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Nombre propio e identificaciones: incidencias en el cuerpo (ª)

Por GisèleRinguelet

Las mujeres, mejor dicho algunas de ellas, encuentran un rechazo especial hacia los semblantes y tienen una cierta intuición de que lo real escapa al orden simbólico. Ahí en donde los hombres son cautelosos y se esfuerzan por mantener principios y clasificaciones que remiten a la cultura para proteger su tener, las mujeres que no tienen nada que perder se aproximan al vacío y coquetean con la muerte.

No por casualidad fue una mujer, Sabina Spielrein (1), la primer psicoanalista que teorizo sobre ese real que implica la muerte. Pero, en este caso a riesgo de su propia vida.

Es sabido por ustedes y por las feministas, que para Freud el superyo de las mujeres esta más ligado a motivos afectivos, es personal y labil mientras que el superyo de los hombres remite a lo universal. Esta diferencia que plantea Freud tiene su origen frente a la pregunta por el ser: ¿qué soy?, pregunta que conlleva todo tipo de respuestas imaginarias y que no hacen otra cosa, como dice Lacan en el Seminario VIII, que enmascarar otra pregunta que remite al Otro e introduce el problema de la autonomía del sujeto, ¿Qué (me) quiere?.

El ser a diferencia de lo que creen algunos, no se atrapa fácilmente ya que el hombre tiene un cuerpo que lo captura a partir de su imagen; además el interrogante sobre cómo fue deseado por sus padres es algo que insiste en todo análisis al llevar la marca de como cada sujeto ha sido instalado en el lenguaje.

Tenemos entonces que la posibilidad de formular preguntas conlleva la idea de respuestas posibles, pero el problema que se presenta, es que ninguna de ellas puede obturar el vacío que implica la imposibilidad de reencontrar el objeto, que paradójicamente, indica una tendencia.

La pregunta, ¿qué soy? va a atravesar los seminarios desde el año 61 al 63 y es la que llevara a Lacan a considerar el nombre propio en el Seminario de la identificación.

En este Seminario es donde Lacan subraya, de los tres tipos de identificación vertidos por Freud en el capitulo VII de Psicología de las masas, la segunda identificación que proviene directamente del síntoma. El ejemplo es el de Dora quien tosía como su padre. Para Freud, en este caso,” la identificación reemplaza a la elección de objeto; la elección de objeto ha regresado hasta la identificación”. Ello demuestra como lo hace Freud que “la identificación es la forma primera y más originaria del lazo afectivo”.

A partir de la lógica como herramienta en el seminario IX, Lacan plantea el advenimiento del sujeto a partir del signo por la función de la identificación al establecer una diferencia entre significante y signo. El signo a diferencia del significante no remite a otro significante, sino que en esta época para Lacan, el signo significa algo para alguien.

Pero ya Lacan en el capitulo XXIV (la identificación por el “ein einziger Zug”) del Seminario VIII, dice: “...no significa que este ein einziger Zug, ese rasgo único, este por este hecho dado como significante. En absoluto. Es bastante probable si partimos de la dialéctica que trato de esbozar ante ustedes, que sea posiblemente un signo. Para decir un significante hace falta más. Hace falta que sea ulteriormente utilizado en, o que este en relación con una batería significante”.

Tenemos entonces que Lacan en el Seminario IX, al hablar de la identificación con el rasgo único del Otro, subraya que la identificación no tiene nada que ver con la unificación.

Al escribir sobre la identificacion primordial y regresiva al padre, Freud considera que: “...en los dos, la identificación es parcial, limitada en grado sumo pues toma prestado un único rasgo de la persona objeto”.

Podemos señalar además, como dijo German García en su curso del año 2.006, que la identificación tampoco tiene nada que ver con la imitación en la medida que hay en ella algo inconciente.

Ahora bien, en la clase 6 del Seminario referido, Lacan avanza un paso más e introduce el nombre propio. Destaca que la función del significante es el punto de amarre en donde un sujeto se constituye y ubica ahí la función del nombre, pero no de cualquier nombre sino del nombre propio. A diferencia del nombre común que esta a nivel del sentido, el nombre propio no porta el sentido del objeto sino que es algo del orden de una marca.

Entonces la identificacion regresiva al rasgo unario del Otro, lleva a Lacan a considerar la función del nombre propio.

El nombre propio en sentido lógico es lo que no se atiene a la descripción sino que lo que nombra es la particularidad del sujeto. Si bien puede sufrir modificaciones no puede traducirse e implica una marca ligada a la escritura, al Otro.

Entonces para Lacan el nombre propio es el que especifica el clivaje del sujeto y es el que esta especialmente ligado a recibir la información del trazo.

 

En la película “Sunshine”, del director István Szabó, se evidencian los efectos mortíferos que produce el cambio de apellido en una familia judía. Decisión que toman algunos de sus miembros con la ilusión de “asimilarse” a la cultura austro húngara, creyendo que los logros sociales y medallas obtenidas (semblantes), los protegerán del fascismo imperante. Lejos de que esto ocurra, la muerte se ensaña con uno de ellos que muere alienado, creyendo que su ser es igual a los semblantes de la cultura.

Finalizado el régimen nazi, el único sobreviviente de la familia va ser quien intuya que no es el mito familiar (tónico inventado por un ancestro), sino el apellido Sonnenschein que habían intentado eliminar, el que indica algo que le atañe.

 

Ahora bien, ¿qué pasa con el nombre propio cuando designa a una mujer? Como dice Germán García en su articulo Mujeres, decir la muerte, “la mujer fue llamada por ese nombre pero no a ese nombre”.

Encrucijada que deberá ser resuelto una por una. Pero, como es sabido desde Freud, lo que se excluye retorna de algún modo y tiene efectos en el cuerpo.

Es evidente que hay algo en el nombre propio que insiste. Insistencia frente a la cual, algunos intentan borrarla, (como en la película) y otros buscan adornarlo con mitos o historias (2).

Pero Lacan, sin desconocer el carácter “idiótico” del nombre propio, se detiene en su grafía.

Ahora bien, ¿Por qué Lacan habla en el Seminario IX, de la letra como la esencia del significante antes de hablar del nombre propio?, la respuesta no la hace esperar y en la sexta clase plantea que no puede haber definición del nombre propio sino no se considera la relación con algo que en su naturaleza radical es del orden de la letra

Como dijimos, Lacan parte de la lógica y considera al sujeto como aprehensible a partir de una relación entre el uno y el cero. Es decir lo que cuenta no es una cualidad sino si está o no marcado; y allí ubica Lacan el concepto de nombre.

Para Lacan hay un “soy” que es anterior a todo pensamiento y responsable de las formaciones del inconciente.

Este primer soy, como señala Laurent, es el del nombre propio que marca el estado cero del sujeto. Pero ese primer tiempo del nombre propio es algo que al sujeto se le escapa quedando su operación en reserva.

Al principio de un análisis hay un sujeto que tiene un síntoma y un sujeto identificado que esta siempre influenciado, aunque crea en su autonomía.

Dicho en otros términos, en los comienzos de un análisis, el síntoma inicial es correlativo a una identificación con el Otro, en donde el rasgo, como en el caso Dora es sacado del propio síntoma del Otro. De ahí que la identificación al comienzo del análisis implica fijación, detención del ser.

Pero transcurrido el tiempo de espera que introduce la experiencia analítica, el sujeto es un sujeto diferente al de la entrada

Al final de un análisis, el analizado podrá extraer, el referente aun latente del saber inconciente que al inicio del análisis solo esta en potencia.

Lacan señala, que la letra idéntica a si misma no es cualquier uno, permanece susceptible a las conexiones y su fuera-de-sentido.

Tenemos entonces, que el finalizar un análisis no implica un saber acumulado (S2), sino que lo que se deduce del nombre propio que estaba en reserva, es el lugar del objeto a, singular a cada analizado

Como señaló Enrique Acuña, en el Curso de 2.006, dictado en la Asociación de Psicoanálisis de La Plata, “si deduzco es para no dar sentido, de ahí que el nombre propio va en contra del nombre del padre, de su creencia”. Y se podría agregar, que si el objeto a, que se deduce del nombre propio, no es una metáfora, es un nombre que incluye en forma conjunta padre y goce.

 

(#)trabajo que es producto, en gran parte, de las discusiones y lecturas efectuadas en el año 2.006, orientadas por Graciela Musachi, en el modulo Cuerpo adverso-cuerpo cómplice, la clínica del cuerpo (femenino. Ética política y estética.

 

Bibliografía:

- García Germán: Mujeres decir la muerte, en libro Psicoanálisis una política del síntoma. Año 1980. Editor Alcrudo

- Lacan Jacques El Seminario libro 8 La transferencia, Paidos (1960-61)

El Seminario libro 9 La identificación, inédito. (1961-62)

- Laurent Eric Las paradojas de la identificación. Primera edición 1999. Colección orientación lacaniana.

- Monsalve Karen Lo que nombra (marca) un cuerpo. Año 2.006

 

Notas:

  • Ringuelet Gisèle Sabina Spielrein: una mujer ibseniana, en Conceptual Nº 5. Año2.004

  • A cuatro cuadras de acá, hay un negocio de vidrios y espejos que ofrece buscar la historia de los apellidos. Propuesta que mucha gente agradece porque facilita una forma de dar sentido a su vida y “amigarse” con el apellido que le toco.

 

 
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