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Acerca de la creencia

por Sofía Winitsky

 

No hay psicoanálisis, sino algunos quisiera.
J. Lacan, 1977

 

La interrogación sobre las creencias y certezas ha atravesado la historia del pensamiento desde siempre.

En este "campo laberíntico, a menudo indecidible y polémico", según palabras de Michel de Certeau, el psicoanálisis, aunque recién llegado a este debate, tiene su aporte que realizar.

El tema me pareció pertinente para esta Jornada ya que es evidente en Lacan, y también en Freud, el recurso a la psicosis como modo de elucidar una articulación posible entre creencia y certeza.

Ya en el Manuscrito K, Freud explicita su fórmula del desarrollo de una neurosis y muestra cómo el autorreproche producido por el displacer o el exceso de placer asociados a la vivencia sexual prematura traumática, según se trate de histeria u obsesión, es reprimido y sustituido por un síntoma primario.

No ocurriría así en la paranoia. El sujeto paranoico "deniega creencia a un eventual reproche, se comporta como si nunca hubiesen existido ni el placer de la vivencia sexual ni el displacer del recuerdo, y, por lo tanto, proyecta sobre el otro la causa del displacer en lugar de reprimirlo como lo hace el neurótico."

Hay en el sujeto paranoico una incredulidad de origen, Unglaube en alemán, palabra que corresponde a la negación del sustantivo Glaube, que significa tanto fe como creencia.

De este modo, según Freud, los síntomas de la psicosis, o sea los fenómenos elementales, disponen de la fe o la creencia que le ha sido rehusada a los autorreproches, alterando el Yo. Así los reproches a los que se denegó creencia retornan en lo Real como provenientes del otro y, según agrega Freud en "Nuevas aportaciones sobre las neuropsicosis de defensa", estos síntomas hallan, en el sujeto paranoico, creencia plena.

No escaparon a Lacan, interesado en la psicosis ya desde los comienzos de su formación, estas geniales intuiciones de un Sigmund Freud que no se fió de las apariencias.

Así, en "Acerca de la causalidad psíquica", de 1946, Lacan se refiere al fenómeno de la creencia, "con su ambigüedad en el ser humano y con su demasiado y su demasiado poco para el conocimiento — ya que es menos que saber pero es quizá más: afirmar es comprometerse pero no es estar seguro —", oponiéndose de este modo a toda una tradición filosófica que considera a la creencia como un déficit en relación al saber.

La creencia delirante es entonces, para Lacan, un desconocimiento que muestra que aquello que se niega debe ser de algún modo reconocido. Ya en este escrito temprano, Lacan pone de relieve que, más allá de la sensorialidad experimentada por el psicótico, éste posee una certeza: la de que estos fenómenos, provengan de donde provengan y signifiquen lo que signifiquen, le incumben personalmente.

Esta idea es retomada y precisada en el Seminario 3: el loco no cree en la realidad de su alucinación, incluso puede admitir hasta cierto punto su irrealidad; no es, por lo tanto, la realidad lo que está aquí en juego sino la certeza radical que él posee de que eso le concierne. La certeza delirante opera entonces como respuesta del sujeto a la incredulidad que lo marcó de origen, al Unglaube freudiano articulado a un punto fundamental del sistema simbólico, incredulidad que no es el opuesto simétrico de la creencia, no es simplemente su negación, sino esencialmente su rechazo, o, para decirlo con las palabras del Seminario 11, la ausencia de uno de los términos de la creencia, el término donde se designa la división del sujeto.

En la misma línea, en "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis", la certeza asociada al fenómeno elemental, que Lacan denomina "certeza segunda" en tanto es significación de significación, resulta proporcional al vacío enigmático que se presenta primeramente en el lugar de la significación. Así el psicótico no sabe lo que eso quiere decir pero sabe que quiere decir algo, transformando de este modo en certeza a la indeterminación del vacío de significación, indeterminación que Jacques-Alain Miller propone considerar como el modo en que aparece semánticamente para el sujeto la forclusión del Nombre del Padre.

Podemos intentar aquí una diferenciación entre esquizofrenia y paranoia: en la primera se pondría más en evidencia el fenómeno del Unglaube, causando así un sujeto que no logra defenderse de lo Real, sumergido en el goce y el sin-sentido que resulta de no creer en el Otro. En cuanto a la paranoia, y más cuanto más sistematizado está el delirio, mostraría claramente la certeza delirante como respuesta al sin-sentido de lo Real. "Todo sin-sentido se anula", escribió el paranoico Schreber; entonces, podemos decir, todo hace sentido para él. Así la distinción esquizofrenia-paranoia, al menos desde este punto de vista, respondería tan sólo a una cuestión de grado, pero creo que en estos temas conviene ser prudente. Se dice que cuando le preguntaron a Lacan por qué, en relación a la psicosis, no había ido más allá de su escrito publicado en 1959, respondió que no tenía experiencia suficiente sobre el tema, e insistió: "pude tratar a algunos psicóticos, pero no sé cómo lo hice"

En el Seminario R.S.I., Lacan dará una nueva vuelta de tuerca sobre la creencia, sirviéndose de dos formas gramaticales distintas del verbo creer en francés, formas que recubren dos campos semánticos diferentes también.

El verbo croire puede ser transitivo directo, transitivo indirecto o intransitivo. Las dos formas transitivas son, obviamente, las que requieren un complemento de objeto. Es transitivo directo cuando ninguna preposición separa al verbo de su objeto y es transitivo indirecto cuando hay alguna preposición interpuesta.

En particular, cuando el verbo croire es transitivo directo significa aceptar, admitir, tener por verdadero. Por ejemplo: croire une histoire, croire ce que vous dites, vous pouvez croire cet homme. En cambio cuando es transitivo indirecto, croire à o croire en, significa acordar una adhesión moral o intelectual, croire au progrès, croire à l’astrologie, o también tener por real o posible, croire à l’efficacité d’un traitement.

Aún un detalle necesario para seguir el desarrollo que hace Lacan: cuando no hay preposición y necesito remplazar el objeto por un pronombre, utilizo le, la o les, según género y número; en cambio cuando el verbo lleva la preposición à, el objeto se remplaza por el pronombre y.

Así, Lacan dice en su seminario: "Qué es creer en los silfos o en las ondinas? Les hago observar que se dice creer en, croire à, y que la lengua francesa añade allí incluso este reforzamiento, y croire, creer en eso." (y no creer allí como circula en algunas traducciones). Y croire es creer en unos seres en tanto que ellos pueden decir algo.

De este modo, el sujeto que demanda un análisis, cree en el síntoma, croit au symptôme, y croit. Cree en el síntoma como puede creer en la ciencia o en los Reyes Magos. Cree que el síntoma es capaz de decir algo y que para ello hay que descifrarlo. Esto no significa necesariamente creerle al síntoma, creer en su contenido, tenerlo por verdadero. Y esto es para Lacan lo que establece la diferencia entre neurosis y psicosis. En la psicosis, el sujeto no sólo cree en las voces, sino que, y muy especialmente, les cree, cree en la verdad de su significación. No necesariamente en su realidad, pero sí en la verdad unívoca y absoluta que portan.

Por lo tanto, la psicosis muestra cómo se puede transformar un vacío de significación, una incredulidad inicial en el Otro, en una certeza, que aunque delirante, en los casos más logrados obtiene una efecto estabilizador.

Pero en la neurosis, el punto de partida es otro; se parte de la creencia, de la alienación significante como posición primaria del Inconsciente constituido por la indeterminación del sujeto. Cuando este sujeto llega a un análisis, el síntoma se pone en forma, el sujeto comienza a creer en él, y eso es la transferencia.

¿Cómo, entonces, forzar a nuestro analizante a salir de su feliz incertidumbre, de su existencia más o menos sosegada, o dicho de otro modo, cómo se transforma al final de un análisis la creencia en el síntoma en la certeza del acto , sin que se trate de una certeza delirante como la que logran algunos psicóticos, y muchas veces sin la cooperación del compañero llamado analista?

 

 
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