Escrito-en-la-pared
Un psicoanálisis con Sigmund Freud
por Beatriz Gez
“Si el psicoanálisis es el psicoanálisis, no puede reducirse al estudio de su teoría ni al ejercicio de su práctica: implica su transmisión”
Oscar Masotta
Tributo a Freud
“Recuerdo que el Profesor dijo que nunca se sabe, hasta que termina el análisis, qué es lo importante y qué no lo es.”
HD, “Advenimiento”, 10 de marzo 1933
Tributo a Freud , lectura recomendada por Germán García hace unos cuantos años, fue el libro con el que inicié mi trabajo de investigación en el Módulo sobre Los feminismos y el psicoanálisis propuesto por Graciela Musachi. En ese momento sobrevolaba la cuestión de la sublimación en las mujeres en el marco del debate sobre la escritura femenina.
Cuando este año Enrique Acuña me invitó a hablar sobre este libro, en contrapunto con la biografía de la “joven homosexual”, mi interés en el libro de H.D. estaba puesto en aislar algunos de los movimientos que componen el relato de su análisis con S. Freud.
Tributo a Freud es el primer psicoanálisis relatado por un analizante, no por un analista; que tiene el valor agregado de estar escrito por una mujer cuya sensibilidad moderna da el tono de ese momento de constitución del psicoanálisis que J. Lacan nombra como “el contexto ibseniano de fines del siglo XIX.”
Graciela Musachi da una buena descripción de ese contexto ibseniano en un párrafo de la página 15 de su libro, Mujeres en movimiento. Eróticas de un siglo a otro:
“Entre la incorporación de las mujeres al mundo de la Razón moderna (que sigue siendo hacia 1900 la mira de las luchas feministas y por ello las vemos metonimizadas con los signos del saber y la razón en el Manifiesto futurista), las llamadas “enfermedades de las mujeres” como la clorosis y la histeria (aceptemos por el momento esta fenomenología preanalítica) con su polimorfismo desafiante a cualquier saber racional y las desnudadas relaciones sexuales de las mujeres prescindiendo del varón se teje la trama de la “nueva” enigmática fatalidad que encarnan las mujeres.”
Del debate posterior a las lecturas críticas, que presentamos con Fátima Alemán en La Plata, la primer cuestión que surgió como diferencia entre la biografía de la “joven homosexual” y Tributo a Freud es que la primera al estar escrita bajo una estética lesbiana provocadora y desafiante, anacrónica respecto de nuestro tiempo pero escrita en nuestro tiempo, satura el género hasta satirizarlo con la intención de devolver al universal de la estética lesbiana de esa época la particularidad captada por Sigmund Freud en el relato sobre “La psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”. Es decir, la biografía convierte a “el caso” de la joven homosexual en una más de las tantas mujeres que en esa época, como leemos en el párrafo citado de Musachi, prescindían del varón para tener relaciones sexuales. Mientras que en Tributo a Freud, como también lo deja entrever Liliana García en su artículo Del amor a una mujer, H.D. en su escritura se inscribe, en el mismo contexto, como al menos una para S. Freud.
(dijo) “eres poeta”
“El sueño, el delirio, el lapsus: discurso del inconsciente que no tiene otra finalidad –dice Freud- que la satisfacción. Ello delira lo que goza y goza lo que delira, aunque el sujeto deba reprimirlo. ¿No viene de Platón la sugerencia de que el poeta es devorado por el verso?”
Germán García , “Psicoanálisis y literatura”, 1983
Hilda Doolitle consultó a Sigmund Freud en marzo de 1933 a instancias de su compañera la escritora Bryher (Annie Winifred Ellerman) y de Hanns Sachs. Esta primer consulta duró tres o cuatro meses y luego regresó en octubre de 1934 durante dos meses más.
Estaba desorientada y consultó a Freud buscando respuestas, escribe,
“No me doy cuenta qué era específicamente lo que quería, pero sabía que, como mucha gente que conocía, en Inglaterra, en América, en el continente europeo, andaba sin rumbo. Por lo menos, sabía eso; (...) hacer inventario de mis modestas pertenencias de alma y cuerpo, y pedir al viejo Ermitaño que vivía en el límite de este vasto dominio que me hablara, que me dijera, si quería, cómo dirigir mi curso.” (pág. 142/143)
Diez años después, en 1944, cuando, según su expresión, “el pasado había irrumpido literalmente en la conciencia con los bombardeos de Londres” y el análisis con Freud formaba parte de ese pasado compuso “Escrito en la pared”. Que se publicó bajo el título de Tributo a Freud (1956) junto con “Advenimiento”, las notas que tomó durante su análisis en 1933, y una selección de cartas de la correspondencia con S. Freud.
“Escrito en la pared” no pertenece al género biográfico. Entre 1933 y 1950 H.D. escribió su novela autobiográfica que se publicó en 1960 bajo el título de Bid Me to Live, sus críticos consideran también dentro de este género a HERmione (1927) y Asphodel (1920) y por supuesto a End to Torment de 1958 en que relata su experiencia con Ezra Pound. Tampoco es el relato de sus “experiencias psíquicas”, ya lo había intentado en 1919 cuando escribe sus Notes on Thought and Vision.
“Escrito-en-la-pared” surge como un gesto de desobediente obediencia, a un no debas de Sigmund Freud, quien le “ Dice, “Por favor, nunca -quiero decir nunca, en ningún momento, en ninguna circunstancia- emprenda mi defensa, si alguna vez oye opiniones ofensivas contra mí o contra mi obra”. Recien, entonces, en el otoño de 1944, después de un largo tiempo de silencio, encuentra las palabras (según su testimonio “las que entonces no pude decirle”) que componen el relato de su análisis. Este gesto, entonces, inaugura un nuevo género dentro de la literatura que es, como dije, el relato de un análisis escrito por un analizante que se sustrajo de la lista de analistas por explícita indicación de Sigmund Freud, quien le “(dijo) “eres poeta”.
Por supuesto, no se trata de que poeta y psicoanalista sea una alternativa excluyente en sí misma sino que en el caso de H.D. y según su relato es el análisis con S. Freud el que determina su elección que presenta incluso bajo la forma de una elección forzada.
Justamente, la tensión entre sus aspiraciones y el mandato de Freud trama los movimientos que componen el relato. Escribe, por ejemplo en la página 134:
“¿Kennst du das Land? Oh, sí Profesor, lo conozco muy bien. Pero recuerdo el mandato que me impuso y pienso en mi compañero de estudios cuyo lugar dice que yo he tomado, mi hermano de armas, el Holandés Herrante, quien, mejor dotado intelectualmente que el común de los hombres, dueño de islas y plantaciones en Oriente, habituado a una disciplina occidental de mente y cuerpo, voló demasiado alto y demasiado rápido.”
Y diez páginas después retoma la cuestión, “ He comenzado mi investigación preliminar para fortificarme y apercibirme para hacer frente a la guerra cuando venga, y para ayudar de algún modo, si mi preparación llega a ser suficiente y si tengo aptitudes para ello, a la gente perturbada y destrozada por la guerra.”
“Escrito en la pared”, entonces, no está compuesto como una biografía pues desde el vamos “el dato” evidente de la “vida” de H.D. para cualquier biógrafo o historiador -a saber, que cuando consulta a Freud ya era una reconocida poeta, co-fundadora con Ezra Pound del “imagismo” o “imaginismo”-, para H.D. es una contingencia de su pasado que en el relato de su encuentro con S. Freud convierte en necesaria y, como dice en su poema, escapa de la lista de analistas.
Efectivamente, Eric Laurent no la incluye en su seminario de 1993 que trata sobre las Posiciones femeninas del ser ya que recorta la pregunta que orienta su investigación a las mujeres psicoanalistas, con el objeto de investigar qué de las producciones teóricas están en relación con las consecuencias que estos sujetos dedujeron de sus dramas subjetivos en el curso de su análisis.
Tomo en este caso la orientación que abre esta vía de investigación con el supuesto de que H.D. en su exclusión ha hecho de su análisis una creación literaria, “Escrito en la pared”, que desobedece obedientemente a S. Freud e inaugura un nuevo género literario como un modo de transmisión del psicoanálisis.
En resumen, H.D. elabora “Escrito en la pared” diez años después de terminado su análisis en el momento en que la guerra deja de ser una amenaza y se convierte en realidad, momento en que según escribe, “Las palabras vuelven con singular frescura e intensidad, ahora que, luego de esta larga espera, puedo recordar aquellas sesiones de Viena sin un terror insoportable y sin un desfallecimiento aterrador. La guerra se cernía sobre nosotros, antes de que yo tuviera tiempo de clasificar, de revivir, y de reunir la serie singular de acontecimientos y de sueños que pertenecían según el tiempo histórico, al período 1914/1919. …y atrapé la ocasión inesperada de trabajar con el Profesor mismo.” La experiencia misma forma parte del pasado.
También destacan sus críticos que luego de años de silencio se produce una revitalización sorprendente de su escritura y compone su trilogía de guerra, algunas novelas y cuentos y revisa los borradores de Bid Me to Live.
La hipótesis que trataré de demostrar, marcando algunos movimientos del relato, es que su condición de poeta se vuelve necesaria, revitalizando su escritura, cuando “sin un terror insoportable y sin un desfallecimiento aterrador” desobedeciendo obedientemente a Freud elaboró su análisis. Y en esa elaboración escrito-en-la-pared pasa de ser un “síntoma peligroso” a ser una creación literaria que lo inscribe en el campo del psicoanálisis fundado por Freud.
Primer movimiento (pre-analítico): ¿qué me quieres?
Paciente o estudiante
“Yo digo, “nada de lo que recuerdo tiene importancia ahora excepto en relación con la cuestión de si se lo digo o no se lo digo a Freud”.
H.D. Advenimiento, 1933
“... sentí que encontrarlo a los cuarenta y siete años, y ser aceptada por él como paciente o estudiante, parecía coronar todos mis otros vínculos y relaciones personales, justificar todas las espiraladas tortuosidades de mi mente y de mi cuerpo”.
En una posición diferente, entonces, a la del biógrafo o del historiador, H.D. relata que la experiencia de su encuentro con Freud la conduce a disponer las contingencias de su pasado (sus otros encuentros) de otra manera. Pero en esta nueva disposición, aún no realizada, ella se sitúa con respecto a Freud en la alternativa de “ser aceptada por él como paciente o estudiante”.
Los términos de esta alternativa están entramados en el interés que declara a Freud, a lo largo de todo el relato, sobre el futuro del psicoanálisis y la formación de analistas. En esos años, para exponer más ampliamente el contexto en que se juega la transferencia, según señala Peter Gay era grande la preocupación de Freud sobre el problema de la formación de los analistas y debido a su avanzada edad y a los problemas de salud sólo recibía en análisis a aquellos que pretendieran ser formados como analistas. Recordemos que H.D. llega al análisis con S. Freud por intermedio de Hans Sachs, en ese entonces en Berlín, con quien “había tenido algunas conversaciones preliminares fascinantes”. Como H. Sachs viajaba a América le propuso continuar su trabajo con S. Freud, “si él la aceptaba”.
La división del psicoanálisis en terapéutico y didáctico es lo que connota los términos de esta alternativa “paciente o estudiante” que deja pasar en silencio la pretensión de mantener en diyunción pathos y logos, términos que están implicados en la noción de inconsciente freudiano. Esta cuestión es subrayada por S.Freud refiriéndose a los psicoanalistas al final del capítulo VII de Análisis terminable e interminable con una referencia a la Revolte des anges de Anatole France.
El giro, en el relato, que la conduce a retomar su análisis en 1934 se produce cuando esta diyunción, en la que ella se sitúa, pierde su sentido ante la muerte accidental de J.J.van der Leew. Solamente había intercambiado horas con él pero le “parecía el hombre perfecto para la tarea perfecta” incluso dice que “le envidiaba, supongo, su personalidad aparentemente libre de complicaciones; (...) no parecía haber nada de Sturm und Drang en él.” (p. 53/54/55) Pues “El Profesor no me había dicho que J.J. van der Leew había advertido en sí mismo un deseo o una tendencia subconsciente profundamente arraigada, vinculada con su brillante aviación. El Holandés Errante sabía que en un momento dado en el aire –su elemento- era probable que volara demasiado alto, demasiado velozmente. “Eso era lo que realmente me interesaba”, dijo el Profesor. “Ahora puedo decirle que eso era lo que realmente nos interesaba a ambos.” Agregó, “Luego que se fue, la última vez sentí que había encontrado la solución, realmente tenía la respuesta. Pero era demasiado tarde.””
En efecto, a los ojos de H.D. la fuerza del logos podía excluir el pathos, por ello la ausencia de lo Sturm und Drang volvía seguro a J.J. van der Leew y “un hombre perfecto para la tarea perfecta” pero, sin embargo, es su inclusión lo que ella destaca de la intervención de S. Freud.
“Le dije al Profesor, “siempre tenía un sentimiento de satisfacción, de seguridad, cuando me cruzaba con el doctor van der Leew en las escaleras o lo veía en el vestíbulo. Parecía tan seguro de sí mismo, tan aplomado; y usted me había hablado de su trabajo. (...) Sentí que usted y su obra y el futuro de su obra serían heredados especialmente por él. ¡Oh, sé que existe el gran cuerpo de la Asociación Psicoanalítica, investigadores, doctores, analistas preparados, etcétera! Pero el doctor van der Leew era diferente. Sé que usted ha sentido esto muy profundamente. Volví a Viena para decirle cuánto me apena.” El Profesor dijo, “Usted ha venido a ocupar su lugar.””
Ocupar ahora el lugar de J.J. van der Lew incluye la implicación inquietante de lo Sturm und Drang y el logos, dicho de otra manera, del goce y el saber que hará avanzar el relato de su análisis bajo un nuevo vel: síntoma o inspiración.
Segundo movimiento (analítico): ¿con qué objeto?
Síntoma o inspiración: un objeto en litigio.
“Ya habían habido antes escrituras-sobre-paredes en la literatura clásica y en la bíblica. Por lo menos, a lo largo del tiempo, había habido una tradición de advertencias y de mensajes de otro mundo o de otro estado del ser.” (pág.99)
Como se lee en este epígrafe la escritura-en-la-pared, sobrevalorada por una tradición que a su vez es altamente valorada por H.D., será arrancada por ella de la literatura clásica y bíblica para pasar a ser el síntoma que S. Freud designa como peligroso y que ella presenta, en este texto, como “... ese jeroglífico del inconsciente o subconsciente, objeto del descubrimiento del Profesor y de su estudio de toda la vida, el jeroglífico operando realmente ante nuestros mismos ojos” (P.92-95).
“Aún no veo bien por qué escogió la escritura-en-la-pared como la señal de peligro y porqué omitió tendencia o acontecimientos que según mi opinión eran igualmente importantes o igualmente “peligrosos”. De todos modos, puesto que el Profesor escogió la escritura-en-la-pared como el “síntoma” más peligroso o el único verdaderamente peligroso, la veremos aquí.”(pág. 87/88/89)
El amor-sublimación le permite pasar de ser objeto de advertencias y de mensajes de otro mundo a buscar el modo de hacer entrar esas advertencias y de mensajes de otro mundo en el lugar del psicoanálisis(..ese jeroglífico del inconsciente o subconsciente, objeto del descubrimiento del Profesor) restando de manera elocuente, despues de diez años, el sin-sentido de esa escritura (Aún no veo bien por qué escogió la escritura-en-la-pared...). En la orientación lacaniana podemos decir que “la voz responde a lo que se dice pero no puede responder de eso que se dice”.
Así, condescendiendo, entonces, al deseo de Freud alrededor de esa ‘escritura’ ordenará al menos dos maneras de leerla: “Podemos leer mi escrito, el hecho de que hubiera un escrito, de dos maneras o en más de dos maneras. Podemos leerlo o traducirlo como un deseo reprimido de “signos y maravillas” prohibidas que rompiera sus ataduras, como a un deseo reprimido de ser profetisa, de ser importante de algún modo, lo llaman megalomanía; un deseo oculto de fundar una nueva religión, descubierta por el Profesor en la reciente imagen de Moises. O quizá este escrito-en-la-pared es meramente una extensión de la mente del artista, una imagen o un poema ilustrado, tomado del contenido del sueño real o de la ensoñación diurna y proyectado desde afuera, realmente una idea de gran poder, simplemente sobreacentuada, sobre-pensada, se podría decir, el eco de una idea, la reflexión de una reflexión, un pensamiento “extravagante” que hubiera escapado del control, que hubiera llegado demasiado lejos, un “síntoma peligroso”.
Pero, síntoma o inspiración, la escritura continúa escribiéndose a sí misma o siendo escrita. Es evidentemente pictografía aunque sus símbolos puedan traducirse en términos de hoy; es griego en su espíritu, más que egipcio. La imagen básica y original, sin embargo, es común para toda la raza y aplicable a casi cualquier tiempo.”(p.99)
Estas dos maneras de “leer o traducir” su escrito dicen esas “dos formas de la palabra muda” que Jacques Rancière sitúa “en las obras y los modos de pensamiento del arte del siglo XIX” en su conceptualización del inconsciente estético interesado en destacar que entre el arte y el psicoanálisis existe un objeto en litigio. Su hipótesis es que “El inconsciente freudiano se constituye en un diálogo con la racionalidad propia de ese régimen novedoso de percepción y pensamiento del arte que propuse llamar régimen estético del arte.”
Rancière conceptualiza un régimen de pensamiento del arte en el que lo propio del arte es ser la identidad de un logos y de un pathos que, tal como leemos en el relato de H.D., esta identidad puede pensarse de dos maneras opuestas. En la primera, en tanto síntoma, leemos la inmanencia del logos en el pathos, del pensameinto en el no-pensamiento, un jeroglífico a descifrar, que comporta cierta idea de escritura que se encuentra en Balzac y en Cuvier; y en su opuesta, como inspiración, se lee la inmanencia del pathos en el logos, del no-pensamiento en el pensamiento, que instrumenta otra forma de la palabra muda manifiesta en al “voluptuosidad suprema” del aniquilamiento schopenhauriano, pues “ya no es el jeroglífico inscripto en el cuerpo y sometido a desciframiento, es el soliloquio, aquella palabra que no le habla a nadie y que no dice nada, salvo las condiciones impensables, inconscientes de la palabra misma.”
H.D. reúne en el “síntoma peligroso” la polaridad de la doble escena de la palabra muda y avanza en el relato escribiendo, “El profesor repitió, “Vea, después de todo, usted es una poetisa”. Desechó mi sugerencia de que podría haber alguna vinculación con los antiguos misterios, con la magia o con la videncia. Pero volvió al Escrito en la Pared. Dijo que el drama, como lo llamaba, no tenía secretos para él; pero las imágenes proyectadas, vistas a la luz del día, le intrigaban.” El acento del relato está puesto en la necesidad de repetir y no en la repetición de la necesidad pues, como ya cité, para H.D. “síntoma o inspiración, la escritura continúa escribiéndose a sí misma o siendo escrita”. Para H.D esa escritura no deja de ser una clarividencia, un poder oculto, un misterio, o esa forma del arte romántico que Hegel caracteriza como la interiorización de lo divino que se manifiesta particularizándose. Sin embargo en el relato del análisis “se afloja la entropía nihilista inherente al poder de la palabra sorda” que la lleva a consultar Freud, “Es cierto que no había discutido abiertamente estas experiencias, pero antes había pedido ayuda a una o dos personas que (en mi opinión) eran extremadamente sabias y dotadas, y no me había servido de nada. No habían sido capaces de enterrar, por decir así, el fantasma. Si el Profesor no podía hacerlo, pensé nadie podría. Escribir acerca de la experiencia no era un modo de librarme de ella. Lo había intentado. Era inútil contar la historia, en el aire, por decirlo así, repetidamente, como el Viejo Marinero que tironeaba de las ropas del invitado a la boda, con la mano huesuda.” (p. 87-88).
Cuando H.D. consulta a Freud se encontraba presa de una “fobia a la guerra” y del “fantasma” de esa escritura, que le imponía su necesidad de repetición no cesando de repetir su fracaso de escribirla y de contarla para liberarse de ella.
Salar la máquina de escribir: un triunfo de la espiritualidad.
“Si la satisfacción sublimatoria es tan perfecta, ¿por qué el artista no es feliz? ¿Por qué no sublima suficientemente para librarse de sus demonios? Y neurótico, psicótico o perverso, ¿Por qué no se cura él mismo?
Eric Laurent , “Styles de vié”
Cuando H.D. tiene esta experiencia en las islas Scilly “tenía al Dr. Ellis en la fantasía... (...) El conocía Cornwall y había vivido intermitentemente, durante algunos años, en “retiro” como diría Daphne, trabajando en sus famosos libros. (…) Pero nada de esto habría ocurrido supongo, si hubiera estado sola. Pude proyectar la fantasía gracias a que estaba con Bryher, y durante todo el tiempo pensé que sería una información psicológica interesante para el Dr. Havelock Ellis”.
Una vez que H.D. regresa a Londres remite al Dr. Ellis un “relato esquemático de esa escritura singular” titulado Notes on Thought and Vision. “Pensé que le interesaría mucho”, escribe. Y agrega más adelante, “El Dr. Ellis no entendió pero el Profesor entendió perfectamente”.
¿Qué entendió S. Freud?
“El mismo Profesor es bastante poco ortodoxo, está golpeando con la mano, con el puño en la cabecera del antiguo sofá de crin... (…) Conscientemente, no advertí haber dicho nada que pudiera explicar la explosión del Profesor. El Profesor dijo, “El problema es –yo soy un hombre viejo- que usted no cree que valga la pena amarme”. El impacto de estas palabras fue demasiado terrible, simplemente no sentí nada. No dije nada. ¿Qué esperaba él que yo dijera? Era exactamente como si el Ser Supremo hubiera golpeado con el puño sobre el respaldo del diván donde yo yacía. ¿Por qué hizo eso? Debía saberlo todo o no sabía nada. Debía saber lo que yo sentía. Tal vez lo sabía, quizá se trataba de eso. Tal vez, después de todo, era un recurso, algo para impresionarme, para romper en mí algo que yo advertía parcialmente, algo que rehusaba romperse, que no debía entregarse. Yo estaba allí porque no quería entregarme.”
Marie-Hélène Brousse en un pormenorizado desarrollo sobre transferencia y acto analítico elige esta intervención de S. Freud que relata H.D. como un ejemplo de las maniobras del analista cuando el amor de transferencia al servicio de enmascarar la falta en ser detiene la dialéctica del análisis, maniobras que Lacan teoriza como las vacilaciones de la neutralidad del analista correlato de la asociación libre del analizante. En este caso H.D. relata que Freud, en contrapunto con la imagen de un padre ideal, terrorífico, “el Ser Supremo” que no necesita nada y menos que menos ser amado, pone en juego su presencia de hombre viejo y enfermo. Esta posición se repite a lo largo del relato: “Al menos, estaba la pregunta entre nosotros: “¿qué será de mis nietos?””(p. 110)
Entonces, si bien podemos decir que H.D. “idealiza” al Profesor Freud - como antes al Dr. Ellis, a D.H. Lawrence, a R. Aldington o a Ezra Pound -, y que intenta persuadirlo de que él sabe o tiene lo que a ella le falta para una y otra vez ponerlo a prueba, pues la transferencia es por definición resistente. Incluso, también, por la vía infinita del deseo: usted sabe, que yo sé, que usted sabe, que yo sé, que usted sabe…. “El Profesor dijo, “Pero usted es muy inteligente”. No soy yo la inteligente. Sólo aplico algunos de sus propios descubrimientos, a mi ecuación personal. La casa es el hogar, la casa es la catedral. El dijo que quería que me sintiera aquí como en mi casa.”
Lo que fundamentalmente destaca H.D. en el relato es el encuentro con la presencia de Freud que podemos decir que es lo que da curso a los movimientos del relato del análisis, que trato de captar “en el tiempo – definido en el doble sentido cronológico y topológico, de la eclosión del amor de transferencia- donde se debe leer esta inversión que convierte la búsqueda de un bien en la realización de un deseo.” Que en este caso podría enunciarse con la siguiente pregunta: ¿Habrá sido Escrito-en-la-pared, “objeto del descubrimiento del Profesor...”, Notes on Thought and Vision, “información psicológica interesante para el Dr. H. Ellis”?
El 10 de marzo H.D. anota, “Había hablado de mi desengaño de Havelock Ellis (...) En mis sueños echo sal a mi máquina de escribir. De modo que presumo que querría salar mi escritura insípida con la sal de la tierra, la menor afirmación de Sigmund Freud. (...) Me fastidié con el Profesor al leer uno de sus libros. Decía (según lo recuerdo) que las mujeres no llegan a nada o no llegan a mucho, en la actividad creadora, a menos que tengan una contraparte masculina o un compañero masculino de quien extraer su inspiración. Tal vez tenga razón, y mi sueño de salar la máquina de escribir con el símbolo delator de la transferencia sea una prueba más de su infalibilidad.” (Advenimiento pág.198, 199.)
La “manía griega” de H.D., presente ya en sus escritos tempranos, según ella habla por boca de su madre, “la madre es la Musa, la Creadora, y especialmente en mi caso, pues el nombre de mi madre era Helena. (…) Obviamente, es mi herencia. Mis facultades imaginativas derivan de mi madre, artista-música”. Esta “manía griega” es transferida a Freud, “ El ambiente que rodea al Profesor, y sus intereses, parecen derivar de mi madre, más bien que de mi padre, pero decir que la “transferencia” se realiza sobre Freud como madre no me satisface del todo. El había dicho, “Y –debo decírselo (usted fue franca conmigo y yo lo seré con usted)- no me agrada ser la madre transferencial; siempre me sorprende y me molesta un poco. Me siento muy masculino.”” (Advenimiento, 9 de marzo de 1933)
Remarco, entonces, que es en la lengua materna, morava igual que Freud, que H.D. recibe el espíritu griego que destaca en su Escrito (“…es griego en su espíritu, más que egipcio.”). “El profesor interpretó las figuras sobre la pared, o la escritura-imagen que vi proyectada sobre la pared de una habitación del hotel en Corfú, la isla griega jónica, en la primavera de 1920, como un deseo de unión con mi madre. Me encontraba físicamente en Grecia, en Hellas (Helen). Había arribado a la gloria que fue Grecia .”
Salar la máquina de escribir, salar su escritura insípida con la menor afirmación de Freud es entonces “un triunfo de la espiritualidad sobre la sensualidad”. Según Freud, la vuelta de la madre al padre es un progreso de la cultura “pues la maternidad es demostrada por el testimonio de los sentidos, mientras que la paternidad es un supuesto edificado sobre un razonamiento y sobre una premisa.”
Tercer movimiento (post-analítico): El exilio
Moisés, el egipcio
Das Maultier sucht im Nebel seinen Weg.
Mignon , Goethe
H.D. publica “Escrito en la pared” en Londres una vez que la guerra termina (1945) que “por casualidad o por intento” comenzó a componer el 19 de septiembre de 1944 (que según señala es el día consagrado a Thot) “pero con una “intención” perfectamente definida, terminaré estos “comienzos”, hacia el 2 de noviembre, el día en que se encienden las velas por las almas de los muertos.”
H.D. cita una única frase escrita por Freud que toma del Estudio autobiográfico, que dice: “Escribe acerca de sus días en la Universidad de Viena, “por sobre todo , encontré que se esperaba que me sintiera inferior y extraño por que era judío”. Agrega, “me rehusé absolutamente a hacer la primera de estas cosas”.” Y más adelante continúa refiriéndose al animoso pesimismo de Freud, “No deseaba demostrar que la gente estaba equivocada, sólo quería mostrarles el camino y mostrarles que otros les habían impuesto ideas que podían resultar destructivas. Escribió también un ensayo posterior, razonable, calmo, desapasionado, sobre las causas del renacimiento del odio a los judíos.”
Cuando H. D. escribe estas palabras S. Freud es una contingencia de su pasado que se ha vuelto necesaria. Por lo tanto, el último movimiento del relato que destaco es en el que Freud ya forma parte de su vida como aquel que estuvo en ella desde siempre.
“El profesor había estado trabajando en una continuación de su “Moisés, el egipcio”, aunque no habíamos hablado de esto cuando tuve mi sueño “real” de la princesa egipcia. Me preguntó entonces si yo era la niña Miriam, que en el grabado de Doré estaba semioculta entre los juncos, cuidando al recién nacido que llegaría a ser el guía de un pueblo cautivo y el fundador de una nueva religión. ¿Miriam? ¿Mignon?” Escribirá entonces , “nos interesa el alma, más que los santos y los ángeles; podemos llamarla Miriam o Mignon”
H.D. compone este movimiento bajo la guía de Mignon, el poema de Goethe y la voz (“la única voz”) de Sigmund Freud.
“La Mignon del poema de Goethe se une a nosotros en nuestro ritual de preguntas y respuestas. (…) No puedo recordar la música -no la de Schumann- con que lo cantábamos yo y algunos de mis contemporáneos, cuando éramos escolares. Pero por lo que toca al Profesor, había música ciertamente; había música en cada sílaba que profería, y había música en su nombre, el Sing-mund, la voz a la expresión victoriosa. (…) Estaba allí el músico supremo, él, también, hijo de Apolo, que armonizaba el espíritu humano, que como Orfeo, encantaba las bestias de la mente inconsciente o subconsciente y vivificaba todo lo que había muerto en pensamientos y en memorias sepultados. (…)
No pretendía traer de vuelta a los muertos que habían cruzado el umbral. Pero levantaba en los corazones muertos y en las mentes perturbadas y heridas, una hueste de niños vivientes.
Uno de esos niños se llamaba Mignon. No era mi nombre ciertamente. Es cierto que yo era pequeña para mi edad, mignonne. (…)
Era una niña entre dos muchachos; pero, irónicamente, estaba siempre despeinada y tenía aspecto de ratón, mientras que los muchachos eran brillantes y dorados. No era linda, decían. Luego dijeron que era linda; pero súbitamente creció como una planta silvestre. Todos dijeron, sorprendidos, “Es ciertamente muy linda, pero es una pena que sea tan alta”. El alma se llamaba Mignon, pero, evidentemente, no iba muy bien con su cuerpo.
Pero se encontró a sí misma en una canción. Sólo falta la melodía”
Diez años después, entonces, para H.D. S. Freud es la voz de Mignon exiliada de su cuerpo infantil.
Notas:
H.D., Tributo a Freud, Schapire Editor S.R.L., Bs. As. 1979.
En la Asociación de psicoanálisis de la Plata.
Inés Rieder y Diana Voight, Cidoni Csillag. La “joven homosexual” de Freud. El cuenco de plata. Buenos Aires. 2004.
Jacques Lacan, La ética del psicoanálisis. Libro VII. Paidós, Bs. As. 1988.
La actividad de Lecturas críticas se realizó en la APLP el 29/04/05 bajo el título de “Revisión de la homosexualidad femenina” y está comentada en Microscopía N° 44 por Gustavo Gonzalez que coordinó la presentación.
En Psyche reborn, Susan Stanford Friedman, si bien con otra intención también toma el caso de la joven homosexual como paradigma de la homosexualidad femenina cuando busca demostrar que Freud interpretó la situación de H.D. según las pautas desarrolladas en “La psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”.
Revista Descartes N° 14, año IX, septiembre 1994. Anáfora Editora, Bs. As., Argentina.
Extracto de “El maestro”, poema traducido por Diana Bellesi y Mirta Rosenberg que pertenece a un texto mayor: Habla una Sacerdotiza Muerta, publicado en Diario de Poesía N° 11, 1988.
VII
Por muchos eones todavía / él inquietará el pensamiento de los hombres, /que viajarán mucho y lejos, / discutirán todas sus palabras escritas, /su pluma será sagrada, /ellos construirán un templo / y pondrán a salvo todas sus escrituras sagradas /y vendrán los hombres / y los hombres pelearán / pero él estará a salvo; /ellos fundarán templos en su nombre, / su fama será tan grande / que cualquiera que lo haya conocido /será visto también como maestro,/vidente, /intérprete; /sólo yo, /yo escaparé.
VIII
Y fue él, él mismo quien me libró / a la profecía, /no me dijo /"sé /mi discípula", /no me dijo /"escribe, /cada palabra que digo es sagrada", / no me dijo "enseña", /no me dijo /"cura
o sella documentos en mi nombre", /no, /era bastante informal, /"no discutiremos eso" /(dijo) /"eres poeta".
Conoció a Bryher en julio de 1918. Hija de un magnate naviero había mantenido una relación amistosa con los Freud desde 1927 y había sido analizada por Hanns Sachs. Poderosa defensora del psicoanálisis, Bryher donó a lo largo de los años sumas considerables a varias empresas psicoanalíticas, incluyendo la capaciatación de analistas legos. A partir de 1933, ayudó a analistas refugiados a abandonar Alemania e instalarse en tierras más seguras. Fue ella quien convenció a H.D. para que se analizara, primero se analizó con Mary Chadwick en Londres pero no funcionó y luego con Sachs quien le recomendó que viera a Freud. También es ella quien la lleva junto con Perdita (la hija de H.D.) a un extenso viaje por las islas Scilly, Grecia, Egipto y París.
Según una nota al texto traducido al castellano “Escrito en la Pared” apareció en Life & Letters Today, Londres, 1945 – 1946.
Redactado para publicar en diciembre de 1948 en Lausanna.
H.D., Notes on Thougth and Vision & The Wise Sappho, City Lights Books, San Francisco, 1982.
“El profesor me pide una sola cosa. Acerté en mi premonición, era un no debas. Me pide algo, confía en mí, me trata con su modo cortés y sutil, como si fuese igual a él intelectualmente. Es muy firme sin embargo y me lo explica con paciencia. “Por supuesto, usted comprende” es la manera casual en la que me ofrece, a veces, algún descubrimiento raro, algún hallazgo inapreciable, o “quizá a usted le parece otra cosa”, como si mis opiniones, mis descubrimientos pudieran compararse con los suyos. No impone la ley, salvo esta vez, esta única ley. Dice, “Por favor, nunca -quiero decir nunca, en ningún momento, en ninguna circunstancia- emprenda mi defensa, si alguna vez oye opiniones ofensivas contra mí o contra mi obra”.
Lo explicó cuidadosamente. (...), “ante la menor sugestión que usted se dispone a ofrecer un argumento en defensa mía, la ira o la frustración del agresor se tornarán más profundas. No le hará ningún bien al detractor si emprende, equivocadamente, una defensa lógica. Así logrará que se profundicen el odio, el miedo o el prejuicio. Tampoco se hará un bien a usted misma, pues expondrá solamente sus sentimientos; doy por cierto que aprecia profundamente mis descubrimientos o no estaría aquí. No me haría bien a mí ni a mi obra, porque el antagonismo, una vez que predomina, no puede ser desarraigado desde la superficie y prospera y se profundiza con la discusion acalorada. mayor.” (pág.135-136)
Del poema de Goethe Mignon, literalmente: ¿Conocés del país?
Incluso Lisa Appignanesi y J. Forrester en Las mujeres de Freud (P.421-429) ( Planeta, Bs. As., 1992.) resaltan, tomando como referencia una de las cartas de la correspondencia con Freud, que seguramente el interés de S. Freud por ella se debía a que habría leído antes de su encuentro Palimpsest (1926) , tres historias superpuestas que rastreaban el desarrollo de la mujer como artista utilizando la antigüedad como un tropo psicológico.
Uno de los movimientos modernistas que modificó la literatura de habla inglesa.
Eric Laurent, Posiciones femeninas del ser“¿En qué punto las mujeres psicoanalistas dan cuenta, en sus aportes o sus escritos propiamente teóricos, de su particularidad?” (p.11)
En general, al menos en los libros o artículos a los que he tenido acceso hasta ahora, los diferentes autores toman fragmentos del relato de H.D. para interpretar al psicoanalista y/o interpelar los límites del psicoanálisis o su eficacia como en el libro ya citado Las mujeres de Freud o en Sigmund Freud. Partes de Guerra. Peter Gay la incluye en la lista de las mujeres cercanas a Freud, como “analizanda” y posteriormente amiga, para recavar datos de la vida de Freud. Marie-Hélène Brousse toma como ejemplo una intervención estratégica de Freud relatada por H.D. en un desarrollo mayor sobre transferencia y acto analítico. Deborah Fleischer en su artículo sobre Perspectivas del concepto. Neutralidad, técnica activa, contratransferencia y vacilación calculada también hace referencia a lo relatado por H.D. y otros analizantes de Freud (Wortis, Kardiner) para desarrollar los temas que propone en el título.
Algunos de sus críticos ubican la relación que mantuvo con Freud, que describen como “idealizada”, en serie a las sotenidas con E. Pound, R. Aldington, D.H.Lawrence, e incluso podemos agregar en esta serie a H. Ellis, pero al respecto para no extraviarnos en un tropo psicológico hay que tener en cuenta una nota de K. Fields en la página 39 donde explica la aparente deificación (sublimación e idealización) de Freud de la siguiente manera: “Pero uno de los métodos principales de la autora es convertir las cosas y la gente de su mundo en símbolos. Por ejemplo su hermano que roba la lupa a su padre para hacer fuego lo convierte en Prometeo que roba el fuego a Zeus. Se maneja con un estilo asociativo de símbolos”. Por otra parte, también ponen Tributo a Freud en serie con End to Torment en tanto consideran a ambos libros como “sus reflexiones autobiográficas sobre su experiencia con hombres” en contrapunto con sus reflexiones sobre experiencias de homosexualidad femenina o sobre la sexualidad femenina. Algunos de sus críticos son Bonni Kime Scott, Alicia Ostriker, Barbara Guest’s.
Peter Gay, Freud. Una vida de nuestro tiempo. Paidós, Bs. As., 1989.
Sigmund Freud, Análisis terminable e interminable (1937), O.C.
“Parece, pues, que numerosos analistas han aprendido a aplicar unos mecanismos de defensa que les permiten desviar de la persona propia ciertas consecuencias y exigencias del análisis, probablemente dirigiéndolas a otros, de suerte que ellos mismos siguen siendo como son y pueden sustraerse del influjo crítico y rectificador de aquel. Acaso este hecho da razón al poeta cuando nos advierte que, si a un hombre se le confiere poder, difícil le resultará no abusar de ese poder.”
El libro de Joseph Wortis Fragments of an analisis with Freud es un caso de esta pretensión. Se publica diez años después que Escrito en la pared, en 1954. (En la Argentina, en castellano, se publica con el título de Mi análisis con Freud en 1964, quince años antes que el de HD, bajo el signo de la psiquiatría soviética.) Wortis publica las notas que tomó luego de cada sesión pero borra toda referencia a su persona alegando que se trata de un didáctico. Escribe: “No tengo la intención de prolongar la discusión fundándome en el material de mi propia persona” (…) “Havelock Ellis, a quien le cupo leer todas las notas originales, escribió, “no revelan nada acerca de Ud.”” Janet Malcolm toma esta cuestión críticamente en Psicoanálisis: La profesión imposible (1981), y se refiere a H.D. en una nota a pie de página pero la autora mantendrá en disyunción ambos términos incluso le restará validez de transmisión al escrito de H.D. afirmando que se trata de “una evocación poética, casi alucinatoria de su análisis, y no de un informe objetivo, registrado día por día” (podemos agregar, al estilo Wortis). Al respecto es elocuente un trabajo estadístico realizado por David J. Lynn y Georges Vaillant en un artículo titulado “Anonymity, Neutrality, and Confidentiality in the Actual Methods of Sigmund Freud: A Review of 43 Cases, 1907 -1939” (Am J Psychiatry, 1998 155: 163-171)
J.J. van der Leew fue un analizante de Freud autor de Gods in Exile, The Fire of Creation, The Conquest of Illusion, y de The History of the Cristian Faigth.
Apelo al aforismo que J. Lacan desarrolla en el Seminario X tomando en cuenta lo señalado por J-A Miller en su curso Los signos del goce sobre el cambio de axiomática implícito en dicho aforismo.
Jacques Rancière, El inconsciente estético, del estante editorial, Bs. As. 2005.
Noción desarrollada en La división de lo sensible. Estética y política, Salamanca, Centro de arte de Salamanca, 2002; Y Malaise dans l’esthétique, Paris, Galilée, 2004)
Rancière resume esa forma de escritura en el “todo habla” de Novalis. “Todo es traza, vestigio o fósil. Toda forma reconocible, desde las piedras o las conchilas, es elocuente. Cada una porta, inscripta en estratos y en volutas, las huellas de su historia y los signos de su destino. La escritura literaria se presenta, entonces, como desciframiento y reescritura de esos signos de historia escritos en las cosas”
Kenneth Field, que es quien escribe la introducción al libro, destaca que “los poemas imaginistas son importantes en nuestro caso presente, porque creo que cuando ella llegó a Freud como convalesciente, trataba de restablecerse de ellos, y de la imagen del mundo implícita en ellos.”
Se refiere a la Balada del Viejo Marinero, de Samuel Taylor Coleridge.
Marie-Hélène Brousse, “Transfert et acte analytique” (13-22), Travaux N° 5 Group d’études de Nantes rattaché a l’Ecole de la Cause Freudienne.
Ver nota 15.
J. Lacan S VIII, pág. 81
Cito a María Negroni en el epílogo “El prestigio de la épica” a Helena en Egipto (1961), Ediciones Angria, Asociación de cultura atual, Venezuela, Caracas, 1993. Traducción Bilingue de María Negroni y Sophie Block. María Negroni, en su epílogo a Helena en Egipto (1961), lanza una flecha contra la lente feminista de Rachel DuPlessis que transcribo: “Indudable: la idea de una épica deconstruida, una épica del chora, antimasculina y antibélica tiene su impronta política. Lástima que no me explica la manía griega de H.D. desde los libros tempranos, cuando la epopeya todavía está ausente.” En respuesta Negroni sostiene que “el arsenal imaginario, simbólico y estético de Grecia resume en el caso de H.D. una ambivalencia: un atrevimiento y una sumisión. (…) ¿Qué mejor que disputar desde esa aureola con Pound, Aldington, D.H. Lawrence y con todos los mentores que siempre se buscó y que después no sabía cómo sacarse de encima? ¿Qué mayor astucia que usar la mitología, en sentido amplio, como alegoría personal?”
Alude al poema Helen de E. A. Poe con el que concluye el apartado anterior. (p. 92)
On desperate seas long wont to roam, / Habituado a vagar largamente por mares desesperados,
Thy hyacinth hair, thy classic face, / tu cabello de jacinto, tu rostro clásico,
Thy Nadad airs, have brougt me home / tu aire de náyade, me han traído al puerto
To the glory that was Greece / a la gloria que fue Grecia
And the grandeur that was Rome / y a la grandeza que fue Roma.
S. Freud, Moisés y la religión monoteísta, O.C.
El asno busca su camino en la niebla.
En Tributo a Freud ( P.112)
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