Las identificaciones. El nombre y el objeto
Esmeralda Miras
No hay la identificación. Hablamos de las identificaciones. Lacán señala tres formas, tomadas de Freud. Al padre, al rasgo y al deseo del Otro.
Si nos remitimos a la constitución de la sexualidad, generalmente el sujeto se identifica a un sexo, pero no totalmente, tal como lo describe Freud en 1905, en Una teoría sexual, cuando dice que, ni desde el punto de vista psicológico, ni desde el punto de vista biológico, es posible hallar entre los humanos , la pura masculinidad o la pura feminidad. También Lacan en las posiciones lógicas de la sexuación halla a hombres y mujeres deslizando parcialidades por el mapa, pero no todas de un solo lado. Así no tenemos un todo hombrecito y tenemos una mujer no toda.
Me interesa el seminario nueve por el movimiento del pensamiento de Lacan desde el significante al objeto, pues trata de la relación del sujeto al significante pero va hacia el objeto de la castración y la angustia tema que desarrollará al año siguiente.
En su primera parte, se detiene en el nombre propio, con los lógicos.
Ese nombre propio, que vacío de referente y de atributos, se vuelve común y no significa nada, es como todo significante, pura diferencia y le servirá de modelo para su significante Falo.
Saúl Kripke por ejemplo, encontrará que Los Catalinitas seguirán llamándose así aunque uno a uno de sus atributos desaparezca y que “El lucero del alba” o “El lucero del atardecer” tienen un mismo referente, pero una diferencia temporal, hará que no sea válido identificarlos.
Lacan además, en este seminario introduce diferentes figuras topológicas, todas ellas para descompletar la esfera.
La paradoja de la identificación es que no hay, el todo, el uno unificante.
Hay el corte, hay la marca, el rasgo unario, uno en la serie y hay, la búsqueda infructuosa de la identificación de esa marca, sobre su borramiento. Vueltas en al menos tres tiempos.
Usando la superficie del toro, desarrolla las vueltas alrededor de un agujero, representando las demandas del sujeto, que dejan al completar su recorrido, final del anillado, delimitado un nuevo agujero, el central, el del deseo.
En este recorrido se produce una vuelta en menos y una vuelta en más que descentran al sujeto de si.
La desgracia, como dice la Psicoanalista Graciela Fabi, en su lectura del seminario, es en definitiva que no hay A = A.
Los pensadores que Lacan cita al final son en general poetas y místicos, en particular los hindúes, Massignon un estudioso de estos últimos, habla de un punto de ascesis a una supuesta liberación, en el lugar del antes de…, el lugar de una mujer, tapón de botella. Lacan ubica allí al objeto a, objeto de la castración y del deseo, sin olor a azufre. Dirá que él, no necesita de la religión.
Lee a su audiencia, largos párrafos de Thomas Oscuro de Blanchot, palabras que miran al lector, lo vacían y le pesan.
Con ellos intenta aludir al objeto que se perfila cómo lo que ex_siste al nombre. Por eso aunque introduce la lectura de Levi- Strauss de su reciente aparecido Totemismo y Pensamiento Salvaje, dónde éste divide al mundo por mitades, Lacan propone descompletarlas, incluyendo allí, la ambigüedad.
El objeto humano, aquí objeto de deseo, no es de consistencia ni de coherencia.
Concluye diciendo que durante el curso quiso hacer un paralelismo entre el objeto ideal y el objeto a, objeto que deja en la angustia. Tema que desarrolla en su siguiente seminario. El ideal servirá de barrera, de velo, a veces lo bello, pero que no alcaza, que no cubre y que el paralelismo entonces es imposible. (Esta escisión también la menciona Freud, en Psicología de las Masas en 1921).
El mundo lacaniano en definitiva es un mundo inmundo, descentrado, que no aloja como aquel otro mundo del hijo del tonelero, aquí Lacán se refiere a Heidegger, desde su lectura de Ser y Tiempo.
La orientación del seminario va entonces como decía más arriba, desde el nombre hacia el objeto y en dos referencias literarias intento referir ese movimiento.
La palabra que no termina de nombrary el goce de la muerte.
Siguiendo mi investigación por las palabras y las cosas, encuentro “Las palabras” de Jean Paul Sastre, o sus memorias. Intenta allí la identificación, en el Nombre Propio, del escritor, que se hace carne en el cuerpo del libro, pero que al mismo tiempo, percibe, como, como en todo sujeto, se llega tarde a la cita.
Ya en Los caminos de la libertad Mateo con sus 30 años dice: “Siempre le parecía que estaba en otra parte que aún no había nacido del todo. Esperaba y durante ese tiempo, suavemente, sigilosamente, los años llegaron y lo atacaron por la espalda”.
En Las Palabras, Sastre fantasea que escribe su nombre en un manuscrito para probar una pluma nueva, pero que éste se pierde. Poco después, lo encuentra alguien, en un granero, en la calle, en una alacena, lo lee y lo lleva conmovido, a Artheme Fayard, el célebre editor, es entonces, que se venden miles de ejemplares en dos días. Triunfa. Se lanzan a buscarlo y no lo encuentran, pues vive aislado, ignorado, por todos y por mucho tiempo. Un día, entra a un café para protegerse de la lluvia, ve un periódico abandonado y también en grandes letras, allí, su nombre: “Jean Paul Sartre, el escritor oculto, el poeta del mar”. El azar dirá r lo hizo hombre y la generosidad libro.
“Podía poner mi carne por un estilo, mis ruidos por inscripciones. Ser otro finalmente, otro distinto de mi, otro distinto de todo”.
“Ahora, mis huesos son de cola y de cartón, mi carne apergaminada, me contorneo muy a gusto a través de 60 kilos de papel, se me estira, se me pliega, se me lee y se me habla”.
Piensa sin embargo que en sus fantasías no calculó que la gloria viene atada a la muerte y que sólo los difuntos gozan de la inmortalidad. Con el último tomo de sus obras, la muerte se llevaría a un muerto.
Ser en la muerte, goce de la inmortalidad en la muerte.
La pulsión que no termina de escribirse y el goce del rapto.
En Apuntes del pasado, Virginia Woolf, dice: “Si la vida tiene una base sobre la que sostenerse en pie, si es un cuenco que se llena y llena y llena, en este caso mi cuenco, sin la menor duda se apoya en este recuerdo. Es el recuerdo de estar en la cama medio dormida, medio despierta y es oír olas al romper, una, dos, una dos, detrás de una persiana amarilla.
Es sentir: “es casi imposible que yo esté aquí”. Sentir sin embargo el más puro éxtasis que se pueda concebir.
Dirá que podría consumir horas intentado escribir esto. Que esa emoción fuerte ha de dejar rastro.
Queriendo decir quién es Virginia, asegura que los hechos dejan fuera a la persona, que ella sólo es, el continente de la sensación de rapto.
Analizará este recuerdo siguiendo una serie de pasos guiada por los textos de Freud, de quién reconoce la influencia, Estamos en Londres, un domingo de abril de 1939.
Virginia desemboca con su auto-análisis, en un episodio dónde su hermanastro mayor abusa de ella, aunque en otros relatos también testimoniales esto se desdibuja, se desplaza, él es un amante en su acto o eso fue una caricia contenedora y fraternal ante la muerte del padre.
Una y otra vez intenta testimoniar ese episodio, testimonio imposible de terminar de escribir.
Virginia formó parte de un grupo de intelectuales que se esforzaba para decir la verdad en sus memorias, para llegar a saber quiénes eran, en Blomsbury, luego de la caída de los ideales victorianos, sus integrantes, bajo la influencia de Cambridge y del psicoanálisis, con el fondo de la guerra, desconstruían todo tipo de identidad, mientras se forzaban en alcanzarla. En ella, persistió el rapto.
En ambos ejemplos finalmente, el nombre que se puede aislar, que no se puede terminar de decir, es el nombre de goce.
Bibliografía consultada.
Jaques Lacan, Seminario 9 (no establecido)
Graciela Fabi, Una lectura del seminario nueve. (En preparación)
Jaques Alain Miller, DeLa Naturaleza de los Semblantes. Paidós. Buenos Aires, 2008.
Saul Kripke, El Nombrar y la Necesidad. Universidad Autónoma de México. Mexico, 1995.
Virginia Woolf, Momentos de Vida. Lumen. Uruguay. 2008
Jean Paul Sastre, Las Palabras. Losada. Argentina, 2005.
Jean Paul Sastre, Los caminos de la Libertad. Losada. Argentina .2008
Sigmund Freud, Metamorfosis de la pubertad. Obras Completas. Tomo I. Biblioteca Nueva Madrid. 1948.
Sigmund Freud, Psicología de las masas y análisis del yo. Obras Completas. Tomo I. Biblioteca Nueva. Madrid. 1948.
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