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El cuerpo y la angustia

María Marta Giani

A partir de la escritura del Estadío del Espejo Lacan plantea que, desde los primeros meses de vida, el sujeto establece un dominio imaginario de su cuerpo. Allí surge la imagen de un cuerpo que no es reconocido inicialmente como propio y es necesaria la mirada del otro para que el sujeto reconozca su imagen como una totalidad. Esta visión genera una excitación jubilosa que luego Lacan definirá como una pasión que se apodera del cuerpo, un signo de goce.

Eric Laurent destaca en “Los objetos de la pasión” que en esta operación el cuerpo viviente permanece oculto, escondido; lo que aparece es una imagen sin la inclusión de los órganos.

Para Lacan la satisfacción propia del estadío del espejo es dada por la identificación del sujeto con la imagen corporal completa. Y la excitación jubilosa no es una satisfacción de completud natural, sino una satisfacción anclada en una falla y establecida sobre una discordancia entre el organismo y la imagen

Germán García en “Actualidad de las neurosis actuales” expresa que “La relación del sujeto con la imagen de su cuerpo está mediatizada por una mirada de un sujeto calificado”, dando como ejemplo la sugestión del médico como otro que sostiene con su palabra la imagen tambaleante del sujeto.

Así el cuerpo histérico es quien mejor da cuenta del desajuste entre las palabras y el cuerpo, entre cuerpo especular y el orgánico.

El cuerpo histérico es el que rechaza las imposiciones del significante amo, ostentando su propio despedazamiento.

Freud lo llamó: “complacencia somática”, Lacan: “rechazo del cuerpo”.

El cuerpo histérico que presenta Freud se encuentra disputado entre la autoconservación por un lado y el goce pulsional fragmentado por otro. Un órgano se emancipa, por ejemplo: “ceguera histérica”, e impone la presencia de un cuerpo fragmentado.

El mismo organismo debe sostener dos cuerpos distintos: uno del saber, que sabe lo que necesita para sobrevivir, sería el placer, y un cuerpo libidinal, el del goce.

Jaques Alain Miller en “Una nueva modalidad del síntoma” -Introducción del cuerpo, expresa que en los primeros años de su enseñanza, Lacan creyó poder prescindir de la referencia al cuerpo, dejándolo como exterior a lo simbólico, situándolo en el orden imaginario, siendo esencialmente un cuerpo especular, circulando entre a y a'.

Destaca que luego, en “Función y campo de la palabra y el lenguaje”, Lacan introduce un nuevo principio: “el lenguaje es cuerpo”

El significante mortifica así al cuerpo puesto que trasciende a la vida del organismo; está antes de nacer y después de la muerte, tanto que la sepultura sería una práctica del significante, que da la ilusión de hacerlo sobrevivir. El sujeto es hablado antes de poder hablar, al estar sostenido por el significante excede la temporalidad del organismo. De modo que el cuerpo esta separado del sujeto y es el lenguaje quien atribuye órganos al nombrarlos.

El hombre se hace sujeto a través del significante, está hecho de falta-en-ser y esta falta-en-ser como efecto del significante divide su ser de su cuerpo y reduce al cuerpo al estatuto del tener.

Recién a la altura del Seminario de La Angustia, Lacan introduce el objeto “a”, en tanto resto que escapa a la mortificación del conjunto.

Se evidencia un giro en su enseñanza, por la elaboración de una nueva estructura de la falta, no significante.

Hay una caída del mito de Edipo, de la primacía significante, del falo significante, del estadía del espejo.

Y se vuelve central el falo órgano, opuesto al falo significante.

A partir de aquí hablará de la angustia “no sin objeto”, o sea que tiene un objeto sólo éste es inasible, inatrapable.

Demuestra que en la estructura del lenguaje no todo es significante, sino que hay algo que escapa y cae como resto.

Surge así un cuerpo fragmentado por cortes, por el goce, con órganos, donde el vacío toma valor por los bordes. Se trata de un cuerpo libidinal no limitado; donde sólo las zonas erógenas lo enmarcan. El objeto es como un pedazo de cuerpo, como pieza faltante; y las zonas erógenas están en relación directa con el Otro.

Sintetizando: según la conceptualización del Seminario X La Angustia está ligada a algo del cuerpo que no es significante, algo que proviene de lo real.

Años más tarde en el Seminario RSI (1974) Lacan decía: “la angustia es lo que del interior del cuerpo existe cuando hay algo que lo despierta, que lo atormenta.”

Y en “ La Tercera” pregunta: ¿De qué tenemos miedo? de nuestro cuerpo. “La angustia es algo que se sitúa en nuestro cuerpo; es el sentimiento que surge de esa sospecha que nos embarga de que nos reducimos a nuestro cuerpo. Es un miedo al miedo“.

Ahora bien si dice que “algo del interior del cuerpo lo atormenta” se trataría de algo desconocido, y conocido a la vez, por el sujeto. Esto correspondería con la concepción de que el cuerpo es un cuerpo como otro en tanto alteridad, diferente a la imagen que el sujeto tiene de sí.

En sintonía con esta concepción en la Conferencia en Ginebra sobre el síntoma (1975) Lacan expresa que el encuentro del niño con su propia erección no está ligado al autoerotismo, como lo planteaba Freud; sino que es lo más hétero que hay, ya que el sujeto se sorprende y se pregunta qué es eso. Y el goce que encuentra le es ajeno hasta el punto de estar en el principio de su fobia. La fobia indica que está amedrentado por eso que le resulta extraño.

Germán García expresa que “Cuando la imagen estalla en el cuerpo, el sujeto logra tener un cuerpo, que ya no es.” Y agrega que “La angustia ante un peligro real es, para Freud, la angustia ante la desaparición del Otro, que deja al sujeto en lo real de su cuerpo”

Por lo cual se puede decir que el sujeto tiene un cuerpo en el sentido en que éste es exterior, del cual está separado.

Estas concepciones me remitieron al texto de Freud “Lo ominoso” (1919) En alemán “Lo Unheimlich”. Lo Unheimlich es: “Todo lo que estando destinado a permanecer en el secreto, en lo oculto, ha salido a la luz”. Allí Freud destaca que por medio de lo ominoso se evidencia cómo lo infantil gobierna la vida anímica de los neuróticos.

Lacan lo denomina con el neologismo: extimidad, algo topológicamente extraño, una tierra extranjera interna. Las traducciones hablan de “inquietante extrañeza” o “inquietante familiaridad”, Germán García prefiere esta última sosteniendo que lo inquietante no es lo que tiene de extraño, sino lo que tiene de familiar. Así lo sexual siempre se presenta como una familiaridad inquietante. De este modo, el trauma, en términos de Freud, no es algo extraño, sino algo familiar que se ha vuelto extraño en el encuentro con un acontecimiento exterior.


Vuelvo a Lacan, quien a partir de los años 70 da otro giro poniendo el cuerpo en relación con el goce y llega a la definición del síntoma como acontecimiento del cuerpo.

En el Seminario sobre Joyce: “El síntoma” (1976) expresa que el síntoma es: “un acontecimiento del cuerpo, ligado a lo que se tiene”

Miller en “Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo” toma esta referencia para decir que el síntoma constituye un goce en el sentido de satisfacer una pulsión, y dado que el goce pasa por el cuerpo, el síntoma es impensable sin el cuerpo.

No se trata sólo del cuerpo especular-imaginario, ni del simbólico de los significantes. El cuerpo viviente está afectado de goce.

Y en ese cuerpo suceden cosas imprevistas, acontecimientos del discurso que dejan huellas en el cuerpo y lo perturban.

En el Seminario Aun al sujeto del significante mortificado, Lacan agrega al individuo palpitante afectado por el lenguaje, por el inconsciente. Introduce de este modo su hipótesis de que el sujeto del significante y el individuo afectado no son más que uno.

Esto implica que el significante ya no tiene sólo efecto de significado, sino que afecta al cuerpo; considerando al afecto como lo que perturba dejando huellas; por eso dirá que el significante es causa de goce.

El cuerpo se convierte de este modo en una sustancia gozante.

Introduce al parlêtre como la unión de este binario, del significante y el cuerpo.

Podemos ver que así como al comienzo de la enseñanza de Lacan hay una sublimación de la cosa al significante, por un proceso de significantización, al final presenta las cosas de otro modo: es el significante el que entra en el cuerpo por medio de la corporización. El saber pasa por el cuerpo y lo afecta.

 

 

 
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