lo lleva a hacerlo significar dos contenidos opuestos; por otro lado, es la “suspensión de sentido” lo que presupone esta ambivalencia.
El simbolismo onírico se articula con el problema del lenguaje y es la lengua la que es fundadora en lo que concierne al simbolismo.
Freud tiene dos dificultades, escribe Arrivé:

  • por un lado, el simbolismo es en esencia sexual, la lengua no lo es de manera tan general.
  • por otro, los símbolos son ambivalentes y la ambivalencia, es también una propiedad de las palabras de la lengua, pero en ella es una excepción.


Las dos dificultades, provienen de la lengua y Freud las resuelve consultando a dos lingüistas: Hans Sperber y Carl Abel.
¿Quienes son Sperber y Abel? Dos lingüistas no muy reconocidos y ocupados, como muchos en esa época, por los orígenes del lenguaje. Sperber, “por su lado no goza de la reputación de ingenuo y de marginal que se le atribuye a Abel, quizás de manera parcialmente inmerecida”, escribe Arrivé.
El texto de Sperber al que recurre Freud es “Sobre la influencia de los factores sexuales en la formación y evolución del lenguaje” donde Sperber intenta demostrar que es en el ejercicio de la sexualidad donde se reconoce la raíz esencial del lenguaje.
Podemos decir con Arrivé, que Freud encuentra en la teoría de Sperber la “piedra angular de su reflexión sobre el lenguaje y el simbolismo”

En “Introducción al psicoanálisis”, Freud presenta a la “lengua fundamental” de Schreber como el lugar común a todos los hechos simbólicos. Esta “lengua fundamental” (Grundsprache), al igual que el inconsciente es insensible a la contradicción, confiere el mismo representante a dos proposiciones contradictorias.

Y es a partir de los eufemismos schreberianos: “recompensa por castigo”, “veneno por alimento”, “impío por santo”… etc. Que Freud establece la relación entre la “lengua fundamental” y un lenguaje originario, fuente común de las lenguas y el simbolismo.

Arrivé dice que estos eufemismos no son más que antífrasis, Lacan ya había señalado este especto antifrásico de los eufemismos de la “lengua fundamental” schreberiana; la retórica a su vez los destaca, algunos lingüistas los llaman “cabeza de Jano”, palabras que tienen sentidos opuestos, cosa que se explica por el empleo antifrásico eufemizante de uno de los dos sentidos.

En la “Interpretación de los sueños”, Freud escribe: “(…) puede figurar un elemento cualquiera mediante su opuesto en el orden del deseo, por lo cual de un elemento que admita contrario no se sabe a primera vista si en los pensamientos oníricos esta incluido de manera positiva o negativa.”

A través de Schreber, Freud pasa de Sperber a Abel.

En 1910 escribe el articulo “Sobre el sentido antitético de las palabras primitivas” se basa para ello en un trabajo de Carl Abel. Sin duda las descripciones que hace Abel de la homonimia y de la sinonimia en egipcio, evocan las descripciones del sueño que hace Freud. Como dice Arrivé:”…los ejemplos dados por Abel se inscriben por si solos en el marco de la reflexión freudiana”.

Benveniste en “Problemas de lingüística general” critica fuertemente a Freud y por ende a Abel, considera que la existencia de lenguas primitivas es ilusoria, y que tanto en las lenguas antiguas como en las modernas, no es suficiente, como hace Abel, juntar todo lo que se parece para concluir que escapan al sentido de la contradicción, que una misma expresión afecte a dos nociones contrarias.

Pero a Freud, solo le interesan los ejemplos, y no la falta de precauciones filológicas de Abel, solo le importa la confusión fónica entre los términos.

Arrivé escribe: “… Abel olvida y Freud olvida sobre Abel, pero la homofonía no deja de ser un dato constante sobre el lenguaje y puede conferir al mismo significante dos significados opuestos. Es precisamente lo que Benveniste, no quiere abordar”, solo hace una alusión “al mito y a la poesía” donde reconoce una similitud con el sueño y con el modo de estructuración del lenguaje en el mismo, esa suspensión del sentido a la que alude Freud.

En algún otro ejemplo, Benveniste ubica en las “condiciones de la cultura” ese doble sentido de las palabras.

Aquí la replica la encontramos en Jean-Claude Milner: “… el problema no es otro, escribe, que el lugar del concepto de “sentido”. ¿Una unidad lingüística pura, preservada de toda relación con cualquier referente que sea? ¿O el conjunto de “actitudes” tomadas con respecto a los objetos designados…?”. “Es posible hacer valer en toda locución una dimensión de no identidad, esto es el equivoco y todo lo que se le relaciona, homofonía, homosemia, holografía, todo lo que soporta el doble sentido y el decir en medias palabras”

Toda locución, trabajada por el equivoco es al mismo tiempo, ella misma y otra.

Para Milner, ese es el verdadero alcance del texto sobre los sentidos opuestos en las palabras primitivas de Freud. Escribe: “…se comprueba que el propio Freud por más que estuviera impulsado a no reconocer otro Uno que el uno físico, había encontrado otra cosa.”

Para Lacan, lo que Freud buscaba, era desligar el significante del significado.

II

Siguiendo a Jacques-Alain Miller leemos que Lacan nunca dijo que el campo del lenguaje estuviera agotado en la función de la palabra y que la conexión entre psicoanálisis, lenguaje y palabra siguió siempre siendo problemática para Lacan; que el equívoco recorre toda su enseñanza ya que en 1953 en Función y Campo… y en 1972, casi veinte años después en L’Etourdit, destaca la falta de equívoco en el lenguaje animal en el lugar donde se localiza, en el animal, el uso de símbolos.

Así como se sigue el hilo del equivoco a través del tiempo, existe una ruptura en la idea de comunicación, en 1953, el lenguaje animal es negado como tal, es solo un sistema de señales, en 1972 acepta la noción de lenguaje animal y no define más al lenguaje esencialmente por la comunicación.

Propone una definición renovada del lenguaje, no como medio de comunicación sino como aparato de goce.

En Función y Campo… habla de la “resonancia de las palabras”, las palabras evocan, permiten escuchar lo que no se dice. En la resonancia, la función del lenguaje no es informar, sino evocar.

Así, la palabra histérica, es un querer decir distinto de lo dicho, la palabra obsesiva es una adecuación del querer decir con lo dicho, la palabra psicótica se plantea como amo del sentido, especialmente en la paranoia y la palabra perversa se burla del sentido.

En 1958, la palabra se inscribe en un circuito de preguntas y respuestas. Pero, hace falta algo diferente, dice Miller, cuando no se trata de pregunta –respuesta, sino de una relación con el goce.

En su primer época, Lacan habla de palabra, lenguaje y letra, dice Miller, en los años setenta habla de apalabra, lalengua y lituraterre.

Cito a Lacan en el seminario Aun: “… el lenguaje sirve a la comunicación, la comunicación implica la referencia, lalengua sirve a otras cosas que a la comunicación” “… es una finalidad de goce…”.

Al hablar de lalengua, ya no se trata del sentido, sino del goce.

En cuanto la apalabra, no remite a la comunicación ni al dialogo, en ella hay autismo.

El blabla (charla vana), dice Miller, es una forma degradada de la palabra, es la palabra vacía, pero está en el registro de la palabra, hay una dirección al otro.

En tanto que, la apalabra, es en lo que se convierte la palabra cuando esta dominada por la pulsión y no asegura comunicación si no goce. El “inconsciente estructurado como un lenguaje” implica la verdad que habla, mientras que en el contexto de lalengua y de la apalabra, es el goce que habla.

En L’Etourdit dice Lacan:”… el inconsciente por estar estructurado como un lenguaje, esto es lalengua que habita, esta sujeto al equivoco con que cada una se distingue. Una lengua entre otras, no es otra cosa sino la integral de los equívocos que de su historia persisten en ella.”

Bien, volvamos a tomar la palabra de Michel Arrivé: “… no hay nada mas desagradable, escribe, para un lingüista que el aforismo lacaniano ‘no hay metalenguaje’.”

Arrivé desdobla el término en: metalenguaje, metalengua y metadiscurso, y se pregunta ¿Cuál es el tipo de metalenguaje del que es objeto la negación lacaniana? Luego de un largo e interesante análisis, vuelve a preguntarse si no es de lalengua de la cual no hay metalenguaje.

En un momento de su análisis, Arrivé cita el texto de Miller “U no hay metalenguaje”, preguntándose si ese lenguaje-objeto del cual habla Miller, no es otra cosa que lalengua.

En el texto Miller dice: “La lengua U es diádica,…en ella se enlazan…lenguaje-objeto y metalenguaje, uso y mención. No es estratificada… pero está enrollada a la Moebius, la lengua única no deja de citarse. Es autónoma (auto-reflexiva, auto-referente), es inconsistente.” Más adelante continua: “…La lengua última es entonces, el lugar de la verdad (el Otro) de los lenguajes. Pero a ese lugar ningún otro lo sobrepasa (no hay Otro del Otro, no hay metalenguaje) La verdad en U no tiene refugio. Errante, corre, muerde, insensata.” Y termina diciendo: “Imagino esto: la regla freudiana no tiene más función que introducir al sujeto en la dimensión U. Un análisis no es sino, una travesía de la lengua única”

Ahora bien, en el texto “U no hay metalenguaje” publicado en Matemas II, hay una nota de 1975, el texto en francés de Arrivé es de 1987, en la cual Miller se pregunta: “¿Por qué publicar estas líneas antiguas? Y se responde: “…por lo que hacen presentir de lalengua, sin duda.”

La respuesta a la pregunta de Arrivé, había sido dada doce años antes.

Bibliografía

Arrivé Michel, Lingüística y psicoanálisis, Ed. Siglo XXI, México, 2001.
Milner Jean-Claude, El amor a la lengua, Ed. Nueva Imagen, México, 1980.
Miller Jaques-Alain, El lenguaje, aparato de goce, Colección Diva, Buenos Aires, Argentina 2000.
Matemas II, Ed. Manantial, Buenos Aires, Argentina, 1988
Benveniste Emil, Problemas de lingüística general I, Ed. Siglo XXI, México, 1971.

 

 

 
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