René Descartes: la orientación de Lacan
por Beatriz Gez
Antes de hacer hablar a los hechos es conveniente
reconocer las condiciones de sentido que nos los dan por tales.
Por eso pienso que la consigna de regresar a Descartes no estaría de más.
Jacques Lacan, “Acerca de la causalidad psíquica” (Escritos 1)
La consigna de regresar a Descartes, en la crítica al órgano-dinamismo de Henry Ey como una teoría organicista de la locura, será usada unos párrafos más adelante en el texto para exponer que el reproche que Ey les hace a los mecanicistas “de delirar con el enfermo” lo conduce a cometer la falta contraria que es la de disolver la noción de creencia en la de error. Como hemos escuchado en los cursos de Germán García ¿cómo decirle a alguien que se equivocó de sueño o de lapsus o de alucinación o de delirio? Dirá entonces refiriéndose al fenómeno de la creencia “que es menos que saber, pero es quizá más: afirmar es comprometerse, pero no es estar seguro”.
Al final del texto leemos: “Me habéis oído referirme con dilección, para ubicar su sitio en la investigación, a Descartes y Hegel. En nuestros días está de moda “superar” a los filósofos clásicos. También yo habría podido partir del admirable diálogo con Parménides; porque ni Sócrates ni Descartes ni Marx ni Freud pueden ser “superados” en tanto que han llevado su indagación con esa pasión de descubrir que tiene un objeto: la verdad. (…) si no me engaño: lo verdadero es siempre nuevo.”
En el seminario 11 luego de comparar el proceder de Freud con el de Descartes en cuanto a que ambos avanzan sobre la certeza que los anima afirma: “No digo que Freud haya introducido el sujeto en el mundo -el sujeto como distinto de la función psíquica, la cual es un mito, una nebulosa confusa -pues fue Descartes. Pero diré que Freud se dirige al sujeto para decirle lo siguiente, que es nuevo: Aquí, en el campo del sueño, estás en casa. Wo es war, soll Ich werden.” (está refiriéndose a la segunda conferencia sobre psicoanálisis de Freud) Y aclara, “Allí donde eso estaba el Ich -el sujeto, no la psicología- el sujeto ha de advenir.”
En “La ciencia y la verdad” (que es la lección de apertura del seminario El objeto del psicoanálisis y que apareció en el primer número de los Cahier pour l’Analyse en enero de 1966, publicados por el Círculo de epistemología de la Escuela normal superior) vuelve a Descartes para indicar el paso que se refiere a la vocación de ciencia del psicoanálisis. “Que es por esa marca por la que conserva su crédito, a pesar de las desviaciones a las que se ha prestado, y en esto en la medida en que Freud se opuso a esas desviaciones, siempre con una seguridad sin vacilaciones y un rigor inflexible.” “No hay ciencia del hombre, cosa que debe entenderse en el mismo tono de que no hay pequeñas economías. No hay ciencia del hombre, porque el hombre de la ciencia no existe, sino únicamente su sujeto.” “Es bien conocida mi repugnancia de siempre por la apelación de ciencias humanas, que me parece ser el llamado mismo de las servidumbres.”
En nuestro tiempo y en esta orientación, ha escrito Germán García que, Jacques Lacan se encontró que Sigmund Freud era parte del archivo cultural en varias lenguas (John Forrester, en su libro Sigmund Freud. Partes de guerra, afirma que La interpretación de los sueños es el best-seller de Occidente) y lo va a transformar en otra cosa “lo va a traducir y a partir de ahí Freud ya no será nunca más Freud, pero tampoco se puede decir que no es Freud. Lacan ya nunca va a poder ser Lacan, pero tampoco se puede decir que es la superación de Freud.”
Parafraseando a Oscar Masotta diré que “en esta historia mayor y en ningún otro lado se inscribe nuestra historia menor, quiero decir, nuestra historia particular”. No conocí a Masotta pero sí conozco a Germán García, quien en 1978 publicó La entrada del psicoanálisis en la Argentina y al regreso de España desde su columna en Babel, revista de libros, en septiembre de 1989, anunciaba que el tercer Coloquio de la revista Descartes trataría sobre los Treinta años de Lacan en la Argentina (1959-1989): y proponía hacer la historia para despertar de las profesiones que sirven de opio a los analistas. Preguntaba: ¿Qué pasó con Jacques Lacan, me refiero a los treinta años de su arribo a la Argentina? Aquí será necesario estudiar –tema también para una escuela- la función de las instituciones, los programas y los nombres propios. Oscar Masotta hizo un programa, hizo una escuela. ¿Qué efectos actuales tuvo eso? ¿Qué otros programas, qué otras instituciones, qué otros nombres propios?
En los “Comentarios para la École Freudienne de Paris sobre la fundación de la Escuela Freudiana de Buenos Aires” pronunciados en 1975 (publicados en Barcelona por editorial Anagrama, en 1976 como epílogo a la compilación de textos que realizó el mismo Masotta bajo el tituló Ensayos lacanianos (que recientemente reeditó Eterna Cadencia con un prólogo de Marcelo Izaguirre: “La irrupción de Jacques Lacan en Buenos Aires. Masotta, entre el adelantado y el recién venido”) de entrada sitúa su audiencia y la decisión tomada respecto a lo que involucra la “historia”: “los caminos que condujeron a la reciente fundación de una humilde homónima, no es tal vez sino la vuelta, que yo mismo me había deparado, pero que tiene que ver por lo menos con el resultado del trabajo y el ejercicio de una lectura. ¿Debía exponer la historia del movimiento psicoanalítico en la Argentina o la brevísima historia de la institución que mi palabra aquí representa? Y si optaba por lo primero, ¿cómo interpretar el término “historia” en un momento en que en la Argentina ella no se piensa sino que se hace a empellones sangrientos? ¿O debería mejor declarar mi credo ideológico, y utilizándolo como perspectiva, ajusticiar en su conjunto…. a quiénes?”
Entonces afirma por la negación (que según Freud es el modo de introducir un deseo nuevo): “Sé en todo caso que no haré: tomar el partido de ninguna objetividad. Tampoco contaré la historia de la institución oficial, o lo haré sólo a desgarrones y para sugerir que Lacan tiene razón: la SAMCDA1. Es esta razón lacaniana la que nos impulsó a fundarnos. Sin embargo el movimiento de esa fundación ha sido menos el resultado de una oposición que un fenómeno tangencial.”
Enric Berenguer, alumno de Masotta en Barcelona -y conocido actualmente también porque es quien traduce los seminarios de Lacan al castellano- en “Masotta, su agalma” (un artículo publicado en 1999 en el libro Oscar Masotta. El revés de la trama, compilado por Izaguirre) en un intento de reconstruir el contexto de enunciación de los enunciados de Masotta comenta que “cuando se trataba de la historia y las vicisitudes del movimiento psicoanalítico, apostaba más por el decir mismo que por un enunciado en particular: ningún enunciado podría ser la última palabra en ese desigual combate – ni los enunciados del adversario, ni los de Freud, ni los suyos propios”. Lo que, efectivamente, podemos comprobar al leer los citados Comentarios …. Y contrapone esta posición a “ciertos arranques dogmáticos que se traducían en enunciados como: “Esto es así “, o “hay que decir… “, “eso está mal… “, “esto es reaccionario”… Por supuesto, esto nos retrotrae a una época en que la relación con ciertos ideales políticos y, en general, con las ideas, las verdades, era distinta. Pero no van por ahí los tiros, porque Masotta sostenía explícitamente que había un corte entre el psicoanálisis y cualquier proyecto político (…) Así que podemos tomarlo de otra manera. (…) estos enunciados transmitían (al menos a quienes no estaban excesivamente predispuestos contra una autoridad epistémica) la firmeza de una orientación, una clase especial de certeza”.
También podemos comprobar estas diferentes posiciones en Sigmund Freud, no usa el mismo tono cuando escribe Inhibición, síntoma y angustia que cuando escribe la historia del movimiento psicoanalítico (1914) cuyo epígrafe es el texto del escudo de armas de París: “Fluctúa pero no se hunde”. Y como comentó Graciela Musachi, en las jornadas del bicentenario sobre los cien años de psicoanálisis en la Argentina, Sigmund Freud “marca el carácter subjetivo de esta historia: esta historia es la historia de quien la escribe” y “para hacerse responsable de los efectos de su acción (las resistencias deben caer sobre mi, dice)”.
En esta orientación Masotta vuelve a hablar de “historia” dos meses antes de su muerte, en julio de 1979, es el momento de la renovación del pacto realizado en 1974, advirtiendo que “Con la historia siempre hay que tener cuidado: siempre se termina encontrando el sentido en la dirección de los acontecimientos, siempre se ve uno evolucionando. Esto no significa negar la experiencia: si se me permite el lugar común, diré que con el tiempo se aprende.” (Esta cita forma parte de la presentación para una compilación que estaba haciendo junto con Jorge Jinkis y Germán García, y que dada la precipitación de su muerte (el 13 de septiembre de 1979), la publican bajo el título Escuela Freudiana de la Argentina: Homenaje a Oscar Masotta, Ediciones Paradiso.) Plantea, entonces, que sería fructífero –para nosotros- a la luz de la entonces nueva historiogafía conocida como “historia de las mentalidades” preguntarse: “¿Qué es un psicoanalista para Freud y Breuer en tiempos de Freud y Breuer, para los clásicos en tiempo de los clásicos, qué en los cincuenta, o qué para nuestro tiempo, los tiempos de Lacan?” Entonces enfatiza: si se puede decir que hasta “cierto punto Freud se desentendió de la Institución psicoanalítica (hacía otras cosas: repartía anillos, hablaba de “la causa”); si se puede decir de sus discípulos que fueron ellos quienes convirtieron las dificultades de la teoría, lo mal entendido y lo jamás discutido, en ese aparato perentorio, inamovible, burocratizante, que se llama IPA; si se puede decir que los psicoanalistas de los años 50 discutieron la contratransferencia imbuidos por la idea de que ahí residía el ochenta por ciento del secreto del psicoanálisis.” Pregunta: “¿Por qué no se puede decir de los años 60 y 70 que ellos entronizan ese bombardeo a la institución oficial que se llama Jacques Lacan? Pues bien, porque hay que decirlo así: bombardeo a la institución oficial. ¿No se ha comprendido aún que hablar en términos de “vuelta a Freud” no fue ni es más que puro eufemismo? ¿Quién puede no volver a Freud? Hay gente que está segura que jamás estuvo en otro lugar.”
Muerto Masotta en 1979, muerto Lacan en 1981, esta cuestión la volvemos a encontrar en el seminario que dicta Jacques-Alain Miller en las Jornadas del Campo freudiano en Barcelona, en 1985: “Esto tiene todas las razones para interesarnos, tanto en París como en Barcelona. Porque nosotros, que somos víctimas de ese efecto de transferencia –nosotros, las víctimas de Lacan– somos consecuencia de su ruptura. Consecuencia de ella es nuestra distancia en relación con la Asociación Internacional (…) Somos consecuencia de esa ruptura, y ahora sin Lacan –sin su presencia para soportar y sostener esa ruptura (…) Ahora hay gente en diversos países que asume esa ruptura, y que la sostiene. Han hecho la elección de mantener esa distancia si se puede, de profundizar en ella.
Así, Variantes de la cura tipo puede ayudarnos a volver – no a Freud, ése fue el trabajo de Lacan – sino al origen de la ruptura que ahora no sólo es la de Lacan sino también la nuestra.” (Umbrales del análisis, op. cit., p. 12-13.)
Al igual que lo que plantea Masotta cuando presenta la renovación del pacto en 1979, sin ninguna idealización de la “vuelta a Freud” propuesta por Lacan, la cuestión en juego es asumir esa ruptura con la IPA, su bombardeo, profundizar en ella. En esta huella se funda el debate Freud/Lacan.
Recalco de la cita de Miller: hay gente en diversos países que asume esa ruptura, y que la sostiene. Han hecho la elección de mantener esa distancia si se puede, de profundizar en ella.
En nuestra historia menor, Germán García es una de las personas que en lengua castellana asumió esa ruptura y eligió mantener esa distancia. En 2007 Otium ediciones comenzó en el norte con la publicación de los cursos que dictó en Tucumán. La primera clase que data del 23 de noviembre de 1985 comienza diciendo a su audiencia: “Se habían comprometido a leer “Variantes de la cura tipo” y la “Proposición del 9 de octubre”.
En la clase del 8 marzo de 1986 les cuenta: “inventé en Buenos Aires la Biblioteca Internacional de Psicoanálisis. Esta BIP, que he presentado a Miller, tendrá el apoyo del Campo freudiano. El campo freudiano es la Fundación del Campo freudiano dirigida por Judith Miller.
Esta BIP les dará a ustedes la oportunidad de estar actualizados, y no solamente en psicoanálisis, sino en ciertos temas que, a consecuencia del proceso militar en la Argentina, tienen años de atraso en el país. Hay toda una generación de psicólogos de 30 años, recién recibidos, que acceden a Lacan y no leyeron a Saussure, ni Lévi-Strauss, Althusser, Marx, Foucault. Así no se puede seguir a Lacan, no se entiende nada, se termina enunciando tonterías.
He planteado este problema político-cultural a Miller y me dijo que estaba de acuerdo. Haré una revista que se llamará Descartes, sale ahora el primer número. Descartes. Le he puesto Descartes porque descartes quiere decir descartarse en el juego. Descartes es un filósofo francés, pero también es el seudónimo de Perón, quien algo tiene que ver con la extimidad de todo el mundo en este país. Por lo tanto, me parece que es un nombre suficientemente equívoco como para que pueda funcionar, porque si fuera unívoco no funcionaría.
Se puede tomar como una revista peronista. Se puede tomar como una revista afrancesada que rinde homenaje al filósofo Descartes. Se puede tomar como una revista de gente que se descarta, es decir, que rompe el juego. Se puede tomar como una revista de gente que se muda y descarta llevar ciertas cosas en la mudanza, también se usa para eso la palabra; es decir, una palabra lo suficientemente inteligente como para introducir enseguida a una tontería, cosa inevitable.”
El primer número, apareció efectivamente en junio de 1986, hace 25 años, y en su portada, al modo de una divisa, llevaba solo un nombre: Jacques-Alain Miller, “Carta sobre el estatuto del psicoanalista”. En la presentación se afirmaba: “Descartes es una decisión que al mismo tiempo de preguntar responde a una contingencia: la actualidad del psicoanálisis en nuestro país y en nuestra lengua, su anudación con países de otras lenguas.”
Descartes, la revista a partir de 1988 tendrá por compañía a el Murciélago, revista freudiana al día (“un efecto, una impresión distante y una traslación riesgosa” de L’Ane), que levanta el guante en Buenos Aires de lo que Jacques-Alain Miller responde en la carta sobre el estatuto del psicoanalista. La referencia es la cuestión murciélago que Jacques Lacan sitúa en “Variantes de la cura tipo” (1953) respecto de “como definir un criterio de lo que es el psicoanálisis, o sea, el tratamiento dispensado por un psicoanalista” que retoma en el seminario XI (ahora travestido en “mochuelo” en la traducción de Paidós, que no realizó Enric Berenger).
El número 10, publicado en enero de 1992, “divisa una perspectiva diferente: en vez de buscar un lugar es necesario calcular una articulación”. El Centro Descartes, instancia de la Fundación Descartes, tiene su origen en ese año en que se disuelve la BIP al igual que otros grupos del Campo freudiano en la Argentina, dando lugar a la Fundación de la Escuela de la Orientación Lacaniana. De modo que el Centro Descartes es el primer Centro asociado al instituto del Campo freudiano por lo cual Jacques-Alain Miller, que da la clase inaugural, dirá que este Centro Descartes constituye por el momento la única institución que da una realidad al Instituto del Campo freudiano al que está asociado. En la presentación de esta clase inaugural Germán García calcula esa articulación en estos términos: “No se trata de hacer erudición, sino de recordar que una vez que hemos fundado la EOL, el Centro Descartes tiene que volverse cartesiano, puesto que no fundará su certeza en la autoridad de una Escuela. Hemos chocado de frente con nuestro Witz …
Vamos a charlar sobre Descartes, sobre el Centro Descartes, sobre la certeza. En un momento de pereza, vamos a llamarlo así, en la Argentina cundió que la certeza era psicótica, que la duda y la incertidumbre garantizaban la salud mental. Ser decidido ponía a cualquiera en la mira del gremio, ahora podemos rectificar eso.”
Concluiré como homenaje a Jacques Lacan y a los 25 años del “proyecto Descartes” con una frase de Oscar Masotta en el prólogo a los Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis que hace traducir al castellano, en 1977, ya instalado en Barcelona, con la puesta en marcha de la Biblioteca Freudiana y con el entusiasmo de promover el intercambio con Buenos Aires: No es un menor mérito que Jacques Lacan haya sabido convertir en proyecto teórico la anécdota que podría confundirse con una mera política de instituciones, verdad que adquiriría con los años una relevancia apasionante; Lacan pudo, y asimismo quiso, convertir en sostenido trabajo de enseñanza su indagación de los fundamentos freudianos, convertirlos en motivo de una tarea interminable, cuestionar y poner en vilo lo que sus detractores de entonces y siempre dan por hecho consumado: el lugar del psicoanalista. Consejo para cualquier eventual lector de Lacan: si a Lacan le ocurre –para dar un ejemplo que podría sorprender- hablar del “deseo de Freud”, no se debe solamente a que piense que la noción de transferencia debe ser replanteada de manera radical, sino porque además está seguro de que el lugar del analista (imposible, como el del político y el del educador) no debe cesar de ser cuestionado.”
Beatriz Gez
12 de noviembre 2011
XXV Coloquio Descartes