● Novedades
● Programa
● Círculos
● Coloquios
● Amigos de la Fundación Descartes - Archivo
● e-texts
● Biblioteca
● Librería
● Publicaciones
● Invitados
● Trayectoria
● Consejo de Administración
● Enlaces

 
German García
Archivo Virtual

 
Centro
Descartes
● Agenda
● Jornadas
● Curso de Germán García
● Enseñanzas de la Clínica
● Lacan-Freud, idas y vueltas
● Lecturas Críticas
● Cursos Breves
● Conferencias y debates
● La demanda institucional. Ateneo
● Actividades anteriores
● Consejo de Gestión



 
 
 
Angustia e identificación

por Myriam Soae

“Yo conocí de chico ese horror de una duplicación o multiplicación espectral de la realidad, pero ante los grandes espejos. Su infalible y continuo funcionamiento, su persecución de mis actos, su pantomima cósmica, eran sobrenaturales entonces, desde que anochecía. Uno de mis insistidos ruegos a Dios y al ángel de mi guarda era el de no soñar con espejos. Yo sé que los vigilaba con inquietud. Temí unas veces, que empezaran a divergir de la realidad; otras, ver desfigurado en ellos mi rostro por adversidades extrañas. He sabido que ese temor está, otra vez, prodigiosamente en el mundo. La historia es harto simple y desagradable”

Jorge Luis Borges

Los espejos velados

La historia trata acerca de la captación de la propia imagen en un gran espejo que por momento distorsiona, entonces la imagen del yo ya no está, entonces ese mundo que la incluye ya es otro.

La dialéctica del espejo se produce precisamente entre angustia e identificación. Angustia como el afecto privilegiado cuando el mapa identificatorio ya no es el mismo.

Con el psicoanálisis sabemos acerca de la ilusión especular, de la captación en la mirada del Otro que constituye y marca un ser frágil, acerca de un cuerpo paradójico que se conforma a través del Otro y de otros, de un sí mismo constituido a partir de rasgos ajenos, de un yo que es pura sombra, puro desconocimiento.

Por eso la política del psicoanálisis no concibe identidades, si no que propugna una ética de las identificaciones definidas precisamente como causalidad psíquica.

En los seminarios consecutivos La transferencia, La identificación y La angustia, Lacan rearticula el proceso de asunción de la imagen especular con los conceptos que va reformulando, en especial intenta precisar la asunción de la imagen especular con la lógica del significante y relacionar el cuerpo del espejo con el objeto a mirada.

El interés de este trabajo es aproximarnos a dicha articulación ubicando los fenómenos que se desprenden como efectos unheimlich de este proceso: la despersonalización, la figura del doble, el transitivismo, fenómenos que Freud mismo plantea como efectos del proceso de la constitución del yo en la dialéctica del narcisismo.

Una motivación adicional es la corroboración clínica de los fenómenos mencionados (la despersonalización en la histeria, la agresión como efecto del transitivismo infantil, el sentimiento de ser observado en el obsesivo) y pensar que respuesta puede dar el psicoanálisis en la época de la fascinación por la imagen, donde suelen caer catalogados bajo el embudo de los trastornos actuales.

 

La identificación por ein einziger zug

La utilización de Lacan de un esquema óptico radicaliza la noción de la imagen del sí mismo como ilusión óptica, lo peculiar de esta ilusión constitutiva es que es confirmada y asentada en la referencia al Otro en torno a un significante.

Sobre el esquema óptico están volcados los conceptos del estadio del espejo, la operación que representa el salto del narcisismo primario a la captación jubilosa y libidinal de una imagen que será propia a partir de entonces.

El ein einziger zug, rasgo unario, es el signo de la referencia original al Otro, la alteridad, en la relación narcisista. Es el punto de interiorización de esa mirada, signo, dirá Lacan, de asentimiento del Otro. A partir de esta referencia original se conformará el yo ideal, que es la imagen decantada de la captación jubilosa en el espejo viviente, y el ideal del yo, como la introyección de los rasgos identificatorios del Otro que se organizan en el interior del sujeto como perpetua referencia.

La inclusión de la mirada como objeto a, objeto que resta de la dialéctica especular, cuyo plafón propiciatorio es la castración del Otro, permite ubicar la función de captación pulsional como demanda, ya que la mirada es implorante, es un llamado al Otro. A la vez orienta al deseo y resguarda, en el propio cuerpo, cierta reserva libidinal no proyectable.

El yo será así una superficie corporal ubicada en un espacio referido, un cuerpo topológico agujereado.

 

Lo Unheimlich

La angustia es un afecto en el cuerpo que indica la pérdida momentánea de las referencias especulares y simbólicas. Ya no se es más quién se creía ser, con cuerpo y alma. Incluso indica que las especulaciones fantasmáticas van perdiendo vigencia.

Y la angustia es señal de lo real, sostiene Lacan en el seminario La Angustia, ese real al descubierto que es señalado por la función del objeto a. Así es como aquella reserva libidinal irreductible se torna amenazante en el plano especular, es una visión que exige ser vista, una imagen fuera de límites. Y es en este registro donde lo siniestro, lo unheimlich, tiene lugar.

Freud recurre a un cuento de Hoffman para ubicar lo siniestro, El Hombre de Arena. Esta historia nos permite ubicar un tiempo infantil donde lo siniestro emerge a partir de una amenaza: el hombre de arena es un hombre malo que viene a casa de los niños cuando no quieren irse a dormir y les hecha puñados de arena en los ojos hasta que estos saltan llenos de sangre; entonces él los mete dentro de una bolsa y se los lleva a la luna para dárselos de comer a sus niñitos, que lo esperan allá en el nido y tienen picos corvos, como las lechuzas, con los que devoran los ojos de los niños desobedientes.

Entonces , relata Nathaniel, el protagonista, yo me iba corriendo a mi cuarto y durante toda la noche me torturaba la espantosa imagen del hombre de arena....El hombre de arena me había puesto en el sendero, de lo maravilloso, de lo extraordinario que de por sí encuentra fácilmente su hogar en el alma infantil. Nada me causaba mayor placer que escuchar o leer por mi cuenta historias espeluznantes de duendes, brujas, gnomos, etc. Pero por encima de todos estaba el hombre de arena, al que yo dibujaba con tiza o carbón en mesas, roperos y paredes, como una figura extraña y repugnante.

La inquietud del niño se fue transformando en una exigencia de ver, exigencia que lo lleva a espiar el trabajo nocturno de su padre con un extraño personaje amigo de la flia. Y es así como la imagen indecible fue supuestamente vista “Yo sentía como si todo el cuarto hubiese estado lleno de rostros humanos que iban haciéndose visibles pero en lugar de ojos tenían cavidades horribles, negras, profundas”. Tus propios ojos arrojados por el suelo, dice Lacan en el seminario de La angustia.

Esa ausencia de ojos será la que provoca la captación fascinante que tendrá ya el joven Nathaniel con la muñeca Olimpia, con aquella que posee una rara mirada, fascinación provocada por la proyección de la falta en el semejante.

Precisamente las otras figuras de lo unheimlich descriptas por Freud tienen que ver con la presencia del doble, “la identificación con otra persona hasta el punto de equivocarse sobre el propio yo o situar el yo ajeno en el lugar del propio”. Lacan retomará luego como transitivismo aquella tensión con otro que no es más que una necesidad de reafirmar un yo desdibujado frente a la imagen del semejante, “regresión a épocas en que el yo no se había deslindado aún netamente del mundo exterior, ni del Otro”.

Recurro nuevamente a un cuento borgeano, tomando en cuenta el consejo de Freud que sostiene que este proceso es captado con mayor precisión en la ficción. Este cuento es el relato de un duelo, tomando la palabra duelo en sus dos resonancias: rivalidad imaginaria y proceso de pérdida de un ser al que nos identificamos.

El relato está anticipado por una advertencia del autor: “los episodios importan menos que la situación que los causa”. El duelo en cuestión es entre dos mujeres, Clara Glencairn de Figueroa, una mujer altiva y alta y de fogoso pelo rojo. Menos intelectual que comprensiva, no era ingeniosa pero sí capaz de apreciar el ingenio en los otros y aun de las otras. Y Marta Pizarro, su amiga, hermana de Nélida Sara. Entre Nélida Sara (que según dicen había gustado alguna vez del Dr. Figueroa) hubo siempre cierta rivalidad; quizás el duelo fue entre las dos y Marta un instrumento.

Clara, tras unos años de indecisión y de íntima busca, se entregó al ejercicio de la pintura, incitada acaso por el ejemplo de Marta Pizarro. Clara Glencairn optó por ser una pintora abstracta , Marta ya era una artista tradicional.... Con la primera exposición de Clara comienza el duelo secreto entre ambas. Duelo, podríamos decir posterior a la identificación con la otra, camino que allana el encuentro con el deseo.

La historia entre ambas continúa entre premios, halagos y rivalidades ocultas. Clara Glencairn pintaba contra Marta y de algún modo para Marta; cada una era juez de su rival y el solitario público. En esas telas, que ya nadie miraba, creo advertir, como era inevitable, un influjo recíproco.

Clara Glencairn fallece y Marta luego de pintar su mejor obra, un sobrio retrato de Clara, no volverá a pintar más.

La historia que se movió en la sombra acaba en la sombra, finaliza Borges.

Precisamente esta refracción de imágenes, cada una en los ojos de la otra, cada una en los cuadros de la otra, esa refracción que las atrapa, permite dilucidar las articulaciones anteriores y ubicar la función del objeto a mirada orientando el deseo de ambas.

La salida psicoanalítica de la refracción es entre Angustia e identificación, podemos agregar identificación, angustia y encuentro con un deseo propio.

 

Bibliografía

  • Freud, S., Lo ominoso (1919), en Obras completas, tomo XVII, Amorrortu editores, Bs. As., 1999.
  • Freud, S, Introducción al narcisismo, Obras completas, Amorrortu editores, Bs. As., 1999.
  • Freud, S., Psicología de las masas y análisis del yo (1921), tomo XVIII, Amorrortu editores, Bs. As., 1995.
  • Lacan, J., El seminario La transferencia, Ed. Paidós, Bs. As., 2003.
  • Lacan, J., seminario La identificación, inédito.
  • Lacan, J. El seminario La angustia, Ed. Paidós, Bs. As., 2006.
  • Lacan, J., Acerca de la causalidad psíquica, Escritos 1, Siglo veintiuno ed., Argentina, 1988.
  • Lacan, J., Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache: “Psicoanálisis y estructura de la personalidad”, Escritos 2, Siglo veintiuno Ed, Argentina, 1988.
  • Assuon, P.L, La mirada y la voz, Nueva visión, Argentina, 1997.
  • Hoffman, E.T.A, El hombre de arena.
  • Borges, J. L., El duelo, en El informe de Brodie, Emecé ed., Bs. As., 2005
  • Borges, J.L., Los espejos velados, en El hacedor, Emecé ed., Bs. As., 2005.

Borges, J. L. ,”Los espejos velado” en El Hacedor.

Hoffman, E.T.A, “El Hombre de arena”

Ibíd.

Aquí podemos ubicar el IEM, la casa fliar, lo familiarmente extraño.

Freud, S., Lo ominoso (1919), pag. 234, tomo XVII, Obras completas, Amorrortu editores.

Ibíd..

Borges, J.L., El duelo, en El informe de Brodie.

 

 

 
Billinghurst 901 (1174) Ciudad de Buenos Aires. Tel.: 4861-6152 / Fax: 48637574 / descartes@descartes.org.ar