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Algunas referencias literarias en la obra de Freud

En las primeras líneas de “El Moisés de Miguel Angel”, trabajo escrito por Freud en 1913 y que publicara anónimamente en Imago en 1914, puede leerse:

“Quiero anticipar que no soy un conocedor de arte sino un profano. He notado a menudo que el contenido de una obra de arte me atrae con mayor intensidad que sus propiedades formales y técnicas, a pesar que el artista valore sobre todo estas últimas. En cuanto a muchos recursos y efectos del arte, carezco de un conocimiento adecuado. Me veo precisado a decir esto para asegurarme una apreciación benévola de mi ensayo.

Las obras de arte, empero, producen en mí poderoso influjo, en particular las creaciones poéticas y escultóricas, más raramente las pinturas. Ello me ha movido a permanecer ante ellas durante horas cuando tuve oportunidad, y siempre quise aprehender a mi manera, o sea, reduciendo a conceptos, aquello a través de lo cual obraban sobre mí de ese modo. Cuando no puedo hacer esto – como me ocurre con la música, por ejemplo -, soy incapaz de obtener goce alguno. Una disposición racionalista o quizá analítica se revuelve en mí para no dejarme conmover sin saber por qué lo estoy, y qué me conmueve.”

Freud se pregunta sobre los efectos que le producen las obras de arte y quiere entender por qué le producen ese efecto. Creo que hay que resaltar esta actitud de Freud porque nos permite orientarnos en la lectura que hace de las mismas, en su intento de encontrar una lógica racional de los afectos.

En “El creador literario y el fantaseo” o “El poeta y la fantasía”, conferencia que diera en 1907 en los salones del editor y librero vienés Hugo Heller, Freud se pregunta de dónde tomó el poeta sus materiales y cómo logra conmovernos con ellos. Rastrea el quehacer poético hasta el niño en tanto que su ocupación preferida es el juego. Entonces compara al poeta con el niño que juega, en el punto en que ambos crean un mundo propio o mejor dicho insertan las cosas de su mundo en un nuevo orden que les agrada. Aclara que lo opuesto al juego no es la seriedad sino la realidad efectiva, ya que el niño se toma muy en serio su juego empleando allí grandes montos de afecto.

También diferencia a ambos en tanto que el niño que juega apuntala los objetos y situaciones imaginadas en cosas del mundo real, lo que distingue aún el jugar del fantasear. El poeta crea un mundo de fantasía que separa tajantemente de la realidad efectiva teniendo como consecuencia que situaciones que de ser reales no producirían ningún placer puedan convertirse, en su creación, en fuentes de placer para el auditorio del poeta.

Qué sucede cuando el niño crece y deja de jugar. Freud nos dice que no hay cosa más difícil para alguien que renunciar a un placer que conoció, no podemos renunciar a nada, sólo se permuta una cosa por otra. Entonces en vez de jugar ahora el adulto fantasea y lo que resigna es el apuntalamiento en objetos reales, construyendo así castillos en el aire.

El juego del niño estaba movido por un solo deseo, el deseo de ser adulto, siempre el niño juega a ser grande. Y si bien no juega para el adulto como si fuera su público tampoco hay razón para para ocultarles su juego. En cambio el adulto, apremiado por las exigencias de la vida, se avergüenza de su fantasear por infantil e inadecuado.

Son sus pacientes los que le han dado a Freud la oportunidad de escuchar estas fantasías, confesándolas a la espera de una cura por el psicoanálisis. Pero lo que Freud advierte es que lo que sus enfermos le comunican también podría averiguarlo en las personas sanas.

Una de las características de la fantasía es que su fuerza pulsional proviene de deseos insatisfechos y cada fantasía es un cumplimiento de deseo, una rectificación de la insatisfactoria realidad. Agrupa los deseos en dos orientaciones: deseos ambiciosos y deseos eróticos. Y establece un nexo con el tiempo al que le dará gran importancia. Hay tres momentos temporales en los que oscila la fantasía: presente, pasado y futuro. Una situación actual despierta los grandes deseos de una persona, desde ahí se remonta al recuerdo de una vivencia infantil donde aquel deseo se cumplía y entonces crea una situación en la que el deseo se cumple referida al futuro siguiendo el modelo del pasado.

Ahora bien, Freud intenta comparar al poeta con aquel que sueña de día y sus creaciones con los sueños diurnos. Pero se le impone pronto una diferencia que es imposible no tener en cuenta y es que si aquellas personas, que ponen su mayor cuidado en ocultar sus fantasías de los demás, nos la comunicaran difícilmente nos procuraría placer alguno, más bien provocaría un efecto contrario. Por eso supone que el poeta nos brinda una ganancia de placer puramente formal, es decir estética por medio del encubrimiento y variaciones en la figuración de sus fantasías. Pero a esa ganancia de placer se le suma la posibilidad del desprendimiento de un placer mayor. Por eso Freud opina que el placer estético que nos brinda el poeta conlleva el carácter de placer previo y que el goce genuino de la obra poética proviene de la liberación de tensiones en el interior de nuestra alma. El poeta nos permite gozar en lo sucesivo, sin remordimiento ni vergüenza algunos, de nuestras propias fantasías.

Sin duda el interés de Freud por los misterios del arte y el artista es algo que puede encontrarse a lo largo de toda su obra. Descubre relaciones estrechas entre las distintas producciones culturales y psíquicas. Los mitos, los cuentos, la literatura, el arte pueden explicarse como los sueños. No obstante, mostrar el parentesco y las diferencias es esencial en el método freudiano que produce una continuidad allí donde, aparentemente, hay lagunas, vacío, ruptura. Entonces cada uno de los objetos de estudio no son más que una repetición diferente de lo mismo.

Cuando en “La interpretación de los sueños” analiza los sueños típicos, los caracteriza por la relación que tienen con una fantasía universal, ligada a deseos infantiles comunes a todos los hombres. Su método de análisis le permite alcanzar lo singular y lo universal. Para ello encuentra los modelos arquetípicos en ciertas obras literarias que entregan la estructura universal casi sin enmascaramiento permitiéndole apresar las variantes cuyo enmascaramiento varía según los grados de represión.

Para concluir quiero destacar que la propuesta de la investigación que estamos llevando a cabo está orientada hacia la búsqueda de distintas referencias literarias en la obra de Freud y a partir de ellas poder dar cuenta del uso que hace de las mismas. Comprobar si le permite avanzar en la teoría y en tal caso ubicar cuál es el lugar que tiene en la argumentación teórica del trabajo desarrollado.


 
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