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Exigencias sociales del psicoanálisis

Reseña de Daniela Rodríguez de Escobar

 

El 27 de marzo Hugo Freda dio en el Centro Descartes, una conferencia organizada por Atención Analítica bajo el título: Exigencias sociales del psicoanálisis. El conferenciante, invitó a Germán García a participar de la mesa y Adriana Testa fue la interlocutora.

Germán García tomó la palabra y comenzó diciendo que las exigencias sociales del psicoanálisis, no sólo se refieren a lo que la sociedad exigiría del psicoanálisis, lo cual sería una especie de lugar suplementario de los fracasos de lo que se considera la ciencia, así como la “habilitación” con todas las acepciones que se le otorgan a esa palabra y otras cuestiones de índole económica, sino también a lo que el psicoanálisis debería exigir a la sociedad, a sus interlocutores, un poco más de información y para los psicoanalistas hizo especial hincapié en el “deseo del analista” como aquello que no da ni el estado ni las leyes.

Adriana Testa continuando la idea de Germán García dijo que esas exigencias sociales del psicoanálisis era un modo de plantearse el cómo intervenir en la imagen social que hoy tiene el psicoanálisis. Citando a Ian Hacking en Representar e Intervenir, hizo hincapié en cómo el modo de intervenir, está anticipado por el modo de representar. Lo social anticipado por la marcha del mundo, recordando la pregunta de Freud en una carta a Fliess ¿Cómo incide la marcha del mundo en la vida?

Hugo Freda reconoció una contradicción en aquello de las exigencias sociales del psicoanálisis, contradicción que se encuentra en el interior mismo de la práctica psicoanalítica ya que ella es en sí mismo contradictoria con las exigencias del mundo, dado que opera con una materialidad, la palabra, que tiene una virtud que le es propia: la discordancia entre lo que se dice y el objeto al cual ese decir se refiere.

La figura del analista representada por el arte de interpretar es para evitar que la búsqueda de sentido se detenga, dar sentido a lo que tiende a la infinitización de sentido, a su vez, al mismo tiempo que constata el deslizamiento al infinito de la significación, construye Otro que para ese movimiento. Esto, en cierto modo, da un lugar al psicoanálisis en la sociedad, construye un espacio a partir del cual el sentido puede ser encontrado, cuanto más avanza el análisis, más sentido cree el paciente que adquiere. Esta idea creaba la exigencia de análisis prolongados.

Hugo Freda recordó entonces una cita de Lacan en una conferencia dada en la Universidad de Milán el 12 de mayo de 1972: “ Es a saber, que de lo que se trata después de todo, a fin de cuentas, es que la experiencia se vuelve tan corta como posible – es decir que el sujeto con algunas interpretaciones, se libera y encuentra una forma de malentendido en la cual puede subsistir.” En la última época de su enseñanza Lacan recomendaba la experiencia del psicoanálisis “tan corta como fuese posible”, insistió Freda.

¿Qué pasa hoy? En el siglo XXI sin Freud y sin Lacan. Recuerda que Lacan crea una nueva figura en el interior del psicoanálisis: “ el Otro no existe” que es lo más cercano a la época actual y lo que se opone como polo de tensión discursivo y social a la religión. Postular que el Otro no existe hace que la práctica psicoanalítica no sea la misma, habría tantos Otros como análisis hay. El análisis sería el lugar donde el Otro se crea. Aquí, la cuestión de las exigencias se hace cada vez más difícil.

Las terapias cognitivo-comportamentales, tienen Otro aunque sea las estadísticas o los laboratorios, tienen sesenta mil casos, serie de síntomas, serie de curaciones, y no caso por caso, donde cada uno construye su Otro.

¿Qué pasa cuando hay un cierto declive del Otro en el mundo? Otro como el valor fundador de la palabra como constitutiva del sujeto. La frase “un significante representa un sujeto para otro significante…” pierde cierto valor y queda compensada por una suerte de promoción del goce en todas sus formas.

Lacan recurre al mundo animal, un mundo donde no hay amo, no hay discurso ni perversión.

Propone entonces el discurso capitalista, que es el que promueve el consumo del goce como definición del ser: “soy a partir de lo que consumo”. El discurso capitalista, como el nuevo amo con el cual hay que verse. Un mundo donde lo animal aparece como lo más sensato, lo que más se adapta a las exigencias del control del goce. Un mundo que tiene que verse cada día más con el lado animal del sujeto: puro goce sin límites. Se llega hacer del goce al Otro mismo.

Habría dos procedimientos, dijo Hugo Freda, evacuar al síntoma de todo su goce o bien buscar las modalidades interpretativas para contener el goce. Dos operaciones que pueden responder a las exigencias sociales. Exigencias que están dadas por la promoción del goce como figura central. Es por eso que hay esa inversión entre el discurso del amo y el discurso capitalista. El sujeto ya no se define por la articulación significante sino directamente por su relación al objeto “a”.

Germán García intervino haciendo notar que el malentendido se da en el punto en que también el sujeto del discurso analítico está causado por el objeto “a”. Citó a Jacques-Alain Miller quien a partir de los dichos de Lacan, de que el psicoanálisis no había inventado ninguna perversión, dijo que la perversión inventada por el mismo era la de hablar y el proyecto de Lacan sería acotarla introduciendo el fin de análisis, el empuje a la sesión breve y al corte de sesión.

Cuando se dio lugar a las intervenciones del público, Marcelo Izaguirre observó que ante la necesidad de dar respuesta a las exigencias sociales, es necesario recordar que a las Prepagas, por ejemplo, no les interesa la práctica del psicoanálisis.

Hugo Freda consideró que más allá de la demanda de las Prepagas, el psicoanálisis tiene que estar a la altura de la subjetividad de la época. Saber qué hacer ante el avance de las terapias cognitivo-comportamentales.

Germán García recordó, que en el Centro Descartes se comenzó a tratar el tema del cognitivismo en el año 1999, quedando claro que las terapias cognitivo-comportamentales tenían más de conductismo actualizado que de cognitivismo y que a su vez las ciencias cognitivas como tal, no proponen ninguna clínica.

Con su intervención, Elena Levy-Yeyati dejó en claro que frente a la polémica psicoanálisis / ciencias cognitivas no tienen la misma posición los psicólogos y los médicos, ya que para la medicina estas se reducen a la neurociencia y a partir de allí, no son las mismas vicisitudes las del cognitivismo en la psicología que en la medicina.

Germán García alertó sobre la importancia del problema de quien educa a la generación que sigue. Recordando que la sociedad nunca va a exigir a un psicoanalista lo que el psicoanalista se exige a sí mismo sin apoyo de ningún estado.

Adriana Testa dio por finalizada la actividad diciendo que ante este paisaje hay que tener en cuenta cual es la formación del analista.

 

 
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