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Las transformaciones del relato

Emilio Vaschetto

Este trabajo se enlaza a la actividad realizada por la actividad de la Coordinación permanente de Enseñanzas de la clínica cuyos participantes son: Alicia Alonso, Liliana Goya, Mónica Sevilla, Eduardo Romero y quien les habla, junto al asesoramiento de Graciela Avram. Se trata de una actividad regular y cerrada a los miembros del Centro Descartes y alumnos de segundo y tercer año de nuestro Programa estudios analíticos integrales, siempre y cuando los mismos lo soliciten y sean, desde luego, aceptados.

El ingreso como miembro del Centro Descartes no implica la entrada automática a las actividades desarrolladas en Enseñanzas de la clínica; quienes deseen hacerlo deberán solicitarlo a la Coordinación y tendrán como condición, a excepción de los alumnos, el compromiso de presentar un caso que forme parte de su práctica clínica y la asistencia a las reuniones de la actividad.

Los alumnos del Programa estudios analíticos integrales, una vez finalizado el tercer año no podrán seguir participando.

Los relatos son leídos previamente a su presentación ante la Coordinación y es allí donde se decide su pertinencia para la actividad o su reelaboración. Se tiene en cuenta, desde luego, que sea el producto de una práctica que está controlada regularmente y que explicita algún tipo de hipótesis a demostrar. No se trata entonces, de un ateneo ni de una supervisión colectiva, sino más bien de la exposición de alguien que da razones de su práctica.

Ciertas inquietudes han motorizado trabajos dentro de esta coordinación: Liliana Goya destacó hace unos años la ausencia de hipótesis diagnóstica en la presentación de los casos o bien, Alicia Alonso quien el año pasado destacó la necesidad de función de las entrevistas preliminares, ya que (cito) “marcan el inicio de la experiencia analítica e instalan una discontinuidad entre la queja por la que alguien se dirige al psicoanálisis, y la manera en que ésta se transforma al dirigirse a un psicoanalista.”

Durante el año transcurrido, las lecturas fueron decantando nuevos obstáculos clínicos (en la implicación subjetiva, la cristalización de identificaciones, usos de la defensa, lugar de la transferencia) que motivaron en el tiempo posterior del debate reformulación de algunos conceptos centrales tales como: sujeto, identificación, transferencia, demanda, goce, deseo, etc.

El relato freudiano

Esto marca una dialéctica particular no sólo entre la teoría y la práctica, sino también en la puesta a punto de la producción de un relato que aún sigue siendo freudiano; es decir en esa forma particular de hibridación entre la historia de los padecimientos (frase que Freud toma de Goethe) y los síntomas patológicos. Ya se ha dicho que no se trata de contar una historia de vida sino que intentamos pesquisar la manera en que el detalle significante descubre una historia de la libido.

Bien sabemos que Freud reconoce (casi irónicamente) no haber sido siempre un psicoterapeuta y que se sorprende que sus escritos sean leidos como unas “novelas breves” ya que su rigor se halla precisamente en “el íntimo vínculo entre historia de padecimiento y síntomas patológicos” (Estudios sobre la histeria, p. 174).

De la casuística al caso

Pero hay un aspecto que sobrepasa el relato, que hace estallar el relato escrito, y es la dimensión casuística puesta en juego.

La casuística, no empezó con el psicoanálisis ni tan siquiera con la medicina clínica, sino que tuvo su visibilidad en el siglo XIII, mediante el estudio de casos atingentes a la confesión sacramental dentro de la disciplina eclesiástica. El Concilio de Letrán (1215) hizo obligatoria la confesión regular y de allí la necesidad para los confesores de contar con una información especial a modo de “soluciones” a las múltiples cuestiones que aparecían. Fue entonces donde surgieron las Sumae confessorum.

En esta primera fase medieval el objeto casuístico estuvo constituido por un postulado que dominaba todas las reflexiones teológicas sobre la acción moral: el de la conformidad. La acción moral debía obedecer a a una doble regla ontológica: la verdad (que va de la ley eterna a las leyes positivas) y la finalidad (la verdad que mueve a la naturaleza humana).

El objeto casuístico constituido y recortado por las Sumae confesorum comienza con las dificultades de interpretación, es decir, con la ignorancia, la duda, la opinión. Ya los siglos XVI y XVII serán llamados la “Edad de oro de la casuística” bajo el impulso de los jesuitas.

El gran iniciador de la casuística moderna fue Barttolomé de Medina, profesor de Salamanca que es quien asumió resueltamente la responsabilidad de la innovación: “Si una opinión es probable, es permitido seguirla aunque sea más probable la opinión opuesta”.

Asistimos a un triple desplazamiento: del “forum” de opiniones de las que una sola es objetivamente probable (Edad Media), pasamos al “mercado” (lugar de elecciones legítimas) que ofrece materia a muchas probabilidades –de la conformidad a la verdad ontológica pasamos a la buena fe de la “CC”- del comentario que interpreta racionalmente el espíritu de la ley a través de sus fórmulas pasamos a una ponderación que reserva igual tratamiento a las “razones” que a las “autoridades”.

La casuística disuelve el argumento de autoridad ubicándolo en el mismo plano que el de las razones. Se disuelve la autoridad pero no el “autorizarse” que es propio del actuar, de emitir un juicio (el acto analítico podríamos pensar ahí).

El caso lacaniano, la Marca

Menos afectación de autoridad. Más seguridad para evocar lo personal en la práctica y especialmente la Marca del caso” J. Lacan, Scilicet

Cuando hablamos de un caso, ¿nos referimos al analizante, a la cura, a la observación, a la anamnesis, o al analista? Podemos decir que es todo esto, un poco a la vez, siempre y cuando tengamos en cuenta que para Lacan “La clínica psicoanalítica tiene una base: lo que se dice en un psicoanálisis”. Tautología práctica que por lo general pasa delante de nuestras narices ante u indiferencia entendida.

Volviendo a la frase del principio, Lacan habla de tomar apoyo en la marca más particular. Vale decir, cómo hacer para que las interpretaciones, las intervenciones, las invenciones del analista puedan estar comprometidas en un escrito sin caer en el dogmatismo de querer explicar la clínica por la teoría o viceversa (“menos afectación de autoridad”).

Lo que Lacan llama la Marca del caso es que el analista, que realiza la gestión de exponerse, de exponer ciertos momentos privilegiados de una cura, va a poner en juego un desplazamiento de su propia posición enunciativa; el analista al presentar un caso se hace escuchar en el punto en que una estructura de analista en función se encuentra con su propia estructura de analizante. Dicho de una forma más directa, el que da razones de su práctica, el que da a escuchar a otros el relato (que es construcción y que es interpretación) no se presenta como analista sino como analizante, y curiosamente es en este corte en donde algo puede constituir acto para el analista.

El caso en psicoanálisis no puede ser objetivo pero “Eso no impide, dice E. Laurent en absoluto la existencia de la clínica psicoanalítica y las narraciones, es decir los “tipos de síntomas”. La exposición reproduce una báscula entre la Marca y una “puesta al día de la envoltura formal del síntoma concebida como una especie de matriz lógica.”

Ahora bien, nuestra pregunta sigue siendo qué es lo más real del caso “Un caso es un caso si testimonia acerca de la incidencia lógica de un decir en el dispositivo de la cura, y de su orientación hacia el tratamiento de un problema real, de un problema libidinal, de un problema de goce.”

El rigor de esta aserción impone una cuota “personal” (tomando el llamamiento de la cita de Lacan), en donde el analista no puede citar sin encontrarse, no puede glosar sin entretenerse, no puede narrar sin interesarse. En el Seminario de La ética (59-60) Lacan refiere que "nuestra experiencia" nos incita a no reducirla a un deminador común, a una común medida..."en lugar de hacerla encajar en las gavetas ya establecidas, intentamos articularla en su topología, en su estructura propia." p. 372.

En síntesis, tres desplazamientos del relato

Hay una diferencia entre el escrito, la lectura realizada por la coordinación y la discusión sobrevenida luego de la exposición.

El escrito trata de quien decide exponerse, quien decide exponer los puntos privilegiados de una cura da cuenta de la Marca

La lectura de la coordinación intenta desbrozar en qué se encuentra interesado el analista

La discusión posterior a la presentación, pone de relieve el fórum de opiniones, como decíamos privilegia los argumentos por sobre la autoridad. En términos clásicos, se trata de una discusión casuística pero que posee por finalidad, no el hallazgo de soluciones universales, sino que sirve a los efectos de una sola lectura, a los efectos de ese caso, reproduciendo de alguna manera el progreso del psicoanálisis “de lo particular a lo particular” –tal como lo refiere J. Lacan en los Escritos (p. 367).

Entendemos que no hay caso sin teoría; aunque necesariamente en esa presentación del relato, en esa exposición hay una variación que la pone en contradicción. Un desvío a partir del cual se encuentra el deseo del analista.

En suma, el interés particular radica en ver si podemos pensar las transformaciones del relato, a partir de las modificaciones que se van produciendo entre quien expone (quien decide exponer los puntos privilegiados de una cura) y el fórum de opiniones de los que circunstancialmente escrutan la presentación. Artificios al fin, que pueden ayudarnos a reflexionar en el seno de una comunidad clínica como es ésta.

Parte de la riqueza del relato es que no hay previsibilidad, que no está depurado de sorpresas. Obedece también al requisito de que el mismo esté estructurado psicoanalíticamente, en el sentido de que debemos entender allí: una relación de copresencia de los significantes en el discurso, de tal manera que el discurso analítico pueda examinar qué elementos se mantienen constantes y en qué punto se produce la fuga del sentido.

El caso no es un concepto sino es el lugar donde se desbrozan los conceptos para poder entrechocarse. Tenemos un relato y una forma, tenemos un escrito y una Marca pero también tenemos un debate en la intimidad de cada caso para respondernos, al fin y al cabo, qué es un analista. Cabe preguntarnos entonces, ¿a quién transforma el relato?

 

 
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