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Mujeres, literatura y psicoanálisis. Imágenes argentinas

Sofía Ortiz

Para comenzar quisiera comentar brevemente el recorrido hecho por el equipo temático “Intersecciones entre literatura y psicoanálisis”.
Dicho equipo nace en el año 2008 y, a poco de andar, comienza a trabajar sobre el Romanticismo por tratarse de un movimiento que influyó enormemente en la literatura y en distintos aspectos de la cultura, por su exaltación de las pasiones, de los ideales de la Revolución francesa, de la singularidad, etc.
Se trabaja entonces, tanto el movimiento romántico, la época en que surge, sus principios y varios de sus autores; como “lo” romántico, entendido, siguiendo a Safranski, como “una actitud del espíritu que no se circunscribe a una época.”.
Luego se investiga el impacto del romanticismo en Argentina, los autores que adherían a este movimiento, las modas, la influencia en la cultura local y los movimientos sociales, su influencia en la escritura y en las traducciones. Y es a partir de aquí, que en el último tiempo, viendo destacado cierto rasgo femenino en la sensibilidad romántica, surge la pregunta sobre el papel de las mujeres en relación a la literatura en nuestro país.

Cuestión que, para intentar acercar algunas respuestas, llevó a realizar un largo recorrido sobre el papel de las mujeres en nuestra historia, en el que encontramos la férrea decisión de algunas, no pocas, de cambiar el orden imperante en los comienzos de la patria, orden caracterizado por convenciones y normas que otorgaban absoluta potestad a los varones.

Los primeros testimonios de las inquietudes intelectuales femeninas no se dan en el campo de la narrativa, sino del periodismo, con la aparición de La Aljaba, dirigido y escrito por Petrona Rosende de Sierra en 1830, hecho fundacional en nuestra escritura femenina. No había en sus páginas material narrativo, sino notas sobre la situación de la mujer y artículos en los que se estimulaba una mayor educación, la elevación cultural y el interés por los asuntos públicos.
La más destacada de las primeras autoras argentinas de literatura de ficción es Juana Manuela Gorriti, que comienza publicando en revistas, y cubrió casi medio siglo de la historia literaria de las mujeres.
Junto a ella se encuentran Eduarda Mansilla, una de las más prolíficas autoras y considerada la primera cuentista para niños del país; Josefina Pelliza de Sagasti quien comenzó publicando poemas en revistas y mantuvo varias polémicas sobre temas relacionados con la mujer; y Clorinda Matto de Turner con una intensa actuación en el periodismo. Fundó Búcaro Americano, convocando a las escritoras del momento a dar a conocer sus obras.
También Rosa Guerra estuvo entre las primeras novelistas, con su “Lucía Miranda” en 1860. Tres años más tarde escribió lo que quizás sea el primer manual argentino para enseñar urbanidad, buenos modales y otras conductas apropiadas “para el sexo”. Su título era “Julia ó la educación. Libro de lectura para niñas dedicado a la Sra.S. de Mendeville”.
Pero antes (y más interesante), retomando la huella de La Aljaba, publica “La Camelia” en 1852, con el lema “¡Libertad!, no licencia: igualdad entre ambos secsos” (sic). Su prédica, se centraba especialmente en la educación de las mujeres, exigiendo que, al igual que la de los hombres, fuera “más esmerada y científica”, colocando a la autora en el camino de un naciente feminismo.
En la misma línea, pero con mucha mayor contundencia, encontramos a Juana Manso y su publicación Álbum de Señoritas, desde el cual pretendía despertar la conciencia de la sociedad sobre las limitaciones que padecían las mujeres en materia de educación. En el primer número expresaba: “Todos mis esfuerzos serán consagrados a la ilustración de mis compatriotas y tenderán a un único propósito: Emanciparlas de las preocupaciones torpes y añejas que les prohíben hasta hoy hacer uso de su inteligencia, enajenando su libertad y hasta su conciencia a autoridades arbitrarias, en oposición a la naturaleza misma de las cosas; quiero y he de probar que la inteligencia de la mujer, lejos de ser un absurdo, o un defecto, un crimen o un desatino, es su mejor adorno, es la verdadera fuente de su virtud y de la felicidad doméstica”.
Este asomo de publicaciones propias del género implicaba, al menos, la apertura de una sensibilidad especializada. Aunque se estaba aún muy lejos de un reclamo decidido de autonomía.

Con la sanción del Código Civil en 1869, la nueva Nación, que ganaba sustento con el triunfo de las fuerza liberales, dejaba establecido un ordenamiento que señalaba a la familia como pilar fundamental de la sociedad, pero también establecía la inferioridad de la mujer casada, ya que ésta requería la aprobación del marido para poder actuar.
Igual que en otros países latinoamericanos, las posiciones de los liberales eran paradójicas: podían alentar económicamente las leyes del mercado y llevar adelante grandes reformas públicas, pero eran conservadores en relación con la moral y las costumbres. Así en materia de ideas y prevenciones sobre la condición de las mujeres casi no había diferencias entre liberales y conservadores: el mejor lugar para ellas era la vida hogareña, allí donde servían a los maridos y se dedicaban a la buena crianza de la prole.
Sin embargo, hacia fines del siglo XIX aparecieron nuevas fórmulas ideológicas y políticas a propósito de los grandes cambios que se vivieron en el país, entre los que se destaca la numerosa inmigración europea. Las nuevas doctrinas del proletariado se incorporaron con cierta rapidez y el anarquismo fue una de las vertientes que más adhesión conquistó entre las clases trabajadoras. Preconizaba la resistencia a todas las formas de sometimiento y abogaba por la liberación de los oprimidos bajo cualquier circunstancia. No sorprende que haya visto en la condición de las mujeres claros signos de sojuzgamiento y aunque estaba lejos de asimilarse a las posturas del feminismo, al que interpretaba como una rebeldía propia de las burguesas, promovió la independencia femenina sobre todo en la vida íntima. Cuestionó el significado opresor del matrimonio legal proponiendo en su lugar el “amor libre” o su equivalente la “unión libre”, que podía revocarse cuando una pareja así lo decidiera. Esta noción procedía de un estatuto romántico que anclaba en el principio de sinceridad de la pareja.
En esta línea de pensamiento poco antes del cambio de siglo surge, “La Voz de la Mujer”, con el lema “Ni dios, ni patria ni marido”, dirigida por Virginia Bolten, una de las grandes figuras libertarias de las primeras décadas del siglo XX. Sus páginas alertaban sobre la tiranía que padecían las mujeres y pese a que estaba lejos de abogar por derechos legales, no dejaba de consignar la necesidad de romper los yugos del sometimiento, combatir la irracionalidad de los preceptos religiosos y también sacudir el orden doméstico.
La cultura anarquista, fue pródiga en publicaciones, y una marcada fuente de inspiración en la promoción de la autonomía de las mujeres.
También el socialismo nacido en ese tiempo con gran fuerza partidaria, contemplaba en su programa una enérgica acción educativa y cultural, la elevación intelectual de los trabajadores y las mujeres, y la extensión a éstas del derecho de ciudadanía. Sus representantes fueron destacados defensores de los derechos femeninos.
La primera oportunidad importante que tuvo el feminismo argentino de mostrar sus fuerzas fue el Primer Congreso Femenino de 1910. Por iniciativa de Julieta Lanteri, que formaba parte de la Asociación de Universitarias Argentinas, esta entidad decidió llevar adelante una reunión internacional para debatir la situación de las mujeres y abogar por la obtención de derechos a propósito de los festejos del centenario. Muchos de los trabajos discutidos hacían referencia a la importancia de profundizar y especializar la educación de las mujeres.
Uno de los trabajos aprobados por la Asamblea del congreso fue el titulado “Periodismo femenino” de María F. Caminos dentro de la sección Sociología, en el que la autora promueve la difusión del periodismo femenino afirmando “es una necesidad imperiosa como medio, de propagar la educación de la mujer y la Causa del feminismo”, dirá que “la escuela y el libro no resuelven por completo el gran problema de cultivar la inteligencia femenina, y el periódico feminista, orientado hacia elevados fines, vendría a completar la gran obra de educar moral e intelectualmente a la mujer y de propagar nuestra causa”.
Las universitarias impusieron un nuevo tono a los encendidos alegatos feministas y usaron las revistas literarias no sólo para hacer conocer sus poemas y trabajos de narrativa sino para promover la emancipación de la mujer. Los derechos civiles y políticos eran exigidos sobre la base de argumentos sólidos. Había que cambiar las costumbres, pero también las leyes.
La disminución del analfabetismo y la creciente urbanización ayudaron a darle un nuevo impulso a la prensa. Las escritoras se lanzaron a la discusión abierta de los problemas sociales y abordaron el debate feminista con herramientas conceptuales más sólidas que las de sus antecesoras de casi medio siglo atrás, puramente emotivas.
Fueron surgiendo nuevas figuras capaces de dar a la literatura de ficción temas y acentos más acordes a los nuevos tiempos.
Entre las escritoras que intentaron modificar los modelos culturales y mostraron una escritura femenina distinta, se encuentra Alfonsina Storni, mujer transgresora y contestataria. Había hecho periodismo en Santa Fe y en Buenos Aires comenzó pronto a ocupar un espacio en la prensa con sus trabajos.
En la columna “Bocetos Femeninos” del diario La Nación, usando el seudónimo Tao Lao, escribiría “Si de 7 a 8 de la mañana se sube a un tranvía se lo verá en parte ocupado por mujeres que se dirigen a sus trabajos y que distraen su viaje leyendo. Si una jovencita lectora lleva una revista política podemos afirmar que es obrera de fábrica o costurera; si apechuga una revista ilustrada de carácter francamente popular, dactilógrafa o empleada de tienda; si la revista es de tipo intelectual, maestra o estudiante de enseñanzas secundaria, y si lleva desplegado negligentemente un diario, no dudéis…consumada feminista, espíritu al día; punible Eva, Pero queden tranquilas las Evas no punibles. En las manos de las viajeras matutinas abundan las revistas de carácter popular, aquellas de confidencias amorosas.”
Lo interesante de esta tipología de mujeres de acuerdo a su ocupación, es que muestra un fenómeno característico de ese momento: las lectoras comenzaban a ser tenidas en cuenta.
Surgió así un “periodismo femenino” de tipo comercial, una de cuyas primeras expresiones fue “El Consejero del Hogar”, que pronto se transformó en “El Hogar”, la revista Nosotros, Para Ti, etc. También diferentes diarios y revistas comenzaron a incluir secciones o columnas claramente orientadas a las lectoras.
El interés de la prensa comercial por las mujeres era más notorio en uno de los aspectos claves para estas publicaciones: su papel de consumidoras.
Los cambios sociales y culturales trajeron, entre otros, un creciente interés por temas relacionados con el psicoanálisis, la sexualidad, los sueños, los actos fallidos.
Nosotros, que fue la revista literaria más importante de la década del ‘20 y principios de los ‘30 se ocupó de Freud y del psicoanálisis en diversas ocasiones.
El diario Jornada introdujo una columna sobre psicoanálisis e interpretación de los sueños firmada con el seudónimo de “Freudiano”, anticipando la columna de la posterior revista Idilio, “El psicoanálisis te ayudará”, que respondía consultas, ya en tono de Jung.
Y lo interesante de estas publicaciones es que sus lectores eran, en su mayoría, mujeres.
Tema que se continuará trabajando este año.


 
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