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Acerca de la pérdida melancólica

Por María Marta Giani

El interés en realizar este trabajo surge a partir del recorrido realizado durante el primer año de investigación del equipo temático “Melancolía: la transformación del pathos” coordinado por Myriam Soae, en el Centro Descartes.
Allí realizamos diversas lecturas en torno a las concepciones de la melancolía, término tan ambiguo como extenso, utilizado en múltiples ámbitos de interés, partiendo de la lectura de Melancolía y verdad, de Frédérick Pellion.

Para situar el punto en el que se está hoy respecto su concepción, nada más actual que la presentación de Freud de Duelo y melancolía, donde expresa que “la melancolía, cuya definición conceptual es fluctuante, aún en la psiquiatría descriptiva, se presenta de múltiples formas clínicas cuya síntesis en una unidad no parece certificada.”

Podríamos decir que las personas se dirigen a un analista cuando algo de la realidad se les vuelve inquietante o insoportable; cuando algo del sentido, por el lado del ideal, del deseo o del amor, deja de funcionar. Nos encontramos así con ciertos sujetos sumidos en un estado doliente, insoportable, que puede cronificarse hasta llegar a lo que Lacan llama: “el dolor de existir”. A estos sujetos, con sus múltiples formas clínicas, que hoy podrían englobarse en diversas clasificaciones, nos referimos al hablar de los estados melancólicos, más allá de su clasificación estructural.

Breve recorrido de las concepciones de duelo y melancolía en Freud y Lacan.

Casi cien años después de Duelo y Melancolía la discusión acerca de esta entidad tan antigua, como “interesante y peligrosa”, según palabras de Freud, sigue en vilo. Allí Freud describe similitudes y diferencias entre estos dos conceptos señalando que en ambos se parte de la pérdida de un objeto amado, pero destacando que el duelo es un proceso normal donde no hay nada inconsciente referido a la pérdida, a diferencia del padecimiento del melancólico que sabe a quién ha perdido, pero no qué ha perdido en esa pérdida.

Respecto del duelo Lacan, al final del Seminario VIII afirma que “consiste en autentificar una pérdida real, pieza a pieza, signo a signo (…) hasta agotarlos. Cuando esto está hecho, se acabó.” El duelo sería entonces que el objeto, una vez perdido, deje de importar. Sería como una segunda pérdida, un duelo del duelo. Así el que llora sufre porque aún no ha perdido; pues el que realmente perdió deja de llorar.
Podríamos decir que lo que se acaba en el duelo, no se acaba en la melancolía, donde se eterniza el sufrimiento.

Ya en el Manuscrito G y en las cartas a Flies, Freud la asociaba a una “hemorragia interna” como pérdida de libido. Es en Duelo y melancolía que se refiere extensamente a desarrollar los dos conceptos, destacando que en la melancolía el sujeto introyecta un objeto perdido al cual se había identificado narcisísticamente, obteniendo una regresión de libido al yo. Por lo tanto los autorreproches característicos del melancólico eran debidos a esa hostilidad del sujeto contra el objeto introyectado. A esta altura las premisas freudianas respecto de la melancolía eran: pérdida de objeto, ambivalencia y enigmática regresión de la libido al yo.

Con esta concepción Freud ubica a la melancolía como un proceso patológico al señalar que la identificación narcisista era similar a la que encontraba en la esquizofrenia, quedando el objeto en el lugar de la cosa, del das ding.
Luego en El yo y el ello modifica su teoría argumentando que el melancólico se identifica al padre muerto, en tanto el yo es juzgado por el superyó que se ha engendrado por identificación con el arquetipo paterno. Esta concepción la hace extensiva a la constitución del yo en general. Así lo que trata de situar en la melancolía se generaliza a la estructura del yo, al que considera un cementerio formado por identificaciones a objetos perdidos, objetos de amor, idealizados. De allí se desprende que la estructura del yo sea melancólica.

Germán García, en el curso La clínica y el lenguaje de las pasiones señala los caminos que Freud planteaba que podía realizar el sujeto ante la pérdida de un objeto. Una vez perdido, si el objeto va a parar a la fantasía donde es sustituido por otro, se trata de un sujeto neurótico, con el que es posible establecer una transferencia en análisis. Si la libido del objeto va hacia el yo, corporal, y luego va al inconsciente donde la palabra es igual a la cosa, se trata de un psicótico. Señala que en Freud, bajo esta perspectiva no se puede situar claramente a la melancolía puesto que plantea dos circuitos que se separan solamente en neurosis y psicosis.

En una conversación con Emilio Vaschetto, publicada en Depresiones y psicoanálisis, Germán García, respecto de cuestiones clasificatorias, indica que hay que separar el sentimiento de vacío, del de la pérdida. Es así que alguien que presenta un sentimiento de vacío pude ubicarse dentro de la depresión y remitir a la histeria. Mientras que a alguien que padece un sentimiento de pérdida podría ubicarlo dentro de la obsesión, la psicosis u otra cosa. Y respecto de la melancolía recuerda que aún no se ha saldado la discusión acerca de donde ubicarla. Aclarando que cuando una melancolía es psicótica es bien reconocible, pero eso no garantiza que uno no se equivoque cuando una melancolía no es psicótica; para ello habría que encontrar estereotipias discursivas y fundamentalmente cronicidad.

Podemos decir así que las llamadas depresiones son trastornos actuales que pueden ser efecto de lo social, del malestar en la cultura, por un sentimiento de vacío en relación a un ideal, sin llegar a constituir un síntoma. Algo como la introspección, el aislamiento, que en la edad media se consideraba una virtud, hoy bajo la exigencia social de felicidad y bienestar se lo clasifica de depresión y se medicaliza borrando las singularidad del sujeto.
A diferencia de las depresiones que están en relación a un ideal, la melancolía está en relación a un objeto, del cual el sujeto no se separa, ni se confunde con él. El sujeto melancólico queda ubicado como desecho a nivel del cuerpo, como objeto caído, caído de la cadena significante. Esto es explicitado por Lacan en el Seminario VIII donde expresa claramente que el melancólico se identifica al objeto “a”, salido de la cadena significante. Cito: “El objeto está siempre enmascarado detrás de sus atributos.(…) El asunto solo empieza a convertirse en algo serio cuando comienza lo patológico, es decir la melancolía. En ella el objeto es mucho menos aprehensible (…) El sujeto no puede aferrarse a ninguno de los rasgos de ese objeto que no se ve y así desencadena efectos infinitamente más catastróficos, porque llegan hasta el agotamiento de lo que Freud llama el Trieb más fundamental, el que te amarra a la vida.”
Agrega que el analista puede identificar a algunos de esos objetos por los rasgos a los que el sujeto ataca como si fueran sus propias características. Un ejemplo claro es la expresión: “soy una basura”. Marcando así que en las autoacusaciones se ve el dominio de lo simbólico, sobre el que se podría incidir.

Ya en el Seminario V si bien no se refiere específicamente a la melancolía, Lacan habla de ciertos sujetos que presentan una “tendencia irresistible al suicidio”, que durante el transcurso del análisis “se rehúsan a entrar en juego, quieren literalmente salir de él. No aceptan ser lo que son, no quieren saber nada de esa cadena significante en la que sólo a disgusto fueron admitidos por su madre”. Allí recuerda que Freud destaca el deseo de reconocimiento como el fondo de lo que constituye la relación con el sujeto, y plantea: “¿Hay alguna otra cosa que la relación fundamental del sujeto con la cadena significante?”

Para Lacan el objeto le es procurado a uno por sus identificaciones, es decir hay Otro que establece el valor de objeto. Así el neurótico se sitúa a partir de ese collage de identificaciones, de fantasías. Contrariamente el psicótico no puede ubicarse por el lenguaje. Es la percepción la que lo ubica y le da la certeza de que es eso.

En Televisión si bien Lacan no se refiere a la melancolía, recurre a categorías teológicas para hablar de tristeza, pecado, cobardía moral, mal humor y plantea una teoría sobre el afecto y las pasiones. Para dar cuenta del porqué del uso de estas categorías teológicas, Germán García indica que para Lacan la jerga psiquiátrica fracasa y la desafía expresando que es mejor hablar de cobardía moral, que de melancolía o manía.
Allí Lacan expresa que “se califica a la tristeza de depresión, cuando se le da el alma por soporte.(…) Pero no es un estado del alma, es simplemente una falla moral, como se expresaba Dante, incluso Spinoza: un pecado, lo que quiere decir una cobardía moral”

Eric Laurent en Melancolía, dolor de existir, cobardía moral hace un vasto recorrido sobre estos conceptos en Freud y en Lacan y señala que a partir de Televisión hay que diferenciar la clínica de la cobardía moral, asociada a la depresión, de la clínica del rechazo del inconsciente que remite a la melancolía y la manía.

Melancolía y masoquismo

A partir de la lectura de Duelo y melancolía surge el interrogante acerca de la relación entre melancolía y masoquismo, donde Freud escribe: “Si el amor por el objeto se refugia en la identificación narcisista, el odio se ensaña con el objeto sustitutivo insultándolo, denigrándolo, haciéndolo sufrir y ganando en ese sufrimiento una satisfacción sádica. Ese automartirio de la melancolía es inequívocamente gozoso. (…) la satisfacción de tendencias sádicas y de tendencias al odio que recaen sobre un objeto han experimentado una vuelta sobre la persona propia.” Luego agrega que es el sadismo el que revela el enigma de la inclinación al suicidio, argumentando que el sujeto sólo puede matarse cuando puede tratarse a sí mismo como a un objeto.
Expresa que el melancólico se complace en el desnudamiento de sí mismo, como obteniendo satisfacción de la exhibición de su sufrimiento ante la mirada del otro, sin sufrir ningún sentimiento de vergüenza.
Hay ciertos puntos de congruencia con la descripción que hace del masoquismo moral en El problema económico del masoquismo, en tanto éste se genera a partir de un dolor ejercido por un superyó verdugo. Allí dice que ni la autodestrucción de la persona se produce sin satisfacción libidinosa. Y es en Pegan a un niño que describe al masoquismo como una reversión del sadismo hacia la propia persona, por regresión del objeto al yo.

Respecto de la vergüenza Freud argumenta que el melancólico no la padece pues goza de una mostración de su dolor, con estilo masoquista. En Lacan, si bien no hay referencias explícitas al respecto, se puede ver que ubica al masoquismo en un lugar opuesto al de la melancolía respecto del Otro.

Es en el Seminario X que Lacan introduce la idea de que el masoquista se da a ver como desecho y hace puestas en escena para el Otro, intentando producir su angustia. Se entiende entonces que en el masoquismo hay una puesta en escena del objeto “a”; un acting out, un engaño, en el que siempre es necesario que haya otro, presente o no.
El melancólico en cambio está en posición de desecho, identificado con el objeto “a” y puede pasar al acto saliendo de escena. Así el suicidio como pasaje al acto melancólico es una salida de escena, el acto que no engaña.
Contrariamente al acting del masoquista, en el que hay un llamado al Otro, en el pasaje al acto melancólico hay un no querer saber nada más, un rechazo de todo llamado al Otro.
A partir de estas conceptualizaciones podría inferir que el melancólico es (objeto de desecho) y el masoquista se hace (objeto de desecho).

Retomando la cuestión del acting y el pasaje al acto, al final del Seminario X Lacan al referirse al duelo y a la melancolía, ubica la función del duelo como acting out, debido a que el trabajo del duelo es el de mantener todos los detalles imaginarios con el fin de restaurar el vínculo con el verdadero objeto que está enmascarado, el objeto “a”. O sea en el duelo se trata del i (a).

Contrariamente, en la melancolía Lacan señala que se trata del objeto “a”, ignorado y alienado en una relación narcisista. Dice: “el hecho de que se trate del objeto “a” exige para el melancólico pasar a través de su propia imagen y atacarla para poder alcanzar en ella el objeto “a” que la trasciende y cuya caída lo arrastrará en la precipitación-suicidio.” En la melancolía el pasaje al acto suicida apunta a cortar la vida biológica como único recurso para eliminar lo intolerable.

De lo anterior surgen preguntas que abren líneas de investigación
¿Qué salida hay para el melancólico que no sea una salida de escena por el pasaje al acto?
¿Podríamos hablar de carácter melancólico en algunos sujetos que tienen deseos sin salida, en los que el dolor de existir es inamovible?

Considero que la mayor importancia de ver estos aspectos es la de sensibilizarnos frente a la conveniencia de separar la melancolía, el dolor de existir, de la depresión y otras clasificaciones, siendo interesante para poder pensar diferentes salidas de la melancolía, como puede ser la construcción de un objeto con la escritura, como en el caso de Macedonio Fernández, posición opuesta a la tendencia actual de intentar suprimirla, por ejemplo, con el fármaco.

María Marta Giani

Equipo temático: Melancolía: la transformación del pathos.

Bibliografía

-Sigmund Freud, Manuscrito G.
-Sigmund Freud, Duelo y melancolía.
-Sigmund Freud, El yo y el ello.
-Sigmund Freud, El problema económico del masoquismo.
-Jacques Lacan, Televisión. Editorial Anagrama.
-Jacques Lacan, Seminario V. Las Formaciones del inconsciente. (clase XIII: El fantasma. Más allá del principio de placer) Editorial Paidós
-Jacques Lacan, Seminario VIII. (clase XXVII: El analista y su duelo) Editorial Paidós
-Jacques Lacan, Seminario X. La angustia. (clase XXIV: Del “a”a los nombres del padre) Editorial Paidós
-Eric Laurent, Melancolía, dolor de existir, cobardía moral. Editorial Manantial.
-Germán García, curso: La clínica y el lenguaje de las pasiones. Dictado en el Centro Descartes en 1.999
-Germán García, En torno a las identificaciones. Otium Ediciones
-Germán García, Depresiones y psicoanálisis: clínica, política, ética. Publicada en Depresiones y psicoanális, compilación de Emilio Vaschetto. Grama Ediciones.
-Frédérick Pellion, Melancolía y verdad. Editorial Manantial


 
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