Los límites de la significación
Alicia Alonso
Voy a relacionar las observaciones (y digresiones)
que extraigo del trabajo de investigación del equipo temático “Psicoanálisis y lingüística” con algunas de las tesis del curso breve dictado por Germán García en el mes de enero (2008), “¿Cuál es el abc del psicoanálisis?”.
Curso que ubica un horizonte de lecturas, así como una orientación para nuestro trabajo de este año
En Mundos de ficción, un libro comentado por Germán García en distintas ocasiones, Thomas Pavel abre un camino para una teoría semántica atenta a la naturaleza y función de los mundos imaginarios, su fuerza representacional y sus vínculos con los sistemas culturales.
La semántica de la ficción –explica– es un campo que surge en la encrucijada que cuestiona las relaciones entre el lenguaje representativo y el estado de cosas al que este se refiere.
De esta manera, el libro nos introduce en los dominios de lo representable y los poderes del lenguaje para crear mundos complejos y dar cuenta de sus propiedades y sus vínculos.
La noción de mundo como metáfora ontológica, al separar los estados de cosas de las aseveraciones que describen esos estados, presenta una tipología que contempla mundos imposibles poblados de deseos y sueños.
Además de evaluar la pertinencia literaria de diversas posiciones filosóficas sobre los seres y los mundos de ficción, explorando sus rasgos y convenciones, el libro incluye una interesante crítica al estructuralismo y su incapacidad para describir el dinamismo y la temporalidad de una historia.
Las prácticas estructuralistas –explica Pavel– tuvieron como consecuencia un fundamentalismo semántico, con sus corolarios: una posición antiexpresiva en detrimento de los mundos imaginarios, y un enfoque inmanentista de la cultura (y el texto).
Al obtener sus términos por la exclusión de varios acontecimientos de considerable importancia y poner el énfasis en un par de funciones acrónicas, independientemente del desarrollo cronológico de una historia, el estructuralismo (a través de la doctrina de la centralidad del texto) descuida no sólo la fuerza representacional, sino los rasgos y las diversas posiciones entre los seres que pueblan esa historia.
Para Pavel, la reducción a estructuras semánticas elementales deja de lado que los mundos imaginarios son estructuras complejas, sobrecargadas de sentido.
Los estados de cosas descriptos en una historia reflejan diversas actitudes que ponen en evidencia el número de proposiciones en las que alguien cree y la relación con ese saber (su uso parasitario o su condición idealizada); así como la lealtad que brinda a sus fuentes y la adhesión epistemológica a la práctica lingüística de una comunidad.
En todos los casos, para describir, por ejemplo, la odiosidad, la generosidad, la distracción o la testarudez de sus protagonistas, un mundo imaginario requiere un sistema de inferencias que relacione esos rasgos con un marco más amplio. Los grados de ser que una cosmología pone en evidencia, incluyen conjuntos de propiedades que dan cuenta del carácter elusivo de esos mundos.
De esta manera, Pavel sitúa la oposición (y describe un campo de tensión) entre lo que denomina una semántica de las cosmologías imaginarias (historias, narraciones, mitos, novelas) y el vaciamiento semántico que promueve el estructuralismo.
Observaciones:
1. La grilla que propone Pavel para analizar los mundos imaginarios no sólo ubica una serie de matices de utilidad clínica para analizar la relación que alguien tiene con el lenguaje. En tanto describe un circuito libidinal, y permite ubicar los elementos a los que está fijada la libido. Sino que introduce simultáneamente el problema de la fenomenología.
2. Como recordaba García en las clases citadas, no se puede desconocer que el estructuralismo es una respuesta a la fenomenología.
3. El debate Freud / Lacan. Tanto uno como otro extrae una serie de invariantes y transmite una pragmática (un método ligado al uso de la teoría), pero no solo no lo hacen del mismo modo sino que sus preocupaciones y sus objetivos no son los mismos.
El problema del referente
A partir de la función del significante la perspectiva estructuralista de Lacan hace de lo real un término siempre explotado por lo simbólico. Lo real necesita ser sistematizado, dominado, significantizado. Fragmentado en elementos lingüísticos. Discontinuidad.
Su punto de partida es que el significante no se presenta en forma desordenada, sino que está estructurado según las normas de una articulación (una cadena significante) que marca todo lo que del sujeto puede presentarse como natural. Articulación.
Mediante esta operación de lectura, Lacan extrae una serie de invariantes y produce un efecto de desustancialización y vaciamiento semántico, ahora bien, esa misma operación introduce el problema del referente.
El Lacan del significante y lo simbólico busca a partir de distintas elaboraciones un referente para anclar el lenguaje en algún lugar. Si bien ubica del lado de la sociedad la noción de Otro, será recién con la elaboración del objeto a (como referente, junto con la noción de goce y el cuerpo) que logrará salir del largo paseo saussureano.
La topología no es estructuralista
En el Seminario 12 (hilo conductor de las lecturas del equipo temático, a lo largo del 2007), Lacan convoca una serie de interlocutores que dan cuenta de un punto de inflexión que incluye las críticas al estructuralismo.
a. Alejándose aún más de cualquier perspectiva subjetivista Lacan (no interroga la relación del sujeto con la representación sino su ser de representante no representativo, su inherencia a una lógica de la falta), enlaza el sentido al lugar vacío de una función.
b. Discute con la gramática normativa (sin hacerlo explícito, se puede inferir de su lectura, Lacan toma la definición de gramática como “el arte del bien decir sonidos, formas, palabras, construcciones”; Guiraud). Y argumenta que el orden de las palabras constituye un signo (aquí la importancia que adquiere si la palabra marcada como un ser está o no precedida por la palabra marcada como cualidad, y qué es lo que esa construcción indica en cuanto a los modos en que el ser aparece).
Al referirse a l os efectos de sentido, y el lazo de la gramática con la significación, concluye que el enlace de los elementos de una cadena significante engendra siempre una significación. No importa cual.
Y explica que la función de la significación pasa por un referente. Lo real –observa– es asemántico, está fuera de los efectos del lenguaje.
c. En esas mismas clases, Lacan critica lo que denomina estructura lineal del significante, argumentando que esa cadena no sirve para dar cuenta de “los efectos de tornasol del sentido” ni del “dinamismo de los recubrimientos anudados”.
Recomienda la lectura de “El tiempo lógico” y explica que el campo del Otro se inscribe en un espacio de tres dimensiones de tiempo.
El uso del lenguaje y sus funciones –observa– introducen una topología. El significante está estructurado sobre la superficie de Moebius. Ya no se trata exclusivamente de una cadena sino de envolturas que permiten dar cuenta de algo que no se traduce, algo que pasa de un significante a otro (allí está el sentido). Algo irreductible en una estructura que no podría cerrarse sobre sí misma.
Voy a presentar muy esquemáticamente los puntos a partir de los cuales continuar nuestra lectura e investigación:
1. La indeterminación de la referencia
En Mundos de ficción, Pavel recurre a la teoría de la indeterminación de la referencia, tal como la describe Quine en 1969 y la generaliza Putnam. Dicha teoría demuestra que la referencia no puede especificarse sin ambigüedad. Hay regiones –dice Pavel citando a Quine– que no pueden captarse con ningún lenguaje, sobre las cuales no se puede hablar adecuadamente porque ningún atributo se les adecua.
La paradoja es evidente. Es imposible salir del lenguaje para hablar del lenguaje y no hay modo de llegar a la referencia sin pasar por expresiones lingüísticas.
La función equívoca del lenguaje, su potencia combinatoria, indica el horizonte y el límite del decir haciendo surgir el vacío que encierran todos los dichos. Algo en el interior de cada campo semántico apunta fuera del lenguaje.
Esta vía conduce a lo que no puede decirse pero puede mostrarse y las características del acto de habla que instaura el dispositivo analítico.
2. La noción de aspecto
Sin duda un hallazgo que introducen las clases del curso breve de enero. Definido como modo de tiempo, la noción de aspecto introduce el punto de vista del hablante y con éste, la subjetividad: la manera en que algo aparece para alguien. En esas clases, a partir del uso del neologismo parêtre, inventado por Lacan, García relaciona el aspecto con la noción de semblante, con lo que aparece como un efecto de articulación.
Esta vía conduce a las diferentes formas que capturan y velan la serie de los valores de la nada. El vacío aparece como un lugar donde va a imprimirse la respuesta del sujeto.
3. La estabilidad semántica
El principio de la arbitrariedad del signo lingüístico sostiene que no hay una vinculación motivada entre el lado conceptual y el lado fonético del signo, pero no niega la estabilidad del sentido una vez establecido el sistema semiótico.
En el marco saussuriano la estabilidad semántica constituye una característica universal de los sistemas semióticos.
La fuerza de nuestros compromisos ontológicos –así lo explica Pavel– compensa la indeterminación. Un principio recursivo rige la construcción y nos obliga a percatarnos de las sutilezas y vericuetos del dinamismo de su establecimiento, así como su fluidez.
La descripción ubica una encrucijada en la que un aspecto creador y atrevido coexiste con una tendencia a fosilizar novedades y convertirlas en convenciones de normalidad.
Esta vía conduce las lecturas y la investigación al problema de la opacidad irreductible en la relación del sujeto con el lenguaje (lalengua), la repetición y la noción de goce.
Notas:
El aspecto estructural de las teorías causales de la referencia (propuestas por Kripke, Kaplan, Donnellan o Putnam) promueve la noción de nombre (propio y común) como designador rígido y describe la estructura de la relación entre la etiqueta y su portador, la asociación entre el nombre y su referente.
Una vez asignado a un ser, un nombre se refiere a él, independientemente de los cambios de las propiedades que se den en ese ser.
Los elementos estructurales de la teoría tienen que ver con la naturaleza indexal de los nombres (propios o comunes), la operación de imposición de un nombre es un acto históricamente identificable que entraña una decisión y un objeto. Un nombre está relacionado con propiedades o descripciones que no necesariamente tienen que ser compatibles entre sí (Putnam).
Las teorías causales presuponen que la referencia está determinada por el acto inicial de imponer un nombre a un referente. Siguen la pista causal o históricamente desde su uso actual hasta el impositio nominis original.
La historia referencial de los nombres (Donnellan) requiere que el individuo se relacione históricamente con el uso de su nombre por una concatenación de vínculos históricos.
Meinong da por sentado que un objeto consiste en una lista de propiedades. Algunos conjuntos de propiedades son tales que los objetos relativos a dichos conjuntos, son imposibles, sin embargo, la imposibilidad de que existan no impide que sean un objeto. La lista de propiedades se rige por construcciones que combinan elementos (representaciones).
La doctrina de la centralidad del texto contribuyó a crear la impresión de que los problemas de la referencialidad, la mímesis y las relaciones entre el discurso y la realidad no son más que secuelas de una ilusión referencial inherente a la centralidad romántica del artista.
El fundamentalismo semántico no aporta evidencia alguna que confirme la existencia de una estructura semántica central, no hay ninguna razón que obligue a aceptar su concepción simplista del sentido. La ausencia de evidencia independiente es un síntoma de inmanentismo. La gramática generativa transformacional –subraya Pavel– ofrecía una opción. Su aporte incluye una devastadora crítica al estructuralismo (situada en la confluencia de la gramática formal y el análisis del discurso); la gramática chomskiana exploraba las propiedades formales de los fenómenos que trascienden la frase e intentaba añadir un componente semántico extraído de la filosofía analítica y la semántica formal.
El modo en que alguien está regulado por el lenguaje (su fuerza representacional: lo que la potencia combinatoria del lenguaje hace existir, sus resonancias; su función y sus vínculos con la cultura: un sujeto pertenece a muchas masas; sus rasgos: el estilo, la retórica; las diversas posiciones entre los seres que los pueblan. En “El creador literario y el fantaseo” (1907) Freud dice que el neurótico escinde su yo, por observación de sí, en yoes parciales, y personifica en varios héroes las corrientes que entran en conflicto en su propia vida anímica dividiendo a las otras personas de la novela en buenas y malas, renunciando a la riqueza de matices que se observa en los caracteres humanos reales. Los buenos son justamente los auxiliadores del yo devenido en el héroe, y los malos, sus enemigos y rivales. En esa marca reveladora que es la invulnerabilidad –agrega Freud– se discierne sin trabajo a Su Majestad el Yo, el héroe de todos los sueños diurnos así como de todas las novelas.
El Seminario 12, Problemas cruciales para el psicoanálisis, analiza el uso que hace Frege, entre otros, de los términos Sinn y Bedeutung (así como su relación con el concepto de inexistencia o de irrealidad, que sirve para fundar el Uno).
Prosigue con los problemas ligados a la función del nombre propio y el sentido común (la koiné del inconsciente); la teoría instrumental del lenguaje ( la polémica Piaget/Vigotsky); la noción de sutura (desarrollada por Jacques-Alain Miller); las figuras topológicas y las hipótesis de Peirce, Quine y Russell. La concepción segregacionista clásica de la primera filosofía analítica afirma que la existencia sólo puede atribuírsele a objetos del mundo real, evitando así la interminable proliferación al enviar a una referencia a un ser real: existe solo un ente que tiene la propiedad de ser, hay uno con las mencionadas propiedades (Russell). Un segregacionismo matizado toma en consideración la situación del habla colocada en contexto de uso, por ejemplo, las tesis de Strawson, o de Ryle.
Kripke define el referente como ese objeto del cual un hablante quiere hablar, en una ocasión dada, y del que cree que cumple con las condiciones para ser un referente semántico de lo asignado.
El dispositivo instaura un tipo de acto de habla donde el contexto no sólo determina sino que opera con el valor de lo dicho (un lugar donde lo imposible vendría a mostrarse). Fonteneau, Francoise, La ética del silencio: Wittgenstein y Lacan, Atuel Anáfora, Buenos Aires, 1999.
Paul de Man en 1938 habla del movimiento de la temporalidad.
Una cadena significante engendra siempre una significación que tiene un carácter de mensaje personal (de acuerdo con la concepción agustiniana de “hacer signo” de algo) o de fenómeno elemental, como explica Clemens Neisser a partir de su observación sobre las fases agudas y crónicas de la paranoia. El significante como fenómeno elemental está ahí para manifestar una opacidad irreductible en la relación del sujeto con lalengua. Sabe que lo dicho le concierne, que hay significación, pero no sabe cuál. Como explica Jacques-Alain Miller, al referirse a la intervención analítica, “cernir el significante como fenómeno elemental anterior a que se haya articulado en la formación del inconsciente que le da sentido al delirio”, opone dos clínicas: la vía de elaboración o la vía de la perplejidad de la sesión como unidad asemántica, conduce al sujeto a la opacidad de su goce.
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