Equipo temático: Psicoanálisis y lingüística.
Algunas observaciones sobre la satisfacción pulsional en Freud y en Lacan
por Verónica A. Valdés
Freud en su “Más allá” da cabida al hecho de que el principio del placer, al que ha dado en suma un sentido nuevo (…) por facilitar el derribo de su barrera tradicional del lado de un goce cuyo ser entonces se reviste con el masoquismo, o incluso se abre sobre la pulsión de muerte.
Lacan-De nuestros antecedentes p.61
Freud en Más allá del principio del placer pondrá en juego toda la especulación necesaria que le permita dar cuenta de lo que constata en su clínica. En el camino de la cura de los síntomas se interpone el encuentro con una satisfacción cuyo “carácter displacentero es extraño para un cumplimiento pulsional” (Pegan a un niño – 191) e incluso puede ser mortal atentando contra las pulsiones libidinales que expresan la energía de la vida.
“Hay personas que se comportan de manera extrañísima en el trabajo analítico. Si uno les da esperanza y se muestra contento por la marcha del tratamiento, parecen insatisfechas y por regla general su estado empeora” (El yo y el ello – P. 50). Pulsión de muerte es aquello que viene a perturbar el principio del placer. Este principio funciona como regulador dentro del aparato al ligar la energía libre que circula, que se desplaza, posibilitando la descarga. Es un “modo de trabajo de las pulsiones sexuales (…) es relevado por el principio de realidad que exige y consigue posponer la satisfacción” aunque pueden conseguir “procurarse por ciertos rodeos una satisfacción directa o sustitutivas (…) sentido por el yo como displacer”.
Esto caracteriza al principio del placer ya desde los primeros trabajos de Freud. En “Las neuropsicósis de defensa” (1894) su hipótesis auxiliar da cuenta de un monto de afecto, de una cantidad de excitación, susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y descarga que se difunde por las huellas mnémicas de los representantes. Pero esta cantidad no es descargada a 0, produciendo displacer. A mayor tensión displacer y a menor tensión placer. En “Estudios sobre la histeria” el trauma obra como un cuerpo extraño y hay persistencia del dolor psíquico porque los recuerdos son tramitados de forma incompleta. Son distintas maneras de mostrar que el principio del placer funciona ligando el elemento displacentero, es un trabajo que supone una repetición. Freud aclara: “En su mayor parte, el displacer que sentimos es un displacer de percepción” p. 11. El acto de ligadura introduce y asegura el funcionamiento del principio.
Creo que el elemento distintivo es el que da cuenta de una satisfacción que no responde a lo que Freud pensaba como pulsional. Cómo pensar una energía que quiere la destrucción de la vida? A partir de los fenómenos que dan cuenta de esto, Freud encuentra que procuran una satisfacción que atestiguan la acción de “tendencias que serían más originarias que el principio del placer e independientes de él” (p. 17), y de “naturaleza diferente”, por lo tanto heterogéneas.
“Se trata de la acción de pulsiones que estaban destinadas a conducir a la satisfacción, pero ya en aquel momento no la produjeron sino que conllevaron únicamente displacer. Esa experiencia se hizo en vano. Se la repite a pesar de todo, una compulsión esfuerza a ello” p. 21. Es una repetición que no liga, hay una excitación pulsional, una satisfacción que no fue, imposible, y la exigencia de trabajo de la pulsión.
Lacan responde a esto en el Sem. 11: “Esta satisfacción es paradójica. Cuando se le presta atención uno repara que allí entra en juego algo nuevo – la categoría de lo imposible (…) lo real se distingue (…) por su separación del campo del principio del placer, por su desexualización , por el hecho de que su economía (…) admite algo nuevo (…) lo imposible. Porque si se distingue en el inicio de la dialéctica de la pulsión (…) la necesidad de la exigencia pulsional, es justamente porque ningún objeto de ninguna necesidad, puede satisfacer la pulsión” p. 175. En este seminario Lacan muestra cómo la pulsión establece un circuito, un trayecto, la satisfacción se introduce en él pero en tanto el objeto al que se apunta no es ese, la pulsión toca lo real. El objeto de la necesidad está perdido y entra en función abriendo el campo de la repetición, la búsqueda de aquello que no está representado, inasimilable.
Masoquismo y pulsión.
Subrayo que la pulsión no es la perversión. El carácter enigmático de la presentación que hace Freud se debe, precisamente, a que quiere darnos una estructura radical – una estructura en la que el sujeto no está colocado aun. La perversión, en cambio, se define justamente por la manera de colocarse en ella el sujeto. (Sem. 11 – p. 189)
La aspiración masoquista es calificada como enigmática por Freud en “El problema económico del masoquismo” (1924), es incomprensible para el principio del placer. Presenta el masoquismo en tres maneras diferentes: como una condición a la que se sujeta la excitación sexual – el masoquismo erógeno; como una expresión de la naturaleza femenina – el femenino, y como una norma de conducta – el moral (167).
Ubica el masoquismo erógeno como fundamento del femenino y del moral. Busca que el masoquismo le de la clave de la relación del principio del placer con la pulsión de vida y la pulsión de muerte.
En el masoquismo erógeno: “La coexcitación libidinosa provocada por una tensión dolorosa y displacentera sería un mecanismo fisiológico infantil que se agotaría luego (…) y en todo caso proporcionaría la base fisiológica sobre la cual se erigiría después, como superestructura psíquica, el masoquismo erógeno” (169). Freud cita las páginas de “Tres ensayos…” donde hace referencia al castigo como método pedagógico, “la estimulación dolorosa de la piel de las nalgas” (176). Hay una excitación externa que produce la experiencia del propio cuerpo, la pulsión. Hay un goce al que el masoquista no renunciará y buscará la repetición de la excitación usando a otro para disparar ese goce.
Se escenifica las fantasías, Freud da cuenta de lo trabajado en “Pegan a un niño”, “ser amordazado, atado, golpeado dolorosamente, azotado, maltratado de cualquier modo, sometido a obediencia incondicional, ensuciado, denigrado” (…) quiere “ser tratado como un niño díscolo”. Ser merecedor de un castigo.
Creo que este masoquismo es el que mejor le muestra a Freud que hay un ritmo una alternancia pero que no depende sólo de un factor cuantitativo sino de un elemento cualitativo, las pulsiones y sus mudanzas en el cuerpo.
“En el enfrentamiento de la libido con la pulsión de muerte, la tarea de la libido es volver inocua esta pulsión destructora; la desempeña desviándola hacia afuera”. Pero no todo es puesto al “servicio de la función sexual”. “Otro sector permanece en el interior del organismo y allí es ligado con ayuda de la coexcitación” p.169. Aquí ubica el masoquismo erógeno como originario, último reducto de la pulsión de muerte. Esto es lo que hace al masoquismo testigo de la liga entre Eros y Tánato.
Lacan plantea en el Sem. 16 que “El goce masoquista es un goce analógico. El sujeto asume de manera analógica a posición de pérdida, de desecho, representada por a en el nivel del plus – de – gozar (…) el sujeto saca partido de la proporción que se escabulle al acercarse al goce por la vía del plus de gozar” (123). (…) “se dedica a tapar el agujero del Otro” (230). “Lo esencial de la cosa es que el masoquista haga de la voz del Otro, por sí sólo, eso que va a garantizar respondiendo como un perro” (…) p. 234. (…). El masoquista es “el amo del verdadero juego”.
Esto revela que el masoquista perverso es quien organiza las reglas a seguir. Instala al Otro en lugar de amo en la medida que el sujeto, siendo el mismo un residuo, como una cosa, completa al Otro reintegrándole lo que le falta. Trabaja para darle consistencia al Otro y por su intermedio goza. Esta en juego la renegación de la castración y una manera de ordenar el goce para el propio masoquista.
Respecto al masoquismo moral, es considerado por Freud la manifestación más importante para el psicoanálisis. Son los casos de neurosis en los que puede observar que “(…) únicamente interesa poder retener cierto grado de padecimiento” p. 172.
Lo ubica al principio en relación al sentimiento inconsciente de culpa y luego la necesidad de ser castigado: “soy azotado por el padre” segunda fase de la fantasía que sustituye a “ser amado por el padre” e indica la castración.
Me detengo en la desvinculación de la sexualidad que Freud registra en estos pacientes. El placer está en el sufrimiento psíquico, no importa quién o qué desencadene el padecimiento. “la consciencia moral y la moral misma nacieron por la superación, la desexualización del complejo de Edipo; mediante el masoquismo moral, la moral es resexualizada, el complejo de Edipo es reanimado, se abre la vía para una regresión de la moral al complejo de Edipo” 175.
Aquí son protagonistas el super yo y el yo, es el yo quien pide castigo, el goce que obtiene el yo por ser tomado como objeto del super yo feroz.
Respecto a esto Lacan en el Sem. 16 dice: “Cierto masoquismo moral sólo puede fundarse en este extremo de la incidencia de la voz del Otro (…) en el nivel del Otro, que él instaura como completado por la voz”. Uno de los resortes del super yo, la voz, en tanto caída del discurso del otro, se instituye como objeto perdido. Restituida al Otro, para restaurar su completud, vocifera el goce.
Tanto en Freud como en Lacan la experiencia de un análisis implica hacer caer la envoltura formal que el síntoma esconde de la pulsión. Freud tuvo su límite, Lacan fue más allá constatando que hay una imposibilidad de poder dar cuenta del goce a través del sentido y del Otro. Es cuestión de hacer la experiencia.
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