Dios y el goce de la mujer
Por Graciela Musachi
Mi título es el título que le puso Miller al cap. 6 del seminario 20 cuya hermosa tapa no tenemos el gusto de gozar en castellano, la tenemos que gozar en francés. Esta tapa alude exactamente al hallazgo de Lacan en el capítulo 6, es Santa Teresa de Bernini. En este capítulo hay una de las pocas confesiones de Lacan, dice que desde hace 20 años no hace otra cosa que estudiar en la filosofía el tema del amor, que en el psicoanálisis de lo único que se habla es de amor, que Dios es el tercero en las cuestiones del amor y que en el amor a Dios hay un goce del cuerpo. Es decir, que el cristianismo terminó inventando un Dios que goza. Creo que hoy a lo largo de toda la tarde se podía deducir eso, en la blasfemia, en las vírgenes, en las confesiones se trata de un goce de Dios. Ese goce del cuerpo que implica a Dios es goce que, esa es la tesis de Lacan en este capítulo, es un goce que está más allá del falo, del goce del uno. Y justamente, entonces, para poder poner en escena algo de ese goce es que recurre al goce de las místicas, en la particularidad de que ellas dicen que no saben nada de éso sino solamente dicen que lo experimentan. Es decir, que pone en juego algo (la mística) que parece por completo extraño al psicoanálisis, en el corazón del psicoanálisis. En el goce más enigmático pone a la mística.
Freud se ocupó bastante del asunto que él llama el mystiche elemente. A tal punto se ocupó de eso sin que nos diéramos cuenta que un gran, gran buen lector de Freud, como fue Norman O Brown (s. 15 clase 14), en un libro que se llama El cuerpo de amor, elogiado por Lacan, da la siguiente conclusión, dice “el psicoanálisis es el heredero de la tradición mística que él, el psicoanálisis, debe afirmar”. Es extraordinario, Lacan dice, gran lector Brown y Brown dice: “el psicoanálisis es el heredero de la tradición mística que él, el psicoanálisis, debe afirmar”. Hay que leer ese libro para... En fin, yo estoy haciendo una investigación con todo este asunto pero simplemente quería puntualizar eso. Sin embargo Freud era inequívoco respecto del misticismo y desde su mismo comienzo cuando habla justamente del amor de transferencia. Su histérica le tira los brazos al cuello al salir de la captura hipnótica y Freud no se inmuta, “No es mí a quien abraza, dice, sino que es el humano gusto por el mystiche elemente.” Es contra este elemento tan humano que se sostiene su avanzada ilustrada reconocible enseguida en el sintagma con el que nombra esa equivocación: la falsa conexión. El psicoanálisis, dice Freud para definirlo, “Un trozo de tierra desconocida ganado a las creencias populares y al misticismo.”
En las clásicas definiciones de la mística como las del vocabulario de filosofía de Lalande la mística es una creencia en la posibilidad de una unión del sujeto con cierto principio fundamental del ser, es decir, con su objeto. E implica tanto un conocimiento que se obtiene como una experiencia que aspira a ese absoluto que se esfuerza en una purificación, una ascesis, un éxtasis. Lalande recoge así un gran movimiento de reflexión sobre el misticismo de principios del siglo XX. Exactamente a principios del siglo XX hay una gran reflexión sobre el misticismo, que se acompañó de un florecimiento excepcional de algo que se llamó la psicología de la mística. Algo más tarde estas reflexiones se encuentran con la seductora ola orientalista que trata de renovarlas mediante el acercamiento al budismo e hinduismo. Es decir, que a principios del siglo XX con los grandes descubrimientos de las culturas orientales se produce un tejido entre esta reflexión sobre el misticismo occidental, alimentado con estos descubrimientos de la mística oriental.
Para comprender la posición de Freud respecto de la mística es necesario situar el contexto en que se produce esta posición misma. Algo que hace, con el talento de siempre, Paul-Laurent Assoun en un libro que se llama L’entendement freudienne. Logos et anaqué es decir La comprensión freudiana, logos y ananqué. Es un modo muy interesante de situar la relación de Freud con el misticismo. Él se refiere a la idiosincrasia germánica respecto del misticismo y da varios rasgos que son particulares de la posición germánica respecto del misticismo. Primero una inserción en el lenguaje de toda la mística, un forjamiento dice “del capital semántico propio de la lengua alemana gracias a la llamada mística renana” iniciada por Meister Eckhart en los siglos XIII y XIV y consolidada por Jakob Boheme. Es decir, que toda esa filosofía mística entra en la lengua, es decir, en el modo ordinario de hablar se aumenta el caudal de las palabras con palabras provenientes de esta filosofía que pasan a ser de uso común. Ese es uno de los rasgos. Un contenido, el otro rasgo, centrado sobre la dramatización de la relación puesta en acto, es decir, la cooperación del alma en la obra creadora de Dios en Eckhart . Participación fusional del alma en el cosmos en Boheme.
Hay dos tiempos, hay un primer tiempo de florecimiento que es el XIX y otro a comienzos del XX. A comienzos del XIX se produce un resurgimiento de este tesoro promovido por el naciente romanticismo y el desarrollo del idealismo alemán. Es en este lecho que verá la luz Freud pero para cuando esté finalizado este siglo XIX es decir, cuando el invento freudiano haga nacer a Freud por segunda vez, el movimiento de ajuste de cuentas con el idealismo alemán y el avance del cientismo, harán cambiar de signo al término mística. Es decir lo que primero aparece como un reflorecimiento positivo, luego en el momento de la invención del psicoanálisis eso cambia de signo. E incluso servirá para designar peyorativamente a la máquina hegeliana. La peor de todas como decía Schopenhauer. Por su parte Brentano, el maestro de Freud de filosofía, consideraba al misticismo como la forma última de decadencia de la racionalidad. En lo que concierne a Freud, hay lo que Assoun llama una tentación mística. Escribí una vez un artículo que se llamaba “Un secreto de Goethe” para referirme a esto. Es un episodio poco subrayado en la vida de Freud que se transmite constantemente en una red de malentendidos en la que está a punto de caer el mismo Assoun. Ustedes saben que en la autobiografía Freud dice que escuchó a un tal doctor Brhul leer el bello ensayo de Goethe sobre la naturaleza y que eso lo decidió a estudiar medicina. Es sabido que Goethe, es verdad, había sido seducido por una filosofía de la naturaleza cuyo carácter de misticismo panteísta también sedujo al parecer a Freud. El problema es que ese artículo no era de Goethe entonces hay toda una serie de malentendidos: si era de Goethe o no era de Goethe, tal dice que ... Parece ser que se ha llegado a la conclusión de que lo escribió un pastor, un tal Tobler que había traducido un himno órfico a la naturaleza y luego lo había parafraseado y desarrollado y Goethe lo había tomado y él mismo se había olvidado, digamos, si lo había escrito o no. Hay veces que dice que era de él y otras dice que no. Pero se ha llegado a la conclusión de que no era de él.
En fin el psicoanálisis nace en este malentendido como todo lo que nace humano, pero este malentendido lleva el nombre de Goethe, es decir, que el misticismo que tienta a Freud con totalizar la comprensión de la realidad en clave naturaleza, está estrechamente anudado a una exigencia positiva, que es también la de Goethe, es decir Goethe es de algún modo dos: tiene su cara mística y tiene su cara de ciencia. Y esta exigencia positiva unida a esta clave mística, esta posición de Goethe, dice Assoun, “define la posición alemana de la ilustración freudiana respecto del misticismo”. El misticismo es engaño, es irracionalidad, es obstáculo, es ocultismo, es oscurantismo. Sí, pero no grosera superstición como para la ilustración francesa sino territorio a explorar. Cruzada, en definitiva, contra el monismo en favor del dualismo . Cruzada de la diferencia. En este punto se encuentra la tesis de Assoun. Muy interesante para nosotros, en tanto él es un lector muy detallista de Freud. La metapsicología freudiana, es decir, de 1920 en adelante, podríamos decir y en especial la segunda tópica, es “la formación reactiva de la tentación mística y la propia mística es para Freud el problema que ella nombra”. Es decir, la mística es el nombre de un problema que Freud debe resolver. Vuelvo a leer la tesis. “La metapsicología freudiana es la formación reactiva de la tentación mística y la propia mística es para Freud el problema que ella nombra y del cual el psicoanálisis es el reverso”. Esto es, el inconsciente como reverso de la mística. Hemos dicho que toda esta situación de la mística y el misticismo se encuentra con una ola orientalista. Es un encuentro, hay que decir, del logos con la mística. Porque Occidente concibe a Oriente como lo impensable, lo irracional, lo que carece de todo fundamento, lo extraño y extranjero que sólo puede atisbar desde una trascendencia mística.
Las relaciones de Occidente con Oriente son muy tempranas pero quien realiza el mayor impacto, el viaje jesuita que realiza mayor impacto en Occidente es el viaje a China a comienzos justamente del siglo XVIII. Ese impacto produce consecuencias doctrinales en la teología occidental. Que no voy a nombrar ahora y que son muy interesantes. Pero en el centro, digamos, de la querella que se desata por ese encuentro, entre China fundamentalmente, entre Oriente y Occidente, en el centro de esta querella consecuencia de la dificultad de Occidente para enfrentarse con otro pensamiento, está la idea de vacío. Como categoría metafísica tanto como noción aplicable al ámbito anímico, y también la idea de vacío en el sentido físico. Porque si hay vacío eso es puro ateísmo, esa es la gran discusión.Dios no es vacío.
Esa denuncia del ateismo oriental arrastra al Occidente ilustrado y piadoso a rechazar en su mismo movimiento una tradición mística como la del quietismo del siglo XVI, por su mensaje de aquietar, aniquilar o vaciar el alma como medio para su unión con Dios. Lo que significaría un silencio de Dios. Un Dios vacío como en San Juan de la Cruz en Boheme o en Eckhart, justamente. Inaceptable para el ilustrado discurso que sospecha que ahí está el panteísmo. Es en este equívoco donde se aprecia la mencionada incomprensión hacia Oriente dado que el vacío buscado por el quietismo desemboca en la plenitud de la unión con Dios. Lo que relativiza toda interpretación que pretenda subrayar las identidades entre la unión mística cristiana y las modalidades orientales. La tradición escolástica por lo tanto defiende la doctrina de lo que se denominó desde el medioevo el horror vacui, es decir el horror al vacío. Como garantía de la existencia de una jerarquía y un orden del mundo aún cuando después de todo este período llegó a admitir la dimensión física y cosmológica del vacío pero no su dimensión metafísica y por ende anímica, es decir religiosa. El clima intelectual al finalizar este siglo XIX giraba pues alrededor del quietismo, es decir, el misticismo cristiano, el orientalismo y el debate vacuista. Freud no sólo se percibía a sí mismo como un racionalista extremo sino que su lucha ilustrada era, dijimos, contra este misterio. Aunque al confesarle a Romain Rolland, un amante del hinduismo y el misticismo oriental, la “vívida y misteriosa atracción que ningún otro ser humano le había producido” o cuando más explícitamente le obsequia a Rolland en “Un trastorno en la memoria en la Acrópolis” su nueva confesión: de que él, Rolland, es el poeta que, dice Freud, “tanto goce y tantos momentos de exaltación le habían procurado”. Comprobamos que él, Freud, representa bien el modo en que Occidente concibe a Oriente, el ya descubierto de China y el recién descubierto India: tanto fascinación por su mystiche element que hace que en cada uno de sus momentos de crisis Occidente recurra a su filosofía para salir de sus impasses como su reverso de abismo aterrador. Freud conoce los límites de su ilustración cuando afirma: “no evalúo el sentimiento oceánico lo quito del medio”, o cuando dice: “no soy un escéptico total ya que estoy seguro que hay ciertas cosas que no podemos saber por ahora”.
Bien. Pero es verdad que lo que está en juego en la relación de Freud con Oriente es aquello que hace vibrar al cuerpo. En su prevención respecto del misticismo de la India o en sus pulsiones conserva la marca de sus relaciones equívocas con el misticismo. o.
Su principio del Nirvana por ejemplo no evoca el nirvana hindú más que, podría decirse, en lo que el pensamiento occidental apenas imagina de la cosa oriental. Claro que, como dice Paul-Laurent Assoun, es justamente la singularidad de la gramática femenina, porque principio de nirvana es una palabra que impuso Bárbara Loew a Freud. Impuso es un decir, no es cierto. Freud aceptó ese nombre que provenía de una mujer y Laurent Assoun dice, es justamente la singularidad de la gramática femenina en el inconsciente la que se apoya en un imaginario de fusión que desarregla la sintaxis edípica.
Luego tenemos la lectura, digamos francesa, otra lectura francesa del tema del misticismo en el psicoanálisis que hemos nombrado muchas veces aquí en el Centro que es la de Jacques Le Brun analizando el amor puro o el puro amor, como se lo conoce también. Le Brun en un intento de situar mejor la relación del psicoanálisis con la mística y de llevar al modo de Lacan las relaciones de Freud con el misticismo a los jardines franceses. Se refiere, Le Brun, a uno de los últimos debates teológicos, el que a fines del Siglo XVII se desató alrededor de Fenelón y su concepción del amor puro que era heredero del debate que había habido antes con el quietismo que les mencioné hace un ratito. Desplazaba el eje de ese debate del quietismo y de la pasividad de la vida espiritual, la cesación de los actos, la aniquilación de las potencias del alma. Lo desplazó hacia el carácter desinteresado de tal acto, del acto del amor puro, encarnado por ese invento de Fenelón. Un acto que no espera recompensa ni aquí ni en el más allá y que se sostiene en el amor de Dios encarnado. Fue condenada esta concepción tanto por la Iglesia católica como por la protestante y Le Brun entonces formula su hipótesis, dice lo siguiente: “La idea de un amor puro totalmente desinteresado en el momento en que era rechazado del campo de la teología y de la espiritualidad no podía pura y simplemente desaparecer sino que debía ser retomada en otros campos. La literatura, en particular el Roman, la filosofía y más tarde el psicoanálisis”. Bueno, evidentemente “no podía desaparecer”, “debía”, son palabras de Le Brun, implica que esa es su tesis, nada más. Por eso él va a tratar de demostrar las transformaciones que sufre el concepto de amor puro en Kant, en Schopenhauer, en Freud y en Lacan. Porque dice, “la cuestión del amor puro es la figura moderna de la cuestión del amor, en su indiferencia de una recompensa, en su aceptación y espera de la pérdida del objeto, en la relación que establece entre tres términos, mujer, amor, muerte”. Encarnados en este siglo XVII en que habla Fenelón por las místicas cristianas. Entonces analiza distintos textos de Freud para mostrar como esta idea de amor puro de alguna manera está presente en la idea de Freud de pulsión de muerte. El acto del puro amor atraviesa los rasgos de la pulsión de muerte que Freud sitúa en la melancolía, el masoquismo, en la neurosis obsesiva. Es aquí donde Le Brun cree observar el límite de Freud al compararlo con Lacan quien hace, dice Le Brun, “de la mística misma ya no como lo hacía Freud el reverso oceánico y sospechoso de la racionalidad sino el objeto de una reflexión racional”. Y para mi gusto, aunque Le Brun cita a Assoun me parece que Le Brun es menos benévolo y riguroso con Freud que Assoun. Quien irónicamente afirma que Freud como aufklarer alemán se diferencia del francés, justamente en lo que dijimos antes. El francés rebaja su objeto al nivel de la superstición, es decir, rebaja la mística al nivel de la superstición, mientras que el aufklarer alemán, el ilustrado alemán, realiza del misticismo, dice Assoun y lo demuestra en su libro, una lectura ético-crítica y natural científica, es decir respondiendo a esa posición de la tradición alemana que se encuentra en Goethe, como les decía antes. Pero adjudicamos la posición de Le Brun a su amor propio, francés. Empero para ser justos también con Le Brun, este muestra bien en la orientación de Lacan que la cuestión particular del misticismo cristiano está ligado a las mujeres y que su unión con Dios se sostiene en los efectos experimentados en el propio cuerpo, sesgo que no encontramos en la lectura de Assoun quien al querer ser un riguroso freudiano no articula ambas cuestiones como tampoco lo hace Freud. Es decir, la relación entre el misticismo y las mujeres.
Entre el horror vacui occidental y el amor místico como plenitud Freud ubica su pulsión de muerte y el enigma micénico de la feminidad. Queda su última palabra sobre el misticismo en la que se evidencia que la puesta a punto de su interpretación de la mística ha coincidido con la formulación de la segunda tópica concibiéndola así, a la mística, como un modo de subversión transitoria de los límites de esa tópica. La frase más enigmática que ha quedado de Freud respecto de este punto dice, “la mística, oscura autopercepción del reino situado fuera del yo, del ello”. Assoun se toma tres o cuatro páginas para analizar estas dos líneas. “La oscura autopercepción del reino situado fuera del yo, del ello.” La oscura autopercepción del ello situado fuera del yo. Autopercepción del ello sería. En la que el yo, implicado en el asunto, recoge sólo el reflejo de esa suerte de autoerotismo del ello. Y dice Assoun “efecto imaginario por el cual el ello toma nota de su potencia que es también una ausencia”. Revelación actual de este desfallecimiento. Y hay que leer el hallazgo de Assoun en la frase de Freud de que “el psicoanálisis apunta al mismo punto que la mística”. Mientras que la mística es un cortocircuito el psicoanálisis es un trayecto más extenso donde eso podría situarse, esa experiencia y ese conocimiento, por supuesto Jacques Lacan tendrá algo que decir al respecto y no sólo hacernos contemplar a la Santa Teresa de Bernini que, como dice Lacan, en ella se ve bien esa experiencia de la mística y Germán siempre azuzándonos dice, “sí, sí, pero es Bernini, es un hombre”. Y ¿por qué no un hombre en posición de captar ese goce como por interpósita mística?.
Germán García : Me gustaría hacer una observación. Me pareció muy interesante la perspectiva que tomaste y yo creo que el ello freudiano es el núcleo melancólico del que yo hablaba hoy. En el sentido de que Freud en algún lado dice el ello son los antepasados. No, es como una cristalización y después cuando trata de definir, generaliza la melancolía y ya deja de hacer un cuadro para decir que el yo mismo es una especie de reservorio melancólico de objetos perdidos. O sea, el yo como una especie de cementerio de objetos perdidos. Entonces, es una operación, y quizás las claves del sistema de los dos temas sea Schopenhauer. Porque Schopenhauer es quien introduce el pensamiento oriental en Alemania, no. Es clave. El mundo como voluntad y representación es ....
Musachi: es budista, todo el desarrollo
Germán: pero me parece, realmente que abre un campo de investigación. Pero yo quería agregar solamente una cosa para que no sea malentendido la idea de la mística, no?. Si tomamos el nudo así nomás, rápidamente, ponemos imaginario, real, simbólico. Lacan dice lo imaginario consiste, no? Es la consistencia misma del cuerpo, por eso coloca el cuerpo acá. Lo real ex-siste, en este sentido Dios existe, es decir, Dios es el sentido que recubre un real que no tiene ningún sentido. Como decirlo de esa manera, Dios es un sentido que recubre un real que no tiene ningún sentido. Y lo simbólico insiste. Es insistencia. Una vez le dije esto a Tomás Simpsom, que va a venir dentro de un rato, y que te parece y me dijo, me parece que a Lacan le gustan los juegos de palabra. También hay que tenerlo en cuenta eso. Porque es parte de la pregunta que yo me hago siempre. Un colega nuestro que él dice que es científico, que una vez pasó por la puerta del Otto Krause, entonces dice que iba de científico de no sé que cosa, y abrió los escritos y al ver que eran tan científicos se pasó al psicoanálisis. Ahora yo digo este tipo es un mentiroso porque no hay cosa más incompatible con la cabeza de un científico que los escritos de Lacan y el estilo de Lacan. Una persona que hace ciencia le repugna este estilo. Entonces yo creo que hay que dar una explicación de ese estilo de Lacan, es decir que una explicación que no sea esa que me parece una truchada de decir que Lacan escribía al modo del inconsciente. Yo creo que Lacan, pienso, que toda esa cosa de resto de cosas, el romanticismo, lo que venimos nombrando . El intento de situar, digamos. Si tomamos a Kant y su intento de limitar bien, lo que es de los sentidos, lo que es de la razón, etc. Sus tres posiciones. Y lo que se le va cayendo por los agujeritos a él, como el problema con el visionario, y una serie de cosas. Yo pensaba que él era un melancólico y ahora un tipo que lo estudió sistemáticamente era un melancólico. Entendiendo que la melancolía era un mito con el cual se nombraba una pérdida del gusto por la vida. Se nombraba eso. Que tenía muchas formas. Y era un hombre muy inquieto por la locura. Iba a los psiquiátricos. Hizo toda una clasificación que después utilizó un psiquiatra, un neokantiano. La insania, la amnesia, la amnesia. Bueno hizo toda una clasificación de la locura a partir de las observaciones del loquero de su ciudad al que solía ir. El mismo problema de la melancolía y de la erótica, la dimensión erótica de goce, etc. Vuelve a aparecer, estoy siguiendo un libro de Roger Vartra, vuelve a aparecer en Max Weber, es decir Max Weber que era un puritano desenfrenado se fue a Azcona que era un lugar como sería el Bolsón en sus mejores tiempos, o sea, de experiencias eróticas, de todo tipo de cosas raras, etc, etc. Y se fue ahí, entre el rechazo y la fascinación con el cuento de salvar a unas amigas de él y las amigas lo salvaron a él. Porque él estaba casado y nunca tuvo relaciones sexuales con su mujer. Peor es Kant que ni siquiera tuvo mujer. Digo por el asunto de las mujeres que ella decía, y estos tipos que tenían estos problemas por el lado femenino eran, sin embargo, eran tipos fascinados por cosas oscuras, por el lado suprasensible, el mundo sublunar y no sé que historias raras. Fascinados medio en secreto, todo esto se sabe por cartas, por cosas, hay que leer biografías de los tipos. Después el tercero ya es más claro que es Walter Benjamín que termina suicidado, pero que tiene una tesis sobre la melancolía en su libro sobre el drama barroco alemán, tesis que yo cito algunas partes en mi libro sobre Macedonio Fernández al comienzo.
Musachi: A Freud mismo le pasó eso de una manera indirecta, es decir, sin esperar a esa declaración de goce exaltado que le producía la amistad con Rolland. En la época digamos de principio del siglo XX había un grupo de gente que tenía una posición mística, que se había recluido en una cosa que se llamaba el Monte Veritá que eran a la vez psicoanalistas. Entonces Freud estaba horrorizado, desesperado porque esa gente hablaba en nombre del psicoanálisis y vivían en comunidades, una cosa de filosofía de la naturaleza. Otto Gross, no lo organizó él pero era uno de ellos, sí. Pero había varios grupetes, uno se instaló ahí en el sanatorio ese. Pero había uno que vivía en un árbol por ejemplo. Entonces claro todo el episodio ese de Wittels por ejemplo, toda esa discusión se inscribe en este problema que tiene Freud en relación del uso que hacían del psicoanálisis ciertas filosofías de la naturaleza que eran justamente su tentación mística.
García: Ahora lo que queda por resolver, yo voy a averiguar, es si Bernini tenía una captación del goce de la mujer como cualquier hijo de vecino o si tenía alguna visión de ese otro goce. La verdad que no sé nada de la historia de Bernini. Mi argumento no es mío es de una feminista, de Luce Irigaray que dice, El doctor Lacan habla del goce de las mujeres pero dice que ellas no lo saben, entonces dice si ellas no lo saben cómo es que lo sabe el doctor Lacan. Lo sabe porque él conoció unas cuantas mujeres, el doctor Schreber, que gozaba como una mujer, Bernini que hacía cuadros de mujeres, y él mismo Lacan que escribía sobre ellas. Esos son los ejemplos y San Juan de la Cruz. Todos los ejemplos de goce de las mujeres que hay son varones.
Musachi: Y, ¿cómo sabemos que Bernini, etc., eran hombres? ¿Cómo lo sabe Luce?
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