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El goce en la blasfemia (*)

por Germán Schwindt

Dos elementos heterogéneos son aludidos en este título, uno algo que requiere de un enunciado, otro a una satisfacción paradojal.

Considerar la blasfemia, este enunciado, conlleva un contexto que remite a algo de la religiosidad, inicialmente.

Religiosidad, dado que hace a la cuestión que tengamos en cuenta que, no queda subsumido al terreno de las instituciones de tal o cual religión; sino en tanto religiosidad discursiva, a la que se encuentra en la neurosis obsesiva, también, a la neurosis histérica y en la psicosis.

Una precisión en esto encontré al leer en el volumen de los relatos del Segundo Encuentro Internacional del Campo Freudiano en 1986, en el que Germán García y otros presentaran a cerca de un sesgo del tema bajo el título “(NO) Sobre la blasfemia ”, del cual me son útiles al argumento algunas de sus lecturas y referencias – que desplazaré-, en particular Benveniste y Bataille, más a mención de lo que señalabamos recién cito: “ la blasfemia que se impone en la obsesión, la que se invoca en la histeria, la que se revela en la psicosis, no se articula de la misma manera “.

Prefiero utilizar aquí, el sustantivo religiosidad a el adjetivo religioso, porque el primero contiene una impronta de cumplimiento, esmero, escrúpulo que creo atañe mejor a lo que se impone, también en tanto es una de las variaciones como religiens contrario a negligens. Ahora por otra parte conviene tomar nota que también es intento de religar, atar.

Francois Regnault en el capítulo IV de “Dios es inconciente”, indica en torno al tema un debate Freud – Lacan. Por una parte siguiendo el eje dado por “El malestar en la cultura”, “El porvenir de una ilusión” y “Moisés y la religión monoteísta”, ubica a Freud del lado de un ateísmo científico y un judaísmo teórico, en donde se deslinda de la cuestión de la existencia de dios; la que aduce ser tomada por Lacan en tanto ex – sistencia, es decir en esta separación no por el lado del ser, de una ontología de dios.

En el “Porvenir de una ilusión”, algo no queda en ese punto del debate, sino en un punto en común de lo compartido por ambos sobre la religión, como neurosis obsesiva - más no solo esta-: “Si por una parte ofrece limitaciones obsesivas como sólo las conlleva la neurosis obsesiva individual, por la otra contiene un sistema de ilusiones de deseo con desmentida de la realidad efectiva, tal como únicamente hallamos, aislada, en una amentia, en una confusión alucinatoria beatífica. “

En otro modo, la contestación que realiza Eugenio Trías a Enrique Acuña en el diálogo publicado en Anamorfosis número 5 bajo el título “Del exorcista ilustrado” creo refiere a esto con otro marco: “No consumado el proceso de secularización de lo religioso, ahora se impone la tarea de cumplir el programa ilustrado de secularización de lo racional. Tengo un paquete de impresiones: el mundo secular, más o menos racionalista recoge la herencia de las formas religiosas… De ciertas formas, lo que Freud es testigo – y lo dice – es como el se va encontrando en todo el inventario de las enfermedades del alma, con todas las características de lo religioso: el ritual en el obsesivo, por lo tanto también la ceremonia de la obsesividad, el relato, el mito inervando el cuerpo en la histeria; la construcción del metarelato en la paranoia, como constructo teológico, con sus discusiones de ortodoxia-heterodoxia o el duelo y la melancolía”.

En este punto la secularización de lo religioso ¿sería una especie de pasaje de desplazamiento de la religiosidad, de qué a qué?. Secularización que lleva a Trias a hablar de límite, frontera y hermenéutica. Es de destacar, que en otro extremo, informa que tras la consigna de “el Espíritu sopla donde quiere” a partir de Joaquín di Fiore en el siglo XII, el terreno de la interpretación de las escrituras –señala- dió lugar a la expansión inaugural justamente de las formas interpretativas heréticas.

En la introducción que Antonio Campillo realiza a el texto de Georges Bataille “Lo que entiendo por soberanía”, también ubicado como el tercer libro de “La parte maldita”, señala que para Bataille el proceso de modernización incluye el de la secularización de la religión, iniciándose –para este – en la reforma protestante, con la separación de lo profano de la racionalidad económico política y el orden sagrado de la religión, llevando a un discurrir en que: “la religión se retira del ámbito exterior, público, visible y se recluye en la interioridad subjetiva e invisible … el cristianismo puritano sigue vigente tras la ascética propia de la racionalidad moderna”, solo hasta aquí seguimos a Bataille.

Estas menciones a dos diversos modos de considerar el proceso de secularización nos presentan a partir de una referencia extraanalítica, el corrimiento a la que no es ajena la época de Freud y más aquí la nuestra; los efectos de que el espíritu sopla donde quiere también lo encontramos en el seminario X.

Pero para esto tenemos que deslindar – articular, la voz y la blasfemia, lo que causa de lo invocante. Si recordamos que la posición de la obsesión con respecto al deseo, es que este se mantenga como deseo imposible; no siendo homogéneas en este punto las psicosis.

Dado que toda clasificación contiene una estructural arbitrariedad, resulta interesante que cuando la filosofía realiza una de ellas con respecto al mal, diga que aquellos que pueden englobarse como los que tienen una posición satisfactoria con el mismo se los denomina algofílicos, no por la etimología en cuestión de las algias, sino por las resonancias que podemos promover en lo no reconocido del algo, del cual sería partener en este caso el obsesivo, pero ¿por qué?.

Es posible de contestar con lo que en la clase del curso anual del 18 de agosto de 2005, publicada en la revista Conceptual número 6, con el título Cartografía de la repetición –clínica de la repetición, trasfondo religioso y lazos parentales- Germán García refiere a la repetición en el seminario X, y a la noción de background en Searle; en tanto por un lado la repetición no es articulación, la necesidad de la repetición blasfematoria del obsesivo, logra por esta colocar en su búsqueda sexual, un elemento impuesto –“Cristo es un dios” –, entre el y el objeto. Otra vía para considerar la religiosidad neurótica viene por la ubicación de la omnipotencia, realizada como omnividencia, en tanto presencia del objeto como mirada; esto contesta a la pregunta por el movimiento que se realiza dentro del proceso de secularización.

Hacia el terreno de las psicosis, Jacques-Alain Miller en el artículo “Jacques Lacan y la voz” publicado en la revista Quarto número 54, Bélgica 1994 y posteriormente en la serie Testimonios y conferencias de la Colección Orientación Lacaniana, señala un correlato entre el objeto mirada y el objeto voz a la altura del seminario XI, de lo cual nos interesa destacar lo que sigue:

-El objeto a como objeto voz no pertenece al registro de lo sonoro – las modalidades de la entonación solo se pueden referir en tanto tal función de la voz, como áfona-.

-La exterioridad en relación al sujeto –característica compartida con el delirio de vigilancia y el automatismo mental -.

-Como instancia tercera entre la función de la palabra y el campo del lenguaje.

-Siendo significante no participa del efecto de significación, como resto, no es efecto de la cadena sino que la produce – tanto sonora, escrita o visual -. –Queda ubicado del lado de la enunciación.

-Porta una carga de goce no integrable a la cadena.

-Es lo que no puede decirse.

-No utilizamos la voz ella habita el lenguaje.

A la pregunta que presentan en “(NO) Sobre la blasfemia” que dice: “ Pero ¿qué es una función fundamental de la blasfemia? (En el lugar donde el objeto indecible es rechazado en lo real, se deja oir una palabra…) – Escritos página 517 - . Fórmula que sitúa a la blasfemia como aquello que se deja oir cuando el objeto queda sin inscripción simbólica (psicosis) o cuando llega al límite de la consistencia imaginaria de la dialéctica yo-otro en la neurosis”; sería posible de contestar por este sesgo, que la blasfemia en tanto enunciado, en tanto cadena vendría a hacer callar la voz, pero que por otra parte es un modo en que la neurosis, da una articulación al objeto como vacío.

Benveniste en “Problemas de lingüística general I” en el capítulo “Los verbos delocutivos” caracteriza la eufemia –reverso, retorno de la blasfemia – como “invitar a pronunciar palabras de buen agüero”, pero también como la formulación ritual de “invitar al silencio”. En tanto que en “Problemas de lingüística genera II” en el capítulo “Blasfemia y Eufemia”, destaca diversas relaciones entre estas, una como fuerzas opuestas que cuya acción conjunta produce el reniego. Otras, locuciones blasfémicas, como interdicción del nombre de dios, como reemplazo del nombre de dios por su ultraje, donde no se trata tanto de decir alguna cosa como de pronunciar un nombre; lo que a su vez le da el estatuto de pura articulación vocal, que para el lingüista se explica como una reintroducción de lo sagrado maldito en lo sagrado divino o en otras palabras de profanar lo sagrado, más veremos que no se reduce a esto

Señala Benveniste que la recurrencia al nombre de dios como llamado e interdicción se encuentra en estas locuciones –esto así mismo ha dado la posibilidad que se extienda el campo de la blasfemia a todo aquello que ponga en tensión los preceptos de la docrina religiosa en tanto en ella habría algo del dios-, omnipresencia que se encuentra de modo ejemplar en el juramento a modo de sacramentum, como circunstancia solemne.

Me permito una digresión en este punto, por el cruce que se da en un ejemplo de blasfemia en otra lengua, la que han utilizado los Alemanes del volga en los últimos 200 años – un dialecto del alemán del siglo XVIII, en una comunidad de profunda religiosidad ancestral - el ejemplo está en una figura habitual de reniego y que no falla en producir exclamaciones diversas de otros generalmente desaprobatorias…conjuratorias?, al ser pronunciado por alguien y es justamente la palabra: sacrament.

Por la vía de la eufemia aparece cito: “la eufemia no refrena la blasfemia, la corrige en su expresión de palabra y la desarma como juramento…conserva el marco de locución e introduce tres cambios: sustitución del nombre de dios, mutilación el vocablo del nombre o creación de un sin sentido; donde la blasfemia subsiste enmascarada”. Algunos recordarán este otro ejemplo que viene aquí, como anillo al dedo: “santas macanas… batman!!!”.

Ahora bien si esto muestra algo de llamar a silencio, de una cadena de juramento, de ultraje, exclamación o muletilla; creo no llega a explicar la producción en términos de los enunciados blasfematorios que se imponen en la obsesión.

Aquí retomando el artículo “(NO) Sobre la blasfemia” por el lado ya del sin sentido: “la blasfemia es un acto de enunciación cuyo enunciado es insensato…Ex – sistencia, represión del goce fálico, la religión como ideal de la neurosis – de la neurosis ideal, que es la obsesiva – la obcesión cede de diversas maneras. Entre lo real de la muerte, el goce simbólico de la palabra y lo imaginario del cuerpo (RSI), puede situarse el amor. El amor divino, mediación simbólica entre lo real de la muerte y lo imaginario del cuerpo (RSI). El amor cortés, mediación imaginaria entre lo real de la muerte y el goce simbólico de la palabra (RIS). El amor cristiano, mediación de lo real de la muerte entre lo simbólico y lo imaginario (IRS) – aquí entonces se llama masoquismo- . Si la teología es sustituir el término Deseo por el término Fin, el amor cristiano convierte el deseo en relación del cuerpo con la muerte. No se trata, entonces de la teodicea de Schereber sino del ejercicio de las virtudes de una teología ascética (la que puede compararse con la neurosis obsesiva, de la misma manera que la teología mística es histérica en búsqueda de perfección). Si la ex – sistencia es goce fálico y represión de ese goce en Nombre de dios, la blasfemia apunta al Otro goce”.

En términos de palabra que se escapa cuando “el Espíritu quiere soplar”, como en el “Samen” del Hombre de las ratas o el “Dios – porquería” del Hombre de los lobos, donde se desplaza lo deyecto, también lo oblativo, como resto escindible o como escribió Freud en este caso: “la ternura corporal hacia dios en la forma de su degradación”.

En la frontera: voz áfona para la psicosis, voz como referencia vacía del objeto causa en la neurosis, como indecible.

Si aquí recalamos con el objeto mirada y voz, es para extraer la consecuencia de lo que Lacan contesta a Marcel Ritter en 1975 en tanto lo imposible de reconocer, la opacidad que está inmersa en la imposición de lo blasfemo creo hace a lo reprimido primordial, de ahí proviene el goce, de este urverdrängt que Freud encontró también en el ombligo del sueño. Y que Lacan en el witz, que le hace a un cura estudioso del Dante alude con, el deseo del hombre es el infierno; en tanto que responde a Ritter y su público del momento señalando que lo genital - sexual y la religión comparten el mismo mito.

Lo que hay, estos términos no son sin esa reverberante opacidad, ya el sexo, ya la muerte, en lo vivo.

Germán A. Schwindt

Diciembre de 2005

 

(*) Texto presentado en el XIX Coloquio Descartes 10/12/05 “El Block maravilloso”

 
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