Alteraciones perceptivas
por Marcelo Izaguirre
"Más mirás menos sabés", se escucha reflexionar a un abogado en una película argumentando con su defendido, siguiendo a un tal Werner. Expresión que podría atribuirse también a quien es una de las razones del nombre de esta sencilla y clara institución, Descartes, cuando expresaba que la percepción sin duda, engaña. De otra manera comienza el capítulo "El ojo de la mente", Steven Pinker para explicar cómo funciona la mente, con una cita de Salvador Dalí, "Mirar es pensar" e inmediatamente recuerda una pregunta de Groucho Marx que entiendo que serviria para terciar en esa disputa cuando preguntaba a Margaret Dumont "¿ a quién vas a creer, a mí o a tus ojos?"
Esa preocupación por la observación que surge en el siglo XVII no es atribuible tanto a Descartes aunque como veremos también se lo responsabiliza de ello- como a John Locke quien en su Tratado sobre el entendimiento humano dice que la percepción es el origen del conocimiento humano. De tal manera se reintroducía en la historia del pensamiento la idea del error a que conducen los sentidos. Ello dio lugar posiblemente, a que el psicoanálisis en su teoría inicial, al igual que la filosofía moderna con el giro cartesiano, como afirma Marcia Cavell, comenzara con reflexiones sobre el error. Me refiero a la inicial teoría traumática inicial sobre la seducción, pero también a lo que se encuentra en el Proyecto en cuanto a ciertas consideraciones sobre el error, presentes en el final del mismo, que podemos decir que se explicarían por algo que Freud ha expresado en la primer parte en el capítulo 17 donde la identidad se fundamenta en el retorno de la cantidad que emigra desde la percepción sobrante hacia la catexia neuronal faltante. ¿No afirma desde entonces Freud que se ve más de lo que hay? Exceso que impedirá el retorno a la identidad por los caminos de la necesaria satisfacción, dejando paso a las satisfacciones alucinatorias.
Si el tratado de John Locke no resulta pertinente en cuanto a sus ideas sobre la percepción, al afirmar que ella es la puerta de entrada del conocimiento, en primer lugar, y luego la memoria, al punto que podríamos llegar a responsabilizarlo de aquel famoso y clásico extravío de considerar a la alucinación como una percepción sin objeto, ( aunque Bercherie lo ubicaría del lado de las psicosensoriales) no obstante, quisiera mencionar dos puntos que me parece importante tener en cuenta (por supuesto, no pienso que sean los únicos): el primero es de la epístola al lector donde dice que ha escrito esa obra porque se entretenía mientras investigaba, y la otra casi en el final hablando del falso asentimiento, cuando afirma que no aporta nada quien no hace más que repetir las cosas esperadas del dogma. "¡Cuántos hombres hay que no tienen más base para sus opiniones que la supuesta buena fe o erudición, o el número de quienes son de la misma profesión! Afirmando inmediatamente que los hombres muy leídos también pueden incurrir en errores y que la verdad no puede establecerse por medio del sufragio de las multitudes. Basándome en esto último es que se me ocurría interesante tomar un tema un poco descuidado en el campo del psicoanálisis, salvo el mentado sistema percepción-conciencia de Freud y el conocido recorrido de Lacan sobre el percipiens y el perceptum. Si bien pensar en alteraciones perceptivas puede lleva a pensar en las famosas deformaciones conocidas, desde las leyes de Müller a las de la Gestalt, no es mi intención referirme a ellas. Ni a los estereogramas de Pinker que ejemplifican la óptica invertida. Esas ilusiones perceptivas han conducido a lo que se dio en llamar el escepticismo de la percepción al tiempo que se configuraba la matematización de la naturaleza. Hay una referencia de Lacan en el seminario "los 4 conceptos", mencionando a Baltrusaitis, y en el primer capítulo del nuevo libro de J.-A. Miller, La naturaleza de los semblantes. No fue en relación con esas ilusiones que se me ocurrió trabajar las alteraciones de la percepción sino en la lectura del trabajo de Lanteri-Laura sobre las alucinaciones donde destaca que las alucinaciones no son privativas de las psicosis, algo que ha sido bastante bien mostrado por Maleval en su trabajo sobre las locuras histéricas. También hay un capítulo del libro de Austin Sentido y percepción que dedica a discutir las alteraciones y las ilusiones. Y finalmente, una afirmación de Lanteri que dice que si lo alucinatorio es posible se debe que nuestra relación con el mundo a través de la percepción -aunque parezca ofrecer certidumbres- es frágil,
Siguiendo una indicación de Germán García, en su conocido espíritu lockiano, hemos comenzado en la comisión de investigación del centro el estudio de un texto de Hilary Putnam donde realiza una importante crítica a la teoría clásica de la percepción desde el campo de la filosofía, y entendemos que es posible encontrar allí algún fundamento para sostener las ideas de Lacan, sin recurrir una vez más a la autovalidación. En tal sentido me parece que también se puede considerar otra referencia de Germán, un texto de Marcia Cavell, La mente psicoanalítica, que si bien presenta una lectura limitada de la obra de Lacan, realiza un exhaustivo recorrido de Freud, sin tomar específicamente el tema de la percepción, pero dedica un capítulo al tema de la mente el cuerpo y las leyes psicológicas, donde discute la afirmación de Wittgenstein de que las razones no son causas. También hay una referencia a los estados mentales y su relación con el materialismo que debe ser confrontado con lo expresado por Putnam, así como su referencia a la interpretación.
Hay que decir que el orden de las preocupaciones no es el mismo que el del psicoanálisis, pero creo que justamente allí está el interés que presentan, no se trata del goce en juego, sino del status de los pensamientos y la posible correspondencia con la realidad y por ende, de la condición de esta misma. Austin dedica un capítulo de su libro a discutir el concepto de real y sus distintas acepciones (1959) Podría afirmarse que dado que son distintos ordenes de problemas no valdría la pena estudiarlos, aunque J.-A. Miller, en el libro mencionado, expresa que hay en el comienzo de la enseñanza de Lacan una confusión entre el Otro de la verdad y el ello del goce. Ello se observa tanto en el texto de Cavell como en el de Putnam, que entran dentro de lo que Lacan denomina en su seminario Los 4 conceptos la dirección de la conciencia y de la reflexión, frente a la problemática del deseo que toca el psicoanálisis.. Pero entonces, ya no respetaríamos el espíritu cartesiano (del centro). Trataré de mostrar algunas cuestiones que permitan entender la razón de ese recorrido y de establecer el distinto uso que Freud hiciera de alguno de los conceptos mencionados.
Me remitiré por razones de tiempo a comentar algunas de las criticas que realiza H. Putnam a la teoría clásica de la percepción. En principio dos. La primera es la crítica a la teoría causal de la percepción, que consiste en suponer que la percepción esté causada por los objetos que están ahí fuera. Podría encontrarse cierta coincidencia con la que realiza Lacan respecto al perceptum. La segunda, que se sigue de la primera, es la crítica a la teoría de los datos sensoriales que lleva a suponer la teoría de la percepción como una interfaz entre los objetos exteriores y el sujeto que percibe. En esta crítica estaría comprendida la posición que Colette Soler atribuye a Lacan, en tanto para diferenciarse de Taine, dirá que entre el percipiens y la realidad se encuentra la realidad psíquica. De igual modo en el mismo trabajo ubica a Freud en el campo de la tradición respecto a la percepción, volveré sobre esto.
Antes de comentar la primer crítica a la teoría causal- un pequeño desvío para entrar en tema. Heisenberg, el aludido Werner del film, criticando la posición moderna de Descartes, dice en un libro de divulgación que "La ciencia natural no es ya un espectador situado ante la naturaleza, antes se reconoce a sí misma como parte de la interacción de hombre y naturaleza. El método científico consistente en abstraer, explicar y ordenar, ha adquirido conciencia de las limitaciones que le impone el hecho de que la incidencia del método modifica su objeto y lo transforma, hasta el punto de que el método no puede distinguirse del objeto". No se trata de una mera digresión, ya que para desarrollar la crítica a esa teoría causal de la percepción, que el objeto causa la percepción, Putnam dice que es necesario tener en cuenta la mecánica cuántica para mostrar la dificultad de esa posición, ya que nuestra idea de lo que cuenta como un posible objeto, o como una propiedad posible o una posible afirmación epistémica está siempre sujeta a cambios. En tal sentido se pueden encontrar las diferencias entre la metafísica tradicional, que supone la independencia de la realidad, quien piensa que hay una imagen de la realidad que da las descripciones posibles de una vez y para siempre y el pragmatismo de W. James que dice que la descripción nunca es una mera copia ya que estamos añadiendo siempre algo a los modos en que el lenguaje responde a la realidad. La conclusión de Putnam entonces, es que lo que está en cuestión es el término realidad, y el error filosófico consistiría en suponer que ella debe referirse a una supercosa, Otro garante diríamos desde el psicoanálisis, en lugar de considerar los diferentes modos en que renegociamos permanentemente la noción de realidad, acorde al desarrollo de nuestro lenguaje y nuestra vida. Es fundamental en este sentido el lenguaje, pero no debe ser confundido con la idea de tener un esquema conceptual.
La segunda sería la crítica a la teoría de la interfaz, que esta sostenido en el viejo recurso del paralelismo piscofísico. Se vincula con la teoría representacional que desde Demócrito ha sido sostenida por gran número de filósofos, no por Aristóteles, ni sus seguidores, y en la modernidad por quienes han sostenido que las cualidades (qualia) están en nuestro interior, que ha llevado a considerar a la mente como un "teatro interno". Para discutir ello va a tomar un ejemplo denominado de máximo común divisor propuesto por McDowell, que consiste en decir que si tenemos un sueño x, por ej. sueño que estoy en el centro Descartes dando una conferencia sobre la percepción y luego estoy en el centro dando una conferencia, dice que ambas representaciones presentan un MCD (en ambos casos se presenta el Centro, esta mesa, y hasta las mismas personas podríamos conceder). Frente a ello Putnam prefiere hablar de nada en común sino de la disyunción, o tengo el sueño y es como si estuviera, o estoy aquí. El problema de pensar el común divisor es suponer que "cuando vemos un árbol, se está produciendo algún estado fenoménico interno, alguna representación interna de un árbol se nos presenta dentro de nosotros". A la dificultad de pensar esos estados representacionales Wittgenstein preguntaba "cómo podría ser descrita la impresión visual de quien por ej. lee una página impresa. Además se presenta un equívoco que es el de suponer que dos experiencias indistinguibles respondan a la lógica de la identidad. Dado que la propiedad de ser indistinguible no es transitiva como si lo es la identidad.
Además de la respuesta lógica que da Putnam, si nos remitimos a la referencia que el mismo da, encontramos que la discusión de Austin con Price concierne a la clínica. En el cap. 3 Austin expresa que no se puede decir bajo ningún aspecto que tener las experiencias de tener un sueño tengan la misma condición de la vigilia. Que los sueños sean relatados bajo los mismos términos que se usan en la vigilia, no indica que tengan ambas experiencias igual condición. También ha discutido previamente que las ilusiones y las delusiones no pueden ser consideradas indistinguibles por tratarse en ambos casos de engaños. Price afirma que si fueran distinguibles nunca sufriríamos delusión. En el conjunto de las delusiones, Austin ubica a las persecuciones y el delirio de grandeza. Y si bien con las ilusiones por bien que salga, nada andará mal para el sujeto que sea sometido a ella, en tanto que en el caso de las persecuciones algo anda mal y justamente para con la persona que las tiene. No deja de destacar Austin que la diferencia entre la ilusión y los delirios (persecución y grandeza) es la creencia que estos conllevan y que a veces pueden no tener nada que ver con la percepción. Y la certeza de la misma, podríamos agregar. Una persona dice llamarse Mario Blanco Rey, pero -agrega- de rey me falta la reina, el dinero y la corona, por lo que sólo soy Mario Blanco.
Para finalizar retomo la referencia de C. Soler respecto a la ubicación de Freud en el conjunto de la tradición en cuanto a la consideración de la percepción. En fin, cuestiones de lectura. Hay que destacar la crítica de Putnam al psicologismo presente en esas concepciones tradicionales, en tanto se trata para ellos de pensar los conceptos como ideas o imágenes en la mente con lo cual la verdad hará referencia a las evaluaciones cognitivas. Entiendo que las afirmaciones de Freud en el comienzo del capítulo sobre la elaboración onírica, es lo que ha llevado a Austin a acordar con él cuando decía que no se pueden confundir las experiencias de vigilia con las del sueño, también está en la línea de la respuesta de Putnam a los representacionalistas, recordemos su referencia al modo que se renegocia permantemente la configuración de la realidad. Allí, Freud presenta el sueño no como una representación que configura la mente como un teatro sino que el mismo debe ser tratado, por la yustaposición de palabras en tanto hay represión, antes que como imágenes pictóricas, como un jeroglifico, lo que llevó (entre otras cosas) a Lacan contra la opinión de Soler- a considerar que ese texto es un tratado de lingüística. De la importancia del lenguaje en cuanto a la percepción, en esa pregunta por el sexo, encontramos un botón en la carta que Bertrand Russell dirigiera a Lady Ottoline Morrel cuando le declara su amor: "No supe que te amaba hasta que me escuché diciéndotelo, por un instante pensé "Dios mío, ¿qué es lo que he dicho?", y a continuación supe que era la verdad".
Bibliografía:
Putnam, Hilary: La trenza de tres cabos, ed. Siglo XXI, junio 2001, Madrid
Austin, John : Sentido y percepción, edit. Tecnos, 1981, Madrid
Soler, Colette: "Los fenómenos perceptivos", en revista El Murciélago Nº 6, octubre-diciembre 1994, Bs. As.
Heisenberg, Werner: La imagen de la naturaleza en la física actual. Edit. Orbis, 1985, España
Freud, Sigmund: La interpretación de los sueños, capítulo 6, edit. Biblioteca Nueva 1973, Madrid.
|