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A propósito de la resonancia del silencio*

por Marcelo Izaguirre

Quisiera comenzar el comentario sobre el libro de Enrique Acuña con la crítica de otro libro, o quizá para ser más precisos en una materia en la que no abunda la precisión, quisiera comentar algunos de los capítulos del libro con la crítica de un capítulo de otro libro. Se trata de un texto que tiene dos tomos (los programados son tres) que se llama El pensamiento alternativo en la Argentina del siglo XX. Bajo la dirección de Hugo Biagini y Arturo Andrés Roig y con el apoyo de la Agencia Nacional de Promoción Científica. El segundo tomo, que es donde se encuentra el artículo al que me refiero tiene 700 páginas. Son ediciones que no abundan como ustedes se dan cuenta rápidamente. Y escriben allí 53 personas. A ninguna de estas personas les falta en el paréntesis del índice el acompañamiento de la sigla correspondiente, que sin intentar establecer un orden de jerarquía va de UNM, UDT, UCA, UBA, FONCYT, CONICET, y así hasta completar los 53 casilleros. Los acrósticos no dicen mucho quizá para quien no los conoce, pero para quien los usa no cabe duda que hacen saber su pertenencia orgánica y como siempre sucede, si lo usan no les avergüenza sino por el contrario. Todo muy bien, como se dice, sólo que inmediatamente la pregunta que uno se hace ante semejante despliegue es ¿alternativo de qué es este pensamiento? Para muestra basta un botón como se dirá en el artículo objeto de mi crítica: uno de los 53 nombres es Horacio Sanguinetti, de quien no se dan más datos que la pertenencia a la UBA. Si no se trata de un homónimo, y no lo es, es la misma persona que fue rector durante muchos años del Colegio como se lo conoce en algunos ámbitos. Una vez que abandonó por la edad el Colegio, tuvo un fugaz paso por el Teatro, más conocido como el Colón en la gestión Pro de la ciudad de Bs. As.

Y qué tiene que ver todo esto con el libro de EA pueden preguntarse ustedes. Sucede que uno de los 53 nombres, en la ocasión con los galones del Conicet escribe un artículo en el cual afirma: “Buena parte de los psicoanalistas argentinos son incapaces de historizar la disciplina que practican simplemente porque conciben la historia como un mero instrumento de política psicoanalítica. Precisamente porque toman al psicoanálisis como ‘algo dado’ y por lo tanto no problemático no pueden pensarlo desde fuera de las instituciones, escuelas o sectas a las que pertenecen”. Inmediatamente señala que confunden la historia con la memoria, y pone como ejemplo un artículo de Zak de Goldstein en el cual hace un relato en el cual termina diciendo que T. Reik es su abuelito psicoanalítico. Para muestra basta un botón dirá de un libro del cual tomó ese botón. Como estuve en esa mercería, puedo decir que había otros botones allí para tomar como muestra y no hubiera dado el mismo resultado. Inmediatamente aclara que existe un segundo grupo de trabajos acerca de la historia del psicoanálisis que sin dudas es más fructífero. Y como no podía ser de otra manera, remite a sus propios trabajos. Lo que recuerda algo que afirmaba en otros tiempos un psicoanalista al cual respeto, cuando decía que ser tomado por psicoanalista puede resultar inevitable, tomarse por tal es el colmo de la impostura. Esos trabajos tan fructíferos, el suyo incluido, han reconocido en José Ingenieros un nexo entre la vieja psiquiatría y el freudismo. Le recomendaría a este investigador del Conicet la lectura de Restos pampeanos de Horacio González (aunque algunos dirán que ha dejado de ser alternativo) para matizar sus afirmaciones, ya no tan científicas, respecto a Ingenieros. No se le escapa al científico que lo que dice no deja de ofrecer sus dificultades al afirmar que hay que distinguir entre categorías “nativas” y analíticas ya que “Esto naturalmente se torna mucho más difícil cuando el investigador es parte, como lo somos muchos de los intelectuales de clase media, de aquello que se quiere estudiar”. ¿Y entonces?

Cuando P. Ariès se refería al desplazamiento de los positivistas (y el fulano parece serlo) por quienes participaban del lado de la historia de las mentalidades señalaba que “las fuentes se eligen en función de estrategias privilegiadas que son siempre las mismas” (parece que Ariès no creía mucho en la alternativa). En cuanto al autor en cuestión si le molesta que la historia se transforme de ese modo en memoria que lea el artículo de Ariès “¿Qué nos lleva a escribir memorias?”

Ahora bien, el autor no es sólo un hombre de clase media que se cita como autor de uno de los trabajos interesantes, que merecen ser leídos, sino que se encuadra dentro de lo que Arturo Andrés Roig califica en la introducción de este tomo como “intelectuales orgánicos” siguiendo la terminología de Gramsci. Aunque por supuesto estar dentro de este libro, parece situarlo entre el pensamiento alternativo. Es la esperanza de Roig.

Quienes conocen a Enrique Acuña saben que no está fuera de las instituciones psicoanalíticas y no está afuera porque además tiene un cierto gusto por promoverlas, criticarlas y desplazarlas. Llevarlas de un lado a otro. Pero quienes han leído a EA saben que no se le ocurriría hablar de su abuelito analítico aunque seguro lo ha tenido. Todos venimos de algún lugar, aunque en el caso de los argentinos es sabido que lo hacemos de los barcos. Y su escritura aunque también su pensamiento es alternativo si aceptamos la definición de Roig. Pero él formaría parte de ese grupo de psicoanalistas que no pide permiso para hablar de aquello que le interesa y sin esperar la autorización de algún emblema de historiador. Y no hace mal en dar respuesta en el debate de la ciudad cuando aparece un documental como el que refiere en su artículo “Declinaciones de un sobreviviente, psicoanálisis frente a la dictadura”, cuando se hacen acusaciones como las que se deslizan en ese film. Respecto a las cuales se encarga de aclarar que la respuesta de Vezzetti respecto a ese tema no ha sido muy contundente.

No deja de dar una indicación al planteo del investigador cuando dice qué es historizar en psicoanálisis: “implica situar la función del olvido, que recupera el valor del resto perdido, con lo cual se puede captar un cierto saber sobre la verdad” (como se ve, no son pampeanos, pero se trata del resto). Comentando el documental sobre la situación del psicoanálisis dirá que el peso del Ideal del Otro ordena una voluntad de silencio, junto con el desmantelamiento institucional. Allí para algunos resonó el psicoanálisis. No es la expresión que él usa, habla de refugio pero a mi me gusta más la otra palabra que forma parte del título de su libro. En tanto la expresión refugio jurídico también la usa para referirse entre otros temas a la escisión que se produjo en la EFBA. Entiendo que efectivamente fue lo sucedido, aquellos que frente al desmantelamiento de las instituciones y la imposición de la voluntad del silencio llegaron al psicoanálisis por resonancia, aunque más no sea por las resonancias del silencio ya que como señala Marcos Victoria, Pascal, que se pudo arreglar con el vacío no lo pudo hacer con el silencio de los espacios infinitos. Y he traído a Marcos Victoria ya que casi anticipó a EA con un libro que llamó meditación del silencio. No deja de resultar un título curioso para un médico y “psicólogo” tan biologista.

Resulta sumamente atinada la referencia a Ana Longoni y su libro Traición para discutir las figuras que aparecen en el documental objeto de la crítica. Todo aquel que llega como sobreviviente puede ser sospechoso de delación señala EA siguiendo a la autora. Y tomar las cosas de esa manera cierra el debate y la autocrítica sin cuestionar las decisiones de las direcciones políticas que condujeron a la lucha armada. En este punto, quizá por su gusto por la literatura Acuña hace saber que no hemos aprendido tanto de Borges. Para cuando estaba en producción este libro sobre las resonancias no había visto la luz otro libro, que puede servir para la lectura de ese documental, que para quienes no lo han visto, a grandes rasgos se trata de una serie de testimonios sobre lo actuado sin demasiadas reflexiones. Casi como el abuelito analítico criticado por el investigador de clase media. Pilar Calveiro en otro excelente libro, Política y/o violencia, que está en la misma línea del de Longoni (solo que escrito por alguien de Dentro diría Félix Duque) afirma en su comienzo que “La repetición puntual de un mismo relato, sin variación, a lo largo de los años, puede representar no el triunfo de la memoria sino su derrota”. Para expresar casi sobre el final que interrogarse sobre las responsabilidades no es para atenuar la de los militares sino “para reconocer la otra, la que nos cabe a nosotros los que fuimos militantes y participamos del desastre, en algunos casos propiciándolo y, en otros, sin ser capaces de evitarlo. ¿O a nosotros no nos cabe responsabilidad alguna?”

Me llamó la atención que cuando Enrique participó de esa mesa que dio lugar al artículo comentado no haya hecho mención a un artículo suyo del año 2000 publicado en este libro también, presentado en el Coloquio Oscar Masotta Lecturas críticas del Centro Descartes, ya que en el mismo señalaba para todos esos testimonios que ignoran la posición de algunos psicoanalistas durante los ’70, que al leer un artículo del libro Lecturas de psicoanálisis Freud - Lacan se podía apreciar la posición política de Oscar Masotta con respecto al contexto argentino de la época, pues remite a un artículo en el que Masotta no dejó de aludir a ella. Sólo se me ocurre concluir que no lo ha hecho porque así como al investigador podría no gustarle el uso político de la historia que hace Acuña, éste no tiene la práctica del científico de citarse a sí mismo y eso, precisamente, para decirlo con sus palabras “implica situar la función del olvido”, para recuperar el valor del resto perdido, con lo cual se puede captar un cierto saber sobre la verdad. La otra posibilidad es seguir escribiendo papers.

*Comentario del libro de Enrique Acuña Resonancia y silencio. Psicoanálisis y otras poéticas (Edulp, 2009) presentado durante el XI Encuentro argentino de historia de la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis realizado en Rosario el 15 y el 16 de octubre de 2010. Participaron de la presentación Marcela Romero (Santa Fe), Ofelia Wyngaard (Tucumán), Christian Gómez (Posadas) con la coordinación de Germán Schwindt (La Plata).

 

 
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