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Derroteros de la memoria1

“Como dice Paul Valéry: Ce qui est le meilleur dans le nouveau est ce qui répond á un désir ancien.2 En la enseñanza se trata de eso, de una novedad que realiza un deseo antiguo: es lo que Jacques Lacan llamó retorno a Freud

Germán García,”Apuntes del pasado para el porvenir”, Derivas Analíticas del siglo3



Abandoné varias veces el proyecto inicial de trabajo que tenía para escribir este texto. Fui guardando distintas versiones de archivos Word con distintos nombres, que en el más liviano de los casos implicaban una corrección, la suma de algún recuerdo, una nueva lectura, el abandono de alguna elaboración, o en el más arduo de los casos, una reescritura, una vuelta a empezar con la página en blanco. Acaso sea ésta la mejor analogía que pude hacer con lo que fui entendiendo acerca de la memoria. De la memoria tal como pude leerla en Freud.

En junio del año pasado reanudamos las reuniones del módulo Lecturas de Masotta que habían quedado suspendidas unos meses por la ausencia de Beatriz Gez, su responsable, y la de Ignacio Lotito, su coordinador. Asistí a la reunión y me encontré con Beatriz Gez, quien para las reuniones subsiguientes me propuso leer un par de capítulos de Diversiones Psicoanalíticas, el libro de Germán García editado en marzo 2014 por Otium ediciones. Leí dos clases (son clases dictadas en Tucumán en 1988), la cinco y la seis, de las cuales repararé en dos cuestiones. De la clase cinco, en lo que dice acerca del método de lectura de Lacan, que no era una lectura para aprender sino para entender la lógica de lo que leía. El ejemplo es la referencia de Lacan a Ferenczi en la “Dirección de la cura y los principios de su poder”, mediante la cual Lacan intentaba hacer ver lo alienante de la institución analítica en la que se encontraba, recordando a uno –Ferenczi- que se había creído responsable absoluto de lo que sucedía en un análisis como contrafigura a los analistas que, tranquilos con el concepto de neutralidad, creían no tener nada que ver con lo que pasara en un análisis porque consideraban al paciente como el único responsable.

De la clase seis repararé en lo que Germán dice del asunto de la transmisión, que de un tiempo pasado tiene que hacerse a un tiempo presente, y de éste a un futuro; que se hace en un eje que va de lo familiar a lo social. Quise tomar la escena de estas jornadas, como Germán toma la escena de su clase. Cada uno que está aquí tiene sus parientes, su familia, sus antepasados, y hoy estamos aquí reunidos hablando de Freud, de Lacan, generando entonces un espacio influido por un eje que va de lo familiar a lo social respecto del cual cada uno habla en función de sus expectativas o de lo que quiere hacer con eso. Eso por un lado. Por el otro, este asunto de la transmisión aparece inmediatamente después y asociado a un pasaje acerca del nombre, el nombre de pila y el apellido, éste último como la mundanidad del sujeto y el nombre de pila como el misterio del deseo materno. Hay una frase interesante respecto de este tema, en la que Germán lee a un escritor español llamado José Bergamín, que respecto de la trascendencia de ciertos personajes importantes de la literatura –como son Don Juan y Don Quijote- pone el interés en lo que va del hombre al nombre, y del nombre a Diosi.

Dos meses después, y a partir de una clase de Cecilia Fasano titulada “El análisis entre la memoria y el olvido” surgió en el módulo un interés por la memoria. Así es que en las últimas reuniones, en las que por entonces seguíamos reuniéndonos Beatriz y yo, se conversó derredor de este tema. Surgieron unas preguntas ¿Qué es la memoria? ¿Es el olvido o la capacidad de olvidar? ¿Es el recuerdo? ¿Importa para el psicoanálisis la memoria en tanto facultad? ¿Qué memoria importa para el psicoanálisis?

Al respecto, leí algunos textos de Freud para trabajar el tema. Más adelante expondré notas sobre esos textos. En ninguno de ellos la memoria importa como facultad mental sino que hay formas del recuerdo y del olvido que servirán para invenciones de la enseñanza freudiana.

Justo para esos días, apareció en escena un neurólogo argentino hablando de algunos programas de investigación que ocupan a las neurociencias hoy. Enfermedades como el Alzheimer, que afectan a la memoria, son una gran ocupación para los estudiosos del cerebro. No voy a meterme aquí con este tema, pero podría ser algo a investigar en el futuro.

Fue muy esclarecedor y actuó como límite a las intenciones mías de meterme para este trabajo en temas de neurociencias, el artículo de Germán García “TCC. El psicoanálisis y las terapias milagrosas”. Para el caso del Alzheimer, por ejemplo, se podría decir, retomando el artículo de Germán, que “la clase” –Alzheimer- está creada y esto ya ha implicado que se haga un mundo de ella.

Volviendo al neurólogo mencionado, me llamó la atención que no tardara en utilizar el nombre de Freud para responder a alguna pregunta que le hizo un entrevistador, agenciándolo así a su espectro de antecesores. “Claro –me dijo Germán cuando le pedí conversar sobre estos temas- ¿Sabés la cantidad de psicólogos y gente deambulando por la salud mental que capta hacia sus institutos nombrando a Freud el abuelito?” ¿Hacia qué institutos? A esos institutos en los que se aprende a suministrar medicación combinada con “esas terapias milagrosas surgidas de un retorno del conductismo en una alianza alusiva con las ciencias cognitivas”ii, leí después en el artículo recién citado de Germán. El ejemplo ilustra acerca de cómo un nombre se puede usar con diversas intenciones, diversas políticas. Y que un neurólogo –como es de esperar- interesado y con sus expectativas en la ciencia puede usar el nombre de Freud para hacer una política que nada tiene que ver con la del psicoanálisis.

En memoria de Sigmund Freud y la fundación del psicoanálisisiii

Del Proyecto. Vale la pena recordar –a algún neurólogo que quiera olvidarlo- que en 1896 Freud abandona el Proyecto de una psicología para neurólogos que había iniciado en 1895.

Allí aparecía planteado, en un apartado llamado “Memoria y juicio”, un circuito que consiste en explicar los mecanismos de identidad de percepciones, esto es, de recuerdo y evocación de percepciones. Estos mecanismos ponen en juego por parte del sujeto el acto de (re)conocer. Freud ejemplifica este mecanismo suponiendo que un primer objeto que se (re)conoce podría ser un semejante que se vuelve parte de un complejo dividido en dos porciones, una de las cuales se mantiene constante como una cosa, mientras que la otra puede ser comprendida por la actividad de la memoria, es decir, ser reducida a una información sobre el propio cuerpo. A este complejo perceptivo Freud lo llama complejo del semejante y lo presenta como un ejemplo primario de los mecanismos de identidad de percepciones, de recuerdo y evocación.

Si bien Freud abandonó su Proyecto para neurólogos en pos de una Interpretación de los sueños para psicoanalistas, estaría en él trazando los surcos que darían lugar a sus descubrimientos posteriores. Una provechosa lectura de este capítulo del Proyecto podría ser el Estadio del espejoiv de Jacques Lacan, siendo una lectura que retoma el complejo del semejante freudiano.

 

De los sueños. En el Capítulo “La literatura científica sobre los problemas oníricos” de La Interpretación de los sueños aparece planteada la ligazón del fenómeno onírico con la memoria: los recuerdos (olvidados) como fuente del material onírico, el recuerdo de lo soñado o el olvido de los sueños al despertar, la producción del sueño como una forma de memoria, son temas a los que Freud se dedica. Aquí algunas particularidades:

- La memoria muestra en el sueño su independencia respecto de la conciencia. Así, las fuentes de las que el sueño toma su material, son en parte inexplicables. Freud se ve llevado a pensar en una memoria con una capacidad reproductiva independiente de la de la vida despierta.

- De muchos ejemplos que analiza, concluye que una de las fuentes de las que el sueño extrae el material que reproduce es de la vida infantil del sujeto; material que en la vida despierta no era recordado ni utilizado.

- Pero de este material, dice, el sueño no considera digno de recuerdo lo más importante sino lo indiferente y nimio. Son detalles del material los que el sueño toma como punto de partida para su elaboración. Eso indiferente y nimio es resaltado por Freud como la peculiaridad más singular y menos comprensible de la memoria en el sueño. Memoria que aparece con su autonomía respecto de los recuerdos de la vida despierta, que monta su lógica reparando en detalles, que se muestra independiente de los propósitos y juicios del sujeto.

De estos hallazgos, Freud concluye que podría ocurrírsenos “reducir el fenómeno onírico en general al del recordar y ver en el sueño la manifestación de una actividad de reproducción no interrumpida durante la noche y que tuviese su fin en sí misma”. v Pero este recordar, dirá, no nos muestra nunca la repetición de un suceso vivido. ¿De qué memoria se trata, entonces, en los sueños?

 

Memoria Inconsciente. Habiendo pasado por la interpretación de sus sueños, Freud se transformó en el primer psicoanalista. En su Psicopatología de la vida cotidiana halló que los denominados primeros recuerdos infantiles no poseen una verdadera huella mnémica sino que son una ulterior elaboración de la misma; los llamó recuerdos encubridores. Encontró en estos recuerdos una posible analogía con los recuerdos de la infancia de los pueblos, depositados en sagas y mitos.vi

Por otra parte, así como los recuerdos, tomó los olvidos como material analítico y no solo descubrió una cuota de displacer detrás de cada olvido sino también motivos secretos y particulares para cada olvido en cuestión. Analizó numerosísimos casos de olvido de nombres propios, olvido de palabras, olvido de intenciones y propósitos, y dijo: “En todos los casos queda probado que el olvido está fundado en un motivo de displacer”vii. A esta tendencia (al olvido), que se opone al recuerdo de impresiones penosas y a la representación de pensamientos desagradables, la consideró un impulso defensivo elemental.viii

En este sentido interpreta Freud su perturbación del recuerdo en la Acrópolis.ix Su falsificación del pasado –el poner en cuestión que Atenas existiera tal como lo había aprendido en la escuela- no se debía a que él dudara de la existencia real de Atenas, sino a su duda de poder llegar a ver Atenas. De poder llegar más lejos que el padre, quien había sido comerciante y no había ido la escuela secundaria y para quien Atenas no podía significar gran cosa, dice en el texto. En la satisfacción por haber llegado tan lejos se mezclaba un sentimiento de culpa relacionado a la crítica infantil al padre, al menosprecio que relevó a la sobrestimación de su persona en la primera infancia. He ahí lo displacentero. Y en la perturbación del recuerdo en la Acrópolis, la moción de piedad de la memoria de Freud.

Hasta aquí vemos cómo un fenómeno de la memoria como el olvido puede estar dado por una sobredeterminación de sentidosx. Y cómo el fenómeno de la memoria que es el recuerdo se construye como una falsificación del pasado. En este punto podríamos decir fenómeno de la memoria o fenómeno del inconsciente.

En el Ultimísimo Lacan Jacques-Alain Miller dice de la memoria que es “otro nombre del inconsciente”. Del inconsciente como instancia de saber. “La memoria es un saber que ya está presente” xi.

¿Existe acaso la memoria?, se pregunta a continuación. Y responde que el ejemplo más cercano que Lacan toma es la lengua que hablamos, la que nos es común, la que nos viene del Otro. Así, ubica a la memoria entre la lengua como lugar del Otro y un hablar para sí como un bucle que produce forzamientos en esa lengua.

En 1924 Freud utilizaba un «block maravilloso» que había surgido en el comercio como metáfora del ejercicio que implica escribir la memoria. Haciendo analogías y comparaciones entre la memoria y la escritura en ese block maravilloso separaba, una vez más, a la memoria del aparato perceptor, sosteniendo que los fundamentos de la memoria nacen en un aparato vecino. Un aparato que puede incluso reproducir inscripciones hasta entonces desapercibidas.

 

Para concluir. Quiero traer aquí el final del texto Sigmund Freud y la fundación del psicoanálisis. Texto con el que Oscar Masotta conmemoró a Sigmund Freud en la Facultad de Medicina de Buenos Aires a mediados de 1973, con una modalidad que -se lee en el prólogo Ensayos Lacanianos- dejaba a la luz lo que el psicoanálisis tiene de inalienable a las ideologías, a la violencia de la historia e incluso a la ciencia:

“El psicoanálisis, como los libros, es practicable en cualquier sociedad. Así como no ha bastado jamás con quemar libros para exterminar a los libros, más acá de los atolladeros de la historia, y por una reestructuración radical de la razón, la fundación de Freud se liga a esa empresa infinita de la razón de la que nos hablaba El Filófoso. Quienes quieran comprometer al psicoanálisis con la moral y la historia podrán entonces devolver limpia y tranquilamente el psicoanálisis a esa moral de la grieta por donde se infiltran dos hombre dispuestos simplemente a hablar entre ellos y a solas y según una regla dialógica extraña, pacífico pero bárbaro sincretismo donde los trozos hacen girar al sujeto hacia el lugar de la verdad como Logos.”xii

Por último ya, retomo el epígrafe del comienzo, el del libro de Germán García Derivas analíticas del siglo, que dice “lo mejor en lo nuevo es eso que realiza un deseo antiguo”; porque me parece que es la orientación que ha tenido el módulo Lecturas de Masotta, en el que la memoria ha persistido en ese deseo de retorno a Freud.

1 Léase por “derrotero”: dirección que se da por escrito para un viaje de mar. (Real Academia Española).

2 Lo que es mejor en lo nuevo es eso que responde a un deseo antiguo.

3 Germán García, Derivas analíticas del siglo. Ensayos y errores. UNSAM Edita, Buenos Aires, 2014.

i En dicha clase Germán García está haciendo un recorrido por el libro El Clavo ardiendo de José Bergamín: Barcelona, editorial Aymá, 1974.

ii Germán García, Derivas analíticas del siglo. Ensayos y errores. UNSAM Edita, Buenos Aires, 2014.

iii Las bastardillas aluden al título de un texto de Oscar Masotta: “Sigmund Freud y la fundación del psicoanálisis”, en Ensayos lacanianos, Buenos Aires, Eterna Cadencia Editora, 2011.

iv Título completo del escrito de Jacques Lacan :“El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” (1949)

v Freud, Sigmund, Cap. 1: La literatura científica sobre los problemas oníricos en La Interpretación de los sueños, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2013. pp. 360-361.

vi Freud, Sigmund, IV.- Recuerdos infantiles y recuerdos encubridores, en Psicopatología de la vida cotidiana, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2013. p. 785.

vii Freud, Sigmund, VII.- Olvido de impresiones y propósitos, en Psicopatología de la vida cotidiana, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2013. p. 841.

viii Freud, Sigmund, op.cit., nota vii, p. 848.

ix Freud, Sigmund, “Carta a Romain Rolland (Una perturbación del recuerdo en la Acrópolis)” (1936).

x Acerca del tema de la sobredeterminación puede consultarse el Módulo de Investigación que coordina Ignacio Penecino en el Centro Descartes.

xi Miller, Jacques-Alain, “Lo extraño y lo extranjero”, en El ultimísimo Lacan, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 84.

xii Masotta, Oscar, “Sigmund Freud y la fundación del psicoanálisis” en Ensayos lacanianos. Buenos Aires, Eterna Cadencia Editora, 2011. p.240.


 
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