● Novedades
● Programa
● Círculos
● Coloquios
● Amigos de la Fundación Descartes - Archivo
● e-texts
● Biblioteca
● Librería
● Publicaciones
● Invitados
● Trayectoria
● Consejo de Administración
● Enlaces

 
German García
Archivo Virtual

 
Centro
Descartes
● Agenda
● Jornadas
● Curso de Germán García
● Enseñanzas de la Clínica
● Lacan-Freud, idas y vueltas
● Lecturas Críticas
● Cursos Breves
● Conferencias y debates
● La demanda institucional. Ateneo
● Actividades anteriores
● Consejo de Gestión



 
 
 

LAS SOFISTAS Y EL LENGUAJE1

por Graciela Fabi

Hace dos años que venimos navegando detrás de un faro (como muy bien lo contó Miriam Soae hace justo un año en otra Jornada de Apertura). El faro, la pregunta de Lacan en octubre de 1975 en Ginebra. ¿Cómo inventó eso una mujer? Eso: el lenguaje.
Graciela Musachi, además de convocar a este periplo, propuso una manera de navegar hacia la pregunta de Lacan: ir por los bordes del psicoanálisis.
Un hallazgo y una recomendación de lectura sirvieron de partida. El efecto sofístico de Bárbara Cassin (2008), la recomendación de Germán García, en su curso del 2009, un exquisito libro, inteligentemente escrito y muy bien traducido. Y el hallazgo, una cita fácilmente reconocible: “Durante esos años, entre 1964 y 1967, abandonaba yo el ganapán de la sofistiquería por la investidura universitaria” (Masotta, 1975. Presentado ante la Ecole Freudienne de París).

Masotta ¿lector de Hegel? Es verosímil.
Hegel utiliza la palabra alemana sophisterei (sofistiquería en español) en dos oportunidades. Una en su libro Fenomenología del Espíritu (Hegel, 1992) publicado en 1807, texto clave en la obra hegeliana. Allí ubica la sofistiquería en relación a la percepción. Sólo un comentario a modo de presentación, sabiendo el riesgo de la simplificación. Para Hegel, a partir de la certeza sensible, la conciencia comienza su camino hacia la autoconciencia. La percepción es el momento superador de la certeza sensible. Si el conocimiento fuera meramente sensible nada podría decirse de él. Si es hablado es porque ha intervenido ya el Espíritu, ya intervino algo que no pertenece al conocimiento sensible, habrá representaciones, conceptos.
La ilusión, formará parte de este movimiento y la sofistiquería del percibir mediante la separación de los puntos de vista, a través del “también” y del “en tanto que” captará lo verdadero. El entendimiento humano percipiente, -llamado, frecuentemente, el buen sentido- carece de distinción y de determinación y bajo la acción de la sofistiquería afirma alternativamente lo uno y lo contrario, resistiéndose y considerando como verdadero, lo que un instante atrás suponía, lo no verdadero.
También en el tomo II de Lecciones sobre la historia de la filosofía (Hegel, 2005) publicado en 1833, dos años después de su muerte, gracias a la recopilación de sus alumnos, dirá que la mala fama de la sofística es el producto de la oposición tanto de Sócrates como de Platón. Esa operatoria de lectura, similar al movimiento que hace la percpeción, hizo de la sofística una sofistiquería. Precisamente aquello que Platón ofrece contra los sofistas como el requerimiento del pensar filosófico, lo llama Hegel la sofistiquería del entendimiento y de la imaginación.
Y ¿el ganapán?
Los sofistas cobraban honorarios a sus discípulos, a veces dejaban que ellos fueran quienes valorizaran la enseñanza. Asunto que escandaliza a los académicos, al igual que la pretensión de transferir el conocimiento de la areté, la virtud.
Para Platón el sofista, al igual que el artista, es un charlatán y ambos haciendo uso de lo equívoco, son perniciosos. Promoviendo la duda acerca de qué es real y qué no lo es, descalifican o ridiculizan la virtud. Son falsarios, dirá el académico.

¿Qué fue la sofística?
Tanto historiadores como filósofos acuerdan en que el problema de las fuentes para estudiar a los sofistas es más complicado que la dificultad para estudiar a los llamados presocráticos. Salvo los textos de Gorgias de los sofistas no conservamos ninguna obra. Y, aún más complicado es que las fuentes que transmiten tal o cual texto, que presuntamente escribieron, son fuentes hostiles a ese pensamiento. Nos encontramos con textos que vienen ya comentados, es decir interpretados por figuras autorizadas en toda la filosofía que, como Platón y Aristóteles, se aproximan a sus predecesores desde sus propias categorías para dilucidar cuestiones que están debatiendo.
No hubo una escuela sofística a la que pertenecieran Protágoras, Gorgias, Transímaco y otros. Fue más bien un movimiento de pensamiento que, con rasgos en común y sosteniendo su heterogeneidad, “... en la aurora presocrática de la filosofía escandalizó y sedujo a toda Grecia” en palabras de Barbara Cassin.
Para Hegel los sofistas fueron los primeros en sustituir el conocimiento de los antiguos poetas y rapsodas por la iniciación en la actividad del pensamiento, en una época donde empieza a convenir formar a los hombres en sus ideas, para desplazar la influencia de los oráculos, de la pasión, de la fuerza de la costumbre o del sentimiento momentáneo.
La eficacia de la enseñanza de los sofistas se debió al medio de comunicación directo elegido: la palabra que ellos estetizaron. Estudiaron las formas del discurso para develar los mecanismos de la gracia eficaz del lenguaje: su ambiguedad. Con sagacidad hicieron toma de posición frente a la ontología: el ser no será lo develado por la palabra sino lo creado por el discurso.

“Los maestros de Grecia” -como los llamó Hegel-
Ni mentirosos ni embaucadores, negaron que hubiese un criterio para establecer (y así separar) la verdad o la falsedad de un pensamiento o de un enunciado.
Así Protágoras (quien era unos años mayor que Sócrates) al proponer que “el hombre es la medida de todas las cosas” concluye en que toda opinión, termina siendo verdadera. Sostuvo la metodología antilógica: acerca de cualquier asunto se pueden sostener dos logos, argumentos o enunciados contrapuestos y se dedicó a enseñar cómo convertir el argumento más débil en el más fuerte para demostrar tanto, una cosa como la contraria. Priorizó la eficacia de la palabra como medio de persuasión, antes que su dimensión veritativa.
Llegará Gorgias, más joven que Protágoras, desde Sicilia a la cosmopolita Atenas el año del nacimiento de Platón; será contemporáneo de Sócrates.
En sus dos tratados más importantes: “Sobre el no ser o sobre la naturaleza” y “Encomio de Helena”, abordará tanto el tema de la opinión como el de la verdad. “Proponed” dirá a la multitud “Yo puedo hablar de cualquier cosa y persuadir acerca de cualquier cosa”. Sus discursos suponían una posición a contrariar. Corrosivo respecto a la prioridad de la palabra sobre el significado, hizo que tanto Platón como Aristóteles lo tomaron muy en serio. La estrategia de combate fue en buena parte el uso del humor y la ironía para destituir un discurso.
En el Tratado, y a contrapunto del Poema de Parménides, sostendrá que es el logos, el discurso quien somete al ser; el ser como efecto del discurso. Su frase contundente “quien dice, dice un discurso no la cosa” es una crítica demoledora a la concepción clásica del discurso como “descriptor” del mundo exterior.
En el “Encomio de Helena” la defenderá de las acusaciones hechas por la tradición, acerca de su responsabilidad en la Guerra de Troya. (recomendación del texto de Gisèle Ringuelet “La risa de Helena” publicado en el Nro 30 de COLOFON) . Gorgias dirá que hay que absolverla porque no fue victimaria sino víctima, recurriendo a cuatro razones verosímiles que justificarían su partida: forzada por los dioses, o raptada con violencia por un hombre, o enamorada -imposible sustraerse a aquello que brinda la mirada: así como la mirada del ejército enemigo genera temor, la del amado una pasión que somete-. Pero será el logos, la razón más poderosa. Cargará tintas sobre esta razón –de allí que se interprete como el encomio del logos más que el de Helena- Víctima del logos que la persuade habrá que absolverla pues en tanto obligada por la palabra en vano goza de mala reputación. Con una interesante idea acerca de la “corporalidad” del sonido Gorgias hará del discurso un “... gran soberano que, por medio del más pequeño e imperceptible de los cuerpos lleva a cabo los actos más divinos”. Herramienta, pharmakon en su doble valencia, benéfica o maléfica, según el uso; la palabra, con su magia y encantamiento convierte lo ajeno en propio -como sucede en la tragedia-.
Terminará el Elogio diciendo que quitó con el discurso la mala fama de una mujer y que se trató de un juego. Fantástica manera de plantear su concepción lúdica del discurso: al modo de un juego con partidas que se abren y se cierran “regladamente” para producir un efecto, el efecto sofístico.

Entonces: sofística, sofistiquería, el ser efecto del discurso, el lenguaje y ¿las mujeres?
En el Menéxeno de Platón (1997) se lee un discurso fúnebre cuya autoría se le atribuye a una mujer, Aspasia de Mileto. Quien, dirá el autor, “a pesar de su condición femenina es capaz de componer muchos y hermosos discursos políticos". (Sin confundir que “hermosos” o “bellos” según las traducciones, era la manera platónica de burlar y de desacreditar a los discusros por demagógicos). Se tratará del epitafio que Pericles pronunció para alabar a quienes habían muerto en combate defendiendo la hegemonía ateniense.
Dice la historia (Solana Dueso, 1994) que antes de casarse con Pericles, Aspasia era una hetaira –una antesala de las Preciosas cortesanas- y daba clases de oratoria a personajes influyentes. Procesada por impiedad, léase enseñar doctrinas contrarias a las creencias de la polis y por corromper a las mujeres -en la medida en que éstas se encontraban entre sus oyentes-.
Aspasia, escribe versos amatorios -inspirada quizás en la educación sáfica recibida- y es consultada en asuntos matrimoniales, en cuestiones de prudencia y en economía doméstica. Si hasta Eloísa, en sus cartas de amor a Abelardo, la nombra como sabia del amor.
En el diálogo platónico, Sócrates la presenta como su maestra:
"En efecto, Menéxeno, nada de extraño tiene que yo también sea capaz de hablar, pues casualmente tengo por maestra a una mujer muy experta en la retórica, que precisamente ha formado a muchos excelentes oradores y a uno en particular, que sobresale entre los de Grecia, Pericles, hijo de Jantipo”.
Muy poco queda escrito de y sobre esta milesia, “desatendida” por la historia según uno de sus estudiosos. Se sabe de ella a través de los detractores, un buen camino para conocerla si se sabe leer entre líneas. Una desobediente de Demócrito quien –como lo señala Solana Dueso- recomendaba a la mujer no ejercitarse en el hablar ya que “hablar poco”, decía; es un adorno para ellas.
Por qué Platón en El Banquete hace hablar sobre el amor a Diótima, cuya historicidad sigue siendo debatida historiográfícamente, y a Aspasia, una mujer nada común de la Atenas de su tiempo, sobre cuestiones políticas, es una de las líneas de lectura propuesta por Graciela Musachi para este año.

Referencias:
Cassin, Barbara (2008): El efecto sofístico, Buenos Aires, FCE.
Hegel, G.W. F. (1992): Fenomenología del Espíritu, Buenos Aires, FCE de Argentina.
-(2005): Lecciones sobre la historia de la filosofía II, México, FCE.
Platón (1997): “Menéxeno”, en Diálogos, tomo II, Madrid, Gredos.
Solana Dueso, José (1994): Aspasia de Mileto. Testimonios y discursos, Barcelona, Anthropos.


 
Billinghurst 901 (1174) Ciudad de Buenos Aires. Tel.: 4861-6152 / Fax: 48637574 / descartes@descartes.org.ar